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Nov2008Cristazos en nombre de la Cruz
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Nov
Vergüenza ajena. Vergüenza de ser cristiano. Eso es lo que produce el lamentable incidente acaecido en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. La policía israelí ha tenido que sofocar una pelea entre clérigos y peregrinos cristianos en ese venerable lugar donde se produjo la crucifixión, enterramiento y resurrección de Jesús.
El incidente se ha producido el mismo día en que la Iglesia católica celebraba la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán. Las lecturas de la Eucaristía relativizan las piedras muertas, para resaltar la importancia de las piedras vivas, las comunidades cristianas, afincadas en el sólido fundamento de Cristo (segunda lectura), que son agua viva que fecunda y purifica las aguas salobres representadas por el mar (primera lectura). El evangelio recuerda el mal uso que puede hacerse del templo, convertido en negocio, contra el que Jesús se rebela, al tiempo que recuerda que su cuerpo es el verdadero templo. El incidente ocurrido en Jerusalén es una mala actualización del evangelio del pasado domingo. También Jesús se hubiera sentido indignado ante esta lucha a base de cristazos en nombre de una Cruz que reconcilia a los pueblos dispersos y divididos. La Cruz une, pero nuestras pasiones, pasiones religiosas incluidas, que son las peores, dividen. Pelearse en nombre de Cristo es expulsar a Cristo de este sepulcro, que a causa de la pelea dejó por unas horas de ser santo, para ser una auténtica cueva de paganos. Paganos con vestiduras, ornamentos, hábitos, que no disimulan el fondo del corazón. Cuando uno no tiene otra cosa que lucir, luce el hábito. Y cuando uno no tiene a Cristo en su corazón, se pelea en su nombre.
La Iglesia del Santo Sepulcro es un lugar de división. Lo ocurrido ayer es su manifestación extrema. Esas piedras muertas se las disputan las diferentes confesiones desde hace varios siglos. La realidad eclesial allí afincada es el signo opuesto de todo lo que allí se venera.