Algunos amigos y amigas me han preguntado si tenía blog en internet. Al responder que no, me animaban a que lo tuviera. En un primer momento la idea no me hacía mucha gracia. Me replanteé la posibilidad de abrir uno de estos blogs cuando el administrador de nuestra página de dominicos me pidió que lo hiciera. Más aún, me insistió. Lo hago con temor y temblor. Emprendo una pequeña aventura sin ninguna pretensión. Si acaso, la pretensión de invitar a pensar. Por eso, más que pan, me gustaría que en mi blog hubiera levadura. No busco ofrecer reflexiones hechas, terminadas, sino provocar el diálogo, bien el diálogo interior y personal, bien el diálogo manifestado en forma de comentarios a mis reflexiones. El diálogo es un buen método para buscar la verdad. Supone respetar al otro, dejarle pensar y dejarle que se exprese. A veces la palabra diálogo produce una gran frustración, sobre todo cuando se busca imponer una opinión, aunque sea con guante de seda. El diálogo no busca imponer, busca la verdad. Y deja al otro ser otro, seguir su propio camino de búsqueda.
Los contenidos de este blog van a ser fundamentalmente religiosos o eclesiales. Se trata de empezar una bitácora religiosa. Bitácora tiene que ver con el lugar donde se guarda la brújula. Pero también es un cuaderno en el que se apuntan el rumbo, la velocidad y demás circunstancias de la navegación. Este blog no quiere ser brújula de nada ni de nadie, no pretende indicar ningún rumbo. Más bien busca ser sensible a determinados temas y acontecimientos. Dejar constancia de los rumbos, velocidades y demás circunstancias que uno detecta y que tienen que ver con acontecimientos religiosos, pero también (y, a lo mejor, sobre todo) con cuestiones religioso-teológicas que flotan en el ambiente y que a muchos preocupan.
Una indicación final: mi nombre aparece como autor de estos comentarios. Es posible que, en ocasiones puntuales, algún hermano, hermana, amiga o amigo me ayude, nos ayude, con sus comentarios y reflexiones. Si eso ocurre, si no soy yo el que escribe el pequeño artículo, al final del mismo aparecerá la firma de su autor. Y sólo él será responsable de lo que diga.
Gracias a los lectores, gracias a los críticos, gracias al Portal de la Orden de Predicadores que me permite iniciar esta aventura
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