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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor


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21
May
2015
El Espíritu no se repite
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El Espíritu es siempre el mismo. Pero en cada uno se manifiesta de forma diferente. Porque el Espíritu Santo, al unirse a nuestro espíritu, se adapta a nuestro espíritu. El Espíritu Santo nunca anula a la persona, actúa a través de nuestra personalidad, de nuestras capacidades y de nuestra imaginación. En este sentido habría que decir que el Espíritu está continuamente evolucionando. Por eso, aquellos que buscan la acción del Espíritu en la repetición, no entienden lo que es el Espíritu.

Comparar, por ejemplo, el estilo de ejercer el primado que tenía el Papa Juan Pablo II con el que tiene Francisco, y medir la bondad del estilo de Francisco en función de su parecido con el de Juan Pablo II, es un error (porque ningún Papa es “la medida” del papado), una injusticia (porque se pretende utilizar a un Papa para descalificar a otro), y una falta de confianza en Dios, que concede a su Iglesia lo que en cada momento necesita. Los que no quieren que nada cambie se dedican a criticar a los vivos a partir de lo que supuestamente harían los muertos. Como los muertos no pueden defenderse es fácil apelar a su memoria y manipularla en función de nuestros, a veces, inconfesables intereses.

El Espíritu siempre actúa buscando el bien. El bien común y el bien individual. El Espíritu se hace presente en todo lo que contribuye a la edificación de la Iglesia, a la mejora de las condiciones de vida, al avance de los derechos humanos. Allí donde hay verdad, belleza, justicia, alegría y amor, allí está actuando el Espíritu. Por eso, sus posibilidades de actuación son inmensas y su creatividad no tiene límites. Buscar el Espíritu en la repetición es probablemente la mejor manera de no encontrarlo. El Espíritu nos abre a nuevos espacios. Pero con la precisa función de hacer presente a Cristo.

Actúa dentro y fuera de la Iglesia. Este “fuera” hay que entenderlo en sentido amplio. Mueve a los cristianos que se comprometen para lograr una política más limpia, y mueve a los políticos no cristianos que denuncian la corrupción. Mueve a los curas y a las monjas que animan ONGs en beneficio de los inmigrantes sin papeles y mueve a los no cristianos que reclaman leyes más en consonancia con la dignidad de todas las personas. Mueve al policía que ayuda a los náufragos y al fraile que les surte de mantas y alimentos. Mueve a la enfermera que, discretamente, sabe consolar, y a la maestra que dedica su tiempo libre a ayudar a un alumno con dificultades.

La obra del Espíritu nunca es fácil; a veces parece muy lenta. Choca con el pecado y la limitación humana. Aún así, el Espíritu, de forma suave y callada, sigue introduciéndose por las más pequeñas rendijas, mantiene viva la llama de la inconformidad, produce novedades inesperadas.

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19
May
2015
Predicadores de la fe
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La Orden de Predicadores –varones y mujeres- tiene una misión: anunciar el Evangelio de Jesucristo. Si la cumple, sean pocos o muchos, seguirá viva y pujante. En ella se agrupan mujeres y varones libres bajo la gracia. Personas, por tanto, que sólo se inclinan ante el Espíritu liberador de Dios. Paradójicamente, esta inclinación no degrada, más bien enaltece y dignifica.

En distintos lugares de su obra, Tomás de Aquino habla de los predicadores de la fe. En un precioso artículo de la Suma, en el que resume magníficamente todo el proceso que implica el anuncio del Evangelio, dice: para que se dé la fe, lo primero que se requiere es que a uno le digan o le propongan lo que tiene que creer, o sea, que le presenten a Jesucristo. Esta proposición es obra de Dios, que la realiza “mediante los predicadores de la fe por Él enviados”. Como apoyo de sus palabra el santo cita Rm 10,15: ¿Cómo oirán sin que se les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?

A continuación, Tomás de Aquino dice que los predicadores de la fe deben resultar convincentes, persuasivos. Esto no garantiza que el Evangelio sea acogido, pero es condición para que lo sea. ¡Cuántos se creen predicadores y no son más que discurseadores aburridos o repetitivos! Para convencer hace falta que el oyente empiece por creerse que el predicador se ha creído antes aquello de lo que quiere convencer.

El otro texto de Tomás de Aquino en el que estoy pensando se encuentra en una de sus cuestiones disputadas. Allí llega a decir que el máximo grado de amor a Dios no está (como muchos piensan) en la vida contemplativa, sino en aquellos que predican la fe. El santo aclara que una vida contemplativa, o sea, una vida de oración es muy deleitable, pero algunos se deleitan tanto en ella “que no quieren dejarla ni siquiera para entregarse a los servicios divinos para la salvación de los prójimos”. Y añade que “la más alta cima de la caridad” está en aquellos “que dejan la contemplación divina, aunque tengan en ella el máximo deleite, a fin de servir a Dios para la salvación de los prójimos”.

“Esta perfección, dice el santo, es propia de los predicadores”, los cuales “suben (o sea, se dirigen a Dios) por medio de la contemplación, y bajan (o sea, se vuelven hacia los seres humanos) por motivo del cuidado que tienen de la salvación de los prójimos”. Dicho de otra manera: el máximo grado de amor a Dios y de amor al prójimo (pues siempre van unidos) se encuentra en aquellos que viven intensamente la oración y la escucha de la Palabra, para luego transmitir eso que han vivido y escuchado, y hacerlo con convicción y elocuencia.

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15
May
2015
No ver y ver a Jesús al mismo tiempo
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Según el cuarto evangelio, poco antes de morir, Jesús dice a sus discípulos unas extrañas palabras, que ellos en aquel momento no comprendieron: “dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver” (Jn 16,17). Tal como está construida la frase, parece que se trata de dos momentos sucesivos: después de estar un tiempo sin ver a Jesús, llegará un tiempo en el que los discípulos le verán. Pero esto resulta difícil de entender. Para que esta sucesión de momentos tenga un mínimo de lógica habría que pensar que el momento en que no se le verá será el de su ausencia de la tierra (Jesús se va al cielo y en la tierra ya no se le ve más), y el momento en que se le verá será el día en que los discípulos, tras pasar por la muerte, lleguen al cielo.

La frase tiene bastante más sentido si en vez de dos momentos sucesivos se trata de dos momentos simultáneos. Está a punto de llegar el día, viene a decir Jesús, en que voy a dejar la tierra. Y ya no se me podrá ver con los “ojos de la carne”. Pero entonces se me podrá ver con otros ojos, los de la fe. Esa lectura sería coherente con esta palabra de Jesús: “dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros sí me veréis” (Jn 14,19). El mundo no puede ver a Jesús resucitado, porque el mundo solo tiene ojos de carne. Pero los discípulos, con los ojos de la fe, pueden ver a Jesús resucitado, porque experimentan el poder de su resurrección, la fuerza de su Espíritu, y le reconocen en la Escritura, en el partir el pan y en la vivencia del amor mutuo. Así se comprende también esta otra palabra de Jesús: “me voy y volveré a vosotros” (Jn 14,28). El Jesús que sube al cielo no deja la tierra, permanece entre los suyos, pero de otra forma: “yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

Precisamente los ojos de la fe son los que permiten ver la realidad más auténtica de Jesús. Muchos vieron a Jesús con los ojos de la carne. Y no vieron lo que allí había. Viendo a Jesús con los ojos de la carne resulta posible traicionarle (como Judas), tratarle de impostor, burlarse de él, o crucificarle. Ocurre lo mismo en las relaciones humanas: cuando solo miramos con los ojos de la carne, nos quedamos en la superficie; el que mira con los ojos del amor sabe ver más allá de las apariencias. Solo con los ojos del amor se conoce a fondo a las personas. Como dice el principito de Saint-Exupéry: “solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos” (de la carne).

Vuelvo a Cristo resucitado: ahora, los suyos ya no lo ven con los ojos de la carne; el mundo tampoco le ve. Los ojos de la carne solo ven lo que es de carne y el mundo solo ve lo que es suyo. Pero los creyentes sí pueden ver a Jesús con los ojos de la fe. Los creyentes no ven a Jesús (con los ojos de la carne) y al mismo tiempo le ven (con los ojos de la fe). Referida, no a dos momentos sucesivos, sino a dos momentos simultáneos, tiene sentido esta palabra de Jesús: “dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver”.

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12
May
2015
Una Orden de Predicadores libres
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Miguel de Unamuno simpatizaba con los dominicos de Salamanca. En el convento de San Esteban vivía el famoso P. Juan G. Arintero, con el que Unamuno tuvo algunos diálogos, aunque es posible que no acabaran de entenderse. El P. Arintero hace referencia a Unamuno como buscador, a veces angustiado, de la fe, desde su compromiso con la razón. Pero no son estas relaciones de Unamuno con los dominicos lo que me ha movido a escribir estas líneas, sino la apropiación del título propio de los dominicos como “orden de predicadores” por parte de uno de los corresponsales de Unamuno, Luís de Zulueta.

En 1903, Luís de Zulueta publicó un artículo, en una revista de Barcelona, titulado: “La Orden de Predicadores”. Es un artículo sobre Unamuno, del que dice que es un maestro con estilo sacerdotal. Tras una serie de consideraciones sobre la necesidad de una buena evangelización y una buena regeneración moral en España, lanza la idea de una “Orden de Predicadores libres… Sería una agrupación de personas conscientes y liberales, reunidas por lo que tienen de común y de más elevado, el deseo de perfección y el propósito de buscarla”. La Orden “habría de tener sus noviciados” en los grandes centros universitarios de Europa.

Inmediatamente, Unamuno le responde diciendo: “Y ¡qué falta hace la Orden de Predicadores!, ¡qué falta!”, porque hay por esas amodorradas ciudades jóvenes con ansias de vida, “jóvenes que comprenden y sienten que de poco sirve buscar medios de vida sino se crea una finalidad para ésta. Al que sólo busque pan, acabará por amargársele el pan”. Zulueta, en su artículo, termina diciendo que, tras la buena formación de los predicadores, “vendría lo de anunciar el evangelio, la Buena Nueva, el nacimiento del Redentor que cada ser humano lleva dentro de sí, entre el buey y la mula, el buey corneador, hinchado de pasiones, y la mula orejuda, agobiada de estupidez”.

No son malas estas ideas: Orden de Predicadores libres. Pero, libres ¿para qué? Para anunciar la Verdad que hace libres. Formada en los mejores centros, teniendo como base el estudio de la Palabra de la Verdad. Y para predicar en un mundo lleno de bueyes y de mulas, un mundo dominado por las pasiones del poder, del dinero, de la ambición; y además lleno de estupidez, o sea, un mundo en el que abunda lo superficial, la mediocridad, en el que la gente vive sin metas ni objetivos, sólo piensa en medios y olvida los fines. Estamos todos convocados.

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8
May
2015
Orden de Predicadores
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Cuando varios elementos interactúan en vistas de un objetivo común podemos hablar de “orden”. Aplicar la palabra “orden” a un grupo de personas sería algo así como entender que esas personas, sin duda distintas, unen sus fuerzas y sus capacidades para conseguir un mismo propósito. El título de “Orden de predicadores” indicaría que el propósito u objetivo de ese grupo de personas es la “predicación”, el anuncio, la proclamación, el dar a conocer. El título no va explícitamente más allá de un anuncio genérico, pero es claro que, si se conoce el propósito del fundador de esa Orden, su contexto histórico, y el medio eclesial en el que tiene sentido esa “Orden de predicadores”, su tarea predicadora se concretiza en el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.

Cada tres años, frailes representativos de la Orden de Predicadores se reúnen en lo que se conoce como Capítulo General. Estas reuniones son expresión del dinamismo y la permanente renovación en la que vive la Orden. De estas reuniones salen orientaciones y reflexiones. Uno de los temas recurrentes es precisamente la predicación. Porque predicar el Evangelio no es repetir una doctrina o una letra. El Evangelio es una persona viva, Jesucristo resucitado. Por otra parte, el principal objetivo de una buena predicación es hacerse entender. Y para hacerse entender hay que conocer a los destinatarios. Para conocerlos hay que escucharlos y acercarse a ellos. Como los destinatarios son distintos y son también muchos los contextos vitales y culturales en los que viven, así como los distintos problemas personales y sociales en los que están inmersos, eso de predicar no es tarea fácil. De eso fue bien consciente Santo Domingo cuando indicó a sus frailes que el estudio era un elemento esencial y fundamental para que la predicación tuviera el resultado apetecido.

La predicación, dirá uno de estos capítulos, es la prioridad de las prioridades de la Orden; y todos precisarán, de un modo u otro, que esta predicación debe realizarse teniendo en cuenta la situación cultural y existencial en la que viven hoy las personas. Por eso, los capítulos relacionaran predicación con justicia, anhelo de verdad, sensibilidad por los pobres, búsqueda de la paz, cuidado de la creación. Y también con comunidad, diálogo, renovación, adaptación, familia dominicana, globalización, espiritualidad. Cierto, la predicación no es exclusiva de ningún grupo. Todo cristiano es un predicador. Ahora bien, no cabe duda de que esta tarea propia de todo cristiano tiene en la Orden de Predicadores unas peculiaridades y matices propios. Al menos estos dos: la predicación está fecundada por la oración y el estudio; y la predicación es una tarea comunitaria que se hace desde la comunidad.

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4
May
2015
Subir al cielo a lomos de un caballo
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Uno de estos autores que ataca polémicamente a la religión, considerándola irracional, el neurocientífico Sam Harris (autor de “El fin de la fe”), ofrece este argumento: las afirmaciones de las religiones presentan un contenido que repugna directamente a la razón, como por ejemplo decir que Mahoma ascendió al cielo a lomos de un caballo alado. Ya puestos, podía haber recordado que el profeta Elías, según el Antiguo Testamento, subió al cielo sobre un carro de fuego con caballos de fuego. Traigo a colación el ejemplo aducido por S. Harris porque no sería serio que los cristianos descalificásemos esta creencia del Islam, mientras aceptamos como algo muy normal una representación literalista de Jesús subiendo al cielo en presencia de sus discípulos.

Ante argumentos de este tipo los cristianos, al menos, no tenemos que polemizar, sino más bien aceptar que algunas afirmaciones de la fe resultan “una tontería para la razón” como dice san Pablo. Hay afirmaciones de fe que sólo aceptan los creyentes. Los no creyentes no pueden aceptarlas, porque si las aceptasen serían creyentes. Estas afirmaciones, por ejemplo, la Ascensión de Jesús, no pueden probarse, pero sí pueden y deben explicarse de forma que resulten significativas y creíbles. La Ascensión, para seguir con el ejemplo, es significativa porque llena de esperanza a los creyentes, que ven realizada en este misterio la vocación de todo ser humano de entrar en Dios. Y es creíble cuando la explicamos despojándola de literalismos que distraen, y hasta alejan, del núcleo de la fe. Subir al cielo o estar a la derecha del Padre son metáforas. Ningún pastor, teólogo o exégeta serio las mantiene en su literalidad. Estas metáforas quieren indicar que Cristo resucitado ya no está ahí, ya no es de este mundo, sino que pertenece para siempre al mundo de Dios.

Por lo demás, el diálogo entre religión y cultura o entre fe y razón no se sitúa tanto al nivel de los misterios propios de la fe, sino a niveles previos, a saber, los de la existencia de Dios y su relación con el mundo. La pregunta clave de este diálogo entre fe y ciencia es la de saber si la hipótesis de un mundo dependiente de Dios es razonable. Más aún, la de saber qué explicación resulta más convincente, la atea de un mundo autónomo y autosuficiente o la teísta, que mantiene que la finitud del mundo requiere una causa última, y la creaturidad un Creador. Este diálogo de la religión con la ciencia no es posible desde posiciones dogmáticas, sino desde posiciones críticas. Situados en esta perspectiva hay que decir: la existencia de Dios no puede probarse apodícticamente, pero sí justificarse, puesto que cuenta con argumentos que la hacen verosímil.

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30
Abr
2015
Mendigos en las puertas de las Iglesias
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Una pareja concierta con el párroco los detalles de su boda. En un momento dado el párroco pregunta: ¿quieren ustedes la boda con mendigo o sin mendigo? Ante la sorpresa de los novios, el párroco explica que el mendigo que habitualmente pide en la puerta de la Iglesia, si hay una boda deja de acudir previo pago de 50 euros. Ya nadie se sorprende de ver a los mendigos en las puertas de la Iglesia. Algunos feligreses les conocen y les saludan con simpatía. Esos mendigos no aceptan comida, solo quieren dinero. Los que buscan comida van a buscarla a las puertas de los conventos. Es posible hacer muchas valoraciones de este fenómeno. Cierto, hay mucha necesidad en esta sociedad nuestra y casi todas esas personas que piden en las puertas de las Iglesias han encontrado un medio de vida, en el que se gana bastante dinero que no hay que declarar al fisco.

En esta sociedad capitalista la gente va a buscar el dinero allí donde está. Si hay personas marginadas que buscan dinero en las puertas de la Iglesia es porque la gente que allí entra tiene dinero. Esta reflexión tan obvia debería hacernos pensar. También la gente que entra en los bancos tiene dinero. Curiosamente, en las puertas de los bancos no hay mendigos. También esto debe hacernos pensar. Probablemente algunos de los que entran en la Iglesia son personas dispuestas a desprenderse, al menos de unas monedas, aunque sólo sea para que les dejen en paz. Hay otros que se desprenden buscando realizar un acto de caridad y de solidaridad. Los que entran en los bancos no están dispuestos a desprenderse. Porque si así fuera, no me cabe la menor duda de que las puertas de los bancos estarían llenas de pedigüeños.

Es muy posible que bastantes de los que entran en las Iglesias también entren en los bancos. Este dato podría llevarnos a pensar que la presencia o ausencia de mendigos no se debe tanto a las personas que entran (en la Iglesia o en el banco), sino a la amenaza latente que representa el banco. Los jefes del banco no pueden consentir que haya mendigos en las puertas de su establecimiento, porque eso sería un desdoro para la entidad. Los bancos no pueden consentir que el cliente sea molestado. Y aunque hay Iglesias en las que también hay guardianes de la puerta, en general los responsables de la Iglesia no ponen demasiados inconvenientes a la presencia de mendigos.

La gente va allí donde el dinero está, pero no basta que haya dinero para que la gente vaya. Se necesita una segunda condición: que ese dinero sea fácil de conseguir. A partir de ahí se pueden sacar algunas conclusiones sobre la presencia de mendigos en las puertas de nuestras Iglesias, incluyendo alguna reflexión sobre si nuestras Iglesias son de los pobres y para los pobres.

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27
Abr
2015
Cadenas de oración por noticias falsas
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Si recibes un correo angustioso y te dicen que lo pases a todos tus contactos, no lo hagas. Posiblemente es mentira. A todos nos han engañado alguna vez. Cuando se tocan temas sensibles, las personas tenemos una mayor tendencia a aceptarlos como verdaderos. Pero precisamente cuando se trata de temas sensibles es más importante que nunca hacer una mínima comprobación antes de darlos como buenos y, sobre todo, antes de tomar decisiones basadas en esta supuesta bondad. Las cadenas de correos pidiendo oraciones ante supuestas barbaridades, y las hay de muchos tipos, no son nuevas. Hace un tiempo circulaban correos denunciando el inminente estreno de una película escandalosa sobre Jesús de Nazaret, titulada “Cuerpo de Cristo”, película que nunca existió. Eso sí, el correo servía para dejar caer que “con Mahoma nunca se atreverían a decir una cosa así”.

Las cadenas actuales se dedican a pedir oraciones ante masacres de cristianos, recientes o inminentes, de las que curiosamente la prensa no informa. Cierto que se han cometido asesinatos inaceptables por parte de grupos radicales, de los que ha informado puntualmente la prensa. Pero no hace falta añadir a esos tristes hechos reales otros imaginarios. Anoche recibí un correo que pedía “oración urgente” porque un grupo islámico radical estaba decapitando a hombres, mujeres y niños cristianos en una ciudad de Irak. El correo añadía: “pasa el mensaje a todos tus contactos”. Para finalizar diciendo que la noticia le acababa “de llegar de la Nunciatura”. Hace una semana recibí un correo similar, en el que se decía que la noticia provenía de un fraile dominico presente sobre el terreno. Puedo asegurar al cien por cien, o al mil por mil si prefieren, que la Nunciatura en Madrid no tiene nada que ver con ese correo y esa noticia. Y el dominico me imagino que tampoco, aunque no he hecho al respecto ninguna comprobación.

Para invitar a orar no hay que buscar motivos falsos. Y para denunciar la maldad de los grupos radicales, tampoco hay que atribuirles hechos falsos. Al dar difusión a lo falso desprestigiamos la oración y, en vez de favorecer la concordia, contribuimos a nuestra propia radicalización. Por otra parte, si se recibe una noticia a través del correo electrónico de la que los medios de difusión no dicen nada, probablemente es falsa y, por tanto, lo que hay que hacer es no difundirla. Más aún, invitar al que ha enviado ese correo a informarse bien y a calmarse un poco. Porque una cosa es estar contra la violencia, otra ser buena persona y otra ser un ingenuo o un crédulo.

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23
Abr
2015
Misericordia, viga maestra que sostiene a la Iglesia
4 comentarios

El Papa acaba de publicar una bula convocando para el año 2016 a un jubileo extraordinario de la misericordia. Precisamente ahí, en el anuncio de la misericordia de Dios y en la vivencia de las obras de misericordia, se juega la Iglesia su credibilidad, o sea, el ser escuchada y respetada. Pues la misericordia es “la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia”. En la misericordia, y no en la ley o en la justicia, está la clave para entender el Evangelio de Jesús. Lo que movía a Jesús, en todas las circunstancias, era la misericordia. En ella se refleja el modo de obrar del Padre y ella es criterio para saber quienes son realmente sus hijos.

Subrayo tres de las muchas ideas que pueden encontrarse en la carta de Francisco. La primera es la relación entre el jubileo de la misericordia y el quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II. La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este evento, con el que ella iniciaba un nuevo periodo de su historia. Y de hacer siempre reales las palabras de Juan XXIII en su discurso inaugural del Concilio: la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad.

El segundo subrayado se refiere a una idea de Tomás de Aquino, recogida también por la liturgia: donde Dios manifiesta de verdad su omnipotencia es cuando usa de misericordia. La misericordia, lejos de ser un signo de debilidad, es un signo del poder de Dios. ¿Cómo es esto posible? Vale la pena recordar la explicación que ofrece Santo Tomás: “la manera de demostrar que Dios tiene el poder supremo es perdonando libremente los pecados… porque perdonando y apiadándose conduce a los hombres a la participación del bien infinito, que es el máximo efecto del poder divino”. En otras palabras: tiene poder el que logra lo que se propone. Lo que Dios quiere para todos y cada uno de sus hijos es la salvación. Perdonando los pecados consigue ese fin. Luego su poder se manifiesta cuando perdona y tiene misericordia.

Al final de la carta hay una pequeña sorpresa. La misericordia puede favorecer el diálogo interreligioso. Ella posee un valor que sobrepasa los confines de la Iglesia. En primer lugar, porque es una ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano. Por tanto, puede ser un buen lugar de encuentro con todo ser humano. Pero también porque las grandes religiones monoteístas, como el judaísmo y el islam, la consideran uno de los atributos más calificativos de Dios. Por eso, el Papa desea que este año jubilar de la misericordia “nos haga más abiertos al diálogo” para conocer esas nobles tradiciones religiosas y permita que todos los creyentes en el único Dios nos comprendamos mejor. Más aún: el Papa desea que la vivencia de la misericordia “elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación”.

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20
Abr
2015
En el cielo no hay templos
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Distinguimos entre sagrado y profano. Dentro del templo está lo sagrado, Dios y las realidades que se relacionan con Dios. Fuera del templo está lo profano, identificado muchas veces no sólo como lo que no es sagrado, sino como lo que se opone a lo sagrado. Curiosamente, la última página de la Biblia afirma que en la Jerusalén celeste, o sea, en el cielo, “no se ve ningún templo” (Ap 21,22). Si fuera cierto que dentro del templo está Dios, y fuera del templo no está, este texto del Apocalipsis nos llevaría a la absurda conclusión de que en el cielo, ese lugar dónde Dios todo lo determina, porque es “todo en todas las cosas”, no hay lugar para Él porque no hay templo.

La Escritura nos obliga a revisar nuestros criterios habituales. Es evidente que en el cielo no hay templo porque todo el cielo es un templo. En el cielo, Dios no necesita de ningún lugar especial porque ocupa todo el lugar. ¿Qué ocurre en la tierra, este espacio nuestro en el que sí hay templos? ¿Acaso Dios los necesita porque se le expulsa de los lugares profanos? ¿No será más bien que no se le reconoce? Dios está en todas partes, su presencia es onmiabarcante. No hay nada que no esté determinado por Dios. El ruido de la calle es tan eco de Dios como el silencio del monasterio. Pretender expulsar a Dios de nuestra realidad es pretender lo imposible. Son nuestros ojos cegados los que no alcanzan a ver a Dios en ella.

Unos no ven, otros no quieren ver. Las personas no religiosas no ven la presencia de Dios en la realidad. Pero, la gran desgracia es que los que se consideran creyentes tampoco ven o, mejor, no quieren ver la presencia de Dios en tantos lugares “profanos” en los que Dios está. Los que se consideran religiosos parece que sólo quieren ver a Dios en determinados espacios, en sus iglesias y en sus devociones. Pero Dios está también en tanta gente pobre, necesitada, en las realidades profanas en las que hay amor, aunque quizás no haya ritos o manifestaciones pietistas. Eso de que en el cielo no hay templo nos invita a discernir la presencia de Dios en las realidades mundanas, en lo concreto de la vida, en el trabajo de los hombres, en las protestas de los oprimidos, en las búsquedas y balbuceos de muchas personas, en el ansia de amor que algunos expresan con formas poco convencionales.

A veces pensamos el cielo como un gran templo que debería ocupar todo el espacio. El Apocalipsis dice que en el cielo no hay templo. En consecuencia, el espacio que ocupa Dios no es el sagrado, sino el profano. En el cielo todo lo profano es divino. ¿Será esta imagen del futuro una crítica del presente, de esta separación entre lugares donde pensamos que está Dios y lugares donde pensamos que no está? Jesús dijo que a Dios ya no se le iba a adorar en ningún templo, sino en espíritu y verdad. Allí donde hay espíritu, donde hay verdad, allí está Dios. Este mundo no necesita templos, sino espíritu y verdad.

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