17
Mar2014Alegato por un San José sin tópicos
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Mar
San José es una figura muy querida en la Iglesia. Son pocos los datos que tenemos sobre él. Es lógico que la piedad popular haya querido suplir estos vacíos. Y así han aparecido algunos tópicos sin mucho fundamento, que se repiten como si fueran grandes verdades. Si ahora me muestro crítico con algunos de estos tópicos es precisamente para ensalzar la figura de San José, situándola más en consonancia con los datos bíblicos y con lo que se ajusta más al ambiente en el que vivió.
Primer tópico: la edad que tenía cuando se casó. A veces, lo han presentado como un anciano para asegurar mejor la falta de relaciones sexuales con su esposa y como figura necesaria para ocultar la concepción extramatrimonial de María. Puestos a conjeturar sobre la edad hay que sostener que José y María eran dos jóvenes hebreos, con la edad más adecuada para casarse.
Otro tópico: su oficio. Decir que era carpintero, y suponer que eso implicaba ser dueño de un pequeño negocio, no parece que responda a lo que dicen los Evangelios. La palabra griega tekton, utilizada por el evangelista Mateo, es más exacto traducirla por constructor. Algunos creen que José y Jesús pudieron haber trabajado en la reconstrucción de la ciudad de Séforis. Por otra parte, Jesús no habla de carpintería, pero sí habla de las piedras de los constructores, quizás porque sabía de eso por propia experiencia. José debía ser un obrero por cuenta ajena, un pobre entre los pobres. En aquella sociedad de campesinos, dueños o arrendatarios de pequeñas tierras, había gente más pobre que ni siquiera tenía un pedazo de tierra, en ocasiones porque se habían endeudado y habían tenido que venderla. Jesús conocía por experiencia familiar la realidad de la pobreza.
Finalmente, no parece muy acorde con el ambiente de la época decir que José, junto con su esposa, habría hecho voto de virginidad. En aquella sociedad religiosa esto resultaba inconcebible. Además, ¿cómo se entiende que dos jóvenes prometidos que, por tanto, pensaban casarse, hicieran voto de virginidad? Tampoco resulta muy coherente este voto con eso que dicen algunos escritores cristianos de los primeros tiempos: que los llamados hermanos de Jesús eran hijos de José.
Resultaría más coherente con el amor que se profesaban María y José, y con la acendrada piedad de estos dos jóvenes, que una vez constatado el embarazo de María, ambos hablasen largamente. El amor que José tenía por María facilitaría que creyese la explicación de que ella no había tenido relaciones con otro varón. Y su profundo sentido religioso haría que ambos se inclinasen ante el misterio y vieran, sin comprender, la mano de Dios en este acontecimiento. Ellos, como buenos israelitas, sabían que Dios habla por medio de la historia. Y a partir de este acontecimiento, acogido con fe y sobre la base de su mutuo amor, emprendieron la difícil aventura de vivir de cara a Dios, poniéndose incondicionalmente en sus manos.
Los textos evangélicos no reproducen una sola palabra de José, el esposo de María. Se diría que presentan la figura de un hombre silencioso. Hay muchos tipos de silencio. Está el silencio de los muertos o el del que no tiene nada que decir, porque su vida está vacía. Está el silencio lleno de tristeza del desamparado, que sufre, llora y ha perdido toda esperanza. Está el silencio tenso que se establece cuando dos personas que no se aman se ven obligadas a estar en un mismo lugar. Está el silencio respetuoso ante un enfermo o ante una desgracia; el silencio lleno de amor que trasluce la mirada de los que se quieren. Y está el silencio del que escucha atentamente lo que el amado tiene que decirle. Sin duda, este último silencio es el que mejor caracteriza a José de Nazaret. Los Evangelios lo presentan como un hombre siempre presto a escuchar la voz de Dios que habla a través de los acontecimientos de su vida y de la vida de aquellos que le han sido encomendados.
Cuenta el libro del Éxodo que Yahvé se apareció a Moisés y le dijo: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos”. Ante la situación de opresión que padece el pueblo, y de la que Dios es muy consciente, ¿cuál es la postura que adopta Dios? ¿Hará acaso una llamada a la resignación? ¿Pedirá a su pueblo que acepte el sufrimiento como penitencia por sus pecados? ¡De ninguna manera! La reacción de Yahvé se parece mucho a una protesta. Y tiene dos momentos. El primero, “bajar” para librar a los suyos de la mano de los egipcios que los esclavizan. Yahvé es el que visita a su pueblo, el solidario con su pueblo. El segundo momento, complementario del primero, es conducir a su pueblo “a una tierra buena y espaciosa”, una tierra que, según dice el libro del Éxodo, “mana leche y miel”. Es la tierra de Dios, que precisamente para seguir siendo de Dios, tiene que ser una tierra de fraternidad. Y allí donde hay fraternidad hay abundancia de bienes.
Hace unos días, un amigo me manifestaba su alegría ante una noticia que acababa de leer, a saber, que el Cardenal Sandri puso como ejemplo de santidad a tres Obispos mártires por ser fieles a su opción preferencial por los pobres, el argentino Enrique Angelelli, el mexicano Juan Jesús Posadas y el salvadoreño Óscar Romero. En mi rápida respuesta le decía: Es una buena demostración de que la Iglesia es más plural de lo que algunos piensan y de que hay muchos modos de seguir a Cristo.
Cada 8 de marzo se celebra el día internacional de la mujer, recordando que en 1857 un grupo de obreras salió por las calles de Nueva York a protestar por las míseras condiciones en las que trabajaban. ¿Tiene sentido continuar celebrando el día de la mujer en pleno siglo XXI? No cabe duda de que los avances en el terreno de los derechos de la mujer han sido importantes en los últimos años. Cierto, todavía queda mucho por conseguir. Pero eso que queda por hacer resulta especialmente urgente y necesario en aquellos lugares donde no sólo la mujer, sino la mayoría de las personas, tienen carencias de todo tipo. Es claro que la mayoría de las mujeres africanas necesitan mucha ayuda, pero no solo ellas, también tantas personas que no tienen lo necesario para vivir y que se juegan la vida montándose en unas malas pateras, pensando que si pisan tierra española o europea habrán encontrado el paraíso.
El lema del mensaje cuaresmal del Papa está tomado de unas palabras de San Pablo: Cristo se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza. Estas palabras no son una descripción del modo como funciona el perverso sistema capitalista, en el que unos pocos se enriquecen a costa de la pobreza de muchos. Aquí no se dice que a Cristo le despojaron de unos bienes que se había ganado, para que otros se aprovechasen de su trabajo y de su sudor. Tampoco se dice que Cristo era una persona generosa que entregó parte de lo que tenía y se hizo un poco más pobre, para que otros pudieran hacerse un poco más ricos. Aquí no se trata de quitar a uno para que otros tengan. Así funciona el mundo. Pero la lógica de Dios, reflejada en Cristo, es totalmente distinta y, por eso, sorprende.