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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

22
Feb
2008

¿Nuevo dogma mariano?

1 comentarios

Seguimos con los divertimentos. Cinco cardenales han enviado una carta al resto de sus pares para que se sumen a su petición a Benedicto XVI de proclamar como dogma “la cooperación de María en la obra de la Redención, así como su papel en la distribución de la gracia y en la intercesión por la familia humana”. Porque, dicen ellos, así se tendrá una clarificación “al máximo nivel de auténtica certeza doctrinal” sobre “la participación humana de la Madre de Cristo en la gran obra de la Redención”. A pesar de la gran sensibilidad que hay en muchos sectores del pueblo cristiano ante todo lo que se refiere a la Virgen María, este tipo de peticiones tienen poco futuro. Las preocupaciones pastorales y doctrinales de la Iglesia no van en esta línea.

Además, en los motivos de la petición hay un prejuicio que viene bien clarificar, pues los dogmas no son lo más importante en la vida de la Iglesia. Una declaración dogmática no aumenta la importancia ni el grado de certeza de la verdad así proclamada, ni la hace subir de categoría. Lo más importante en la vida eclesial es la constante predicación doctrinal, que tiene lugar de forma sencilla. ¿Dónde se ha definido, por ejemplo, que el amor a los enemigos es un deber del cristiano? Nadie negará que esta verdad es revelada y que es de gran importancia predicarla y confesarla como revelada. De ahí, de la Revelación, saca sus certezas el cristiano. Y el Magisterio, cuando define, lo hace conforme a esta misma Revelación a la que todos debemos atenernos y a la que todos podemos acudir.

Por otra parte, la importante en María es su fe y el haberse unido de modo nuevo a los discípulos de Jesús, destinados a convertirse en esta nueva familia de Jesús cuyo lazo unitivo es la fe, y no la carne ni la sangre, como muy bien ha sabido decir Benedicto XVI en su última encíclica. Me repito: a veces lo más importante es lo que se predica menos.

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Anónimo
24 de febrero de 2008 a las 18:22

Hay varias razones para temer que prospere esa iniciativa:
1.- Desorienta la fe del pueblo cristiano de a pie. La del pueblo obediente al papa y la del pueblo de otras obediencias. Así los promotores puede considerarse líderes imprescindibles.
2.- Los autores de esta iniciativa suelen hacerse eco de lo que se piensa en “las altas esferas”.
3.- Ya Juan Pablo II, en proceso de beatificación, dio algunas pistas. Su lema fue “Totus tuus” en referencia exclusiva a María. Y proporcionó un principio hermenéutico muy clarificador: “No hay que tener miedo cuando la gente te llama ‘Vicario de Cristo’, cuado te dicen ‘Padre Santo’ o ‘Su Santidad’ o emplean expresiones como estas, que parecen incluso contrarias al Evangelio, porque el mismo Cristo afirmó: ‘A nadie llaméis padre […] porque sólo unos es vuestro Padre, el del cielo. Tampoco os hagáis llamar maestros, porque sólo uno es vuestro maestro. Cristo” (Mateo 23,9-10). Pero estas expresiones surgieron al principio de una larga tradición, entraron en el lenguaje común, y tampoco hay que tenerles miedo” (Cruzando el umbral de la esperanza, p. 29).

Pero cabe pensar que, quedándonos dentro del umbral de la esperanza, no se llegue a tanto. Benedicto XVI ha dado alguna muestra de sentido común. Su admirado Benedicto XV no definió ningún dogma. Y tampoco aclara mucho una definición como esa mientra que, a cambio, dificulta las relaciones ecuménicas. Incluso con las iglesias que podrían aceptar la doctrina definida. Un ángel

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