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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

21
Dic
2016

El único que llegó del cielo

2 comentarios
natividad

La pregunta por la existencia de vida inteligente fuera de la tierra es recurrente. Hubo un tiempo en que estuvo de moda el fenómeno OVNI. Últimamente los científicos nos informan de la existencia de planetas parecidos a la tierra, susceptibles de contener vida. Estas interesantes informaciones están bien fundamentadas, pero no son comprobables, tienen mucho de hipotéticas. Hasta hace poco, el mundo más parecido al nuestro descubierto por los astrónomos estaba a 1.400 años luz de distancia. En agosto pasado un equipo de astrónomos, en el que había algún español, descubrieron otro planeta habitable, llamado “Próxima b”, a solo 4,5 años luz. La distancia en términos astronómicos es pequeña pero, de hecho, el planeta no puede ser visto por los telescopios de los que disponemos. Los datos que nos ofrecen del planeta los deducen observando las anomalías que se producen en la órbita de su estrella.

Se comprende así que todo lo  que se afirma sobre vida más allá de la tierra es una pura especulación. Es posible decir que, dada la infinitud del universo, sería extraño que la Tierra fuera el único lugar habitado por seres vivos. También es posible replicar que la vida es un fenómeno muy complejo, que requiere unas condiciones tan inverosímiles, que no sería tampoco extraño que estuviéramos solos en el universo. Así las cosas, la posible llegada a la tierra de vida inteligente procedente de otros lugares del universo, o la posible comunicación con estas formas de vida, se nos antoja por ahora muy difícil. Y, sin embargo, el encuentro con formas de vida inteligente más allá de la tierra siempre ha seducido al ser humano. ¿Quizás porque piensa que estas otras vidas le pueden aportar algo para vivir mejor, para ser más bueno, o más sabio? Hay ahí una vaga intuición de que del más allá puede venir algo mejor.

En cualquier caso, aunque solo la tierra estuviera habitada en este vasto universo, los cristianos sabemos que no estamos solos en el cosmos. El cielo no está vacío. Allí nos aguarda la innumerable asamblea de los santos. Por otra parte, si buscamos compañía aquí en la tierra, la podemos encontrar a nuestro lado, en tantos hermanos desconocidos a los que a veces ni siquiera miramos. Pero sobre todo, los cristianos sabemos que alguien “de fuera” vino a nuestro mundo: ni más ni menos que el Hijo de Dios. El que había nacido antes de todos los siglos, aquel que sostiene el universo, se hizo hombre, naciendo de María. Viajó de más allá de las estrellas, nada menos que de junto a Dios, y puso su morada entre nosotros. Los que creen en él, nunca están solos.

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Eduardo Estelles
22 de diciembre de 2016 a las 08:20

Martin insuperable , como siempre me resulta de gran ayuda todos tus comentarios , escritos y homilias ...que el Buen Dios te bendiga y te guarde...Feliz Navidad ...un abrazo

JMValderas
27 de diciembre de 2016 a las 10:48

Hay bastantes problemas teológicos implicados en la posibilidad de vida inteligente fuera de la Tierra. Los científicos lo conocen por el proyecto SETI. Hoy la astronomía no suele basarse en la romántica observación de antaño, sino que trabaja sobre multitud de datos obtenidos por distintos métodos espectroscópicos. Sobre los problemas científicos, resolubles con el avance de detectores cada vez más refinados (o sofisticados), la reflexión teológica no ha progresado mucho. Yo diría que nada. Pese a que muchas ideas erróneas del pasado pudieran haber servido de depuración, me refiere al problema de los preadamitas (sin pecado original) y la redención. Si la vida inteligente se presentara en una conformación antropomorfa, ¿en qué medida les llegaría el acto salvífico? Por supuesto, que son, hoy por hoy, meras lucubraciones.
Por cierto, hablando de lucubraciones gratuitas, habría que ir repensando toda la simbología analógica de firmamento, descenso de los cielos, etcétera.

Feliz año nuevo.

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