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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

27
Feb
2022
No nos cansemos de hacer el bien
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El mensaje del Papa Francisco para esta cuaresma que vamos a comenzar está inspirado en un texto de la carta a los Gálatas: “no nos cansemos de hacer el bien, porque si no desfallecemos cosecharemos los frutos a su debido tiempo”.

El texto evoca la imagen de la siembra y la cosecha. No sólo la cuaresma, cualquier tiempo es bueno para hacer el bien. Y el bien es la mejor, casi la única siembra que debe hacer el cristiano. No solo el cristiano, sino todas las personas de buena voluntad, porque en el fondo de todo corazón anida el deseo de bien. El bien tiene muchas modalidades. Pero antes de ser algo concreto es una motivación, una inspiración, un espíritu que debe marcar todo lo que hacemos. Hagamos lo que hagamos, si nos mueve el amor, hacemos una buena obra.

Con todo acierto se pregunta el Papa: ¿y la cosecha?, ¿acaso la siembra no se hace con vistas a la cosecha? Pregunta oportuna, porque muchas veces hacemos el bien y no vemos los resultados. El estudiante que se esfuerza, espera ver resultados en forma de nota o de titulación. Pero el profesor que se esfuerza, a veces no ve resultados y tiene la sensación de estar perdiendo el tiempo. Lo que digo del profesor se aplica todavía más al misionero, al testigo del evangelio (todo cristiano es un misionero y un testigo). Hacemos el bien, un bien concreto, por ejemplo, a través de Caritas parroquial, y algunos no nos dan ni las gracias. Damos testimonio de nuestra fe y tenemos como resultado la indiferencia de los oyentes y, a veces, hasta la burla.

No conviene olvidar que el primer beneficiario del bien es el que lo hace. Hay ahí un resultado inmediato del bien. Los resultados a largo plazo, a veces, no los vemos, pero ocurren en el momento y en el lugar más inesperado. Además, la fe nos asegura que en Dios no se pierde ningún acto de amor, por pequeño que sea. Por otra parte, dice Francisco, “sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios”.

Hacer el bien sin desfallecer es un modo de activar la esperanza cristiana. Cuando no se ven resultados, uno tiene la tentación de cruzarse de brazos o encerrarse en el propio egoísmo. Si a pesar de la pobreza de nuestros resultados, seguimos adelante sin desanimarnos, eso es signo de que nos mueve una gran esperanza, la esperanza de que para Dios no se pierde nada bueno de lo que hacemos.

El mensaje del Papa para esta cuaresma ofrece estos tres modos concretos de hacer el bien sin cansarse: no nos cansemos de orar, no nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida, no nos cansemos de hacer el bien en la caridad activa hacia el prójimo. Quizás hoy es muy necesario añadir un cuarto modo: no nos cansemos de ser constructores de paz.

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23
Feb
2022
¿Ha llegado ya la guerra?
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La pregunta que encabeza este artículo es retórica, porque la guerra nunca ha desaparecido de la faz de la tierra. Pero es claro que también en eso hay grados. La guerra en suelo de Ucrania parece ya una realidad. El dato es que las tropas rusas han ocupado ya parte del territorio de Ucrania, en concreto dos regiones supuestamente pro-rusas de este país.

Parece que a algunos les preocupan las consecuencias económicas del conflicto. Calculan en qué medida las exportaciones de cereales de Ucrania van a afectar a los precios de la carne en España, o también hasta donde llegará la escalada en los precios de la energía. Pero puestos a enfocar el asunto económicamente no cabe duda de que siempre habrá quién se enriquezca con esas subidas de precios. De hecho, la guerra misma es un gran negocio, entre otras cosas porque exige que se fabriquen armas muy costosas. Al final, los pobres son los que sufren las malas consecuencias de la mala política.

Lo peor de las guerras es el sufrimiento que producen en personas inocentes. El Papa acaba de manifestar su angustia y preocupación por el empeoramiento de la situación en Ucrania. “La paz de todos, ha dicho, está amenazada por los intereses de las partes”. No sé si esas partes son los gobernantes, que seguramente nada perderán con la guerra, pues si fueran a perder algo no la harían. Lo que es evidente es que con el “todos” el Papa está pensando en el sufrimiento de las personas. Y como tanto Joe Biden como Vladimir Putin se confiesan cristianos, el Papa, sin nombrarlos, ha dicho: “quiero hacer un llamamiento a quienes tienen responsabilidades políticas, para que hagan un serio examen de conciencia delante de Dios, que es Dios de la paz y no de la guerra; que es Padre de todos, no solo de algunos, que nos quiere hermanos y no enemigos”.

Por último, tras calificar a la violencia de “insensatez diabólica”, el Papa ha hecho un llamamiento a “creyentes y no creyentes”, invitando “a todos a hacer del próximo 2 de marzo, miércoles de ceniza, una Jornada de ayuno por la paz”, sin olvidar la oración que es “el arma de Dios”.

Ni este blog ni la página que lo alberga se ocupan de política, aunque sí pueden ocuparse de las consecuencias humanas y religiosas que comportan determinadas políticas. La guerra siempre es una mala política, un mal servicio a las personas y una ofensa a Dios, que nos quiere hermanos porque es Padre de todos.

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20
Feb
2022
Aprovecharse del dolor ajeno
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El pasado 16 de febrero un barco gallego se hundió en aguas de Terranova con 24 tripulantes, de los cuales 16 eran españoles y los otros ocho peruanos y ghaneses. Aunque a la balsa salvavidas llegaron siete hombres, cuatro murieron de hipotermia. Por tanto, solo ha habido tres supervivientes. Se han rescatado 9 fallecidos. Los otros 12 cuerpos siguen sin aparecer. A última hora del jueves, 17 de febrero, el gobierno de Canadá suspendió las labores de rescate de los cuerpos de los marineros desparecidos. Se comprende perfectamente el dolor de las familias y su deseo de que se reanuden las tareas de búsqueda de los cuerpos.

El sábado, día 19, las familias de los desaparecidos impulsaron una campaña recabando firmas para solicitar a los gobiernos de España y de Canadá la reactivación de la búsqueda de sus padres, esposos o hermanos. Como los estafadores utilizan cualquier ocasión para llevar a cabo sus fechorías, han aparecido personas desalmadas que están aprovechando esta campaña de firmas para pedir dinero con el falso pretexto de ayudar a las familias o repatriar los cadáveres. María José de Pazos, hija del jefe de máquinas del Villa Pitanxo, el barco hundido, ha declarado a la cadena Cope: “no den dinero, las familias no pedimos dinero, solamente apoyo”.

Las estafas a costa del dolor, la ansiedad y los miedos ajenos son frecuentes y tienen muchas variantes. Estoy convencido de que esas personas que se dedican a pronosticar el futuro de otras personas jugando con naipes del tarot son mentiras puras y duras. Y, sin embargo, hay quien acude a sus gabinetes o realiza llamadas telefónicas de alto coste a canales de televisión, buscando palabras de consuelo o de orientación. Falso consuelo y falsa orientación, evidentemente.

Yo mismo he recibido mensajes en los que me ofrecen altas cantidades de dinero, con solo responder a una determinada dirección. Nunca lo he hecho, aunque tengo una cierta curiosidad por saber cuál es el siguiente paso a una posible respuesta. Como siempre borro estos mensajes, lamento no poder copiar alguno. Pero más a menos dicen lo siguiente: “he encontrado su correo, estoy enfermo y me quedan pocos días de vida, no tengo herederos, dispongo de un millón de euros y he visto que usted es la persona adecuada para poder recibirlos y hacer con ellos buenas obras”. Más o menos.

En fin, si alguien les pide dinero para paliar el dolor de la tragedia ocurrida en Terranova, no se lo crean. Más aún, no se fíen de personas o instituciones desconocidas que les pidan o les ofrezcan dinero, por muy piadosos que sean sus motivos. Cuanto más piadoso o más trágico sea el motivo, menos de fiar es la persona que lo alega. No hay nada peor que hacer el mal so pretexto de hacer el bien.

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18
Feb
2022
¿Es posible amar al enemigo?
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“Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”, escucharemos en el evangelio de este próximo domingo. No dice: como ellos os tratan, sino como deseas que ellos te traten. No es fácil vivirlo, pero es el fundamento de una convivencia pacífica. Y una clave para romper con esas espirales interminables que provoca la violencia. En Jesús, este principio, “como queréis que ellos os traten”, encuentra una aplicación inesperada: “amad a vuestros enemigos”. ¿Qué te gustaría que hiciera tu enemigo?, ¿no te gustaría que dejara de serlo?, ¿no te encantaría que te tratase bien? Pues eso debes hacer tú: lo que te gustaría que él te hiciera, pero no te hace. No te lo hace, porque es tu enemigo. Pero tú no puedes ser enemigo suyo. Un cristiano no puede ser enemigo de nadie. Jesús no era enemigo de nadie, pero tenía unos enemigos tales que le llevaron a la cruz.

Pero hay más. Pues en el amor al enemigo no se trata sólo ni principalmente de romper una espiral violenta que nunca acaba, en la que a cada réplica sucede una contrarréplica peor. Se trata de algo todavía más profundo: de ser hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. ¿Por qué? Porque Dios es así, Amor, sólo Amor y nada más que Amor. Por eso, en Él no cabe ningún asomo de no amor, ningún odio. Los discípulos de Jesús están llamados a aspirar a esa filiación, a parecerse a ese Padre que sólo sabe de amores. A vivir un amor gratuito, como el del Padre. Un amor a fondo perdido, que no ama porque espera recompensa o respuesta, sino que ama por la grandeza desbordante de su corazón amante.

Para los oyentes de Jesús los enemigos eran personajes muy concretos y muy crueles: los soldados romanos, los soldados de Herodes y los soldados del templo, que les oprimían, les obligaban a pagar altos impuestos con lo poco que tenían para comer. Los enemigos les mataban literalmente de hambre. No se trataba, pues, de vulgares rencillas vecinales. Eso hace todavía más desconcertante la palabra de Jesús. ¿Cómo amar a alguien así? ¿Cómo amar a quien me roba el pan de mis hijos o incluso a quien los mata? No conviene que espiritualicemos las palabras sobre el amor al enemigo, so pena de no entenderlas.

¿Cómo amar entonces a mi enemigo? En primer lugar, no poniéndome a su nivel, o sea, no devolviendo mal por mal. En segundo lugar, no deseándole mal; deseándole, por el contrario, lo que me gustaría que él me desease a mi. En tercer lugar, deseándole bien; esto es fundamental en todo amor: el que ama desea el bien del amado. Y es fundamental para entender lo que Jesús dice. Pues Jesús no dice: tienes que estar de acuerdo con tu enemigo; o tienes que aplaudir lo que él hace. Tampoco dice: tienes que tener intimidad con él. No. Dice: tienes que amarle. Y amarle es ante todo desearle bien. Y desearle bien puede ser desear que cambie de actitud, que actúe de otra manera, que deje de hacer el mal, que se convierta, en definitiva.

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14
Feb
2022
Tambores de guerra
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Tanto el Patriarca de Constantinopla, Bartolomé, como el Papa de Roma, Francisco, están alarmados ante los tambores que anuncian una nueva guerra en suelo europeo. El país que está en mayor peligro es Ucrania, pero no hay que descartar que si estalla la guerra se extienda a Bielorrusia e incluso a Polonia. De hecho, la práctica totalidad de los países de la OTAN han pedido a sus ciudadanos que abandonen Ucrania. La alarma de Francisco y de Bartolomé les está moviendo a hacer constantes llamadas a favor de la paz y a invitar a que todos oremos al Dios de la paz para que cambie los corazones de los que gobiernan, de modo que el Espíritu de reconciliación mueva a la negociación y al diálogo. El diálogo implica capacidad de ceder, deseo de llegar a un acuerdo y de encontrar soluciones. Desgraciadamente, sospecho que muchos políticos, más que acuerdos, lo que buscan es someter a los otros y dejar claro quién es el más fuerte.

Los datos son lo de menos, pero el hecho es que Rusia ya ocupa una parte de Ucrania, como es Crimea; y actualmente tiene más de cien mil soldados en la frontera con Ucrania. Recemos, pues, para que los tambores de guerra se queden solo en eso, en tambores que resuenan, que asustan, pero sin ir más allá. Recemos, sí, porque la situación es difícil. La guerra es una locura y nunca conduce a nada bueno. Solo destruye. Y lo que luego se edifica sobre ruinas está marcado por el odio y el rencor.

Las naciones fabrican armas de guerra con el falso propósito de defender la paz. Hoy las armas han logrado un grado de perfección tal (si es que a lo que solo sirve para el mal se le puede calificar con este adjetivo, en realidad habría que decir que las armas han logrado un grado de maldición), que ya no distinguen entre beligerantes y civiles. Normalmente, en las guerras los que más sufren son los ciudadanos desarmados.

No pretendo sacar de todo esto una conclusión moralizante, pero creo que estos tambores de guerra deben invitarnos a examinar nuestros sentimientos, porque también en ellos hay deseos de venganza. Cada uno da rienda suelta a esos malos deseos en la medida de sus posibilidades. Por eso, la sinceridad de nuestras oraciones por la paz en Europa encuentra su piedra de toque en nuestra disposición a la reconciliación con aquellas personas más cercanas que nos han dañado.

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11
Feb
2022
¿En quién confías?
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mosaico

El Evangelio del próximo domingo es una llamada a la confianza en Dios. Las bienaventuranzas evangélicas no están ahí sólo ni principalmente para consolarnos frente a las injusticias y desgracias de este mundo. No son una llamada a la resignación. Las bienaventuranzas son una bendición, una ocasión para hablar bien de Dios que, incluso en la aflicción se muestra poderoso, acompañando y sosteniendo a los suyos. En ellas Cristo nos declara felices y se congratula con nosotros porque él sabe muy bien como nos mira el Padre celestial. El motivo de la felicidad no es la pobreza, sino el lugar que ocupamos en el corazón del Padre.

Las bienaventuranzas no nos evaden de los problemas de este mundo. Al contrario, nos comprometen a trabajar por un mundo más justo y humano. Son muy realistas. En todo lugar y tiempo, en la Palestina de Jesús y en nuestro mundo, hay pobres, hambrientos y perseguidos. Un cristiano no vive el espíritu de estas bienaventuranzas si no se solidariza con ellos, imitando así al Padre celestial. Con una solidaridad real, efectiva y afectiva. Dios no quiere el sufrimiento, pero ama a los que sufren. Nosotros, hijos de Dios llamados a identificarnos con su Hijo Jesús, estamos invitados a tener esos sentimientos divinos.

En la versión de Lucas las bienaventuranzas van acompañadas de una serie de maldiciones. Se trata de una seria advertencia para aquellos que buscan la felicidad en el poder, el prestigio o la ambición. También ahí Jesús es muy realista y nos plantea a todos una pregunta decisiva: ¿en qué o en quién confías? ¿Dónde pones tu corazón? No se puede vivir con un corazón dividido. No se puede buscar el poder y a la vez querer ser solidario con el débil. No se puede confiar a la vez en Dios y en el dinero. No pueden construirse armas de guerra con el falso propósito de defender la paz.

El evangelio del próximo domingo, con ese contrapunto tan desconcertante a las bienaventuranzas, rompe con esas pretensiones nuestras (a veces incluso inconscientes) de compatibilizar lo incompatible: el afán de dinero y la solidaridad, la búsqueda de poder y la cercanía a los hermanos, el ser cristiano y el miedo a proclamar que lo somos. En suma, no es posible vivir como un impío y gozarse en la ley del Señor. Ya lo dice la sabiduría popular: no se puede poner una vela a Dios y otra al diablo.

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7
Feb
2022
Acompañar en el sufrimiento
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cruzconluz

Hace 30 años, Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para sensibilizar a los creyentes y a todas las personas de buena voluntad sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a quienes les cuidan. El lema que el Papa Francisco ha escogido para esta trigésima jornada es: “sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). “La misericordia, dice Francisco, es el nombre de Dios por excelencia, que manifiesta su naturaleza, no como un sentimiento ocasional, sino como fuerza presente en todo lo que Él realiza. Es fuerza y ternura a la vez. Por eso, podemos afirmar con asombro y gratitud que la misericordia de Dios tiene en sí misma tanto la dimensión de la paternidad como de la maternidad (cf. Is 49,15), porque Él nos cuida con la fuerza de un padre y con la ternura de una madre”.

Los evangelios nos narran la atención que Jesús prestaba a los enfermos. Tanto en tiempo de Jesús como en nuestro tiempo una de las consecuencias más penosas de la enfermedad es que nos aísla de los demás. Por eso, una de las cosas que más necesita el enfermo es compañía, comprensión, cercanía y solidaridad. En este tiempo de pandemia esta soledad del enfermo se ha hecho especialmente notoria en aquellos que han tenido que pasar largas temporadas aislados en una cámara de hospital, sin contacto con sus seres más queridos. A este respecto el Papa recuerda que “visitar a los enfermos es una invitación que Cristo hace a todos sus discípulos. ¡Cuántos enfermos y cuántas personas ancianas viven en sus casas y esperan una visita! El ministerio de la consolación es responsabilidad de todo bautizado, consciente de la palabra de Jesús: “estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25,36).

Sin duda, el egoísmo está en el origen de todos los males de la humanidad. No es menos cierto que la compasión está enraizada en lo más propio de lo humano. Existen evidencias arqueológicas (de hace unos 500.000 años) de la atención a individuos heridos, enfermos, discapacitados o ancianos durante largo tiempo. Se han descubierto restos de un homínido de más de 45 años (pura senectud entonces), con fuertes dolencias en la espalda, que no hubiera podido sobrevivir sin la ayuda de otros. Y también de niños con anomalías congénitas en el cerebro, que no hubieran sobrevivido sin la ayuda de sus congéneres.

La compasión, decía Miguel de Unamuno, es lo que nos diferencia de los animales. Tomás de Aquino, citando a Aristóteles, decía que, viendo el dolor de los demás, “los hombres se compadecen de sus semejantes y allegados, por pensar que también ellos pueden padecer esos males”. Si cuando veo a una persona necesitada o enferma no veo allí mi propia humanidad es que el ego, la egolatría se ha apoderado de mi. Cuidar y respetar al enfermo es estar a favor de la vida. Una sociedad que no cuida al enfermo, al anciano o al débil es una sociedad violenta, egoísta, y el egoísmo es siempre una opción contra la vida.

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3
Feb
2022
Pescador de hombres
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Simón se encontró un día con la sorpresa de que el profeta Jesús subió a su barca y le invitó a salir a pescar. La pesca fue de tal calibre que Simón, asustado, pidió a Jesús que se apartara de él. Jesús, en vez de hacerle caso, le invitó a que se fuera con él, tras decirle que, si lo hacía, en adelante, sería pescador de hombres. Simón dejó a su familia y a lo que le daba de comer, se fio de Jesús y le siguió.

En el contexto socio-económico-cultural en el que se movía Simón eso de ser pescador de hombres debió resultarle sugerente y sonarle raro. Hay imágenes que invitan a pensar. ¿Qué puede ser eso de pescador de hombres? ¿Se pesca a los humanos como a los peces? ¿A base de anzuelos, tapados con un cebo, para que el pez pique creyendo que allí hay comida apetecible cuando en realidad lo que hay es una trampa para apoderarse de él, y en este apoderamiento perder la vida en beneficio del pescador?

Hay caladeros de peces y caladeros de votos. Los votos también se pescan. Para lograrlo, hay candidatos que prometen muchas cosas a sus votantes; luego cumplen muy pocas, si es que cumplen alguna. En bastantes casos los electores se sienten engañados. Han picado y, en vez de encontrar lo prometido, encuentran engaño y corrupción.

En el mundo religioso abunda el engaño. Hay predicadores que, prometiendo sanación o salvación, buscan y piden dinero. Hay personas alienadas con seducciones hechas de imaginería y palabras religiosas. Hay discursos aparentemente piadosos, en los que se invoca a la Virgen, a los ángeles, al corazón de Jesús, a la corona de espinas, o a santos con nombres estrambóticos, prometiendo los incautos oyentes conseguir bien dinero, bien “la gracia que desean alcanzar” tras recitar una determinada oración o realizar un determinado rito.

Así no se pesca a los humanos, así se les destruye. La pesca a la que invita Jesús, en vez de atrapar, deja cada vez más libre. El “pescado” puede marcharse y escapar en cualquier momento. Cuando el mundo religioso te atrapa, de forma que cada vez es más difícil escapar, bien por los miedos que te han inculcado, bien por los chantajes a los que te han sometido, seguro que eso no viene del Dios de Jesús; seguro que esto, más que evangélico es diabólico. La pesca a la que fue invitado Simón era muy extraña, rompía todos los moldes, porque en vez de beneficiar al pescador buscaba el bien de los peces, y en vez de apresar al pez buscaba su verdadera liberación. El pescador de hombres nunca es un aprovechado, es siempre un desprendido, alguien que entrega la vida para que otros vivan. El único modo de atrapar a los humanos que, como los peces, son bastante escurridizos, es con cuerdas de amor: “con lazos de amor los atraía” (Os 11,4).

Las redes son otro método para pescar. Pero a los humanos no se les pesca en manada. Aunque todos están llamados al Reino de los cielos, y el Reino es comunión, cada uno está invitado a entrar personalmente, porque Dios llama a cada uno por su nombre.

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30
Ene
2022
Vida consagrada: caminando juntos
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rayos

El dos de febrero, fiesta de la presentación del Señor, los consagrados y la Iglesia en general, estamos invitados a celebrar la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Eso de las “jornadas” está bien como recordatorio y estímulo, pero sin olvidar que el recordatorio es una tarea de todos los días. Las Jornadas tienen un lema que incide en algún aspecto actual de lo que recuerda la jornada. Este año el lema es “caminando juntos”. Un lema muy apropiado en el contexto del Sínodo sobre la sinodalidad al que estamos invitados a participar. Hacer sínodo es precisamente caminar juntos. La vida consagrada camina unida dentro de la Iglesia, dando la mano a todos los que trabajan en aquellas realidades eclesiales de las que las distintas congregaciones se ocupan por vocación y carisma, o sea, por sentirse llamados (vocación) a poner en obra una determinada gracia al servicio de los demás (carisma).

Los obispos de la comisión episcopal para la Vida Consagrada recuerdan que caminar juntos supone hacerlo en cada una de las dimensiones fundamentales de la consagración, a saber, la escucha, la comunión y la misión. Caminar juntos en la consagración significa que solo encontramos a Dios (eso significa consagración: asociarse a lo sagrado) cuando nos ponemos en búsqueda y nos dejamos encontrar por él. La vida consagrada, y la vida cristiana, es una búsqueda permanente del rostro de Dios, que nos sale al encuentro en las personas y acontecimientos que piden amor, cercanía, comprensión y compasión.

Caminar juntos en la escucha de la Palabra de Dios significa ser conscientes de que solo desde la escucha previa es posible responder y dejarse interpelar. El consagrado, y el cristiano, tiene siempre el oído abierto, atento a las múltiples llamadas de Dios, que habla en la Escritura, en la oración, en el sagrario de la conciencia, en los hermanos, en los pobres, en los enfermos. Y atento a los impulsos del Espíritu que nos mueven a vivir espiritualmente, o sea, en sintonía con el Espíritu de Dios, que es amor, dominio de sí, dulzura, paciencia, bondad, fidelidad. Antes de hablar, antes de actuar, es necesario escuchar. Y para escuchar hay que hacer silencio en nuestra vida. El que escucha no impone, está atento, se deja interpelar, está dispuesto a cambiar.

Caminar juntos en la comunión implica estar en comunión con Dios y con los hermanos. Pues no se puede amar a Dios, a quien no vemos, si no amamos al hermano al que vemos. La comunión no conoce fronteras. Finalmente, caminar juntos en la misión supone descubrir la alegría de evangelizar, de ser testigos convencidos y creíbles de Jesucristo, que es la razón y el motivo de nuestra vida y de lo que hacemos. La misión supone comunión con toda la Iglesia, esa Iglesia que se realiza en cada una de las Iglesias locales. En la misión no hay rivalidad, hay alegría por los éxitos del hermano. Lo importante es que el evangelio sea anunciado y no los aplausos que pueda recibir mi grupo o congregación.

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25
Ene
2022
Hace falta una fuerza increíble
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fuerza

Tomás de Aquino decía que los jóvenes, al contrario de lo que ocurre con las personas mayores, tienen mucha esperanza, porque tienen futuro y vitalidad. Con todo respeto hacia el maestro de Aquino me permito decir que algunos jóvenes, más que futuro, lo que tienen son falsas ilusiones; y su vitalidad, a veces, es resultado de las hormonas. Hay personas mayores que tienen una muy buena esperanza, a pesar de las decepciones que han sufrido en su vida. Es posible que se hayan equivocado muchas veces; es posible que, buscando una cosa buena, hayan encontrado realidades no deseadas. Si, a pesar de todo, siguen adelante, si no se desaniman, si siguen luchando es porque tienen una buena esperanza.

No es la vana ilusión lo que sostiene a la esperanza, sino la fuerza en la debilidad, el convencimiento de que, a pesar de todo, vale la pena continuar. Esta esperanza sorprende al mismo Dios, según decía poéticamente Charles Peguy: “La esperanza - dice Dios- eso sí que me admira, eso sí que es sorprendente. Que estas pobres criaturas vean cómo va todo esto y crean que mañana irá mejor. Que vean cómo va hoy y crean que mañana por la mañana irá mejor. Esto sí que es sorprendente y es realmente la maravilla más grande de mi gracia. Yo mismo estoy sorprendido. ¡Hace falta que mi gracia sea de verdad una fuerza increíble!”.

Cuando atravesamos un largo túnel oscuro corremos el riesgo de perder la paciencia. Sólo es posible mantener la paz y continuar el camino si uno está convencido de que después de cada noche viene un amanecer. Cuando la noche la provocan las personas es cuando parece más larga y se hace más difícil mantener la paz. En estos momentos uno no es feliz con lo ocurrido. Pero si conserva la esperanza tendrá paz.

Las instituciones no las sostienen los que redactan documentos o los que proponen planes sin medir cómo pueden afectar a las personas, sin calcular las consecuencias negativas que pueden tener. Las instituciones las mantienen los que trabajan, conscientes de las dificultades y buscando, no la grandeza de la institución, sino el bien de las personas. Cuando uno no se siente valorado o recompensado no es fácil trabajar. Sin embargo, hay quién prefiere el sacrificio al reconocimiento. Benedicto XVI dice algo parecido, hablando precisamente de la esperanza: “la capacidad de aceptar el sufrimiento por amor del bien, de la verdad y de la justicia, es constitutiva de la grandeza de la humanidad”.

Cuando alguien es capaz de situar la verdad y la justicia por encima de su comodidad manifiesta tener una gran esperanza. La esperanza de que, a pesar y en contra de todas las apariencias, el bien terminará triunfando porque es más fuerte que el mal, la esperanza de que tras el largo invierno vendrá la primavera. Una esperanza así nos une a Cristo muerto y resucitado, capaz de hacerse presente en todos los inviernos y hasta en todos los infiernos: “si me acuesto en el abismo, allí te encuentro, porque la tiniebla no es oscura para ti” (Salmo 139).

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