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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

8
Nov
2011

Tiempo de reír, tiempo de danzar

5 comentarios

Dice el libro del Eclesiastés que “todo tiene su momento y cada cosa su tiempo: su tiempo el llorar y su tiempo el reír; su tiempo el lamentarse, y su tiempo el danzar”. Lo malo es que parece que los momentos de llorar y lamentarse son mucho más abundantes y fuertes que los momentos de reír y danzar.

Pero bien pensado, la vida del cristiano debería estar llena de momentos de risa, de danza y de alegría. Porque el Evangelio es una noticia buena, alegre y alentadora. A veces se encuentra uno con catequesis y predicaciones muy serias y aburridas, en las que abundan las advertencias y las amenazas. Este tipo de predicación no resulta coherente con el anuncio de una noticia alegre y alentadora. Cuando María recibe un “evangelio” de parte de Dios, lo primero que escucha es una exhortación a la alegría: “Alégrate, María”, prepara tu espíritu para que esté en consonancia con lo que vas a recibir. Por su parte, san Pablo aconseja a los colosenses que cuando tengan que dar explicaciones de su fe ante personas que la cuestionan, no se pongan serios y malhumorados, sino que su “conversación sea siempre amena y sazonada con sal” (Col 4,6). Vamos, que una nota de humor y hasta de fina ironía puede ayudar para que el Evangelio sea bien recibido.

De Jesús nos ha llegado una seria advertencia contra algo bien contrario al humor, a saber, el miedo. Los discípulos con Jesús están atravesando el lago. Y se levanta una fuerte tempestad. Jesús duerme. Los discípulos se atreven a despertarle: “¿No te importa que perezcamos?” (Mc 4,38). El mar embravecido es signo de las fuerzas del mal. ¿Cómo Jesús en medio del mal puede conservar la calma? Los discípulos se irritan, como nos irritamos nosotros cuando en medio del peligro vemos a alguien sonreír y bromear. Jesús quiere hacernos comprender que solo la confianza puede vencer al miedo y a la timidez. La confianza no parece compatible con la agitación. Por eso, un poco de humor puede ayudar a recobrar la calma.

El humor es signo de buena salud. También de buena espiritualidad. Reírse de uno mismo, hacer broma con las cosas que uno más quiere, no es necesariamente signo de menosprecio; puede ser signo de cariño. Tomarse las verdades de la fe de forma trágica, o mostrarse irritado con alguna broma a costa de la Iglesia, puede ser más un signo de inseguridad que de convencimiento. Para hacer ciertas bromas se necesita tener mucha confianza.

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lola
8 de noviembre de 2011 a las 15:51

Es cierto P Martin, pero a veces hemos de ser muy sensatos. Pues ante el sufrimiento ajeno, una sonrisa o risa pueden ser malinterpretadas por el que padece el dolor. A mi me ha pasado. Hay que ser muy cauto. Gracias

Juanjo
8 de noviembre de 2011 a las 20:57

Dice Mc 4, 38 que “Jesús se echa a dormir” (= no se deja sentir su presencia) porque los discípulos presos de su ideologia anclada en lo judaizante, reprochan a Jesús su falta de apoyo sin reconocer que son ellos los culpables, por eso solo cesa “la tempesad” cuando se reconoce la igualdad de todos los pueblos haciendo callar las pretensiones judías (=el viento).
Quizá la causa de catequesis “crispadas” amenazantes de simple adoctrinamiento o descarado proselitismo pueda estar basada en una actitud similar. Porque cuando se reconoce el auténtico mensaje de Jesús “cesa toda tempestad” y sobreviene una gran calma.
Discrimar o sentirse superior al otro, no puede estar mezclado con el mensaje de Jesús.

Miria op
9 de noviembre de 2011 a las 12:56

Me encanta pensar que uno de los rasgos significativos de santo Domingo, era precisamente, su alegría. Pienso que, además de ser fruto de la presencia del Espíritu en nosotros, es evidencia de Reino. Nadie más compasivo que santo Domingo, nadie más alegre, también. No hay contradicción para quien sirve a la Palabra y se hace todo a todos, a su tiempo.
Comparto contigo, hermano Martín, la extrañeza de palabras como: alegría, júbilo, gozo,disfrute... en nuestros supuestos anuncios del Evangelio. Podemos intentar reconocernos en santo Domingo y actualizar su madurez humana y su hondura creyente.

lola
9 de noviembre de 2011 a las 16:33

Santo Domingo: lloraba con quien lloraba y reia con quien reia.
Al que llora no podemos ir riendo. Es mi experiencia, y es muy grande...la experiencia de dolor que veo...Dolor de todo tipo. Y no se puede ir con alegria o riendo..Si es preciso llorar con ellos se llora.

Isabel
9 de noviembre de 2011 a las 18:27

Muchas veces,el semblante sereno y alegre,cercano y comprensivo ayuda a nuestro hermano a superar momentos de angustia:por enfermedad,separación de un ser amado,dolor por tragedia familiar,pérdida de trabajo etc.Encontrarte con un amigo cercano que ,comprende tu pena,que la hace suya,suaviza, incluso nos cambia el ánimo,y lo que hace un rato nos entristecía,la serenidad de esta persona nos contagia y vemos que desaparece la importancia que le dábamos,que la pena es mas llevadera y que incluso nos une mas a Jesús y nos llena de fortaleza.
El pensar en el otro,nuestra alegría,incluso nuestro buen humor puede ser motivo de fortaleza para los que sufren a nuestro lado.

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