22
Oct
2006Oct
Misiones y pobreza cero
10 comentariosAyer, sábado, en distintas ciudades españolas se celebraron manifestaciones contra la pobreza. Buscaban recordar a los políticos sus promesas incumplidas a favor de la abolición, siquiera parcial, de la pobreza. Hoy celebra la Iglesia el día de las misiones. Escuché ayer a un buen cristiano preguntarse si esta coincidencia temporal era casual o intencionada. Es casual, claro. Pero hay relación entre pobreza y misiones. Quizás no en el sentido que todavía algunos suponen: las misiones se dan en lugares pobres; y los misioneros y misioneras realizan una gran labor social con gente necesitada. Sin duda. Pero también nuestros países ricos son lugares de misión. Y posiblemente sus gentes necesitan que se les predique el Evangelio tanto o más que los habitantes de los tradicionales países de misión. Porque nuestra riqueza no facilita precisamente la escucha de la Palabra. Hay palabras que sólo pueden escucharse en determinadas situaciones. Ya lo decía Jesús: los hay que oyen, pero no entienden. Algo de eso ocurre allí donde el dios dinero ocupa el lugar del Dios que se abaja para ver a los humildes (tal como canta María) y del Dios que escucha con atención el clamor de su pueblo oprimido (tal como le dice Yahvéh a Moisés en el Exodo).
En la lucha contra la pobreza tenemos los cristianos una gran misión. Siquiera sea para dejar claro que no estamos de acuerdo con la situación actual. Claro que tampoco deseamos que se cambie la tortilla. Lo que deseamos es que haya pan para todos, que los pobres tengan una mesa abundante y los ricos se conviertan para poder sentarse en la mesa de la fraternidad. Hay tantos datos escandalosos que no voy a dar ninguno. Sólo digo una cosa: No me parece exagerado calificar a este mundo de obsceno. Porque el mal está sobre la escena, a la vista de todos. No hay nada que ocultar, se ha perdido la ver¬güenza. Mientras los ricos van luciendo su riqueza, muchos les envidian y desean ser como ellos. Pues bien, eso es lo que no puede hacer un cristiano: desear ser como ellos. Si no lo tenemos claro, el nuestro será un cristianismo descafeinado.
En la lucha contra la pobreza tenemos los cristianos una gran misión. Siquiera sea para dejar claro que no estamos de acuerdo con la situación actual. Claro que tampoco deseamos que se cambie la tortilla. Lo que deseamos es que haya pan para todos, que los pobres tengan una mesa abundante y los ricos se conviertan para poder sentarse en la mesa de la fraternidad. Hay tantos datos escandalosos que no voy a dar ninguno. Sólo digo una cosa: No me parece exagerado calificar a este mundo de obsceno. Porque el mal está sobre la escena, a la vista de todos. No hay nada que ocultar, se ha perdido la ver¬güenza. Mientras los ricos van luciendo su riqueza, muchos les envidian y desean ser como ellos. Pues bien, eso es lo que no puede hacer un cristiano: desear ser como ellos. Si no lo tenemos claro, el nuestro será un cristianismo descafeinado.