13
Nov
2006Nov
Biblia políticamente correcta
10 comentarios¿Qué significa “políticamente correcto”? ¿Decir lo que gusta al dirigente de turno, dejarse guiar por la moda o por lo que piensan algunos grupos de presión? El domingo pasado aparecía en un determinado periódico una información titulada “La Biblia políticamente correcta”. La información trata de una traducción alemana de la Biblia, que busca acabar con todo tipo de prejuicios o discriminaciones. Según la información y por poner un solo ejemplo, en esta traducción los fariseos aparecen acompañados de fariseas y los apóstoles de “apostolinas”.
De las muchas cuestiones implicadas en esta noticia me parece importante aclarar al menos una, a saber, la importancia de distinguir entre traducción y exégesis. Una cosa es lo que dice el texto bíblico y otra el modo como debe entenderse. Y para entender lo que allí se dice lo primero que necesitamos es un texto correcto, exacto. Pero también hay que tener en cuenta que este texto está escrito según unos modos de vivir, de hablar y de pensar que ya no son los nuestros. Por eso el texto necesita interpretación y explicación. Dios no ha ligado su revelación a un determinado lenguaje. De ahí que sea posible separar la intención profunda de la Biblia de un lenguaje que hoy podemos considerar inadecuado, o si se prefiere esta expresión, “políticamente incorrecto”. Esta es una de las diferencias importantes entre la concepción cristiana y musulmana de la revelación. Las palabras recibidas por el profeta Mahoma son consideradas como literalmente palabras de Dios, que él no hace sino transcribir en su materialidad y que en principio no deberían traducirse. En cambio, en la revelación judeocristiana se reconoce el papel propio del profeta: la palabra de Dios entra en la humanidad por la mediación de su subjetividad humana, de la experiencia de su vida, de sus cualidades de escritor. Así se explica que el Vaticano II pudiera reconocer algo que sorprenderá a más de uno: que “estos libros contienen elementos imperfectos y pasajeros” (Dei Verbum, 15). Cierto, el Vaticano II dice esto del Antiguo Testamento, pero con las debidas cautelas también es aplicable al Nuevo. Piénsese, por ejemplo, en los textos sobre la discriminación de la mujer o en aquellos que no cuestionan la esclavitud.
De las muchas cuestiones implicadas en esta noticia me parece importante aclarar al menos una, a saber, la importancia de distinguir entre traducción y exégesis. Una cosa es lo que dice el texto bíblico y otra el modo como debe entenderse. Y para entender lo que allí se dice lo primero que necesitamos es un texto correcto, exacto. Pero también hay que tener en cuenta que este texto está escrito según unos modos de vivir, de hablar y de pensar que ya no son los nuestros. Por eso el texto necesita interpretación y explicación. Dios no ha ligado su revelación a un determinado lenguaje. De ahí que sea posible separar la intención profunda de la Biblia de un lenguaje que hoy podemos considerar inadecuado, o si se prefiere esta expresión, “políticamente incorrecto”. Esta es una de las diferencias importantes entre la concepción cristiana y musulmana de la revelación. Las palabras recibidas por el profeta Mahoma son consideradas como literalmente palabras de Dios, que él no hace sino transcribir en su materialidad y que en principio no deberían traducirse. En cambio, en la revelación judeocristiana se reconoce el papel propio del profeta: la palabra de Dios entra en la humanidad por la mediación de su subjetividad humana, de la experiencia de su vida, de sus cualidades de escritor. Así se explica que el Vaticano II pudiera reconocer algo que sorprenderá a más de uno: que “estos libros contienen elementos imperfectos y pasajeros” (Dei Verbum, 15). Cierto, el Vaticano II dice esto del Antiguo Testamento, pero con las debidas cautelas también es aplicable al Nuevo. Piénsese, por ejemplo, en los textos sobre la discriminación de la mujer o en aquellos que no cuestionan la esclavitud.