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Jul2024Los besos por internet no llegan a su destino
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Jul
He leído que Kafka aseguraba que los besos escritos no llegan a su lugar de destino. La frase da qué pensar. En tiempos de Franz Kafka ni existía internet ni se soñaba con ello. Pero su idea es susceptible de ser ampliada: los besos por internet no llegan a su lugar de destino.
Cierto, tanto la correspondencia como los sistemas telemáticos pueden mantener y fomentar la amistad cuando dos personas están lejos y se quieren de verdad. A través de estos medios queda claro que una no se olvida de la otra. Pero no cabe duda de que la buena amistad requiere presencia. Cuando dos personas solo se conocen a través de las redes sociales es difícil, por no decir imposible, que pueda surgir amistad o verdadera confianza entre ellas. Las redes sociales pueden dar la impresión de que estamos cerca unos de otros, pero en realidad estamos solos, pues la pantalla impide el contacto, darse la mano, mirarse a los ojos, imposibilita el abrazo que une. La pantalla nos blinda frente al otro.
Las redes sociales pueden ser engañosas. Nos conectan, pero no nos unen. Por eso las personas que se quieren necesitan encontrarse. Los sistemas de comunicación, por muy modernos que sean, pueden ser sustitutivos cuando no hay otro medio de comunicarse, pero si hay posibilidades de encuentro y nos quedamos solo en redes sociales, éstas se convierten en un mal sucedáneo del amor. En este mundo masificado, las redes debilitan la dimensión comunitaria de la existencia, no nos hacen más hermanos, son un signo de individualismo.
Lo que vale para las relaciones humanas, vale tanto o más para la práctica religiosa. Durante la pasada pandemia del covid, las redes hicieron un buen servicio en el terreno religioso, pero este servicio no era el ideal y, una vez que este servicio no es necesario, no puede de ningún modo considerarse sustitutivo de la presencia de los hermanos que requiere toda comunidad. La eucaristía no puede seguirse a través de una pantalla, requiere estar presente en la asamblea que se reúne para celebrarla, pues la eucaristía no es una representación, sino el acto eclesial por excelencia. Asistir a la eucaristía a través de una pantalla sería algo así como asistir a la fiesta de boda de una hija o del mejor amigo a través de una conexión de WhatsApp. Para el banquete y el baile de boda no sirve la pantalla. Mucho menos sirve para asistir a la ceremonia, sobre todo si es religiosa.
No es extraño que San Pablo dijera a los cristianos de una de sus comunidades: “nosotros, hermanos, separados de vosotros por breve tiempo, físicamente, más no con el corazón, ansiábamos con ardiente deseo ver vuestro rostro” (1 Tes 2,17). Si eso ansiaba Pablo con los hermanos, mucho más lo anhelaba con Dios. De ahí que era bien consciente de que la fe es un conocimiento parcial y su gran deseo era tener un conocimiento pleno, un “conocimiento cara a cara” (1 Cor 13,12). El deseo de todo creyente es ver el rostro de Dios, verle “tal cual es” (1 Jn 3,2).