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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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30
Jul
2017
Jesús, palabra verdadera
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jesus

La verdad resplandece por sí misma y deja al descubierto la mentira. Pero puede acabar crucificada. Jesús de Nazaret fue condenado por los amantes de la mentira. Uno de los calificativos que definen a Jesús es la verdad: “Yo soy la Verdad”. Lo dijo de sí y no de su doctrina. La verdad de Jesús no se otorga en el decir la verdad; contiene más bien un ser, es decir, un vivir en la verdad. En Jesús, la verdad define una vida, no una realidad. No es tan sólo verdad del decir, sino de la existencia toda. Otro de los calificativos que definen a Jesús es “Logos”, Palabra. La Palabra y la Verdad en Jesús van unidas. Una Palabra verdadera es siempre luz y vida.

El hablar verdadero tiene que ver con lo que es una persona y con la defensa de las personas. Y si tiene que ver con la persona, tiene que ver con Dios. Un Dios que habla incluso cuando parece que guarda silencio. Dios es Verdad porque es Logos, Palabra. La Palabra de Dios pone orden en las cosas, pone a cada cosa en su sitio. Así debe ser la palabra humana, el decir humano, si quiere ser imagen de la Palabra de Dios.

La palabra es una de las mejores manifestaciones de la imagen de Dios que es el hombre. Por eso hay que hablar. Frente al poder que oprime, palabras que liberan. Frente al silencio, cómplice de la injusticia, palabras de justicia. Frente al miedo a los poderosos, palabras de sabiduría. Frente a la suciedad y la corrupción, palabras claras y limpias. Frente al vacío y el sin sentido, palabras verdaderas. Y siempre, palabras libres en libertad. Porque siempre queda la palabra.

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27
Jul
2017
Virginidad Consagrada, ¿un carisma inútil?
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orquidea

El carisma de la virginidad consagrada es poco conocido, tanto en la Iglesia como en la sociedad. En estos próximos días, desde el 28 de julio al 1 de agosto, se va a celebrar en Valencia el XXVII “encuentro nacional ordo virginum”, con el título general de “la atracción de la virginidad consagrada”. Este carisma pudiera ser un modo actual de estar en el mundo sin ser del mundo, de ser fermentos en la masa, semillas silenciosas que fecundan una sociedad cada vez más secularizada.

Dirigiéndose a un grupo de vírgenes consagradas, Benedicto XVI calificó su carisma de “tan luminoso y fecundo a los ojos de la fe, cuanto oscuro e inútil a los del mundo”. La contraposición entre la luz y la oscuridad se encuentra al inicio del cuarto evangelio: vino la luz al mundo, la luz que era vida, pero las tinieblas no la recibieron (Jn 1,4-5). Esta paradoja de una luz, que es vida, y de unas tinieblas incapaces de acogerla, se encuentra en otros lugares de este mismo Evangelio (Jn 3,19-20; 8,12; 9,39-40).

Estos textos pueden ayudar a comprender por qué el carisma de la virginidad consagrada es luminoso y fecundo a los ojos de la fe pero oscuro e inútil a los ojos del mundo. Lo que hay detrás de esta contraposición es el reflejo de una sociedad en la que Dios está ausente, de un tiempo en el que el olvido de Dios se hace habitual. Dios, que es luminoso y fecundo, resulta para muchas personas y ambientes de este mundo, oscuro e inútil. Por este motivo esta sociedad necesita más que nunca chispas que enciendan en el mundo la búsqueda del Dios escondido, varones y mujeres consagradas que sepan encontrar a Dios por las calles y plazas, y señalarlo con su vida y su palabra, para que, al menos algunos, se pregunten si esta aparente ausencia y silencio de Dios no es más que la otra cara de su respeto y su gran amor al ser humano.

Por no ser muy visible, quizás sea mejor calificar a la virginidad consagrada, no como foco de luz, sino como foco de calor. Porque sin luz es posible vivir, pero sin calor aparece el frío y el frío mata. Este mundo nuestro necesita focos de calor, sobre todo de calor espiritual, y la virginidad consagrada es uno de ellos. Decía Unamuno: “Luz, luz, más luz todavía, dicen que dijo Goethe moribundo. No, calor, calor, más calor todavía, que nos morimos de frío, no de oscuridad. La noche no mata, mata el frío”.

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23
Jul
2017
Callar cuando hay que hablar
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campana

Callar es no decir conscientemente algo. Los motivos por los que uno omite decir algo son variados. Unos pueden ser buenos; otros no tanto. No saber es un buen motivo para callar. Hay gente que opina sobre todo. Opinan sobre lo que desconocen. Más les valdría callar, no solo porque no aportan nada, sino porque normalmente hacen el ridículo. Otro motivo para callar es no querer responder a un insulto o a un gesto descortés. El que calla por este motivo puede ser una persona pacífica y educada, que no quiere provocar discusiones inútiles.

Hay ambientes que favorecen el hablar y otros que invitan a callar. Un ambiente amistoso invita a las personas a comunicarse con confianza, sabiendo que sus palabras no serán mal interpretadas ni utilizadas en su contra. Desgraciadamente hay familias o grupos en los que hay padres o jefes que quieren controlarlo todo, que no admiten que nadie discuta sus opiniones, en suma, hay dictadores que provocan miedo. Ante ellos, sus subordinados guardan silencio, no por respeto, no porque están de acuerdo con el padre patrón, sino porque tienen miedo de que la reacción del patrón les dañe aún más de lo que les daña su sola presencia.

Cuando en una familia o en un grupo hay silencios ante el jefe, es un claro signo de que no hay familia ni fraternidad. A veces se dice que “el que calla otorga”. Hace tiempo escuché decir a un compañero que, en una comunidad, el que calla no otorga nada. Y si le fuerzan a hablar, en este forzarle queda clara la dictadura imperante; por eso, el que habla forzado, diga lo que diga, no tiene ninguna responsabilidad. Y lo mejor que puede hacer es decir lo que el jefe o la jefa quieren oír.

A veces callamos cuando es más necesario que nunca que hablemos. Por ejemplo, cuando en un colectivo se comete una injusticia contra uno de sus miembros, los que callan se hacen directamente cómplices de la injusticia. El silencio o la resignación no es una buena postura ante el mal o la injusticia. Naturalmente, a la hora de protestar es necesario ajustarse a la verdad y tomar las necesarias medidas de prudencia, para que la protesta sea lo más efectiva posible. Importa dejar clara la obligación moral de que hablen aquellos que pueden, cuando otros no pueden o no saben hacerlo, aunque los modos y maneras de este hablar dependan de las circunstancias.

Hay silencios cobardes que suelen esconder deseos de medrar, búsqueda de poder. Esos silencios cobardes de los que callan, cuando podrían y deberían hablar, favorecen la mentira, la injusticia, el abuso y la prepotencia. Por el contrario, el abuso y la mentira se reducen, y terminan desapareciendo, cuando se escuchan palabras equitativas y verdaderas.

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19
Jul
2017
Negar el espacio a otros
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espacio

Toda negación de espacio, todo no tener sitio por motivos raciales, culturales, sexuales, de modos de vivir, del tipo que sea, no tiene cabida en la mentalidad y praxis de un cristiano. Y si no tiene cabida, el cristiano está llamado a tomar medidas o a apoyar aquellas medidas que contribuyan a crear espacios en los que haya sitio para todos. Eso implica a veces una toma de posición política, otras implica tener roces o incluso enfrentamientos con la propia familia o con los poderes que discriminan, otras supone un esfuerzo y un compromiso que nos complica la vida.

Hay padres que no tienen espacio para tener hijos, bien porque no los quieren, bien porque no tienen tiempo para ellos, bien porque no los valoran. Hay familias en las que no hay sitio para los ancianos, bien porque están enfermos, bien porque no aportan nada, bien porque la herencia ya está repartida, bien porque no quieren cuidarlos. Hay padres que no quieren hijos con minusvalías, incluso si son inteligentes como puede ser el caso de los autistas.

Hay sociedades en las que no hay sitio para los extranjeros, bien porque son de otra raza, bien porque son pobres, bien porque piensan de otro modo, bien porque tienen otras costumbres. Hay empresas en las que no hay sitio para los trabajadores que reclaman sus derechos, y sólo aceptan a los que tienen miedo o no tienen papeles. Hay políticos que rechazan a los extranjeros o a los que hablan otra lengua, en nombre de un extraño dios que se llama patria o nación. Los hay que construyen muros buscando ampliar el espacio nacional; y otros que pretenden eliminar todo atisbo de religiosidad buscando ampliar el espacio social. ¡Qué contradicción! ¡Reducir para ampliar! Hay centros en los que no hay sitio para revistas, libros, o prensa que ofrezcan alternativas a lo que allí se enseña.

Hay mandatarios religiosos que califican a los creyentes de otras religiones de paganos, infieles o incrédulos. Hay quien no soporta determinados modos de vivir, o que se tengan determinas opiniones, o se siente insultado por quien así vive o por quien tiene tales opiniones y, como no lo soporta, busca aniquilar a los enemigos que él mismo se ha creado. Hay demasiada gente que se cree dueña del espacio y que no permiten que nadie lo ocupe sin su permiso. Demasiada gente que no deja espacio a los otros, creando un ambiente de discriminación, odio e incomprensión.

También hay políticos honrados, empresarios decentes, católicos verdaderamente católicos, o sea, universales; y padres cariñosos con sus hijos, tanto más cariñosos cuanto más necesitados están.

Los primeros se creen muy “ortodoxos”, muy “patriotas”, muy “decentes”, en realidad son una peste; los segundos ayudan a purificar el aire para que en esta sociedad de diferentes haya sitio para todos. Mientras para los primeros las diferencias separan, para los segundos enriquecen. Y, en todo caso, no son motivo para el rechazo, sino para el análisis serio, meditado y contrastado.

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15
Jul
2017
No había sitio para ellos
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arbolessecos

La historia es de sobra conocida: Cuando el matrimonio formado por José y su esposa María, con un embarazo avanzado, llegaron a Belén, porque era el lugar dónde debían empadronarse, ya que esa ciudad era la originaria del cabeza de familia, se encontraron con una desagradable sorpresa: “no tenían sitio en el albergue” (Lc 2,7). Con mucha probabilidad, esta palabra traducida por “albergue” designa una sala de la casa de la familia de José, la sala que aquellas familias campesinas tenían para alojar a sus huéspedes. Seguramente la familia de José, al ver el embarazo de María, se planteó muchas preguntas: ¿cómo era posible que estuviera a punto de dar a luz, si el matrimonio llevaba poco tiempo conviviendo? Si esa fue la pregunta, entonces hay que concluir que, en nombre de la “decencia”, la familia de José les rechazó. El matrimonio y el niño no eran bien venidos, por eso no había sitio para ellos.

Historias como esta se han repetido desde que el hombre es hombre. Y, a veces, con consecuencias más dramáticas. Una vez nacido Jesús, al rey Herodes le sobraban los niños, no había sitio para ellos en su reino. Por eso “hizo matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo” (Mt 2,16). Unas veces es la propia familia la que nos rechaza y otras veces es la autoridad política. Todos los rechazos son contrarios a la voluntad de Dios, pues según el proyecto creacional, todos formamos parte de la misma familia de los hijos de Dios: “somos miembros unos de otros” (Ef 4,25).

Así se comprende que uno de los objetivos de la predicación y de la vida de Jesús fuera la búsqueda de la unidad y del entendimiento entre las personas. El evangelio de Juan lo dice con estas palabras: Jesús murió “para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11,52). Y la carta a los Efesios (2,14-16) califica a Cristo de “nuestra paz” porque de “los dos pueblos hizo uno”, derribando la enemistad y el odio. Se trata de los pueblos de entonces, judíos y paganos. Hoy habría que decir que la paz de Cristo quiere unir a todos los pueblos de la tierra. Porque con él han desaparecido todas las divisiones: “ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28). Y Col 3,11 añade: “ni circunciso e incircunciso; ni bárbaro ni escita”. En Cristo Jesús han desaparecido las diferencias culturales, sociales, sexuales, religiosas y nacionales (continuará).

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11
Jul
2017
Hijos de genocidas
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hijosgenocidas

Distintos periódicos españoles han publicado una noticia que hay que calificar de esperanzadora: algunos hijos de los represores de la dictadura argentina se unen para rechazar los crímenes de sus padres y exigir que cumplan sus condenas. Alguno reniega incluso de su apellido “por estar manchado de sangre”. La noticia manifiesta, entre otras cosas, que el bien y el mal no son hereditarios. Sin duda, el ambiente familiar influye en la educación, pero no es determinante. A medida que nos hacemos adultos, juzgamos con más independencia de criterio. Y, en muchos casos, juzgamos de forma diferente a como lo hicieron nuestros padres. Esta independencia de criterio puede tener su lado bueno, cuando somos capaces de condenar el mal que ellos hicieron. Jesús de Nazaret reprochaba a “los escribas y fariseos” que fueran imitadores de las malas acciones de sus padres (cf. Mt 23,31-32; Lc 11,47-51). A veces lo bueno es no seguir las enseñanzas de los padres.

La persona humana es compleja. Estamos llenos de contradicciones: en muchas ocasiones el odio coexiste con el amor. Es posible ser un brutal torturador y al mismo tiempo un amoroso padre de familia. Aunque también se da el caso del torturador que se comporta violentamente con sus hijos. Los humanos somos seres muy extraños: estamos hechos a imagen de un Dios bueno, que es Amor, pero al mismo tiempo somos frágiles y llevamos esta imagen en vasijas de barro. Somos capaces de lo mejor y de lo peor. Pero precisamente porque la imagen buena nunca se borra del todo, también somos capaces de arrepentimiento, de reconocer nuestras culpas. Si este reconocimiento de culpas lo hacemos público tendemos puentes con aquellos a los que hemos dañado.

Los hijos que reniegan del mal hecho por sus padres manifiestan no sólo que el bien también existe, sino que el bien se infiltra por lugares inesperados. Yo no digo de que del mal pueda salir el bien, porque del mal solo sale mal. Pero sí digo que hay una bondad constitutiva en todo ser humano que, a veces, se manifiesta de forma sorprendente e inesperada. Gracias a Dios, el bien aparece donde menos se le espera.

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8
Jul
2017
Convertir la catedral en un economato
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catedralbarcelona

Hay propuestas que no tienen ningún futuro ni ninguna repercusión real. Un ejemplo es la demanda de un partido político de expropiar la catedral de Barcelona, para convertirla en economato. Me imagino que, en este caso, el uso del término expropiación es inapropiado. Porque expropiar es una cosa muy seria, que tiene repercusiones económicas. Se trata de quitar legalmente una propiedad a una persona o institución por motivos de interés público, dándole a cambio una indemnización.

¿Cuántos cientos de millones de euros puede valer la catedral de Barcelona? Supongo que esos señores políticos que buscan su expropiación ni lo han pensado ni les importa, porque, en el caso hipotético de sacar adelante su propuesta, estoy convencido de que no entregarían a cambio del templo ni un solo euro. Si esto fuera así, o sea, si pensasen hacerse con el templo sin desembolsar nada, entonces se trataría de apropiarse de una propiedad ajena contra la voluntad de su dueño. Eso tiene un nombre. Además es muy feo, y quienes lo hacen, o lo quieren hacer, o proponen que se haga son sujetos peligrosos.

En cuanto la propuesta ha sido debatida no ha contado con ningún defensor, a parte del proponente. Más allá de la estrambótica propuesta, importa conocer si esos señores políticos tienen alguna propuesta positiva que redunde en bien de los ciudadanos. Un político está para gestionar los bienes públicos, buscando que la mayoría y, a ser posible, la totalidad de los ciudadanos se beneficie de una gestión decente y clara. Un buen alcalde, un buen presidente (dígase lo mismo de un buen superior religioso) tiene que serlo de todos los ciudadanos y no sólo de sus votantes.

Desgraciadamente, hay sectores sociales que están descontentos con la política que se hace, y esos sectores son los que votan a grupos que tienen ideas tan poco serias como la comentada. El mejor modo de contrarrestar algunas políticas es preguntarse cómo responder a las demandas sociales que reclaman los votantes de partidos que hacen este tipo de propuestas, que no tienen nada de sociales y sí mucho de demagógicas. Preguntarse y actuar en consecuencia.

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4
Jul
2017
Las únicas pasiones decentes
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flor

A pesar de los dicho en mi último post sobre el tráfico de seres humanos y las tragedias que este tráfico produce en el mar Mediterráneo, estoy convencido de que el bien supera con creces al mal. Decir lo contrario sería, además de un dato sociológicamente falso, negar la bondad de la obra de Dios. Incluso lo que hace posible el mal, a saber, la libertad, es uno de los mayores signos de la buena obra divina. Lo que ocurre es que hoy tenemos mucha información. Y por eso, estamos más enterados que en otras épocas de lo que ocurre a nuestro alrededor.

El estar más enterados no significa que haya más mal. Significa que estamos más sensibilizados. Y con la sensibilización aparece la gran pregunta: ¿qué podemos hacer? Al menos nos queda, en los países donde hay libertad de expresión, el derecho al pataleo, la posibilidad de manifestar el desacuerdo. Y si podemos ayudar, de un modo u otro, entonces nos queda la responsabilidad de hacerlo.

Lo he dicho y lo repito: hay ONGs que se preocupan explícitamente de las tragedias en el mar. También la policía y el ejército colaboran en tareas de auxilio y salvamento. Ellos nos honran. Pero no parece que el problema preocupe demasiado a nuestros políticos. Sin duda, tienen otras cosas de las que ocuparse. Esperemos que estas otras cosas redunden en bien de la gente. Porque lo ocurrido el pasado mes de mayo con un Centro de acogida de menores, que una congregación de monjas tenía en Segorbe, no dice mucho a favor de la señora política que mandó vaciarlo, a base de informaciones inexactas y no comprobadas.

Mientras unas mujeres, las monjas, se dedicaban a hacer el bien, la señora política pensaba en su prestigio personal, en contentar a sus votantes y en buscar el aplauso fácil del anticlericalismo más rancio. Los niños salieron llorando del Centro de Segorbe. Y en el colmo de la ironía, algunos de esos niños fueron albergados en otros centros de la misma Congregación que atendía el de Segorbe. En el colmo de la ironía y de la inconsecuencia, porque si malo era el de Segorbe, lo lógico sería suponer que igual de malos debían ser los otros centros de esta Congregación.

Las ideologías apasionan, sin duda. Pero lo que debe apasionarnos es la verdad. Con la verdad por delante se va a todas partes. Y se hace bien a la gente. Con las ideologías no. El dinero que se embolsan los comerciantes de carne también apasiona. Pero cuando algo apasiona a costa de la vida de las personas, es una pasión perversa. Las únicas pasiones decentes son aquellas que redundan en bien de las personas.

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29
Jun
2017
Mar en calma, tragedia segura
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marencalma

Durante estos meses de verano el mar Mediterráneo está tranquilo. La tranquilidad de las aguas favorece el descanso de los turistas. Desgraciadamente, la calma del mar favorece también el tráfico de seres humanos. Lo último que sabemos de estos procedimientos muestra hasta dónde es capaz de llegar la maldad y el egoísmo humanos a la hora de comerciar con la carne humana. Esta carne que, según dicen algunos, Dios la ama, la admira y eso hasta el punto de que quiso asumirla. El ser completamente espiritual (porque si fuera carnal o material sería por necesidad limitado), amaba tanto la carne humana que, en el colmo de lo que humanamente hay que calificar de locura, quiso hacerse hombre.

Dejemos el discurso religioso y vayamos a la tragedia humana, que es más religiosa que el discurso. Sí, la tragedia humana, o sea, la tragedia de la imagen de Dios. No olvidemos que cualquier atentado contra su imagen es un atentado contra Dios mismo. Eso dijo, en varios de sus escritos, Juan Pablo II. Cuando uno se pregunta cómo se puede atentar contra Dios, la respuesta es: cuando se atenta contra su imagen, en la que Dios, de forma misteriosa, pero real, de forma sacramental, se hace presente. Sí, sí, presente de forma sacramental. Para los buenos entendedores.

Vuelvo a dejar el discurso religioso para regresar a la tragedia de los veranos en el mar Mediterráneo. La última muestra de la maldad humana es el modo de proceder de los traficantes de carne humana: cuando llegan a aguas internacionales, retiran el motor de la barcaza y la dejan a la deriva. Así el motor lo aprovechan para otras embarcaciones, ahorrando un dinero importante, porque para los capitalistas malvados, crueles y sin conciencia, como son los traficantes, cada dólar es importante. Las personas no lo son. Los dólares sí.

Más aún, los botes a la deriva, en el mejor de los casos, suelen ser vistos por militares españoles o italianos, o por barcos de ONGs. Entonces, en este caso favorable, la pobre gente del bote, abandona su precaria embarcación y sube a los barcos seguros. Los botes quedan sin gente en alta mar. Momento que también aprovechan los traficantes de carne para hacerse con el bote, y volver a reutilizarlo. Es un negocio redondo. El negocio del infierno, pero negocio.

No hemos acabado con el negocio infernal. En algún caso, cuando los botes de la muerte son avistados por los barcos militares, resulta que llevan algún muerto a bordo. En un caso, al menos, uno de los muertos lo fue porque el traficante de la muerte, el maldito traficante, le quitó la gorra con la que se protegía del sol. El asunto es tan sucio, que uno ya no tiene palabras para calificarlo.

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25
Jun
2017
¿Cuál es tu oficio?
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breviario

El Oficio divino, también conocido como Liturgia de las Horas, es la oración oficial de la Iglesia. El Breviario es el libro del Oficio divino. Rezar el breviario equivale a rezar el Oficio. Hoy esta oración ha dejado de ser algo propio de los clérigos y de las monjas. Son muchas las comunidades, grupos y personas cristianas que rezan el Oficio completo o alguna de sus partes.

Un día, predicando unos Ejercicios espirituales a un grupo de hermanas, que tenían buenos Colegios y se enorgullecían de ello con toda razón, pregunté dialécticamente: ¿cuál es vuestro oficio? Hubo el silencio habitual cuando se suelen hacer este tipo de preguntas. Pero noté también que había una cierta expectación. Cogí un breviario, lo levanté y dije: el Oficio divino. Mi sorpresa vino cuando después de la charla, una de las oyentes se acercó para decirme, con toda seriedad, que no había comprendido nada de su carisma.

Todo se puede mal interpretar. Es posible que la hermana mal interpretase que yo no había sabido valorar su carisma de religiosas enseñantes. No cabe duda de que se trata de un carisma muy necesario en la Iglesia, que redunda en beneficio de toda la sociedad. Un carisma que es también una obra de misericordia: enseñar al que no sabe. Pero dicho esto, no es menos cierto que los religiosos no podemos confundir nuestro “ser religioso” con el carisma que portamos y, mucho menos, con el trabajo que hacemos. El carisma es un modo de vivir un aspecto del evangelio. Pero lo que sostiene nuestra vida, nuestro carisma, nuestro trabajo, es la relación con Dios, el encuentro con el Señor. Y la oración es una de las principales mediaciones de este encuentro y de esta relación.

El primer oficio de todo cristiano, su primera tarea, su labor fundamental es mantener viva su relación con Dios. De ahí que se pueda decir, con toda verdad, que el oficio del cristiano es el divino. “La obra de Dios, dijo Jesús, es que creáis en quién él ha enviado” (Jn 6,29). Esa es nuestra obra, nuestro trabajo. Todo lo demás, siendo importante, deriva de ahí. Un buen cristiano (sea cual sea su ministerio y su estado) debe tener eso claro. Por eso, la pregunta de “¿cuál es tu oficio?”, hecha a un cristiano, puede ser una buena provocación para recordar lo fundamental de su vida.

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