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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

8
Mar
2024
Nacidos por abrazados
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embarazo

Cada ser humano es el resultado de un acto de amor. El acto de amor más inmediato es el de los padres. Pero este abrazo de la madre y del padre que provoca una nueva vida es la mediación de una voluntad previa, que es voluntad de Amor, la voluntad de Dios, que nos ha querido y nos ha creado tal como somos, porque cada uno de nosotros somos una maravilla a sus ojos. El ser humano ha sido creado por amor y para el amor. Ya desde el principio de la humanidad Dios ofrece su amor al ser humano y busca una respuesta de amor. El problema que ocurrió en los inicios y que, desgraciadamente puede seguir ocurriendo hoy, es que el ser humano no responda al amor creador con amor, y busque alejarse e independizarse del amor que le ha dado la vida y le sostiene en ella.

Prescindiendo de consideraciones religiosas y quedándome solo con consideraciones antropológicas es posible llegar al mismo resultado. El hijo se asoma al mundo tras un abrazo de varios meses de la madre, un abrazo tan íntimo, tan profundo y tan unitivo, que hace que pueda hablarse de dualidad en la unidad. El hijo no sólo no puede rechazar este abrazo, sino que lo desea con toda vehemencia, porque sabe que ahí está su vida. Si la madre lo rechaza, entonces el otro sujeto del abrazo se pierde para siempre. Tal es la importancia del abrazo para la vida: hemos comenzado a existir rodeados de amor y por causa del amor. Este abrazo hace plausible la hipótesis de que el sello puesto sobre la existencia humana sea el del amor.

El abrazo es una manifestación de afecto entre personas, una manifestación que une los cuerpos de los que se aman. Pues bien, el embarazo es un abrazo de una intensidad tan grande que nunca más podrá experimentar el hombre. Como muy bien dice Carlo Casini, “cada uno ha nacido porque ha sido abrazado durante muchos meses por una mujer”. Desde este punto de vista, el ser y el amor coinciden. Esto nos hace pensar en lo que dice la primera carta de Juan: el Dios Creador es Amor (1 Jn 4,8). En esta misma carta se dice: “hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. Quién no ama permanece en la muerte” (1 Jn 3,14). Podríamos parafrasear: hemos entrado en la vida porque nos han amado. Y sólo podemos vivir si amamos. Sin amor hay muerte.

Lo que hace posible el inicio de toda vida, hace también posible su continuación. ¿Qué son las guerras, que destruyen y matan sino actos de no amor? ¿Qué son las discusiones entre las personas y las familias, que destruyen, separan y matan, sino actos de no amor? ¿Por qué hay niños a los que se impide nacer, pobres a quiénes se hace difícil vivir, hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana, ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad, personas que huyen del miedo, de la violencia, de la miseria y a las que se impide la entrada en nuestros ricos países, países en los que sólo importa el dinero, y cuando importa la política también es porque importa el dinero?

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4
Mar
2024
Misericordia, síntesis de la cuaresma
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misericordia

El Papa Francisco dice que el desafío de una buena homilía es evangelizar la síntesis, porque “donde está tu síntesis, allí está tu corazón”. Voy a ir más allá de la homilía para atreverme a decir donde está mi síntesis de la cuaresma: en la palabra misericordia, tal como decimos en el responsorio de vísperas de cada día: “yo dije: Señor, ten misericordia”.

En realidad, como de hecho ocurre con toda oración de petición, no le estamos pidiendo a Dios que tenga un corazón solidario con nuestras necesidades. Lo que en realidad estamos haciendo es recordarnos a nosotros este corazón solidario, misericordioso de Dios, un corazón que nunca deja de compadecerse, de padecer con nosotros, porque nos ama como no se puede amar más. Pedir a Dios que tenga misericordia es reconocer su inmenso amor hacia nosotros. Y, por tanto, esta petición debe convertirse enseguida en una oración de acción de gracias por este desborde de amor.

Si hacemos caso a las palabras que el evangelista Lucas pone en boca de Jesús: “sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”, resulta que la misericordia debe ser la ley fundamental que habita en nuestro corazón cuando miramos con ojos sinceros al hermano que encontramos en el camino de la vida. Si hemos sido creados a imagen de Dios, y Dios es por esencia misericordioso, entonces en nuestra misericordia se refleja la imagen de Dios.

La misericordia no es una virtud más, sino la única manera de empezar a parecernos a Dios. El modo de mirar al mundo con compasión, el mirar a las personas con compasión, el mirar los acontecimientos y la vida entera con compasión, es la mejor manera de asemejarnos a Dios. Puede parecer que esto de la compasión no está muy de moda, puede confundirse con sentimentalismo, pero no es así. Para Jesús la compasión es un principio de actuación; sencillamente es interiorizar el dolor ajeno, que me duela a mí el sufrimiento de los demás, reaccionar haciendo lo posible por esa persona y aliviando su sufrimiento en la medida en que yo pueda.

Por otra parte, creer en un Dios misericordioso es abrirnos a la esperanza de ser amados a pesar de nuestro pecado. Nuestros pecados no son un obstáculo para que Dios nos ame. Dios ama siempre. Y esta es nuestra esperanza, fundada no en nuestras fuerzas o méritos, sino en la benevolencia de Dios. Por eso, la esperanza es segura, o por decirlo con palabras de san Pablo: la esperanza no falla, porque su fundamento es el amor que Dios nos tiene. Evidentemente, quién no ama a Dios es incapaz de acoger su amor y, por tanto, no vive la esperanza. El que no viva la esperanza no quiere decir que no haya esperanza para él. Quiere decir que él se priva de una vivencia que le podría hacer feliz.

En una carta a un hermano ministro (o sea, al responsable de una comunidad, al guardián como dicen los franciscanos), san Francisco de Asís le escribió algo que vale para todos y cada uno: “que no haya nadie en el mundo que se aleje de ti sin haber visto en tus ojos misericordia”.

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1
Mar
2024
Cuando la religión es un mercado
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mandamientos

La primera lectura del domingo tercero de cuaresma de este año 2024, ofrece la primera versión de los diez mandamientos que aparece en el Antiguo Testamento. Aunque está escrito en un lenguaje negativo y arcaico, lo que dice se entiende perfectamente y se adelanta en muchos siglos a la conciencia que hoy tenemos de los derechos humanos. Uno de los grandes problemas de hoy es que no sabemos discernir el bien y el mal. Nos hemos olvidado de eso tan fundamental: respetar al otro, respetar siempre su dignidad. Cualquier atentado contra el ser humano es un atentado contra Dios.

Que está formulado en un lenguaje arcaico se ve cuando dice que los esclavos tienen derecho al descanso. En el contexto de la época es una afirmación revolucionaria, pues el esclavo no tenía absolutamente ningún derecho. Otro ejemplo de lenguaje arcaico, pero que bien entendido dice algo maravilloso, es esa comparación que hace entre el castigo que recae hasta la cuarta generación y la misericordia de Dios que dura por mil generaciones. El acento no está en el castigo. Lo que dice el texto es que no hay comparación entre la misericordia de Dios, que es infinita, que no tiene límites, y el castigo que merecen nuestros pecados. No se puede comparar cuatro con mil dice en un lenguaje simplista e infantil. Dicho en un lenguaje más elaborado: la misericordia de Dios supera con creces nuestras maldades. Porque nuestro mal siempre es limitado, el amor de Dios no tiene límites.

En el evangelio no aparece ningún Jesús violento. Jesús no la emprende a latigazos con las personas, sino con los animales. La cuestión de fondo en este gesto profético es caer en la cuenta de que Jesús es mayor que el templo; él es el verdadero lugar del encuentro con Dios: hablaba del templo de su cuerpo. Encontrándonos con Jesús nos encontramos con Dios, siguiendo sus mandatos cumplimos la voluntad de Dios.

El gesto de Jesús señala la necesidad de una religión donde importa el encuentro y la relación personal con Dios, una religión nueva, personal, donde lo único que importa es el amor. A veces hacemos de la religión una especie de mercado: rece usted tres avemarías a la virgen, o póngale una velita a su imagen, y conseguirá lo que le pida. No, la oración no es pedir, es agradecer y estar. Sí, estar con el amado. Oración es amor, y el amor no es pedir. El amor es dar, agradecer y esperar, pero no pedir.

Esta escena es una crítica a nuestra religión sin corazón, con la que muchas veces queremos comprar a Dios. Es la condena de una religión sin fe y sin espiritualidad, una religión hecha de ritos. Lo que Jesús propone es una religión de vida, no de posturas o gestos. Uno de los reproches de Jesús a sus contemporáneos era: “este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi”. El culto a Dios ha de ir acompañado siempre por el amor a Dios y al prójimo.

Una de las cosas que deberíamos anunciar es la gratuidad de Dios. Los criterios del mundo no son de gratuidad, son de comercio, de intercambio, de compras y ventas. El mercado lo marca todo, también nuestra relación con Dios y con el prójimo. Todo es exigido, comprado, ganado. Solo lo gratuito puede sorprender, porque es el signo auténtico del amor.

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26
Feb
2024
Esperando un domingo sin ocaso
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domingosinocaso

Dijimos en el post anterior que el ser humano es constitutivamente un ser temporal, un ser de deseos y un ser que pregunta. ¿La temporalidad termina con la muerte o puede abrirse a una nueva dimensión? ¿Los deseos necesariamente se cumplen y las preguntas necesariamente encuentran respuesta satisfactoria, o siempre quedan frustradas?

Las búsquedas, los deseos, las preguntas no implican necesariamente su realización. La búsqueda puede no dar resultado, el deseo quedar insatisfecho y la pregunta quedarse sin respuesta. Pero estas tres actitudes, que nos abren al futuro, manifiestan mi capacidad de acogida y de recepción, y encuentran una sorprendente respuesta en la revelación cristiana. Allí se descubre un Dios que siempre nos espera, que puede ir más allá de todo deseo y que dará respuesta a todas las inquietudes humanas, “a las aspiraciones más profundas del corazón humano, el cual nunca se sacia plenamente con solo los alimentos terrenos” (así se expresa el Concilio Vaticano II, en Gaudium et Spes, 41).

Este Dios no puede ser alcanzado como exigencia de nuestros deseos. Es siempre pura gracia, puro don. Un regalo, una sorpresa. Y, aunque no podamos saber nada de este regalo, porque desborda toda imaginación (lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni corazón pudo jamás imaginar: 1 Cor 2,9), el cristiano espera que esta sorpresa sea una pura maravilla. El cristiano espera un mañana, sin lágrimas, sin dolor y sin muerte, que no tendrá mañana, pues será un día luminoso que nunca acaba. El cristiano espera, tal como dice uno de los prefacios de la Eucaristía dominical, “el domingo sin ocaso en el que la humanidad entrará en el descanso de Dios”. La humanidad, o sea, todos los seres humanos. “Entonces contemplaremos su rostro y alabaremos por siempre su misericordia”.

Esta es la “gozosa esperanza” con la que debe vivir el cristiano. Una esperanza que da sentido a la vida y la llena de alegría, a pesar de todos las penas y dolores con las que con demasiada frecuencia nos encontramos.

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22
Feb
2024
La esperanza, constitutiva de lo humano
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bancobajoarbol

Antes de ser una virtud religiosa que confía profundamente en Dios y lo espera todo de Él, la esperanza es una realidad humana, una dimensión antropológica fundamental, uno de los modos de ser más radicales y permanentes, pues en todo ser humano hay una espera de seguir viviendo y un deseo de vivir mejor. Siempre estamos abiertos al porvenir, siempre esperamos algo. Y en todo lo que esperamos buscamos la felicidad. Sobre esta dimensión humana se asienta la esperanza teologal, pues el cristiano confía en que un día se cumplirán las promesas de Dios que superan todo deseo.

El ser humano no puede no esperar porque es un ser temporal, un ser de deseos y un ser que pregunta. La temporalidad es constitutiva de lo humano. Tenemos un tiempo. Un día nos encontramos con la vida y otro día la vida se nos irá. Mientras tanto nos abrimos ineludiblemente a lo que viene, al futuro, que siempre está presente en forma de espera. Cuando esta espera se asume consciente y racionalmente se convierte en proyecto. De este modo, el futuro no es lo que todavía no existe, sino lo que está presentido en el ahora como proyecto. El proyecto es la forma humana de la tendencia hacia el futuro. Así el presente penetra el futuro y se convierte en preludio del mismo. Además, la dimensión de futuro tematiza un dato de experiencia: la conciencia que todo ser humano tiene de su finitud, de ser una entidad inconclusa, siempre en camino hacia un “más allá” de su presente. Esta conciencia no sólo impulsa al ser humano a conservar lo que tiene, sino a la búsqueda de una plenitud, de un ser que dure siempre, que nunca acabe.

Por otra parte, no hay ser humano que no desee algo y, sobre todo, que no desee, de una u otra manera, lo que es bueno para él. Todo deseo se abre a la espera de su realización, pero paradójicamente todas las realizaciones nos dejan insatisfechos. Por muy bueno que sea lo encontrado, siempre buscamos más y mejor. Lo deseos nos abren al deseo de una plenitud y felicidad absolutas. Detrás de todo deseo late la búsqueda de una plena saciedad, pues ningún deseo cumplido nos deja plenamente satisfechos. Niestche lo decía de esta forma: “todo placer requiere profunda eternidad”. O sea, hay momentos en la vida que uno desearía que duraran siempre. Nunca nos conformamos con lo que tenemos, y esta no conformidad alimenta una esperanza inextinguible.

Finalmente, todo ser humano se hace preguntas, buscando una respuesta. El hecho de preguntar manifiesta mi limitación, mi necesidad, mi no saber. Pero, a la vez, la pregunta revela una pretensión, la de obtener una respuesta. La pregunta manifiesta mi esperanza de llegar a una situación en la que mi limitación sea remediada. Al manifestar mi limitación y finitud, la necesidad de preguntar termina en una pregunta distinta a todas las demás, la pregunta sobre uno mismo: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿qué va a ser de mi? Esta pregunta, más que ninguna otra, busca una respuesta satisfactoria. El preguntar termina siendo una pregunta por la Vida y por el Todo, pues también el conocimiento quiere avanzar cada vez más hasta un estadio en donde no quede nada por saber.

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18
Feb
2024
Para que la Cuaresma sea concreta
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cuaresmaconcreta

Estoy convencido de que durante este año y el próximo, la esperanza va a estar muy presente en los mensajes de Francisco, en consonancia con el lema propuesto para el año jubilar 2025: “peregrinos de la esperanza”. Sí, peregrinos porque vamos caminando hacia una tierra nueva que, en definitiva, es la patria celestial, pero que debemos anticipar ya en este mundo construyendo el Reino de Dios. Y este peregrinaje está marcado por la esperanza porque el reino definitivo no ha llegado, solo lo vemos de lejos. Y la construcción del Reino de Dios en este mundo deja mucho que desear. Pero sólo si nos tomamos en serio que el Reino hay que anticiparlo en esta tierra, podremos vislumbrar el futuro que Dios prepara para todos y podremos decir que, en verdad, lo esperamos.

El mensaje del Papa para esta cuaresma comienza por constatar que “nos falta esperanza y vagamos por la vida como en un páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual encaminarnos juntos”. Para recuperar esta esperanza y para que la cuaresma sea concreta, dice el Papa, el primer paso es querer ver la realidad. Y para ello es necesario “escuchar el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos… Muchos factores nos alejan los unos de los otros, negando la fraternidad que nos une desde el origen”. En aras de la concreción Francisco recuerda las dos preguntas que Yahvé le hizo a Caín tras matar a su hermano Abel, preguntas que también debemos hacernos cada uno de nosotros: “¿dónde estás” (Gn 3,9) y “¿dónde está tu hermano” (Gn 4,9). Sí, porque en demasiadas ocasiones estamos alejados de los hermanos, no queremos ver sus penas, sus necesidades y sus debilidades.

Esta cuaresma es tiempo de actuar. Y actuar, dice Francisco, es detenerse: “detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido”. Una buena oración siempre termina por conducirnos al hermano, pues en ella Dios nos encomienda al hermano y nos hace caer en la cuenta de lo mucho que podemos hacer por él. De un modo u otro, en una buena oración siempre decimos: “hágase tu voluntad”. Y la voluntad de Dios es que nos convirtamos en hermanas y en hermanos y que, en lugar de amenazas y enemigos, encontramos compañeras y compañeros de viaje. “Ese es el sueño de Dios, dice el Pontífice, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud”.

Finalmente, el mensaje cuaresmal incide en uno de los temas de este pontificado, a saber, la sinodalidad. La cuaresma puede ser un tiempo de decisiones comunitarias, por eso el Papa invita a las comunidades cristianas a reflexionar sobre los estilos de vida y a preguntarse por su contribución a mejorar el ambiente y el barrio en el que vivimos. Si así lo hacemos brotará en esta cuaresma el destello de una nueva esperanza.

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14
Feb
2024
Cuaresma, tiempo de recogimiento y reflexión
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cuaresma2024

Ya llegó la cuaresma. Tiempo fuerte de la vida cristiana y tiempo de fiestas primaverales en muchos lugares. No hay necesariamente contradicción entre una y otra cosa. Porque la cuaresma no es tiempo de tristeza ni de congoja. Y la alegría es un don del Espíritu Santo. Cuando se trata de sentimientos o de estados de ánimo, la verdadera cuestión no es el sentimiento como tal, sino la causa que lo ha provocado y el modo de vivirlo. Uno puede estar triste porque ha fallecido una persona cercana, y vivir este acontecimiento con serenidad y esperanza cristiana. Y uno puede estar alegre porque ha consumido demasiado alcohol. Por eso digo que es posible celebrar cristianamente la cuaresma y participar de la alegría de las fiestas populares, porque en estas fiestas se fomenta la fraternidad, aunque es posible que, como en todo, ocurran algunos abusos, que las buenas personas tratan de evitar.

La cuaresma tiene una larga tradición y ha sufrido algunas variantes a lo largo de la historia. La tradición de “cuarenta días” es bíblica: cuarenta años estuvo el pueblo de Israel en el desierto, preparándose para entrar en la tierra prometida. Y durante cuarenta días Jesús fue tentado, preparándose para anunciar la buena noticia del Reino. También el cristiano se prepara durante 40 días para celebrar el gran acontecimiento pascual, la muerte y la resurrección de Cristo, punto de partida cronológico y teológico de la fe cristiana. Los grandes acontecimientos requieren de una buena preparación. En el siglo IV la cuaresma estaba firmemente establecida. Sobre todo, era practicada por los candidatos al bautismo y por aquellos que buscaban la reconciliación con la Iglesia, de la que se habían apartado a causa de sus pecados.

¿Cómo vivir esta cuaresma del año 2024? Pues como algo nuevo. No conviene que la empecemos con un sentimiento parecido a este: “ya estamos otra vez en cuaresma, lo de todos los años”. No, no es lo de todos los años. Es algo nuevo, algo que debo vivir este año con intensidad y devoción, buscando una mejor cercanía con el Señor, escuchando con atención su Palabra, orando y celebrando los sacramentos con más devoción, acercándome a los pobres, enfermos y necesitados con más dedicación, acogiendo a quienes se sienten solos y buscan consuelo, comprendiendo y respetando a los emigrantes, cuidando mi cuerpo como templo del Espíritu Santo, no abusando de la comida ni de la bebida y no digamos de aquello que me puede dañar espiritual o corporalmente.

En suma, viviendo la caridad con Dios, con los hermanos y conmigo mismo. Caridad con Dios, o sea, buscando cumplir su voluntad (porque el amigo trata de complacer al amigo); la caridad con los hermanos: no descartando a nadie y mirando con buenos ojos a quienes me pueden necesitar; la caridad conmigo mismo: buscando siempre mi bien, y no olvidándome de que mi bien está en buscar a Dios y en buscar la felicidad de los demás.

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10
Feb
2024
Validez de los sacramentos
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eucaristiabasilica

El pasado tres de febrero, el Dicasterio para la doctrina de la fe publicó una nota sobre la validez de los sacramentos, porque había recibido algunas consultas (referidas a hechos reales) sobre si era válido el bautismo administrado con palabras distintas de las que manda la Iglesia, reproduciendo literalmente las pronunciadas por Jesús: “haced discípulos de todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19). Al parecer había constancia fehaciente de bautismos administrados con estas otras palabras: “Te bautizo en nombre del Creador”, o “en nombre de tu padre y de tu madre te bautizamos”. Incluso parece que eso ocurrió con alguien que posteriormente fue ordenado sacerdote. Al ser inválido el bautismo, también lo era la ordenación sacerdotal.

Otra observación a propósito de los sacramentos que, en este caso, no ha tenido repercusiones en los fieles católicos, pero nunca está mal saberlo. No basta que el rito prescrito se observe externamente, porque podría darse el caso de la que intención del ministro difiera de la de la Iglesia. Por eso, la Iglesia católica no reconoce la validez del bautismo conferido por los mormones, dado que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son para ellos algo esencialmente diferente a lo que profesa la Iglesia católica. La misma fórmula trinitaria puede pronunciarse con intenciones distintas.

Los sacramentos son una cosa muy seria. Es el modo como hoy llega a nosotros la gracia de Dios, como Jesucristo se hace presente en nuestra vida. Cierto, son signos, pero unos signos muy especiales: son signos que contienen lo que significan. Dicho de otro modo: son signos (porque señalan, orientan a Cristo) e instrumento (porque en ellos se hace presente, de forma sacramental, Cristo mismo; porque en ellos actúa la fuerza del Espíritu). Por eso no puede cambiarse arbitrariamente el signo. Una institución puede cambiar su logotipo, su signo representativo, porque se trata de un signo convencional. No es este el caso de los sacramentos: es un signo sustancial que tiene su origen en Cristo mismo o en los apóstoles.

Los ministros de los sacramentos tenemos una grave responsabilidad. Pero también es necesario que todos los cristianos tengan una buena educación litúrgica y teológica, porque todos somos responsables de la celebración. A veces se presiona al sacerdote para pedirle que haga lo que no puede hacer. Por poner un ejemplo del que he sido testigo: en una boda, los novios no pueden solicitar que se sustituya la lectura del texto bíblico por una poesía o una ficción literaria que a ellos les ha emocionado. El momento y lugar para leer ese texto no es la liturgia sacramental, sino en todo caso el banquete posterior.

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6
Feb
2024
Base teológica de la sinodalidad
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caminosinodal

El precedente más inmediato de la sinodalidad podemos encontrarlo en la encíclica Ecclesiam Suam de Pablo VI.   El Papa propone como camino evangelizador el diálogo, y enumera, a modo de círculos concéntricos, los actores de este diálogo de alcance universal: diálogo de la iglesia con todo lo que es humano, diálogo interreligioso, diálogo entre los hermanos separados y, finalmente, diálogo intraeclesial, en el interior de la Iglesia católica, “diálogo doméstico”, decía el Papa. En la constitución Gaudium et Spes del Vaticano II, volvemos a encontrar esos mismos círculos, pero con un cambio de orden. El primer círculo del diálogo se da “en el seno de la Iglesia, reconociendo todas las legítimas diversidades, para abrir con fecundidad siempre creciente el diálogo entre todos los que integran el único Pueblo de Dios, tanto los pastores como los demás fieles”.

Una manera de concretar el diálogo intraeclesial es la sinodalidad. Pablo VI, al inicio de la cuarta sesión del Concilio Vaticano II, instituyó el Sínodo de los Obispos, “una de las herencias más valiosas del Concilio”, según el Papa Francisco. Con él se pretendía y se pretende «prolongar, en la vida y en la misión de la Iglesia», el estilo conciliar, y «fomentar en el pueblo de Dios la apropiación viva de sus enseñanzas». Francisco ha ampliado el método sinodal, apoyándose en la doctrina del sensus fidei: “la totalidad de los fieles que tienen la unción del Santo (cf. 1 Jn 2,20.27) no puede equivocarse en la fe” (Lumen Gentium, 12).

El sensus fidei impide separar rígidamente una ecclesia docens (Iglesia que enseña y habla) y una ecclesia dicens (Iglesia que escucha y aprende), pues también los fieles tienen un “olfato” para encontrar nuevos caminos que el Señor abre a la Iglesia: “Dios dota a la totalidad de los fieles de un instinto de la fe -el sensus fidei-, que los ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios” (Evangelii Gaudium, 119). Los fieles no son actores pasivos y simples receptores (Cf. Evangelii Gaudium, 120). En un discurso del año 2015, Francisco abogaba por “una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender”, fieles, pastores, obispo de Roma; “uno escucha a los otros, y todos en escucha del Espíritu Santo”. “El camino sinodal comienza escuchando al pueblo, prosigue escuchando a los pastores, y culmina en la escucha del Obispo de Roma”. El pueblo fiel tiene su momento profético, los pastores su momento de discernimiento y el Obispo de Roma tiene la última palabra.

Acabo con una referencia al “primer concilio de la Iglesia”, según Hechos 15. Allí hubo una fuerte discusión sobre un asunto que entonces revestía sumo interés, a saber, si “era necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la ley de Moisés”. Después de un serio y largo debate, la asamblea escribió una carta con las conclusiones “que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros”. La pregunta interesante es: ¿quién es este “nosotros”? Según el libro de los Hechos este “nosotros” son: “los apóstoles y presbíteros” y, ¡atención!, “de acuerdo con toda la Iglesia”.

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3
Feb
2024
La sinodalidad: descubriendo el mediterráneo
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sinodalidadvidriera

En nuestro lenguaje coloquial se habla de “descubrir el mediterráneo” para referirse a una noticia que debería conocerse, pero que se considera una novedad. Algo de eso ha ocurrido con la sinodalidad, término que se ha puesto de moda con el pontificado de Francisco. Y, sin embargo, sino el término, al menos la práctica de la sinodalidad ha sido y es bastante corriente en la Iglesia, aunque haya recibido otras denominaciones y se haya vivido con distintas características, en función de los grupos que la practicaban.

En las órdenes religiosas, los capítulos conventuales, provinciales o generales son momentos importantes de sinodalidad. Cuando se trata del convento, todos sus miembros, y cuando se trata de Provincias, representantes cualificados elegidos por la base, buscan juntos caminos para realizar la misión, y en la reunión hay libertad de palabra, hasta el punto de que, a veces, aparecen posiciones contradictorias, que terminan resolviéndose a base de consensos o, en casos extremos, a base de mayorías. Incluso, en estas reuniones aparecen, a veces, posturas que llaman la atención, que muchas veces son rechazadas, aunque alguna vez son posturas proféticas que con el tiempo van siendo asumidas por todos o por la gran mayoría. Normalmente quién mantiene posturas rompedoras es escuchado y tolerado, sin necesidad de ser descalificado.

Esto que ha ocurrido en las congregaciones y órdenes religiosas ha sido también una práctica habitual de grupos eclesiales. Pues la sinodalidad funciona bien a niveles de pequeño grupo (no sólo en comunidades religiosas, sino también en consejos de pastoral parroquiales o diocesanos, por ejemplo). Cuando se trata de asuntos complejos y novedosos, eso de caminar juntos y de reunirse para discernir no puede hacerse con inmensas asambleas, porque sería prácticamente imposible escuchar a todos o debatir entre todos temas conflictivos o delicados. Por eso, cuando se quiere que participen mayorías amplias, hay que buscar modos de participación primero en grupos pequeños y luego en grupos representativos, con delegados de cada grupo.

Cuando se quiere que “todos, todos, todos” (por emplear una expresión de Francisco se que ha hecho famosa) participen en una decisión sólo puede hacerse a base de votaciones, donde se responde con un “si” o con un “no”. Pero entonces ya no hay debate, ya no hay escucha mutua, ya no hay camino conjunto. Hay líderes que seducen o mienten, para conseguir uno u otro resultado. Eso puede funcionar en democracia política. Pero hay que decir claramente que no puede funcionar en la Iglesia, no solo porque la Iglesia no es una democracia, sino porque en la Iglesia hay siempre una instancia magisterial, asistida por el Espíritu Santo, que tiene una palabra decisiva, cuando se trata de temas delicados o de nuevas aplicaciones o comprensiones del mensaje revelado.

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