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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

12
Jul
2022
Mística de la fraternidad
4 comentarios

fraternidad

El Papa Francisco ha puesto en circulación un nuevo concepto de mística. Esta palabra indica un tipo de experiencia que busca conseguir la unión del alma con la divinidad. En el trasfondo de esta búsqueda está, a veces, el aislamiento, la soledad, el desasimiento del mundo, con el riesgo que comporta todo aislamiento. En nuestro caso el riesgo de pasar del “solo Dios” al “solo yo”. De ahí la oportunidad de esta advertencia del Papa: “la búsqueda de lo sagrado y las búsquedas espirituales que caracterizan a nuestra época son fenómenos ambiguos” (Evangelii Gaudium, 89).

Como contraposición a esta mística del aislamiento el Papa propone “descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos”. Se trata de un camino sanador, pues “salir de sí mismo para unirse a otros hace bien. Encerrarse en sí mismo es probar el amargo veneno de la inmanencia, y la humanidad saldrá perdiendo con cada opción egoísta que hagamos” (EG, 87).

Este camino de encuentro con los otros, que está en la base de muchas aspiraciones no explícitamente religiosas, encuentra un apoyo y una iluminación en el misterio de la encarnación. El Papa se refiere, para criticarlo, a “un Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz”. Por el contrario, “la verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, con su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura” (EG, 88). La sed de Dios de mucha gente no se apaga “en un Jesucristo sin carne y sin compromiso con los otros” (EG, 89).

En la mística de la fraternidad Dios está más presente que nunca: “se trata de aprender a descubrir a Jesús en el rostro de los demás, en su voz, en sus reclamos. También es aprender a sufrir en un abrazo con Jesús crucificado cuando recibimos agresiones injustas o ingratitudes, sin cansarnos jamás de optar por la fraternidad” (EG, 91). Relacionarnos con los demás es “una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano”, y “buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno” (EG, 92).

En conclusión, el criterio de discernimiento de una espiritualidad auténtica no es su sacralidad, sino su “corporeidad”, el cuerpo, el rostro del otro, sus brazos, su presencia física, su sufrimiento y sus demandas. Se trata, para decirlo con palabras de San Buenaventura, de “encontrar a Dios en todas las cosas” (Laudato si’ 233).

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8
Jul
2022
Una parábola con un protagonista muy provocador
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samaritano02

Hablar de samaritanos en tiempo de Jesús de forma positiva era una provocación y hasta una ofensa para la mentalidad judía. Los samaritanos eran considerados gente detestable y peligrosa, hasta el punto de que quienes buscaban desacreditar a Jesús, lo más ofensivo que encontraron fue llamarle endemoniado y samaritano (Jn 8,48).

El samaritano de la parábola que cuenta Jesús no solo es un protagonista provocador porque es alguien muy mal considerado por los judíos, sino porque hace cosas sorprendentes, inesperadas e inauditas.

El samaritano actúa en un mundo de bandidos, un mundo en el que hay quién hace mal voluntariamente a los demás. Un mundo en el que hay también heridos, víctimas, gente maltratada injustamente, gente que sufre las consecuencias del mal y no puede librarse de ellas sin ayuda de otros. En este mundo muchos pasan de largo ante los heridos. Quizás no son indiferentes al dolor o a la in­jus­ticia y se preguntan seriamente quién puede ser el culpable de tanto horror y tanta catástrofe. Pero los que pasan de largo no están dispuestos a perder su seguridad. El samaritano sí. Pues para auxiliar al herido debe bajar de su cabalgadura. Cosa peligrosa. Aquello pudiera ser una trampa. Cabe pensar que estamos ante un supuesto herido que tiene unos compinches al acecho. O quizás que el herido es real, pero los bandoleros todavía no se han ido. Si uno no baja del caba­llo tiene más posibilidades de huir en caso de peligro.

El samaritano no denuncia ningún crimen, y eso que es bien consciente del mal; ni siquiera pregunta por los culpables. Mucho menos pregunta si el herido ha sido un imprudente o si no ha seguido las sabias indicaciones de los guardias de seguridad que prescriben evitar caminos peligrosos. Tampoco implica a Dios en la situación, ofreciendo a la persona maltrecha bellos consuelos sobre el amor de Dios a los pobres, sino que se convierte él en Dios para el otro. El samaritano se preocupa inmediatamente del inocente que sufre un mal inmerecido. Actúa como el verdadero responsable contra el mal.

En este drama, que es toda trama maliciosa, hay un actor distinto del culpable, de la víctima o del policía: el que ofrece su ayuda. ¿De qué manera? En primer lugar, sin pedir explicaciones. Luego se manifiesta dispuesto a cambiar sus planes. Parece como si, ante la necesidad del otro, no estuviera ocu­pado. Así puede mostrarse disponible y tener todo el tiempo para el otro. Finalmente, no sólo auxilia, sino que hace cosas insensatas: carga al herido sobre la cabalgadura; lo lleva a una po­sada, vuelve al día siguiente, paga el alojamiento y se compromete a pagar los gastos que se originen. Según el criterio convencio­nal "se pasó de bueno". El sa­maritano va más allá de lo que puede pedir cualquier ley. Manifiesta la sobreabundancia del amor, la generosidad sin límites de la persona evangélica.

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4
Jul
2022
Un extraño en el camino
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samaritano

El próximo domingo escucharemos, en la Eucaristía, la parábola del samaritano misericordioso. Ofrezco una síntesis del comentario del Papa a esta parábola en su encíclica Fratelli tutti, poniendo entre paréntesis los números de la encíclica a los que me refiero.

Francisco plantea una pregunta que nos interpela directamente: ¿con cuál de los personajes de la parábola te identificas, con los salteadores, con las personas religiosas, que se desentendieron del herido y pasan de largo, o con el que, sin conocerlo, lo consideró digno de dedicarle su tiempo? (64).

Subrayo algunas enseñanzas de la parábola directamente relacionadas con la fraternidad y la amistad social. En primer lugar, en un mundo de heridos y de personas excluidas o dejadas al borde del camino por motivos económicos, políticos, sociales y religiosos, solo hay dos opciones posibles, dos tipos de personas, más allá de la posición que ocupan o del disfraz con el que se visten, a saber: hacerse cargo del herido o pasar de largo (67 y 70). Los que pasan de largo son cómplices de los salteadores. De modo que en los momentos de crisis “todo el que no es salteador o todo el que no pasa de largo, o bien está herido o está poniendo sobre sus hombres a algún herido” (70).

En segundo lugar, todos podemos hacer algo. “No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan” (77), ni dejarnos desanimar por su inoperancia o corrupción, o por instituciones “dirigidas al servicio de los intereses de unos pocos”. Si “otros piensan en la política o en la economía para sus juegos de poder”, las personas de buena voluntad estamos llamadas a alimentar lo bueno y ponernos al servicio del bien (77).

Estamos llamados a olvidarnos de localismos y particularismos, a traspasar los prejuicios históricos y culturales (83), llamados a ampliar nuestros círculos de pertenencia (81 y 83), para que resurja nuestra vocación de “ciudadanos del mundo entero” (66) y, como el samaritano, hacernos prójimos, cercanos al extraño (80). “Pero no lo hagamos solos, individualmente. El samaritano buscó a un hospedero que pudiera cuidar de aquel hombre, como nosotros estamos invitados a convocar y encontrarnos en un 'nosotros', que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades” (78).

Destaco, finalmente, un “aviso”, suscitado por esas personas religiosas que pasan de largo ante el herido: “el hecho de creer en Dios y de adorarlo no garantiza vivir como a Dios le agrada. Una persona de fe puede no ser fiel a todo lo que esa misma fe le reclama, y sin embargo puede sentirse cerca de Dios y creerse con más dignidad que los demás” (74). El aviso continúa, desde otra perspectiva, después de lamentar que a la Iglesia le haya costado tanto tiempo condenar la esclavitud y diversas formas de violencia: “todavía hay quienes parecen sentirse alentados o al menos autorizados por su fe para sostener diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas, desprecios e incluso maltratos hacia los que son diferentes” (86).

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1
Jul
2022
Vender armas, eso sí que es un negocio
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armas

Cuando en Estados Unidos una persona entra en un colegio o en una iglesia y dispara indiscriminadamente sobre niños y profesores o sobre los fieles que rezan, vuelve a ponerse sobre el tapete el asunto de la venta de armas. Venta de armas a todos los niveles. Pues la facilidad que hay en Estados Unidos para que cualquier persona mayor de edad pueda comprar armas de fuego, no debe hacernos olvidar el negocio que supone la venta de armas a niveles amplios y globales, siendo los gobiernos los principales vendedores y compradores. Se trata del negocio más lucrativo del mundo, seguido por el tráfico de drogas y la prostitución. La lista de los vendedores la encabezan Estados Unidos, Rusia y China, pero no conviene olvidar que, entre los diez primeros fabricantes del mundo se encuentra España.

Si el negocio de armas es lucrativo, es lógico que haya negociantes. Y para que el negocio continúe hay que gastar las armas vendidas para que así sea necesario comprar otras nuevas. O fabricar armas más poderosas, que dejen obsoletas a las antiguas, para así incitar a comprar los últimos modelos. Las armas se gastan, sobre todo, en las guerras. Así se comprende que la guerra es necesaria para que el negocio continúe. La cumbre de la OTAN en Madrid ha solicitado incrementar los gastos en lo que eufemísticamente llaman defensa, o sea en comprar más armas. España se ha comprometido a duplicar sus gatos en defensa.

El dinero que se gasta en armas se podría emplear en otras cosas, no sé si más rentables, pero sí más necesarias, como por ejemplo para fertilizar muchas de las zonas más estériles del planeta y solucionar así el problema del hambre en el mundo. De paso, a lo mejor también se solucionaba la presión migratoria que, en gran parte, se debe precisamente a la guerra y al hambre.

Hoy, que se protesta por tantas cosas, que se hacen tantas llamadas, que aparecen tan­tos reclamos; hoy, que hay organizaciones para todo, ¿no sería bueno que entre las personas de buena voluntad fuésemos creando un ambiente para reducir a sus mínimos niveles el comercio de armas? A sus mínimos niveles quiere decir algo así: de la misma manera que los Estados, algunos al menos, persiguen el tráfico de drogas, y para esto se requiere una cierta fuerza, también los Estados deberían disponer de la mínima fuerza necesaria para erradicar la fabrica­ción y el tráfico de armas. Pues es claro que, si los Estados dejan de fabricar armamento y venderlo, otros lo harán. El deber de los Estados es impedirlo. Para impedirlo deben empezar por dejar de ser ellos mismos los primeros fabricantes y vendedores.

Conclusión no sé si realista o pesimista: soy consciente de que mis dos últimos párrafos son un sueño. Y los sueños, sueños son.

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28
Jun
2022
¿En qué manos estamos?
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melillla

A la vista de tantos desastres que producen muerte uno se pregunta, con una cierta impotencia, en qué manos estamos. Lo ocurrido en la valla fronteriza de Melilla, con decenas de muertos y cientos de heridos graves, es un episodio más, el último y el más cercano, de tantas tragedias como ocurren en el mundo. Hay miles de personas africanas que se agolpan al otro lado de Melilla, buscando pan y dignidad. Son personas sin papeles, sin protección alguna, a las que la vida ha conducido a una situación desesperada. A medida que pasan las horas y tenemos nuevos datos, lo ocurrido en la valla resulta cada vez más penoso y escandaloso. La reacción de los gobernantes de una y otra parte de la valla es totalmente inaceptable, por no decir algo más fuerte. Aunque supongo que lo que yo diga no les importa demasiado. En realidad, no les importa nada.

¿Qué podemos hacer, además de protestar y de expresar nuestra consternación, ante esta y otras tragedias similares? Guerra en Ucrania con bombardeos en centros comerciales repletos de civiles, muertes en el mar Mediterráneo, alegatos a favor del aborto (y que conste que se puede comprender a las personas; lo que ya cuesta comprender son los alegatos políticos e ideológicos), y tantas otras formas de desprecio a la dignidad humana. Evidentemente, al lado de estas tragedias mayores, otros muchos problemas que padecemos parecen asuntos menores, aunque quizás sean estos asuntos menores lo que más nos preocupan: encarecimiento de los alimentos, de la electricidad, de la gasolina, listas de espera en la sanidad pública, mala gestión de los recursos, etc.

No estamos hablando de gente que viene a quitarnos lo nuestro. Estamos hablando de hermanos. Sin duda, hay modos de evitar o, al menos, de reducir la inmigración ilegal, como ayudar a los países de origen y luchar contra la corrupción en estos países. Aunque cuando se habla de este tipo de soluciones, vuelve a surgir la pregunta de en qué manos estamos y cuáles son los intereses que condicionan las relaciones entre los estados.

Al menos, en la medida en que tratar a los demás dependa de nosotros, de usted que hace el honor de leerme y de mí, al menos en esta medida, recordemos la regla de oro: trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti. No como te tratan, sino como te gustaría que te trataran.

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26
Jun
2022
La fe como modo de alcanzar lo real
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real

Solemos entender por real o por realidad lo que es experimentable, aquello que es perceptible por los sentidos: lo que se puede tocar, ver, oír u oler. Reducimos así lo real a la materia. Si lo pensamos un poco mejor es posible que reconozcamos que hay realidades no reducibles a lo material: los sentimientos, el pensamiento, el conocimiento. Aunque también ahí seguimos limitándonos a entender por real lo experimentable.

¿Y si lo verdaderamente real y lo que hace posible toda realidad no estuviera precisamente al alcance de la mano, sino más allá de lo experimentable? Real es lo que existe, pero lo que existe no se limita a lo que podemos experimentar. La fe cristiana puede ayudarnos a responder a esta pregunta: ¿qué es lo real? “La Palabra de Dios -dice Benedicto XVI- nos impulsa a cambiar nuestro concepto de realismo: realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el fundamento de todo”. En efecto, el creyente está convencido de que en el inicio de todo está “la Palabra” por la que todo ha sido hecho, en la que estaba la vida y que todo lo sostiene (Jn 1,3-4). De ahí la pertinencia de esta pregunta formulada por Benedicto XVI: “¿Son realidad solo los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos?”. La realidad fundante es Dios. Quién excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de “realidad” y en consecuencia solo puede terminar en caminos equivocados.

Esta concepción de lo real nos orienta hacia el modo de conocer lo real. Pues en las condiciones de este mundo es imposible ver a Dios. Solo por la fe podemos alcanzarlo. Así, fe no es solo creer lo que no vemos; es también el medio para alcanzar lo real. Al hombre moderno le resulta difícil comprender que hay formas de alcanzar la realidad que no son las experimentables. Y, sin embargo, la fe como modo de alcanzar lo real, no es única ni primeramente una idea religiosa. De hecho, es un dato antropológico que hace posible la vida, aunque no seamos conscientes de ello.

Solo por vía de creencia es posible alcanzar la realidad de lo que en la intimidad de las otras personas acontece. Pero incluso en las cosas que nos parecen evidentes hay una cierta dosis de creencia: creemos que son así como las vemos. Tomo de Pedro Laín Entralgo el siguiente ejemplo: cuando yo digo que la sal común es cloruro sódico, en realidad estoy diciendo: yo creo que este cuerpo es cloruro sódico, porque creo en la idoneidad de la química para ofrecerme como verdadera una parte de la realidad de la sal. El suelo que piso no lo pisaría si no creyese que resistirá a mi pisada. Esta creencia es la que me permite alcanzar, asumir y conocer lo real.

Importa notar esta dimensión antropológica de la fe, previa a su aplicación religiosa, porque en algunos ambientes se tiende a considerar la fe como una ilusión alienante. Esta es la idea que hay que superar y para ello nada mejor que mostrar que la fe es una dimensión permanente de la vida.

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22
Jun
2022
¿Seguir a Jesús o enterrar a mi padre?
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seguirjesus

El próximo domingo retomamos, en la liturgia, el tiempo ordinario. En el evangelio encontramos dos sorpresas. La primera, los discípulos proponen a Jesús que baje fuego del cielo sobre los habitantes de una aldea de Samaría que no han querido recibirlos. La respuesta de Jesús es dura. En la traducción que vamos a leer se dice únicamente que Jesús les regañó. Pero hay versiones de la Biblia en las que, tras la reprimenda, Jesús dice: “no sabéis de qué espíritu sois”. Jesús corrige nuestro fundamentalismo natural y nuestros deseos espontáneos de venganza, para que nazca en nosotros una nueva naturaleza, acorde con el proyecto de Dios y con la verdad del ser humano, creado a imagen de Dios.

La segunda sorpresa la encontramos en la respuesta que da a Jesús uno que ha sido llamado a seguirle. La llamada de Jesús pide una entrega total e incondicional, porque se trata de una llamada decisiva, que introduce en el único camino necesario. Ahí está la diferencia entre el seguimiento de Jesús y la entrada en la escuela de otros rabinos. La llamada de Jesús nos sitúa ante la exigencia incondicional de seguirle de manera inmediata y total. La escena del evangelio lo refleja con toda claridad. Uno, al que Jesús invita a seguirle, le dijo: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. Le respondió Jesús: “sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos” (Mt 8,21-22; Lc 9,59-60).

La respuesta de Jesús entra en oposición con la ley, la religiosidad y la moral. ¿En nombre de qué puede alguien pedirme que deje de cumplir con el piadoso precepto de enterrar a mi padre? Una posible respuesta sería: en nombre del amor al prójimo. Si hay alguien que me necesita hasta el punto de que, si lo abandono para ir al entierro de mi padre, no podrá sobrevivir, entonces resulta lógico que se me pida, en nombre del amor, que no acuda al entierro. Pero la respuesta de Jesús no apela a un interés humanitario o a una morali­dad más elevada. Ni siquiera a una interiorización religiosa. De ahí que su llamada plantea la pregunta sobre la pretensión de quien la lanza. ¿En nombre de qué o de quién puede alguien pedir un seguimiento así?

Precisamente una llamada como la de Jesús nos sitúa ante la necesidad de responder a esta pregunta: ¿quién es para mi Je­sús?, ¿qué estoy dispuesto a darle, hasta qué punto confío en él, hasta dónde llega mi capacidad de renuncia por él? ¿Mi amor por Jesús es incondicional? ¿Reconozco en él una palabra cargada con una autoridad definitiva, la autoridad del mismo Dios? Y también: ¿el Reino de Dios es para mi más importante y urgente que todo lo demás? ¿Estoy en disposición de realizar algún signo que indique que para mí el Dios de Je­sús debe ser amado por encima de todo lo demás, sobre todas las cosas?

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18
Jun
2022
Eucaristía alrededor de una mesa
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eucaristiamesa

La presencia sacramental de Cristo en la eucaristía tiene un objetivo fundamental: que podamos comulgar con Cristo. Comulgar con Cristo es unirnos a él, al Amor de los amores. Y al unirnos a Cristo nos unimos a todos los cristianos, más aún, a todos los seres humanos, porque con cada ser humano, sin excepción alguna, se ha unido Cristo. La eucaristía está ordenada a ser signo de unidad y vínculo de caridad. Signo que señala a quién debemos amar y nos impulsa fuertemente a ello. Es un signo eficaz, un signo que nos llama a realizar aquello que significa.

La celebración de la Eucaristía requiere de una mesa. Esta mesa, con el correr del tiempo, se ha transformado en un altar, pero el altar sigue siendo una mesa, alrededor de la cual nos sentamos los que celebramos el banquete eucarístico, que es un banquete familiar. El Nuevo Testamento califica como “cena del Señor” (Lc 22,19; Jn 13,2; 1Co 11,20) o “fracción del pan” (Hech 2,46; 20,7) lo que luego se llamará Misa. La Misa remite a una Mesa, en la que el Señor Jesús, con sus apóstoles, celebró una cena; y en esta cena ocurrió algo sorprendente, que los apóstoles recordaron y repitieron, y después de ellos repiten todos los seguidores de Jesús.

Recordando el contexto de lo que hizo Jesús, los primeros cristianos celebraban la eucaristía en el curso de una cena, alrededor de una mesa. Así manifestaban que el contexto adecuado de la celebración es el amor fraterno y el compartir los bienes, que es lo propio de los hermanos. Los cristianos se reunían en la casa de un creyente, llevaban consigo comida, que se ofrecían unos a otros como gesto de fraternidad. En este “banquete” consagraban el pan y el vino, llamando a esto “la Cena del Señor” (1Co 11,20). Los apóstoles dirigían la palabra a los reunidos, “conversando con ellos” (Hech 20,7-11). El autor de los Hechos aduce el detalle de la gran cantidad de luces que se encendían y de cómo, en cierta ocasión, la charla de Pablo se alargó tanto, que un joven que estaba sentado en la ventana se durmió y cayó a la calle.

Cuando estos “ágapes” degeneraron y, en vez de compartir, cada quién comía de lo suyo, unos buenas viandas y otros pobremente, Pablo se enfada porque se han olvidado de lo que en realidad significa la mesa: “Cuando os reunís en común, eso ya no es comer la Cena del Señor, porque cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro se embriaga. ¿No tenéis casas para comer y beber? ¿O es que despreciáis a la Iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué voy a deciros? ¿Alabaros? ¡En esto no puedo alabaros!” (1Co 11,20-22).

Estos abusos, pero también la evolución histórica y el crecimiento de la Iglesia hicieron que, en el transcurso del tiempo, la celebración prescindiera del contexto de la cena y evolucionara hacia el modo con el que actualmente celebramos. Con todo, recordar este primer contexto es un modo de dejar clara la relación profunda que hay entre eucaristía y fraternidad.

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15
Jun
2022
Sínodo: temas delicados
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asambleasinodomadrid

De entre los muchos temas del documento final, que se aprobó el pasado 11 de junio en Madrid sobre la sinodalidad, selecciono dos: uno, el clericalismo. El documento nota que el clericalismo no va en una sola dirección, sino que es bilateral: lo hay por un exceso de protagonismo en los sacerdotes, y lo hay por un defecto en la responsabilidad de los laicos. Tiene pues una doble causa: por un lado, los sacerdotes, por inercia, desempeñan funciones que no les son propias y no impulsan la corresponsabilidad laical; por otro lado, los laicos no asumen su papel en la edificación de la comunidad, por comodidad, inseguridad, miedo a equivocarse, o por experiencias negativas anteriores. A este respecto hay que tener en cuenta que la Iglesia no está solo organizada sobre el sacramento del orden; también está organizada sobre el sacramento del bautismo; ambos son recíprocamente imprescindibles. En relación con el clericalismo está el autoritarismo y la falta de estima de la vida consagrada.

Por otra parte, para crecer en sinodalidad es necesario, en los asuntos en que esto sea posible, pasar de la consulta a la codecisión, de forma que los órganos y consejos existentes no se limiten a ser instrumentos consultivos, sino que en ellos se adopten decisiones después de un serio discernimiento. Un ejemplo explícito que se pone es el del nombramiento de párrocos. Ejemplo interesante, pero que, como todo, tiene sus pros y sus contras. En este caso, uno de los inconvenientes es la escasez de sacerdotes y, por tanto, las dificultades para elegir. Pero conscientes de esta dificultad, y asumiendo con realismo las situaciones, sería bueno que los consejos pastorales tuvieran una palabra que decir en el nombramiento del párroco.

Relacionado con el asunto de la toma de decisiones y de la asunción de responsabilidades, el documento afronta el papel de la mujer en la Iglesia. Se ve imprescindible su presencia en los órganos de responsabilidad y decisión de la Iglesia. Sin duda, se pueden aducir ejemplos de mujeres que ya ocupan cargos importantes como la cancillería de una diócesis o delegaciones episcopales. También hay parroquias, sobre todo en lugares de falta de clero, en la que la responsable es una monja o una mujer. Pero esto debería ser lo normal y no la excepción.

Son muchos más los temas que toca el documento de la Conferencia Episcopal. A mi modo de ver han hecho una buena síntesis de lo recibido, sin obviar las cuestiones más delicadas y conflictivas, como el celibato opcional de los presbíteros o la ordenación de varones casados. Con todo hay que decir que estas cuestiones solo se han suscitado en unas pocas diócesis, y han sido magnificadas por la prensa como si estos fueran los únicos temas que importan. En suma, se trata, a mi entender, de un documento válido, que ha sabido escuchar y acoger las inquietudes de muchos creyentes. Escuchar siempre es bueno, aunque luego sea necesario discernir.

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13
Jun
2022
Por una Iglesia sinodal
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sinodal

El sábado, 11 de junio, tuvo lugar en Madrid la asamblea final sinodal de la Conferencia Episcopal española. Participaron alrededor de 600 personas, entre ellas 360 laicos y más de 100 representantes de la vida consagrada. La asamblea hizo algunas observaciones a la síntesis presentada. Tras la incorporación de estas observaciones, el cardenal Omella entregará en Roma el documento final surgido de la aportación de todas las diócesis españolas, de los grupos eclesiales y de las instancias de la vida consagrada. Pues estas 600 personas representaban a 14.000 grupos sinodales, que han implicado a más de 225.000 personas. Un dato significativo: en 19 cárceles hubo grupo sinodal.

La asamblea tuvo la oportunidad de escuchar algunos testimonios. Me resultaron interesantes dos, el de un preso y el de un pastor protestante. La persona que había estado en la cárcel, y había participado en un grupo sinodal, notó que entre los doce compañeros del grupo había doce respuestas diferentes a cada tema que surgía, pero hubo una coincidencia: todos recordaban que habían sido bien acogidos en sus parroquias y se habían sentido escuchados por la Iglesia. Cuando todos te abandonan, la Iglesia no te abandona. Yo me alejé de ella, dijo, pero ella no se alejó de mí. Me brindó el perdón y la capacidad de perdonar a los demás. Y concluyó: nunca es tarde para cambiar y para abrazar a Dios.

El pastor protestante, presidente de la Iglesia evangélica española, hizo unos interesantes paralelismos entre este Sínodo y el Concilio Vaticano II, así como entre Juan XXIII y Francisco. Dijo que el proceso sinodal había sido bien recibido por las iglesias protestantes, que se han abierto expectativas, y manifestó su confianza en que algunas cosas podían cambiar (acogida de inmigrantes, discriminaciones por distintos motivos). Expresó su deseo de que el Espíritu nos siga moviendo hacia una “región” común. Terminó con unas palabras que muestran un cambio en la percepción que desde otras confesiones se tiene de la Iglesia católica: “Yo, dijo, que tanto he criticado a una Iglesia jerárquica, cuando veo que ahora se habla de Iglesia sinodal, puedo sentirme identificado con esta Iglesia”.

Por su parte, en su homilía, el cardenal Omella afirmó que “la sinodalidad es una herramienta al servicio de la comunión, en tanto en cuanto trata de articular la diversidad por la vía del consenso que lleva hacia la unanimidad, de manera que pueda surgir la armonía o la sinfonía. Hablar de sinodalidad es reconocer la pluralidad, las polaridades, caminar hacia la comunión que es obra del Espíritu, renunciando a la tentación de la uniformidad y la homogeneidad de todos”. En otras palabras: si la Iglesia es una comunión de los bautizados entre ellos y con Dios, la sinodalidad, o sea, escucharse con respeto y atención, es un modo de vivir y realizar la comunión, sobre todo en aquellas circunstancias en las que hay diversidad de pareceres.

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