Logo dominicosdominicos

Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

20
Oct
2015

La doctrina cambia

19 comentarios

Con ocasión del Sínodo dedicado a la familia se ha repetido, desde distintos ámbitos, que “la doctrina no cambia”. A este respecto conviene hacer alguna precisión, pues la doctrina sí cambia. Lo que se mantiene es la fe. Hay que distinguir entre doctrina de la Iglesia y fe de la Iglesia. Durante mucho tiempo fue doctrina eclesial que quienes morían sin recibir el bautismo no podían conseguir la salvación, incluidos los niños que no habían podido cometer pecado alguno. A este respecto la Comisión Teológica Internacional ha declarado: “la afirmación según la cual los niños que mueren sin Bautismo sufren la privación de la visión beatífica ha sido durante mucho tiempo doctrina común de la Iglesia, que es algo distinto de la fe de la Iglesia”.

Ejemplo significativo de cambio doctrinal lo tenemos en estas dos diferentes y aparentemente contrapuestas afirmaciones de los Concilios de Florencia y del Vaticano II. Florencia sostiene que fuera de la Iglesia no hay salvación, añadiendo explícitamente que los judíos, herejes y cismáticos, y también los paganos, “irán al fuego eterno aparejado para el diablo y sus ángeles, a no ser que antes de su muerte se unieren con la Iglesia”. Sin embargo, Vaticano II deja claro que los que ignoran el Evangelio de Cristo y su Iglesia “pueden conseguir la salvación eterna”. Más aún, que Dios “no niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios”.

¿Más ejemplos? A propósito del sacramento de la penitencia, la praxis de los primeros siglos se limitaba a una sola celebración durante toda la vida, pues se consideraba incomprensible que un bautizado se alejase de Cristo; o a lo sumo se permitía una segunda celebración de la penitencia, pero se dejaba para el final de la vida, porque ya una tercera era del todo inconcebible. Tras el Concilio de Trento la Iglesia recomienda la confesión frecuente. En los primeros siglos las segundas nupcias eran desaconsejadas y prácticamente hasta el Concilio Vaticano II se consideraba al matrimonio como un remedio para la concupiscencia y su finalidad era la procreación de los hijos. Hoy ya se dice claramente que el matrimonio encuentra su fin y su sentido en el amor.

Hay tres criterios que se refuerzan mutuamente y no solo explican, sino que promueven la renovación en la doctrina: uno, el mejor conocimiento de las Sagradas Escrituras y de la Tradición y, junto con ese conocimiento, una interpretación más adecuada de las mismas; dos, la escucha atenta de los signos de los tiempos y, junto a esta escucha, un mejor conocimiento de la naturaleza humana; y tres, el mismo Magisterio que, muchas veces gracias a la ayuda de la teología, va ofreciendo pautas de mejora y de adaptación a las nuevas necesidades pastorales.

Posterior Anterior


Hay 19 comentarios, comparte el tuyo

En caso de duda, puede consultar las normas sobre comentarios.

Aviso: los comentarios no se publican en el momento. Para evitar abusos, los comentarios sólo son publicados cuando lo autorizan los administradores. Por este motivo, tu comentario puede tardar algún tiempo en aparecer.

Cancelar repuesta


Anónimo
20 de octubre de 2015 a las 21:42

Me parece genialy liberadora,esta Doctrina

José María Valderas
20 de octubre de 2015 a las 22:59

Suelo entrar en su blog, fray Martín, cuando se abordan cuestiones doctrinales. En las ministeriales o simplemente pastorales me abstengo por sentido común. Ferrara- Florencia fue un concilio donde se produjo una primera intención seria de unión de las dos Iglesias, la Oriental y la Occidental. Puso el énfasis en la nota eclesiológica de la unidad. La Iglesia es una y Cristo salva a través de ella, de hecho o de deseo. El Vaticano II no hace más que explicitarlo, no aporta nada nuevo. En los primeros siglos el sentido de la metanoia, del cambio y del arrepentimiento, estaba muy interiorizado. La administración canónica del sacramento fue gradual. Pero el sentido de pecado y de redención por la gracia era manifiesto. Le tocó a Trento poner orden y concierto, no tanto porque no estuviera claro,m sino por la negación luterana de la capacidad de ls Iglesia de perdonar los pecados. No sé, fray Martín, de dónde saca usted que la misión del matrimonio era tener muchos hijos. ese imperativo era más bien un imperativo económico de las sociedades agrarias, donde la mano de obra era fuente de riqueza. El sacramento ejemplificaba el amor de Cristo a su Iglesia, el amor, fray Martín. Lo del remedium concupiscentiae era un añadido complementario, de doble origen, filosófico y paulino (más vale casarse que quemarse). Laín Entralgo, comentando la aventura personal de un gran historiador de la ciencia, recogía la expresión clásica y explicaba que se había trasladado de ciudad universitaria sapientia et veneri ducentibus (es decir, atraído por su futura mujer).

La doctrina si no es el contenido de la fe, ¿qué es? Hablar del cambio de doctrina como distinta de la mutación de la fe es una contradictio in terminis. Cuando se habla de evolución de la doctrina debe entenderse que no es una corrección, sino una profundización. La evolución coherente de la doctrina es la evolución conherente de la fe.

Vivimos tiempos revueltos, fray Martín. La ignorancia culpable de esas verdades elementales están creando no poca desazón e inquietud. Con la martilleante repetición de que no cambia la doctrina sino la pastoral o el derecho están logrando, desde altísimas esferas, maniatar la Congregación de la Fe.A veces con expresiones groseras, impropias del cargo. Y ahí estamos.

Martín Gelabert
21 de octubre de 2015 a las 00:58

A raiz del comentario del Sr. Valderas he cambiado dos palabras de mi texto por otra palabra, puesto que me parece más correcto hablar de "procreación" que de "tener muchos hijos". Lo aclaro precisamente para que se comprenda mejor la reacción de J.M. Valderas.

José Manuel Marhuenda Salazar
21 de octubre de 2015 a las 03:05

Sí, la doctrina cambia; si antes se negaba la posible salvación del suicida en la doctrina de la Iglesia, al igual que celebrar las exequias y la posibilidad de dar sepultura al suicida en suelo santo, a partir del Código de derecho canónico del año 1983, promulgado por el Papa San Juan Pablo II, las cosas ahora ya se ven diferentes.

Amanuense
21 de octubre de 2015 a las 16:10

Agradezco a J.M.Valderas sus precisiones siempre lúcidas para entender el tema de fe y de doctrina, y no caer en "el hacerse de la capa un sayo y en relativismo del cambia-todo-cambia". Aporto dos citas de otro dominico:

Santo Tomás de Aquino, OP:

S. Th. II-II (a). q. 1 a. 2: "Puédese, pues, considerar el objeto de la fe de dos maneras. La primera, por parte de la realidad misma que se cree; [...] La segunda, por parte del creyente; en este caso, el objeto de la fe es algo complejo en forma de enunciado".

S. Th. II-II (a). q. 1 a. 7: "En cuanto a la sustancia de los artículos de fe, en el transcurso de los tiempos no se ha dado aumento de los mismos: todo cuanto creyeron los últimos estaba incluido, aunque de manera implícita, en la fe de los Padres que les habían precedido".

Benedicto XVI, en la senda del Aquinate, lo explicó magistralmente al tratar de la "hermenéutica de la continuidad" contra los rupturistas, que quieren la "hermenéutica de la ruptura" para en el relativismo, hacer decir a Jesucristo y su Iglesia lo que ellos quieren oir:

https://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2005/december/documents/hf_ben_xvi_spe_20051222_roman-curia.html


ASB
21 de octubre de 2015 a las 18:34

Martín. ¡Gracias!

Juanjo
21 de octubre de 2015 a las 19:27

A quien le interese el tema; J. I. Gonzalez Faus, tiene publicado un libro titulado; "La autoridad de la Verdad" con el sugerente subtítulo de Momentos oscuros del magisterio eclesiástico.
Me parece que vale la pena leerlo. Sobre todo a "algunos"

Antonio López Sernández
21 de octubre de 2015 a las 22:39

Totalmente de acuerdo, P. Gelabert. Sin querer meterme en su campo, deseo aportar lo siguiente:
No cabe la menor duda de que hay doctrinas de la Iglesia que no son fe de la Iglesia, como la doctrina del Limbo. Ya en su tiempo el Cardenal Cayetano la negaba. Y muchas enseñanzas que son puramente pastorales, variables conforme a los tiempos.
Ante la afirmación “fuera de la Iglesia no hay salvación” hay que hacer una aclaración, acorde a la teología y al Vaticano II.
Gracias al Concilio Vaticano II hemos pasado del “fuera de la Iglesia no hay salvación” al “fuera de la Iglesia hay mucha salvación”. Porque la salvación no depende de la Iglesia, sino de Cristo que, por medio de su Espíritu actúa en todas partes y, por los medios que sólo él sabe, puede unir a los seres humanos a su misterio pascual. Entonces ¿es necesaria la Iglesia? Esta necesidad hay que entenderla desde la sacramentalidad. La Iglesia es sacramento, signo y realización, de dos unidades: la de los hombres con Dios y de la de los hombres entre sí.
El mundo, aún sin saberlo, necesita a la Iglesia. Dios la necesita para hacerse hoy presente en el mundo. Por otra parte, la Iglesia es necesaria porque la fe no se puede vivir en solitario. Unos a otros nos damos seguridad de la fe.
Igualmente, la Iglesia es necesaria porque, a pesar de su pecado y de sus múltiples deficiencias, ha transmitido la Palabra de Dios de generación en generación. Sin la Iglesia, la Palabra no hubiera llegado hasta nosotros. En la Iglesia hay mucho pecado, pero también florece la santidad, a veces como reacción a tanto pecado. La Iglesia es una madre que, con sus defectos y virtudes, guarda y transmite el tesoro de la Palabra de Dios (Cfr. Blog de: M. Gelabert Ballester, OP, martes, 27 de noviembre de 2012).
El Vaticano II hizo suyas las doctrinas de Ives Congar, O.P, M. Schmaus… Distinguen distintas formas de pertenecer a la Iglesia:
a) Pertenencia de modo explícito: Todos los que profesan el Credo de los Apóstoles: Explícitamente: todos los cristianos (de modo más estricto, los católicos). Pueden darse dos casos de posesión de la fe:
-Fe viva: todos los que no sólo creen en el Evangelio, sino que lo viven, es decir, los que están en gracia, los que están unidos a Dios, los que lo anteponen a todo.
-Fe muerta: los que creen, pero contradicen la fe con sus obras abiertamente contrarias a la fe y a los mandamientos.
b) Pertenencia de modo implícito (“in voto implícito”). Son todos los que viven sus creencias de modo coherente. Buscan a Dios y viven obedeciendo o siguiendo sus convicciones, intentando agradar a Dios. Incluso algunos pueden pensar que ir en contra de la Iglesia agrada a Dios. En su interior buscan a Dios. Si les constara que la voluntad de Dios es acatar la fe cristiana, lo harían, pero no lo saben. Esta actitud es pertenecer a la Iglesia de un modo implícito, sin saberlo (Ya en su tiempo, Sto. Tomás de Aquino decía que no podía concebir que no se salvara una persona que ha sido fiel a sus principios y a la moral fundamental, especialmente al mandamiento del amor. Decía que Dios mandaría a alguien (incluso a un ángel) para enseñarle los dogmas fundamentales y administrarles el bautismo). La teología actual dice que la misma actitud de vivir de un modo coherente, conforme a la ley natural y a sus convicciones, ya se tiene el bautismo de deseo de un modo implícito (“in voto implícito”). Aún más, la salvación de este gran número de hermanos se aplica mediante la Iglesia, aunque no la conozcan o, incluso, la nieguen.
Concusión: De este modo, se mantiene que “LA REDENCIÓN ES UNIVERSAL”, y que sólo se puede alcanzar la salvación dentro de la Iglesia, (que es sacramento, signo y realización de dos unidades: la de los hombres con Dios y de la de los hombres entre sí), ya que se puede pertenecer a ella sin saberlo, de modo implícito.
Concluyendo: Cristo es la auténtica fuente de salvación. Cristo murió y resucitó por todos.

Pepe Bayardo
22 de octubre de 2015 a las 02:59

De acuerdo contigo Martín. Creo que vale la pena recordar dos cosas:
citando a Tomás de Aquino,: “actus autem credentis non terminatur ad enuntiabile sed ad rem” (“el acto del creyente no termina en el enunciado, sino en la cosa”). La cuestión es que la "cosa" no es definible como «cosa». Pues eso sería reducir a Dios a un objeto. Sino que en realidad nos remite a una relación en la que Él se revela, pero no al margen de esa relación (de otro modo sería "conocimiento" y no "fe").
Esta sentencia de Tomás nos permite comprender por qué la doctrina puede cambiar, mientras nos mantenga dentro de esa relación, de esa referencia a quien se nos revela y nos revela, y claro, en coherencia con un criterio fundamental: pasa por Jesus, por su vida, pasión, muerte y resurrección, en otros términos, pasando por la Vida de su vida: el Reinado de su Padre...
La fe se mantiene como relación y fidelidad. La coherencia no es principio fundamental si no es coherencia con la "res" no con la formulación, la cual puede discrepar (como las variaciones y contradicciones presentes en los evangelios)... lo cual no nos ha impedido permanecer en la fe en y de Jesús...

Martín Gelabert
22 de octubre de 2015 a las 19:30

Si alguién está interesado en la distinción entre "dogma" y "doctrina" que subyace a los textos del Concilio de Trento, es recomendable leer la página 125 de la edición española de 1997 del libro "La Palabra de la salvación", escrito por B. Sesboüé y C. Théobald. En la página 127 y 128 de este mismo libro pueden encontrar las razones históricas y doctrinales por las que, según estos autores, el canon 7 de Trento sobre el matrimonio no puede ser considerado dogmático.

José María Valderas
22 de octubre de 2015 a las 20:14

Si no ando errado, Fray Martin es una interpretación saducea, que se ha vuelto a esgrimir en estos días de confusión sobre la indisolubilidad. Se pretende que el Concilio afirme una cosa y la contraria. Una cosa es la labor teológica, interpretación de la doctrina, y otra la doctrina de fe. La doctrina, por su misma naturaleza, es inmutable pues palabra de Dios directamente o recogida del sentir de la Iglesia (Tradición). Otra cosa es la labor del teólogo, cumpla su mester de rodillas o acodado en scriptorium.

Roberto Ibarra
23 de octubre de 2015 a las 09:46

Creo que los ejemplos dados para sostener que la doctrina o algo distinto de la fe si cambian no son correctos. El Vaticano II dice que fuera de la Iglesia PUEDE haber salvación, no afirma que la haya. Lo que sí es cierto y es la fe, es que fuera de Jesucrito no hay salvación. Todos somos salvados por los méritos de jesucrito. Lo que no se sabe es como es posible ello si no se conoce a Jesucrito. Las semillas del verbo dice el Concilio Vaticano II. La verdad es que no veo la contradicción que el articulista trata de demostrar para tratar de justificar su teoría cuyo fin los Cristianos conocemos desde el principio... En fin..La paz

Angel Plaza-Martin
24 de octubre de 2015 a las 08:31

“También les dijo: El sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado.”
?No podría ser lo mismo para la doctrina? Estamos tan necesitados de Evangelio! La humanidad nunca ha estado sometida a un régimen tan manipulador como el que esta sociedad capitalista mediática nos impone invadiendo todas las parcelas de nuestra intimidad. Tratan de convertir toda nuestra vida en una pura sucesión de transacciones económicas mediatizadas por empresas que toman nota de nuestro “perfil”. Todos juntos en la aldea global (millones de amigos en Facebook) pero enfermos de soledad (nadie disponible para una conversación profunda). ¿De que nos sirve una doctrina perfecta encerrada en una urna de cristal si nunca ha sido más necesario Jesús en las plazas hablando con la gente? Saludos Angel

Juan
4 de octubre de 2019 a las 20:27

No puedo creer que Pepe Bayardo saque esta conclusión "Sino que en realidad nos remite a una relación en la que Él se revela, pero no al margen de esa relación (de otro modo sería "conocimiento" y no "fe").
Esta sentencia de Tomás nos permite comprender por qué la doctrina puede cambiar, mientras nos mantenga dentro de esa relación" a partir de lo que anteriormente citó de Santo Tomás.
No puedo encontrar mayor ejemplo de falta de comprensión lectora.
Santo Tomás lo que afirma es que el objeto de la fe no es el enunciado sino la realidad que este expresa... Cuando digo creo en Dios Todopoderoso, quiere decir que estoy creyendo en un Dios Todopoderoso real, que existe, que ES.
De dónde salta Pepe a semejante conclusión de relación???

P.D. La Iglesia siempre ha enseñado que la doctrina no cambia y Santo Tomás sería rl último en afirmar semejante cosa.

JUAN OSCAR GONZALEZEEE
12 de junio de 2021 a las 20:17

El.P.Gelabert siempre nos ilustra con las consideraciones teológicas. Como Maestro enseña.Teología ejerce la docencia con claridad tomista.Gracias y un abrazo virtual en N.P.

J. Garcia
12 de junio de 2021 a las 21:15

Leyendo tu comentario sobre "lo que cambia" la doctrina de la Iglesia a lo largo de la historia, me da la impresión de que no cambió lo suficiente como para que el hombre sea el absoluto resposable en salvarse o condenarse, ¿dónde queda la misericordiosa redención del Señor? ¿La acción redentora del Señor no suple de alguna manera nuestra incapacidad de salvarnos por nuestra propia cuenta? No sé si me explico, pero espero que nuestro Padre celestial se apiade de nosotros y use diferente juicio final, dándonos la bien venida en n ombre de su Hijo.

Ernesto Alvarez
13 de junio de 2021 a las 01:01

Gracias Prof. Martín por este brillante análisis muy importante para nuestros días. Saludos desde Guatemala

Jorge Machicado
14 de junio de 2021 a las 18:50

Aparece una conclusión inevitable sobre el ser de la Iglesia Católica: todo en ella es relativo.

Carlos Morales
16 de junio de 2021 a las 23:07

Muy bueno y clarificador... Muchas gracias

Logo dominicos dominicos