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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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2
Oct
2016
Las palabras del amor
4 comentarios

Las palabras del amor son pocas: te amo, te quiero, estoy contigo, no me dejes nunca, soy tuyo… Porque son pocas se repiten mucho. Las palabras del amor siempre dicen lo mismo, pero siempre son distintas; diciendo lo mismo, lo dicen todo. Ninguna de las palabras de amor expresa plenamente el amor. Porque el amor, si es auténtico, siempre va más allá de las palabras. Eso vale tanto para el amor humano, como para el cristiano. El amor humano puede ser cristiano, aunque no lo sepamos: cuando damos de comer al hambriento estamos no solo haciendo un acto divino, sino que nos estamos encontrando con Dios. Pero sobre todo, el amor humano, en sus manifestaciones más personales y auténticas, es un pálido reflejo del amor de Dios hacia cada uno de nosotros, y una pregustación de lo que un día será amar a Dios en el encuentro pleno del abrazo amoroso.

La oración es una palabra de amor. Se expresa en términos humanos. Para ello busca los vocablos más hermosos. Así se comprende que la Escritura haya utilizado imágenes del amor humano tanto para referirse al amor de Dios como al amor a Dios: como un padre siente ternura por sus hijos, como un novio apasionado por su novia, así, pero mucho más aún, es el amor de Dios y el amor que el hombre le quiere dar a Dios. El cantar de los cantares es un libro de poemas de amor. La Iglesia ha visto en estos poemas, que en ocasiones emplean imágenes que rayan el erotismo, una buena expresión de lo que es el amor de Cristo por su Iglesia y de la Iglesia por su esposo: “mejores son que el vino tus amores”. Los poetas cristianos se han inspirado en este libro para describir los amores de Dios con la persona: “Oh noche que juntaste amado con amada”. También es significativo que la Iglesia, en su oración oficial de las horas, haya introducido himnos de los mejores poetas y literatos.

Las mejores oraciones emplean pocas palabras. Por eso, algunas son repetitivas, como lo es el estribillo de algunos salmos: “porque es eterna su misericordia”. Fijémonos en la oración del rosario. Repetitiva como la vida misma, como los latidos del corazón, que son una serie rítmica de repeticiones. En este mes de octubre la Iglesia celebra la fiesta de la Virgen del Rosario. La Virgen no es de nadie y es de todos; pero hablar de Virgen del Rosario es una manera de valorar esta oración, nacida en ambientes de la Orden de Predicadores, que luego toda la Iglesia ha hecho suya. El “Ave María” repetida continuamente es un modo de decir a la Señora: “te amo”. Pero que quede claro: te amo principalmente porque me muestras a Jesús y me llevas a él, al amado de mi alma, al amor de los amores, al bello entre los bellos, a la hermosura soberana. El Rosario de María nos invita a contemplar directamente los misterios de la vida de Jesús.

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28
Sep
2016
Los "peros" de la misericordia
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Buscando cuestionar el discurso del Papa sobre la misericordia hay quienes dicen: “misericordia, claro que sí, y mucha; pero no olvidemos la justicia”. “Dios es misericordioso, dicen, pero es también justo”. Este “pero”, como la mayoría de los “peros” es un intento sibilino de descalificar lo primero que se afirma, ya que no se atreven a negarlo de plano. Lo mismo valdría para la proposición inversa.

El problema de la relación entre justicia y misericordia se ha debatido con frecuencia en teología. En general se ha planteado como si se tratase de delimitar dos campos rivales, el de la justicia y el de la misericordia, preguntándose hasta dónde llegaba cada uno de estos campos, y dando por supuesto que lo que se condecía a uno había que quitárselo al otro. Dios, dirán algunos (mejor no cito a nadie) manifiesta su misericordia con los que se salvan y su justicia con los que se condenan. Peor aún: como “todos” merecemos la condenación (porque la humanidad, debido al pecado original, se ha apartado de Dios), si salvación hay es por pura gracia: Dios elige a los que quiere salvar y condena a los que quiere condenar. Hay incluso textos bíblicos que parecen ir en esta línea: “Dios usa de misericordia con quien quiere y endurece a quien quiere… ¿O es que el alfarero no es dueño de hacer de una misma masa vasijas para usos nobles y otras para usos despreciables?” (Rm 9,18.21). La aplicación teológica era: Dios salva a unos para mostrar su gracia y condena a otros para manifestar su justicia.

El fallo, a mi entender, de este tipo de planteamientos, está en considerar como rivales o como incompatibles esos dos atributos de Dios. Hay que afirmar los dos al mismo tiempo e intentar comprender como pueden darse ambos en Dios sin que el uno anule al otro, sino reforzándose mutuamente. ¿Valdría una formulación como esta: Dios es justo en su misericordia y misericordioso en su justicia? Justo porque toma en serio el pecado y lo condena, hasta el punto de morir por nuestros pecados; y misericordioso porque ama al pecador y resucita para nuestra justificación.

Ya en el Antiguo Testamento encontramos afirmaciones de este tipo: la justicia de Dios es su misericordia. San Pablo, en su carta a los romanos, dice que la justicia de Dios se manifiesta en la justificación del pecador, de modo que el Dios justo es justificador. Podemos concluir, pues, que la justicia de Dios es su misericordia. Dice el Papa Francisco: “La misericordia no excluye la justicia y la verdad, pero ante todo tenemos que decir que la misericordia es la plenitud de la justicia y la manifestación más luminosa de la verdad de Dios”.

Dios quiere todos se salven. Es de esperar, por tanto, que la voluntad de Dios, se cumpla. Cierto, en este asunto de la salvación interviene también la libertad humana, porque salvación es acogida del Dios que es Amor, y no hay amor sin recíproca acogida.

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22
Sep
2016
Algunas "perlas" de la colecta
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En otra ocasión dediqué un post a la “colecta” de la Misa de los domingos, a la primera oración de la Eucaristía, conocida como colecta porque recoge los sentimientos de la asamblea reunida para celebrar la cena del Señor. En estas oraciones encontramos una rica doctrina, que es expresión de nuestra fe.

Algún ejemplo puede ayudarnos a comprender la importancia de esta oración. El domingo 32 del tiempo ordinario la colecta pide a Dios que esté “bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu para que podamos libremente cumplir la voluntad de Dios”. Resulta interesante esto de que también “nuestro cuerpo” necesita estar bien dispuesto. Eso nos debe hacer pensar en lo importante que es cuidarlo bien, el nuestro y el de los hermanos. Porque también glorificamos a Dios con nuestro cuerpo. Y sería una pena que, por no cuidarlo, le glorificásemos mal. No cuidar la salud es un impedimento para orar bien, para escuchar bien la Palabra, para glorificar a Dios.

Otro ejemplo puede ser la colecta del próximo domingo, 26 del tiempo ordinario. En ella se dice que Dios “manifiesta especialmente su poder con el perdón y la misericordia”. Esta oración nos ayuda a purificar la fe y a comprender mejor qué significa que Dios es poderoso. Su poder no aplasta, sino perdona. Y precisamente así, perdonando, consigue lo que quiere, a saber, la salvación del ser humano. Tiene poder el que consigue lo que quiere. Dios lo consigue perdonando, pues apiadándose de todos conduce a los seres humanos a la salvación, que es el máximo efecto del poder divino.

El domingo XV la Iglesia se dirige a Dios exclamando: “Oh, Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados”. Es un modo de reconocer que Dios, ante los pecadores, no actúa a base de amenazas, sino realizando una lenta pedagogía para que conozcan la verdad. Pues la oscuridad no desaparece con amenazas, sino iluminando la vida con la verdad, que se impone por sí misma a despecho de todos los obstáculos. Así debe actuar también la Iglesia. Juan XXIII decía que la Iglesia prefiere usar la medicina de la misericordia antes que el palo de la severidad. La pregunta sería: ¿cómo Dios manifiesta hoy su verdad a los seres humanos? Por medio de los cristianos; ellos son el reflejo en el mundo de lo Dios es, quiere y hace. De ahí que esta oración del domingo XV continúa pidiendo a Dios que “conceda a los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre y cumplir cuanto en él se significa”, o sea, vivir en coherencia con la fe que profesan, porque solo así su testimonio resultara creíble.

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18
Sep
2016
Sed de paz
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“Sed de paz. Religión y culturas en dialogo”. Este es el lema del Encuentro Interreligioso que está teniendo lugar en Asís. Coincidiendo con este encuentro el Papa ha convocado para el martes, día 20, una Jornada de Oración por la Paz. La paz siempre ha sido el anhelo constante de la humanidad, aunque desgraciadamente nunca se ha logrado cumplir del todo. Las guerras, divisiones, rencillas, a todos los niveles, son tan antiguas como la historia y conviven con los deseos, llamadas y esfuerzos por la paz.

La paz empieza por uno mismo. Si uno no está pacificado no puede ser persona de paz; desgraciadamente el corazón humano nunca se encuentra a gusto consigo mismo. La paz exige aceptar y respetar al otro en su alteridad (en todos los ámbitos: familia, pareja, extranjero, diferente). La paz exige un permanente esfuerzo para superar los conflictos económicos y políticos que se dan entre los pueblos, las naciones y los grupos, para que el mundo sea un espacio de auténtica fraternidad y el género humano no se destruya a sí mismo. La paz hoy requiere cuidar la naturaleza: este mundo es nuestro hogar, y no podemos esquilmarlo, so pena de arriesgarnos a quedarnos sin casa. Finalmente, para los creyentes de todas las religiones, la paz se construye a partir de la relación con Dios, un Dios que une a todos los seres humanos, como un padre quiere a sus hijos unidos, y que rechaza toda violencia.

Nada más oportuno que esta llamada del Papa a orar por la paz. Orar para que el Espíritu de Dios sane nuestras heridas y podamos pasar de ser individuos aislados a personas solidarias. Nada más necesario que el diálogo entre las culturas y religiones para que esta paz sea una realidad efectiva. Palabras en vez de armas. Búsqueda de lo que nos une, de lo que podemos hacer juntos, en vez de recordar lo que nos separa. Palabras de perdón, que para ser sinceras requieren reconocimiento de la verdad. En Siria, en Colombia, en tantos lugares. También en España. No podemos seguir con el triste espectáculo de unos políticos incapaces de entenderse y de buscar el bien superior que a todos nos une, que no es otro que el bienestar de los ciudadanos. La corrupción nos ha hecho mucho daño; el desentendimiento es otra forma de corrupción, porque corrupto es lo que rompe. Corromper es romper juntos.

Sed de paz. Hay sed porque todavía no hemos bebido. Pero la sed nos pone en camino hacia el agua. Sed de paz, sí. Pero sobre todo, agua vivificadora que nos renueva y nos une como hermanos.

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16
Sep
2016
Isabel Solá: seguir a Jesús, lo más fascinante
3 comentarios

El sábado santo del presente año 2016, una monja de la Congregación de Jesús-María, que estaba como misionera en Haití, en una especie de pre-monición, redactó un “testamento espiritual”, que se ha encontrado después de su muerte. Entre otras cosas escribió: “Si leéis esto es porque se me acabaron los días en este mundo. No estéis tristes… Seguir a Jesús y su Evangelio ha sido lo más fascinante de mi vida y agradezco a mi congregación que me haya ayudado a ello. Si de alguien me enamoré localmente fue de Jesús. Por eso, estad alegres, estoy ya con Él”.

El testamento se leyó al finalizar la emotiva Eucaristía que se celebró el 14 de septiembre, a las 19 horas, en la Iglesia del Colegio de Jesús-María de Valencia, en acción de gracias por la vida y la muerte de la Hna. Isabel Solá Matas, asesinada en Haití el viernes, 2 de septiembre. Isabel Solá, la monja rubia de ojos azules y con la sonrisa siempre en los labios, la monja buena, fuerte y valiente, había trabajado durante nueve años en el Colegio de Jesús-María de Valencia, antes de dedicar su vida al servicio de los más pobres en Guinea y finalmente en Haití. En la Eucaristía se hicieron presentes religiosos de distintas Congregaciones. Y estuvo presidida, en nombre del Arzobispo de Valencia, por el Vicario Episcopal para la Vida Consagrada.

Reproduzco parte de una carta que una joven haitiana, que ha comenzado su periodo de formación en la Congregación, escribió dos días después de la muerte de Isabel: “La Hna. Isa no sólo fue una formadora, sino también una madre con un gran corazón. Estas fueron sus palabras en una sesión de formación: Debes sentir el amor de Dios para poder amar como él, y su perdón para perdonar. No se puede entender y dar lo que no se ha experimentado, lo que no se ha sentido profundamente, en lo más hondo de ti misma. Contemplar al Señor para poder ser como Él, ya que Él no ama sólo a los más guapos, los más inteligentes, los mejores. El también ama a los menos buenos, a los pobres y a los malos. Amar a los que te hacen mal; perdonar a los que te arrebatan o arrancan un ser querido no es fácil. Pero éstos son los preferidos de Dios… ¿Preguntar por qué? ¿Pedirle explicaciones? Es un gran desafío que tenemos que enfrentar cada día”.

Doy gracias a Dios por este ejemplo de vida misionera, de vida cristiana, de vida religiosa.

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12
Sep
2016
Woody Allen, los judíos y la resurrección
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En la última película de Woody Allen, “Café Society”, el cineasta pone en boca de uno de sus personajes que los judíos no creen en la resurrección de los muertos. No entro en el fondo del asunto, que sin duda, requiere de muchas matizaciones. Pero aprovecho el dato para recordar algo que suele sorprender, a saber: de la fe en Dios no se sigue que deba darse ninguna resurrección de los muertos. Dicho de otra forma: la fe en Dios no es necesariamente utilitarista. Puede ser hasta gratuita: no te quiero por lo que me das, te quiero porque te quiero. El amor no entiende de intereses; a veces ni siquiera entiende de razones. Hay un soneto anónimo a Cristo crucificado, del siglo XVI, cuyo verso inicial reza así: “No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido”.

El evangelio de Mateo nos cuenta que, en tiempo de Jesús, los saduceos, buenos intérpretes de la tradición judía, no creían en la resurrección de los muertos, al contrario de lo que ocurría con los fariseos. Las escuelas judías, en tiempo de Jesús, estaban divididas sobre este asunto. Algunas encuestas actuales ofrecen significativas diferencias entre el porcentaje de quienes dicen creer en Dios y quienes dicen creer en una vida allende la muerte: no pocos que confiesan creer en Dios afirman que no esperan que la vida tenga continuidad alguna más allá de la muerte.

Hay quien afirma que la religión es una falsa salida al deseo de vivir o al rechazo de morir. Para la increencia la esperanza en un Dios que salva de la muerte es ensoñación y proyección de nuestro deseo. Esta respuesta no es aplicable a la religión bíblica. Los patriarcas (Abraham, Isaac, Jacob) eran profundamente religiosos, pero consideraban la muerte como algo natural. La recompensa que esperaban por su fidelidad a Dios se centraba en un larga vida, una numerosa descendencia y la posesión de la tierra. De ahí se deduce una importante lección: no es la esperanza o el deseo el que “crea” a Dios, sino que es Dios quien modula nuestros deseos y suscita nuestra esperanza. La esperanza no es la medida de Dios, sino Dios la medida da la esperanza.

En parte al menos de la revelación bíblica, la existencia de Dios no va unida a la fe en la resurrección. Por tanto, esta fe en Dios no puede de ningún modo considerarse una proyección del deseo del hombre de ser inmortal. Cierto, en el curso de la revelación bíblica aparecerá la fe en la resurrección de los muertos, pero no como proyección del deseo humano de vivir, sino como respuesta de Dios a la fidelidad del ser humano. Poco a poco, el amor de Dios se manifestará más fuerte que la muerte. Con la revelación que Jesús nos hace de Dios, este Amor aparece en todo su poder, esplendor y belleza.

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8
Sep
2016
Acto voluntario pero no libre
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La libertad, como el amor, se realiza en el bien. Porque la libertad busca siempre, como por instinto, lo que más conviene. El mal nunca conviene. Habrá, pues, que preguntarse cómo es posible elegir el mal, o dicho en vocabulario cristiano, cómo es posible elegir el pecado. Esta mala elección solo es posible por mala información o por engaño. Tengo una información parcial, y esta información parcial me dice que tal cosa es buena; por eso la hago. O alguien me miente de forma hábil y seductora (ese es el papel del tentador, según la Biblia: mentiroso y padre de la mentira) y yo me dejo seducir.

La pasión podría ser un estado de ánimo producido por una combinación de mala información y de mentira. Alguien toma droga por primera vez, porque le han convencido de que es agradable y placentera. Además, piensa, por una vez no pasa nada. Lo que no piensa es que siempre hay una primera vez. Y después vienen las otras veces. Llega un momento en que la tendencia es muy fuerte. Y cada vez es más difícil controlarla. Parece entonces que la libertad queda anulada o muy disminuida, porque la persona ya “no puede hacer otra cosa”.

Al respecto resulta interesante una distinción que hace el Papa hablando de la educación en valores. La formación ética requiere paciencia, pedagogía y tiempo. Hay que tener en cuenta las posibilidades concretas de cada persona, sin pretender aplicar metodologías rígidas e inmutables. Los cambios de comportamiento se producen de manera gradual. Y ahí quiero citar a Francisco: “la libertad concreta, real, es limitada y condicionada. No es una pura capacidad de elegir el bien con total espontaneidad. No siempre se distingue adecuadamente entre acto voluntario y acto libre. Alguien puede querer algo malo con una gran fuerza de voluntad, pero a causa de una pasión irresistible o de una mala educación. En este caso, su decisión es muy voluntaria, no contradice la inclinación de su querer, pero no es libre, porque se le ha vuelto casi imposible no optar por ese mal. Es lo que sucede con un adicto compulsivo a la droga. Cuando la quiere lo hace con todas sus ganas, pero está tan condicionado que, por el momento, no es capaz de tomar otra decisión. Por lo tanto, su decisión es voluntaria, pero no es libre”.

Precisamente porque su libertad está disminuida o anulada, no podemos “dejarle elegir”, porque de hecho no puede elegir. Necesita la ayuda de los demás y un camino educativo. Sin olvidar nunca que la meta de la educación es llevar al educando a que se dé cuenta por sí mismo de lo que le conviene y de dónde está su bien. “Una formación ética eficaz implica mostrarle a la persona hasta qué punto le conviene a ella misma obrar bien” (Amoris Laetitia, n. 265).

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4
Sep
2016
Vida religiosa, ¿estado de perfección?
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La teología anterior al Concilio Vaticano II (por poner una fecha significativa) calificaba la vida religiosa como “estado de perfección”, quizás teniendo como trasfondo esas palabras de Jesús, según el evangelista Mateo: “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Las dos palabras, estado y perfección, tienen su interés. Estado quiere decir estabilidad, permanencia. Perfección se contraponía a ordinario. Se consideraba que había dos caminos para conseguir la meta a la que tiende todo cristiano, el de la mayoría, y uno reservado a la minoría, que al profesar los votos de castidad, pobreza y obediencia, encontraba un vía más segura para alcanzar el cielo.

Con el Concilio y la teología post-conciliar esta consideración de la vida religiosa como estado de perfección entró en crisis. La vida religiosa pasó a considerarse un modo peculiar de vivir el cristianismo, pero no necesariamente mejor o más adecuado. Ya Tomás de Aquino notaba que en los conventos no estaban los “perfectos”, sino los que buscaban la perfección. Y cuando habla de perfección para referirse a la vida religiosa, añade una importante precisión: “perfección de la caridad”. Según el santo doctor la vida religiosa es un “aprendizaje y ejercicio para llegar a la perfección de la caridad”. Su teología sobre la vida religiosa es, en ocasiones, sorprendente. En un momento dado se pregunta si el religioso peca más gravemente que los demás cuando peca. La respuesta espontánea diría que sí. El santo dice que “depende” de si hay escándalo o no lo hay. Si no lo hay, pudiera pecar menos gravemente.

Que esta perfección característica del estado religioso se refería a la caridad era algo que, aunque no se explicitaba con demasiada frecuencia, se daba por supuesto. Con todo, insistir en la perfección daba la impresión de reducir la vida religiosa a sus aspectos más ascéticos y sacrificiales. Insistir en la caridad es presentar la vida religiosa por su lado más positivo y estimulante. En ella, las personas buscan que toda su vida se oriente a la unión con Dios y a la unión con los hermanos, signo e instrumento de la presencia de Dios en toda comunidad fraterna. En esta línea, el texto de Mateo que exhorta a “ser perfectos” encuentra en el paralelo de Lucas esta traducción: “sed misericordiosos”. La perfección es la misericordia. Para los religiosos y para todos los cristianos.

La vida religiosa es uno más de los muchos modos de vivir evangélicamente. Su interés y su valor está en su capacidad de ser estímulo y dejarse estimular. De interpelar y dejarse interpelar. De dejar de mirarse a sí misma, para abrirse a Dios y a los hermanos.

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31
Ago
2016
Lo ridículo del síndrome postvacacional
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Todos los años, cuando llega el mes de septiembre, y los niños y jóvenes regresan a los Colegios; y también muchos trabajadores, que han tenido la suerte de tener vacaciones en el mes de agosto, se reincorporan a sus trabajos, se oye hablar del síndrome postvacacional. Sin duda reemprender las tareas, tras un tiempo de ocio, supone una pequeña adaptación. Pero esta adaptación no tiene porque traducirse en depresión, angustia, tristeza, mal humor, y otros síntomas asociados al descontento o a la desilusión.

Si lo pensamos bien, la vuelta al trabajo debería ser un motivo para dar gracias a Dios. Hemos tenido la suerte de tener vacaciones. Y ahora tenemos trabajo. Somos unos privilegiados. Cuando en esta España de nuestros amores hay tanta gente que no tiene trabajo, o que no puede tener vacaciones porque tienen unos sueldos míseros que no se lo permiten, los que sí tenemos vacaciones y trabajo deberíamos bendecir a Dios por lo bien que nos cuida y, de paso, solidarizarnos con tanta gente que vive en situaciones bastante más difíciles que las nuestras. Eso mismo debemos enseñar a nuestros hijos: tienen la suerte de poder ir al Colegio, de poder formarse. Son unos privilegiados.

A veces no somos conscientes de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Otras veces nuestras quejas son un síntoma de lo bien que estamos. A uno, que se quejaba de pagar muchos impuestos en su declaración de la renta, le pregunté: ¿pero usted, cuánto gana? El síndrome postvacacional es un síntoma de que tenemos trabajo. Volver al trabajo no es una desgracia. Es algo muy positivo. Demos gracias a Dios por ello. Y favorezcamos aquellas políticas que crean puestos de trabajo. Para que todos tengan pan. Y un poco de circo también.

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27
Ago
2016
Seminaristas y pastoral de la familia
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Siguiendo con la teología y la pastoral “temporales” del post anterior, hay en el documento del Papa sobre la familia unos números dedicados a la formación de los sacerdotes, y más en concreto, de los seminaristas, que convendría tener en cuenta y llevar cuanto antes a la práctica: “a los ministros ordenados les suele faltar formación adecuada para tratar los complejos problemas de las familias” (número 202). Conclusión: si les falta formación, mejor que no los traten. Otra conclusión mirando al futuro: “los seminaristas deberían acceder a una formación interdisciplinaria más amplia sobre noviazgo y matrimonio y no sólo en cuanto a la doctrina” (n. 203). Conclusión: no es cuestión de aprender el catecismo, es cuestión de interdisciplinariedad y de conocimiento de la realidad concreta y “temporal”.

Y también es cuestión, como dice este mismo número 203, de tener en cuenta que los futuros ministros llevan consigo heridas debidas a su propia experiencia familiar, que habrá que ayudar a cicatrizar y sanar, con cariño y comprensión. Aunque estas heridas también pueden ayudar a comprender a los heridos. Como dice la carta a los hebreos, el sacerdote es el que comprende a los débiles porque él mismo está envuelto en debilidades. Si no reconoce sus propias debilidades se sitúa en una posición farisaica, y su pastoral, en vez de ser misericordiosa, es de condenación. Lo contrario de la pastoral de Jesús, que no vino para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

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