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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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4
Jul
2024
Los besos por internet no llegan a su destino
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besosescritos

He leído que Kafka aseguraba que los besos escritos no llegan a su lugar de destino. La frase da qué pensar. En tiempos de Franz Kafka ni existía internet ni se soñaba con ello. Pero su idea es susceptible de ser ampliada: los besos por internet no llegan a su lugar de destino.

Cierto, tanto la correspondencia como los sistemas telemáticos pueden mantener y fomentar la amistad cuando dos personas están lejos y se quieren de verdad. A través de estos medios queda claro que una no se olvida de la otra. Pero no cabe duda de que la buena amistad requiere presencia. Cuando dos personas solo se conocen a través de las redes sociales es difícil, por no decir imposible, que pueda surgir amistad o verdadera confianza entre ellas. Las redes sociales pueden dar la impresión de que estamos cerca unos de otros, pero en realidad estamos solos, pues la pantalla impide el contacto, darse la mano, mirarse a los ojos, imposibilita el abrazo que une. La pantalla nos blinda frente al otro.

Las redes sociales pueden ser engañosas. Nos conectan, pero no nos unen. Por eso las personas que se quieren necesitan encontrarse. Los sistemas de comunicación, por muy modernos que sean, pueden ser sustitutivos cuando no hay otro medio de comunicarse, pero si hay posibilidades de encuentro y nos quedamos solo en redes sociales, éstas se convierten en un mal sucedáneo del amor. En este mundo masificado, las redes debilitan la dimensión comunitaria de la existencia, no nos hacen más hermanos, son un signo de individualismo.

Lo que vale para las relaciones humanas, vale tanto o más para la práctica religiosa. Durante la pasada pandemia del covid, las redes hicieron un buen servicio en el terreno religioso, pero este servicio no era el ideal y, una vez que este servicio no es necesario, no puede de ningún modo considerarse sustitutivo de la presencia de los hermanos que requiere toda comunidad. La eucaristía no puede seguirse a través de una pantalla, requiere estar presente en la asamblea que se reúne para celebrarla, pues la eucaristía no es una representación, sino el acto eclesial por excelencia. Asistir a la eucaristía a través de una pantalla sería algo así como asistir a la fiesta de boda de una hija o del mejor amigo a través de una conexión de WhatsApp. Para el banquete y el baile de boda no sirve la pantalla. Mucho menos sirve para asistir a la ceremonia, sobre todo si es religiosa.

No es extraño que San Pablo dijera a los cristianos de una de sus comunidades: “nosotros, hermanos, separados de vosotros por breve tiempo, físicamente, más no con el corazón, ansiábamos con ardiente deseo ver vuestro rostro” (1 Tes 2,17). Si eso ansiaba Pablo con los hermanos, mucho más lo anhelaba con Dios. De ahí que era bien consciente de que la fe es un conocimiento parcial y su gran deseo era tener un conocimiento pleno, un “conocimiento cara a cara” (1 Cor 13,12). El deseo de todo creyente es ver el rostro de Dios, verle “tal cual es” (1 Jn 3,2).

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30
Jun
2024
¿Milagros o superstición?
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milagrosvicente

Transcribo tal cual la pregunta que me hizo un periodista y mi respuesta.

Pregunta: ¿Por qué desde tiempo inmemorial el ser humano confía o cree en elementos que están más allá de la explicación científica? Algunas personas están convencidas de que la religiosidad y una fe fuerte u oración puede llegar a cambiar el destino de los acontecimientos o cambiar aspectos físicos (una enfermedad, un problema grave). ¿Pueden estar ocurriendo esos pequeños milagros cotidianos? ¿Es positivo que se respeten esos convencimientos personales y no se tilden de superstición? ¿Más allá de la intercesión divina a través de la oración o la encomendación, cree que hay aspectos y potenciales de la mente humana que están por explorar y que podrían explicar determinados acontecimientos que con la ciencia aun no explicamos?

Respuesta: El ser humano es un ser que razona, piensa y busca explicaciones. Cuando no encuentra una explicación que se ajuste a lo que él conoce, entonces atribuye las cosas que ve o le ocurren a causas que están más allá de sus conocimientos actuales. Y según el talante de la persona y los presupuestos desde los que juzga (no juzga igual una persona atea que un teista, y los teístas juzgan en función de sus distintas creencias religiosas), entonces atribuye aquello sobre lo que busca explicaciones bien a causas desconocidas, bien a causas religiosas o pseudo religiosas. Y según cuál sea el nivel de su religiosidad (una religiosidad infantil, o una religiosidad madura y pensada) sus explicaciones religiosas serán más o menos creíbles, o más o menos ingenuas.

Para un cristiano, la oración no cambia los acontecimientos. Cambia a la persona y, por tanto, cambia la manera de asumir los acontecimientos o de valorarlos. Otra cosa es que una persona pueda interpretar que Dios interviene especialmente en un determinado acontecimiento. Para la persona religiosa Dios conduce la historia y los acontecimientos, pero lo hace por medio de causas segundas, no interviniendo directamente y cambiando el curso de la historia o de los hechos. Pero, una persona religiosa, ante un determinado acontecimiento extraordinario o llamativo, o largamente deseado, puede ver ahí la mano de Dios. Eso no significa que Dios no intervenga en el resto de los hechos, significa que esa persona ha caído en la cuenta de la intervención de Dios precisamente ante el acontecimiento llamativo, vivido desde la fe y acogido en un clima de oración.

Claro que hay muchas cosas que están todavía por explorar o por descubrir, en el universo, en nuestro mundo y en las personas, y sin duda cuando vayamos conociendo mejor algunos datos encontraremos explicaciones que ahora no somos capaces de dar. Eso no quita para nada el convencimiento básico del creyente de que Dios interviene en la historia. Interviene eso sí por medio de causas segundas, respetando la autonomía de la naturaleza y la libertad de la persona. La autonomía y la libertad no están en competencia con el Creador, al contrario, manifiestan su grandeza, pues cuanto más perfecta es una cosa, tanto mejor manifiesta la grandeza de su autor. Y Dios es el dador de la libertad y de la inteligencia. No es posible oponer razón y fe, porque ambas proceden de Dios. Por eso, la fe es razonable y en la razón hay un aspecto de creencia.

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25
Jun
2024
Circuncisión religiosa, asunto de actualidad
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florescircuncisión

El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta una historia que, a primera vista, se diría que no tiene ningún interés ni actualidad. Y, sin embargo, puede resultar de una actualidad sorprendente. ¿De qué se trata? De una de esas discusiones sobre asuntos menores que, ya desde tiempos antiguos, han suscitado fuertes polémicas y desencuentros entre los creyentes. La discusión a la que se refiere el libro de los Hechos (15,1-35) era sobre la circuncisión. Algunos de la secta de los fariseos habían abrazado la fe. Pues bien, si la fe supone creer firmemente que la salvación viene de Jesucristo y además es gratis, porque Dios nos ama y su amor es incondicional, parece increíble que se discutiera sobre si la circuncisión era necesaria para salvarse. En la primitiva Iglesia otra discusión, que ahora dejo de lado, era sobre si había alimentos puros o impuros.

También hoy en la Iglesia se discute por asuntos secundarios y menores, y encima hay quién se permite criticar, o incluso insultar al Papa cuando hace notar que esos asuntos menores no son decisivos para la salvación. Lo decisivo para la salvación es acoger en nuestra vida a Jesucristo. Lo decisivo no es comulgar en la mano o en la boca. Lo decisivo es comulgar con Jesucristo. Lo decisivo no es si lo que hace el hermano me gusta o no me gusta. Lo decisivo es amarle como Dios le ama y respetarle como Dios le respeta. Lo decisivo no es si el Papa recibe a una persona o a otra. Lo decisivo es que en la Iglesia las puertas estén abiertas para que puedan entrar todos e invitar a todos a quedarse, y difícilmente podremos invitarles a quedarse si no sabemos acogerles. Lo decisivo no es si me gustan o no me gustan algunas de las palabras o de los gestos del Papa. Lo decisivo es no romper la comunión y tener claro que donde está Pedro está la Iglesia.

Y respecto al asunto concreto de la circuncisión y de todos los otros más actuales que he nombrado, lo grave no es estar a favor de una u otra solución, o tener una u otra opinión. Lo grave es absolutizar la propia solución como si fuera la única posible y la única ortodoxa y descalificar a la otra opinión o postura. Eso no significa que todo valga. Pero sí significa que hay que distinguir lo esencial de lo secundario, hay que mantener con toda firmeza la fe, pero en asuntos de expresión de la fe o de celebración de la fe o de aplicación de los principios morales derivados de la fe, caben distintas posiciones, en función de la cultura o de las necesidades de una iglesia o de una persona.

En la Iglesia primitiva solucionaron el asunto de la circuncisión sinodalmente: “los apóstoles y los presbíteros se reunieron para examinar el asunto”. Después de examinar el asunto, tomaron la decisión de no imponer la circuncisión, escribiendo una carta en la que, además del acuerdo de los apóstoles y presbíteros, estaba también de acuerdo toda la comunidad. El método sinodal que ha empleado el Papa es bueno y es el camino para solucionar las discrepancias y los desacuerdos: dialogar mirándonos a la cara alrededor de una mesa, tratar de comprender lo que el otro dice y explicar mi posición de modo que el otro la comprenda.

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21
Jun
2024
Traducir en nuestra vida el hambre y sed de justicia
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trauducirjusticia

En la cuarta bienaventuranza (bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia), los que a imitación de Jesús desean realizar la voluntad del Padre (cf. Mt 6,10), con tanta intensidad como saciar sus necesidades, son declarados poseedores de una felicidad única, y se asegura que ellos serán saciados. Cumpliendo la voluntad de Dios uno es plenamente saciado, porque su recompensa es Dios mismo, el único que “sacia de bienes tus anhelos” (Sal 103,5). Todo el que anhela cumplir la voluntad de Dios, verá colmados sus deseos y vivirá como hijo de Dios al imitar su justicia, su perfección (Mt 5,45.48).

El cristiano está siempre dispuesto a cumplir la voluntad de Dios “así en la tierra como en el cielo” (Mt 6,10), porque sabe que su voluntad es la salvación del ser humano. Dios solo puede desear lo bueno, todo lo ordena y dirige al bien de los que le aman. Jesús nos enseñó a pedir cada día que esta voluntad se realice. Esta petición no es una fórmula de servilismo o de resignación, sino la expresión del convencimiento de que en la voluntad de Dios está la felicidad del ser humano, pues la voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2,3-4). Que se haga la voluntad de Dios es lo mejor que le puede ocurrir a nuestra vida.

Traducir en lo concreto el hambre y la sed de justicia, el deseo de vivir según lo que se ajusta a la voluntad de Dios, equivale a preguntarnos cuál es la voluntad de Dios, su mandamiento. Pues bien, su mandamiento, el que resume todos los demás mandamientos y nos dice toda su voluntad, es que “nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado” (Jn 13,34; cf. 1 Jn 3,22-24; 4,21; Lc 10,25-37). Por la oración, podemos "discernir cuál es la voluntad de Dios" (Rm 12,2; Ef 5,17) y obtener "constancia para cumplirla" (Hb 10,36). Jesús nos enseña que se entra en el Reino de los cielos, no mediante palabras sino "haciendo la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt 7,21; Lc 6,46).

En esta línea san Pablo podía decir que la justicia de Dios es la justificación del hombre (Rm 3,21-24). Aquí queda muy claro que la justicia de Dios no condena, no excluye, no rechaza. Lo que hace es “justificar” al ser humano, hacerle justo, grato a sus ojos. El justo por antonomasia quiere que los seres humanos, creados a su imagen, sean justos y felices. Y eso se consigue cuando uno sigue los caminos de Dios, cuando cumple su voluntad, cuando vive de verdad el Evangelio, esta noticia buena que llena de alegría y de paz el corazón humano.

El Papa Francisco (en su catequesis del 3 de febrero de 2016) afirmó que la justicia de Dios es su perdón, porque es la justicia de un Padre misericordioso que “ama y quiere que sus hijos vivan en el bien y la justicia, y por ello vivan en plenitud y sean felices”.

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17
Jun
2024
Jesús, hambriento y sediento de justicia
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jesusjusticia

La cuarta bienaventuranza (“bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia") es la más extensa y la única que utiliza dos participios para subrayar la intensa necesidad del grupo humano descrito, que Jesús viene a remediar. En efecto, hambre y sed expresan una profunda necesidad del ser humano considerado en su totalidad, carne y espíritu, cuerpo y alma. El salmo 107 recuerda como los hijos de Israel, en el desierto, “hambrientos y sedientos se sentían desfallecer”. Por su parte, los salmos 42 y 63 describen en términos parecidos la otra gran necesidad de todo ser humano, a saber, la necesidad de Dios, el único que puede saciar totalmente los anhelos más profundos del corazón humano: “mi carne tiene sed de Dios”; “oh Dios, mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua”.

El término clave, al que se aplica esta hambre y esta sed, es “justicia”. El término puede tener varias acepciones, fundamentalmente una profana y otra religiosa, que no sólo no se oponen, sino que pueden complementarse muy bien. En sentido profano justicia es el deseo que todos tenemos de que se respete a nuestra persona y a nuestros bienes, y de que la sociedad funcione armoniosamente según unas reglas respetadas por todos.

En sentido cristiano, la palabra comporta diversos matices, pero fundamentalmente se refiere a la voluntad salvadora de un Dios siempre fiel a su alianza de amor, y al comportamiento que el ser humano debe tener para ajustarse a la voluntad de Dios. De ahí que Jesús invite a los suyos a “buscar el Reino de Dios y su justicia” (Mt 6,33), dejando claro que esta justicia no puede ser como la de los escribas y fariseos (Mt 5,20). La justicia, para los discípulos de Jesús, no consiste en el cumplimiento de una serie de ritos, sino en tomar como norma de la vida la acción de Dios que ama a sus enemigos y, por eso, hace salir su sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos (Mt 5,44-45).

No es extraño, por tanto, que las primeras palabras de Jesús dieran testimonio de su deseo de “cumplir toda justicia” (Mt 3,15), el cual siendo justo se identificó con los pecadores para testimoniar así el gran amor de Dios hacia ellos. Jesús es el hambriento y sediento de justicia por antonomasia, como aparece desde su bautismo (Mt 3,15) hasta el final de su vida, tal como lo reconoce el centurión romano que, al ver su manera de morir, exclamó: “ciertamente este hombre era justo” (Lc 23,47). El cuarto evangelio pone en boca de Jesús estás palabras, dirigidas a sus discípulos: “yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis…, mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn 4,32-34). El alimento, lo que da la vida a Jesús es el cumplimiento de la voluntad del Padre (continuará).

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13
Jun
2024
Payasos y víctimas en Belorado
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manosdepaz

La normalidad y la bondad no interesan a los medios de comunicación, porque posiblemente tampoco interesan a muchos de sus oyentes o lectores. La mayoría de la gente da por supuesta la bondad y la normalidad. Lo que llama la atención es lo anormal. Es una pena que lo anormal impida ver y resaltar lo que de verdad debería importar, que es precisamente lo más habitual. Cuando se trata de asuntos eclesiales todavía llama más la atención lo excepcional, lo minoritario y, sobre todo, lo malsano. En España hay muchos conventos de vida contemplativa, bastantes de ellos pertenecientes a la Orden de las Clarisas Franciscanas. Ellas han sido las primeras sorprendidas con lo ocurrido en Belorado. Sorprendidas y en el más completo desacuerdo.

Es una pena que un caso puntual haga olvidar la normalidad y la generalidad de las cosas. En los monasterios a veces hay dificultades, también dificultades comunitarias, pero en general las monjas viven sobria, digna y fraternalmente. Lo sensacionalista no es lo normal. Lo normal es el trabajo, la oración y la vida de cada día. Y hay que decir claramente que no hay vida religiosa, no hay vida contemplativa y no hay vida cristiana católica sin comunión con Pedro. Y, en estos momentos, Pedro se llama Francisco.

En Belorado hay, posiblemente, ambición de poder y asuntos poco claros de dinero. Pero me temo que hay algo aún más serio, a saber, tres payasos: dos varones que se visten de clérigos, y una mujer que ha sido abadesa y no acepta dejar de serlo. Los payasos mayores son evidentemente esos amantes de unas vestimentas que se imaginan que les hacen importantes y, en realidad, les hacen ridículos. Porque cuando lo único que uno tiene para lucir es el hábito, es evidente que en el momento en que se lo quita se convierte en un don nadie. Si no vales lo mismo con hábito que sin hábito es que no vales nada.

Además de los payasos me temo que, desgraciadamente, hay una serie de víctimas. Las monjas mayores y enfermas posiblemente están engañadas. Sería interesante escucharlas personalmente una a una. Sería también interesante escuchar una a una a las otras monjas que salen en las fotos rodeando a la abadesa (en realidad, ex abadesa). Porque, al parecer, ellas no han firmado ningún manifiesto anti católico. La ex abadesa ha firmado diciendo que lo hace en representación de las demás. Es posible que entre estas otras que salen en la foto haya algunas más coaccionadas que otras, dicho sea con el ánimo de salvar todo lo salvable.

Jurídicamente el asunto está claro: los conventos no son de las personas, sino de la comunidad y de la Orden y, en última instancia, son bienes eclesiales. Si uno o una ya no forma parte de la comunidad, porque ha dejado la Orden o ha renunciado a sus votos, está ocupando un espacio que no es suyo. Y si se disuelve la comunidad por falta de monjas, el monasterio es propiedad de la Orden o de la Iglesia. O sea, que quién les ha aconsejado no ha sido ni siquiera pícaro, porque si lo hubiera sido les hubiera aconsejado de otra manera. Y ahí lo dejo.  

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11
Jun
2024
¿Cómo es posible que les voten?
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manos

Escribí estas reflexiones tras escuchar que el expresidente de los Estados Unidos había sido declarado culpable de 34 delitos y, a pesar de eso o precisamente por eso, seguía pensando en presentarse como candidato a la presidencia en las próximas elecciones del 5 de noviembre. Lo más llamativo es que tiene posibilidades de ganar. Eso significa que, aunque pierda, serán muchos los que le voten. El caso de los Estados Unidos no es único. En todas partes hay políticos poco ejemplares, sobre todo según el juicio de sus adversarios, que consiguen muchos votos. ¿Cómo es esto posible? Una cosa es que las delicias del poder hagan perder la cabeza, y por conseguir o mantener el poder uno esté dispuesto a hacer cualquier cosa, y otra que haya personas que voten a políticos a los que solo interesa el poder, no precisamente para ejercerlo buscando el bien de los ciudadanos, sino buscando su propio interés. Sin duda, de un modo u otro, todos buscan su interés, pero hay grados en esta búsqueda, siendo el grado más perverso el de buscar el poder sin importar en absoluto el bien de los ciudadanos.

Estoy convencido de que la mayoría de los políticos entiende la política como un servicio al bien común y, aunque gocen de los privilegios que conlleva el poder, están de verdad preocupados por ejercerlo con un mínimo de honradez, decoro y buen sentido. Si no fuera así, si todos fueran corruptos, la ciudad o la nación sería un caos absoluto. El mal solo se mantiene porque hay más bien que mal. El mal absoluto se destruiría a sí mismo. Si una organización funciona, a pesar de que en ella hay quienes se aprovechan de sus bondades sin importarles lo más mínimo el bien de los demás componentes de la organización, es porque hay otros que la hacen funcionar. Sólo porque hay más bien que mal es posible la vida y la convivencia.

¿Cómo es posible que haya personas dispuestas a favorecer con su voto la subida al poder de políticos que otros consideran poco recomendables? Eso se explica porque quienes les votan ven en ellos cosas buenas y positivas, y consideran que aquellos a los que no votan aún lo harían peor. El nuestro es un mundo ambiguo, “capaz de lo mejor y de lo peor” (Gaudium et Spes, 9) y, a veces, no es fácil delimitar donde empieza y acaba lo bueno y lo malo. Precisamente por eso cada uno debemos asumir nuestras propias responsabilidades y seguir los dictámenes de nuestra conciencia, aún a pesar de que, precisamente haciendo el bien, mantenemos el mal. Combatir el mal con el mal es perjudicial para todos, todos, todos. Así se explica que en las guerras todos pierdan y nadie gane. El bueno por excelencia, el Justo en el mejor sentido de esta palabra, es el que, lejos de devolver mal por mal, respondía con una bendición. Dicho con otras palabras, el Justo por excelencia es el que asumió el pecado del mundo.

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9
Jun
2024
Cuatro rehenes israelíes liberados: alegría y tristeza
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La noticia aparece en primera página de muchos periódicos de este domingo: el ejército israelí ha liberado a cuatro rehenes en Gaza. Si nos quedamos solo con el titular, uno no puede menos que alegrarse. Pero la noticia es susceptible de enfocarse desde otro punto de vista, y destacar que la operación militar ha supuesto la muerte de más de doscientos palestinos. Si en vez de poner la mirada en uno solo de los aspectos del asunto, la ponemos en los dos, uno no puede menos que entristecerse. Todas las vidas valen lo mismo, tanto la de Abel como la de Caín. Todos los “caines” y “abeles” de la historia han sido creados a imagen de Dios. Y Dios ama igual a unos y a otros, porque en cada persona Dios se ve reflejado. Otra cosa es que esté de acuerdo con lo que hacen.

En las guerras nadie gana y todos pierden. Es una evidencia que quema los ojos. Pero las partes contendientes tienen los ojos cegados por el odio. Y el odio al primero que hace daño es al que odia. Pensado fríamente, ¿no hubiera sido mejor para los dos partes negociar una liberación pacífica? Hubieran salido todos ganando. ¿Por qué no se hizo? Porque ninguna de las dos partes quería. El odio impide las negociaciones, sobre todo cuando uno piensa ingenuamente que su fuerza es superior a la del contrario. Todo muy penoso y muy lamentable.

El Papa Francisco es una de las pocas voces que habla a favor de todos y no habla en contra de nadie. Quizás por eso es poco comprendido. El 7 de junio, en los jardines vaticanos, recordando que hace diez años, en ese mismo lugar, el presidente del Estado de Israel, Shimon Peres, y el presidente del Estado de Palestina, Mahmoud Abbas, en presencia del Patriarca ecuménico Bartolomé I, y de representantes de las comunidades cristianas, judías y musulmanas de Jerusalén, se dieron un emotivo abrazo, dijo entre otras cosas:

“Cada día rezo para que esta guerra termine... Pienso en los familiares y rehenes israelíes y pido que sean liberados lo antes posible. Pienso en la población palestina y pido que esté protegida y reciba toda la ayuda humanitaria necesaria. Pienso en todos los desplazados por los combates, y pido que sus casas sean pronto reconstruidas para que puedan volver en paz. Pienso también en los palestinos e israelíes de buena voluntad que, entre lágrimas y sufrimientos, no dejan de aguardar con esperanza la llegada de un día nuevo y se esfuerzan por anticipar el alba de un mundo pacífico en el que todos los pueblos «con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada uno contra otro ni se adiestrarán más para la guerra» (Is 2,4)”.

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7
Jun
2024
Hermanas y hermanos de Jesús
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La aparición de los hermanos y hermanas de Jesús en el evangelio del próximo domingo, me da pie para ofrecer una reflexión sobre el tipo de fraternidad que estos hermanos y hermanas, que aparecen en los evangelios con sus propios nombres (Santiago, Joset, Judas y Simón: Mc 6,3; Mt 13,55), tenían con Jesús. Es un tema delicado que ha recibido distintas respuestas. El Catecismo de la Iglesia Católica (nº 500) se inclina por una de ellas: “La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes (sobre las hermanas y hermanos de Jesús) como no referidos a otros hijos de la Virgen María; en efecto, Santiago y José, hermanos de Jesús (Mt 13,55) son los hijos de una María, discípula de Cristo, que se designa de manera significativa, como la otra María (Mt 28,1). Se trata de parientes próximos de Jesús, según una expresión conocida del Antiguo Testamento”. Para justificar esta denominación de hermano a un pariente cercano, el Catecismo cita algunos textos del Génesis (13,8; 14,16; 19,15). Podría haber añadido que, según Jn 19,25, esta “otra María”, mujer de Clopás, era “hermana” de la madre de Jesús. En este caso, se trataría de primos.

Resulta significativo que estos “hermanos y hermanas de Jesús” nunca son llamados hijos de María. María es solo “la madre de Jesús”. No son hijos de María, pero podrían ser hijos de un anterior matrimonio de José, posibilidad perfectamente defendible según las costumbres de aquel tiempo. Una tercera posibilidad sería que la expresión “hermano” de Jesús no habría que entenderla a partir de los relatos de la infancia, sino a partir del grupo post-pascual, reunido alrededor de la familia de Jesús o dentro del ambiente de las primeras comunidades cristianas. De modo que la expresión “hermano” de Jesús podría ser incluso una especie de título honorífico.

Lo que hay detrás de este asunto es la cuestión de la concepción virginal de Jesús. Esta concepción hay que mantenerla a toda costa, porque ella es la que permite afirmar y comprender la divinidad de Jesús. Si Jesús “solo” tiene a Dios por Padre, entonces esa filiación implica la no paternidad humana, la ausencia de semen viril en la concepción y, por tanto, la virginidad de la madre. La virginidad de María no está en función de María, sino al servicio de la Encarnación del Hijo de Dios y, por tanto, es un elemento necesario para afirmar que este niño que nace de María solo (insisto en el “solo”) tiene a Dios por Padre.

A este respecto resulta llamativo el diálogo del adolescente Jesús con su madre, cuando después de perderlo y encontrarlo tres días después en el templo de Jerusalén, su madre le dice: “¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando”. “Tu padre y yo”, o sea, José y María. Y el adolescente responde: “¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” (Lc 2,48-49). ¡Delante de José, Jesús hablaba de otro Padre! Ante esta respuesta, el evangelista añade: “ellos no comprendieron la respuesta que les dio”. No resultó fácil comprender la filiación divina de Jesús.

Son posibles varias hipótesis sobre quiénes eran esos “hermanos y hermanas” de Jesús. Bien justificadas, todas pueden ser válidas siempre que sean compatibles con el dato fundamental de la fe: Jesús “fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de María, la virgen”.

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4
Jun
2024
Jesús, manso y humilde de corazón
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mansoyhumilde

Jesús, tras declarar solemnemente su condición de “Hijo”, formula esta invitación a todos los cansados y agobiados: “venid a mi”. Ir a Jesús es acercarse a él, no contemplarlo desde lejos. ¿Cuál es el motivo para ir a él si estamos cansados? Porque en él encontraremos descanso. Para ello hay que aprender de él, que es “manso y humilde de corazón”. En este mundo, los cansados y agobiados solemos ponernos nerviosos y perder la paciencia. Al lado de Jesús aprendemos otra forma de vivir y de reaccionar ante las contrariedades de la vida. Y aprendemos porque al estar cerca de él, y viendo su mansedumbre y su humildad, podemos hacer nuestras estas dos actitudes, que ya Jesús había proclamado en su mensaje de las bienaventuranzas: bienaventurados los pobres, los humildes movidos por el Espíritu Santo, y bienaventurados los mansos, porque de ellos es el Reino de los cielos, la tierra prometida.

Esta mansedumbre y humildad Jesús la refleja en su corazón, o sea, en lo más auténtico y profundo de su vida. Corazón aquí no tiene nada que ver con sentimentalismo, sino con la totalidad del ser, con lo más hondo de la humanidad, con ese lugar donde se albergan los mejores sentimientos y deseos: mansedumbre, nada de agresividad, ni impulsos violentos; humildad, nada de ostentación, orgullo o envidia. Estas actitudes permiten que la gente se acerque a Jesús y que Jesús tenga compasión de ella. Cuando nos acercamos a Jesús, de una u otra manera, oímos una voz dulce que nos dice: “me interesas”, “tomo en mi corazón tu vida”. Y al mismo tiempo nos invita a interesarnos por los demás, a llevar las cargas los unos de los otros. La misma voz que nos dice: “me interesas”, añade: “cuida de los demás”. En esta línea, el Papa Francisco relacionó la solemnidad del “Corpus” con la solemnidad del “Corazón de Jesús”, sugiriendo así que la Eucaristía/Cuerpo del Señor, no es otra cosa que el mismo Corazón de Jesús, de Aquel que, con todo su “corazón”, cuida de nosotros y quiere morar en nosotros.

El Antiguo Testamento dijo que Moisés era “el hombre más humilde que había sobre la faz de la tierra” (Num 12,3). Pues bien, Jesús es el nuevo y definitivo Moisés que conduce a los hombres a la verdadera tierra prometida, que es el seno del Padre, pero él, a diferencia de Moisés, conoce plenamente al Padre (Mt 11,27). Entrando en comunión con Jesús, aprendemos a vivir según el espíritu de las bienaventuranzas que él encarna. Y al hacer propias la mansedumbre y humildad de Jesús entramos en comunión con el Padre. Aprendiendo de Jesús, manso y humilde de corazón, hallaremos descanso para nuestras almas (Mt 11,29).

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