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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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14
Oct
2008
Sínodo o camino común
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El término sínodo (del griego syn-hodos) significa “camino común”. Se refiere a toda la comunidad de discípulos que siguen el camino de Jesús. Señala a toda la Iglesia, que es llamada a caminar conjuntamente con Cristo. Camino es una palabra que no debería apropiarse ningún grupo, porque es propia de todos y cada uno de los cristianos. En el evangelio de Marcos, los discípulos siguen a Jesús a lo largo del camino (Mc 10,52). En el cuarto evangelio, Jesús mismo es proclamado como el Camino (Jn 14,6). En los Hechos de los Apóstoles, los cristianos son calificados como seguidores del Camino (Hech 9,2).

El Sínodo de los Obispos, actualmente reunido en Roma, es una institución permanente de la Iglesia, que pretende mantener vivo el espíritu de colegialidad impulsado por el Concilio Vaticano II. Sínodo expresa la idea de caminar juntos, buscar en común, compartir experiencias. Es oportuno que los Obispos se reúnan formando Sínodo. Pero no deberíamos olvidar que también hay necesidad de buscar caminos comunes para cada Iglesia local. En algunas diócesis se han impulsado sínodos locales. Desgraciadamente, en la mayoría de los casos, con esos sínodos locales ha ocurrido lo que con muchas primeras comuniones mal preparadas, a saber, que la primera ha sido también la última. De la misma forma que el Sínodo de los Obispos se reúne cada dos o tres años, ¿no sería bueno que los Sínodos de las Iglesias locales se reunieran con cierta frecuencia, con una real representatividad de todos los creyentes, y que en ellos se pudieran tratar libremente los problemas y necesidades, las ilusiones y alegrías de cada Iglesia local? ¿Y por qué no pensar en una sinodalidad parroquial, con el párroco como animador de una Iglesia viva, en la que los fieles se conocen y participan en las decisiones que a todos conciernen? ¿No quedaría así más claro que la Iglesia somos todos y que, en ella, lo importante es la comunidad y no las presidencias? La comunidad cristiana, en sus diferentes niveles, debería ser realmente sinodal. El Espíritu Santo forma y mantiene esa comunión, ese camino común de cada Iglesia local.

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11
Oct
2008
La tortura del tatuaje
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Me escribe Concepción Merí, Licenciada en Teología y en Psicología, y me sugiere una idea “para desengrasar del Sínodo”. Como es buena, casi me aprovecho de sus propias palabras.

Llama la atención -dice Concepción- la necesidad imperiosa que sienten varones y mujeres, de todas las edades, de someter su cuerpo a torturas como la de tatuarse, poniendo en riesgo su salud física, ya que se ven expuestos a toda clase de infecciones. Incluso algunas mujeres que se han tatuado la zona lumbar, no pueden acceder a la anestesia epidural, en caso de necesitarla, ya que no pueden inyectarse sobre la tinta del tatuaje, por ser tóxica.

El tatuaje, además de una moda pasajera y nociva, es un reflejo de la disociación que provoca la cultura de la imagen. Cuando se asume que el cuerpo es vasija de lo sagrado (¡templo del Espíritu! dice san Pablo), cuando cuerpo, mente y espíritu se viven de forma unitaria, se tiende espontáneamente a cuidar el cuerpo, a no dañarlo, a no hacerlo sufrir innecesariamente. Ya la vida trae enfermedades y circunstancias que obligan a someterlo a una batería de protocolos de técnicas hospitalarias invasivas.

El verdadero culto al cuerpo proviene de saber que nos ha sido dado como herramienta transmisora de vida, para hacer el bien, que es la belleza más profunda. El verdadero significante corporal es la Vida que contiene, transmite y comparte. Y brota del interior, no de significantes en tinta sobre piel. Unos ojos sonrientes y acogedores significan aquello que no se ve, comparten la alegría de amar, esa luz del amor que se transmite al otro mirándole, acogiéndole. Tatuaje perenne y sin efectos secundarios.

Acabo con una alusión distinta al Sínodo sobre la palabra de Dios, palabra compartida en gran parte con nuestros hermanos judios, que acaban de celebrar el Yom Kipur (día del perdón, en el que Moisés recibió las segundas tablas de la ley en el monte Sinaí). De ellos hemos recibido un texto del Deuteronomio, Shema Israel, que ha inspirado una conmovedora canción de Sarit Haddad: “Cuando el corazón llora, sólo Dios escucha”. Los subtítulos están en castellano.

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9
Oct
2008
Palabra humana y divina
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Aprovechando que el Sínodo está reunido para tratar de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia, resulta oportuno recordar la dimensión humana de la Palabra de Dios escrita, o sea, de los escritos reunidos en la Biblia que leemos en nuestras celebraciones litúrgicas. Cuando decimos “palabra de Dios” solemos pensar en la Sagrada Escritura, aunque ciertamente cabría hacer algunas matizaciones: en primer lugar, la Palabra de Dios en sentido pleno es Jesucristo; y luego hay más palabra de Dios de la recogida en la Escritura. Dios habla de muchas maneras y en muchos lugares: en los pobres, en los libros sagrados de las religiones, en la conciencia personal, por poner algunos ejemplos.

Pero hoy me gustaría notar algo importante para evitar fundamentalismos y entender la necesidad que tiene la Escritura de ser interpretada y actualizada. Un ejemplo puede ayudar a comprender lo que quiero decir. Cuando leemos el texto bíblico en la liturgia, el lector comienza por decir: lectura del profeta Isaías, o del apóstol Pablo, o del evangelista Marcos. O sea: vamos a leer un texto escrito por Isaías, por Pablo, por Marcos. Por un autor humano, con unas limitaciones y posibilidades, distintas a las de otros autores humanos, con un estilo, facultades y talento propio. Al terminar la lectura, el lector dice: “Palabra de Dios”. Es importante decirlo bien, porque algunos, no sé si con un poco de ingenuidad, dicen: “esto es Palabra de Dios”. No, “esto es” materialmente palabra de un autor humano. Por tanto lo que hay que decir es: “palabra de Dios”, que significa: en esta asamblea, para los corazones bien dispuestos, a través de la palabra de Isaías, de Pablo o de Marcos, ha resonado la palabra de Dios en lenguaje humano. Porque Dios se sirve de autores humanos para decir su palabra. Por eso, su palabra se expresa en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, del mismo modo que la Palabra del eterno Padre, o sea, Jesucristo, asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres. ¡Maravillosa pedagogía divina!

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7
Oct
2008
Influencia destructiva de la cultura
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Hay coincidencias que hacen pensar. Ayer dos clérigos distantes hicieron un comentario similar a uno de los párrafos de la homilía de Benedicto XVI al inaugurar el Sínodo de los Obispos. A uno se lo escuché por teléfono por la mañana. Al otro por la tarde en la homilía de una Eucaristía a la que tuve ocasión de asistir. La homilía consistió en un resumen, en ocasiones literal, de la que el domingo hizo el Papa. Pues bien, al llegar al siguiente párrafo: “Naciones que en un tiempo tenían una gran riqueza de fe y vocaciones ahora están perdiendo su identidad, bajo la influencia deletérea  y destructiva de una cierta cultura moderna”, el predicador dejó de leer y empezó a hablar por sí mismo, como si de pronto se hubiera dado cuenta de que lo que leía necesitaba alguna precisión. Y vino a decir lo mismo que el interlocutor de la mañana, a saber: que en esta pérdida de la fe y de vocaciones, los cristianos, y más en concreto los dirigentes de la Iglesia, teníamos que preguntarnos por nuestra responsabilidad y dejar de echar las culpas a la cultura.

Ya el Concilio se refirió a que una deficiente exposición de la doctrina y la incoherencia de vida de los creyentes podía ser una de las causas del ateismo. Inadecuada exposición de la doctrina: presentar un Dios exigente, un Dios que “ha tenido que recurrir al castigo” (para emplear una expresión de la homilía papal), puede parecer en ocasiones necesario para defender la fe, pero deberíamos también preguntarnos si así no destruimos la esperanza. Y ya que estamos en un Sínodo de Obispos, no está de más recordar lo que decía el Vaticano II, a saber, que “los pastores exponen al mundo el rostro de la Iglesia, que es el que sirve a los hombres para juzgar la verdadera eficacia del mensaje cristiano”. El rostro de la Iglesia: el de una Iglesia pobre, en la que sus pastores no están cerca de los poderosos y grandes de este mundo, y no buscan prestigios mundanos, sino de los pequeños a los que buscan servir.

Que bueno sería si el Sínodo estimulase a buscar a este Dios que se revela en Jesús, el Dios de los necesitados, cercano a los pecadores, un Dios que es Amor, sólo amor y nada más que amor. Y que, al final, su único criterio de juicio será el amor. El amor que nosotros hemos dado, pero también el amor que Él nos tiene.

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5
Oct
2008
Sínodo sobre la Palabra de Dios
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Comienza hoy en Roma una reunión de Obispos de todo el mundo, con la presencia de algunos expertos y otros invitados, llamada Sínodo, que reflexionará sobre la Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia. Aprovechando este acontecimiento dedicaré en los próximos días alguno de estos breves artículos a aspectos relacionados con el acontecimiento sinodal.

Como aperitivo no estaría mal recordar que uno de los documentos más importantes del Concilio Vaticano II, que suscitó apasionadas discusiones, estuvo dedicado al tema de la Palabra de Dios. El Concilio subrayó que la Palabra de Dios no es un conjunto de fórmulas o de enseñanzas más o menos misteriosas, sino el modo cómo Dios va al encuentro del ser humano estableciendo con él un diálogo de amor, por medio de Cristo, la Palabra hecha carne. En la revelación, dice el Concilio, “Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como a amigos (Cf. Ex 33,11; Jn 15,14-15), trata con ellos (cf. Bar 3,38) para invitarlos y recibirlos en su compañía”. Son significativos los textos bíblicos en los que se apoya esta afirmación, a saber, Ex 33,11: “Yahvé hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo”; y Jn 15,14-15:  “vosotros sois mis amigos”.

El Vaticano II dejó claro que la Iglesia sólo después de haber escuchado atentamente la Palabra de Dios puede proclamarla, que toda ella está a la escucha y servicio de la Palabra, y que el Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio. Esta Palabra, además no es una palabra del pasado: “Dios sigue conversando siempre con la Esposa de su Hijo amado”. Es de esperar que el Sínodo esté a la altura de estas fórmulas felices y sea un estímulo para que los cristianos (incluidos presbíteros, catequistas y profesores de religión) conozcamos mejor y nos acerquemos con más frecuencia a la Sagrada Escritura, que contiene hoy para nosotros la Palabra de Dios. En este sentido queda todavía mucho camino por recorrer.

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2
Oct
2008
En el cielo el abuelo cuida del canario
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La niña lloraba desconsoladamente. Su madre no lograba calmarla. Había muerto el canario, ese pájaro al que con tanto cariño había cuidado, con el que tanto se había entretenido. De pronto, a la madre, se le ocurrió decirle a la niña: “¿recuerdas que en distintas ocasiones te he dicho que el abuelo estaba en el cielo? Pues bien, en el cielo el abuelo cuidará del canario”. De pronto la niña dejó de llorar. Sonrió. Quedó satisfecha pensando que su canario vivía y que alguien en quien se podía confiar se ocupaba de él.

La madre estuvo acertada con su respuesta. Porque el mundo natural está llamado a participar en la consumación del reino de Dios. Ese mundo formado por criaturas que valen por sí mismas y en las que Dios se complace. Criaturas en las que, a su modo, se hace presente el Espíritu Santo, el Aliento de Dios que sostiene todas las cosas en el ser. Por otra parte, la relación de una persona con un animal o con los objetos de su mundo cultural libera para una mayor alegría vital, para una mayor confianza y amor, para un trato más sensible con la realidad. Y todo esto no es indiferente para el Reino de Dios. No podemos saber ahora cómo será la relación de cada persona en su estado perfecto con animales, plantas o cosas. Pero sí sabemos que en la medida en que respetamos y amamos la naturaleza, estamos respetando y amando el desbordamiento de la vida divina, y esta experiencia constituye una faceta de la riqueza inagotable del amor de Dios y un aspecto de la identidad definitivamente lograda y feliz del ser humano.

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29
Sep
2008
Extraño poder
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En la Eucaristía de este pasado domingo la oración colecta (esa primera oración, que se llama colecta precisamente porque “recoge” los sentimientos de la asamblea y los presenta unificados a Dios) decía algo sorprendente: “Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia”. ¿Qué extraño poder es este, que se manifiesta en el perdón y la misericordia? ¿No estamos más bien ante signos de debilidad? El poder en este mundo toma formas opresoras, la fuerza es su principal manifestación.

El poder de Dios no sólo resulta sorprendente, además muestra el verdadero camino del poder. Tiene poder el que consigue lo que quiere, el que logra sus objetivos. Los grandes de este mundo, con toda su fuerza y todo su dinero, a veces no consiguen lo que quieren, sólo logran destruir. Dios consigue lo que pretende. ¿Qué es lo que Dios quiere? La salvación de todos y cada uno de los seres humanos. Precisamente perdonando los pecados y teniendo misericordia de todos, Dios conduce a los seres humanos a la salvación, que es el máximo efecto del poder divino. Así Dios consigue el fin que se ha propuesto para el ser humano. Luego su poder se manifiesta en el perdón y la misericordia.

Tenemos ahí un criterio para el comportamiento de la Iglesia y de cada creyente: muchas veces logramos más cediendo que exigiendo, perdonando que reclamando, con comprensión que con intransigencia, con misericordia que con severidad. Al hacerlo así no sólo conseguimos mejor lo que queremos; hacemos algo más importante todavía: asemejamos nuestro poder al divino.

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27
Sep
2008
Aborto/aporto
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En el último número de la revista Vida Nueva aparece una viñeta del humorista Quique. Su personaje, Tico, es interpelado por alguien que le dice: “No me digas que no estás en contra de las medidas que el Gobierno quiere imponer sobre el aborto”. Tico responde: “Si entramos en valoraciones, más que la palabra aborto…, a mi me gusta la palabra aporto. Yo aporto esto, yo aporto lo otro”. Quique ha dado en el clavo y ha dicho, en clave de humor sapiencial, que el único modo serio de estar en desacuerdo con determinadas leyes no es criticarlas, sino ofrecer alternativas y soluciones reales al problema que ellas quieren afrontar de forma a veces discutible y, a veces, contraria a los principios cristianos.

El periódico Las Provincias del pasado viernes ofrece una noticia que va en línea con eso de ofrecer soluciones: El Consell valenciano ha presentado una serie de medidas para fomentar la maternidad: ayudas económicas a embarazadas que carezcan de recursos; una red de familias que ofrecerá desinteresadamente un hogar a las embarazadas que carezcan de él; un plan para favorecer la integración laboral de las embarazadas y otro tipo de ayudas a las familias. Por ahí vamos bien. A mí algunas políticas del Gobierno de la Generalitat valenciana, en materia educativa por ejemplo, que sólo buscan molestar al Gobierno de la nación, me parecen fuera de lugar. Pero con esta medida de apoyo a las mujeres embarazadas considero que han acertado. Así se fomenta la esperanza.

Una madre embarazada quizás es dueña de su cuerpo, pero me parece evidente que no es dueña de lo que en su cuerpo se ha depositado, a saber, una vida humana distinta a la suya. Más que dueña es guardiana. Pero, en ocasiones, hay guardianes que se encuentran en situación desesperada. Darles esperanza no es decir hermosas palabras y, mucho menos, condenar o amenazar. Dar esperanza es ofrecer soluciones.

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23
Sep
2008
Al Cesar lo que es del Cesar
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Un compañero me ha enviado una entrevista a Carlos Dívar, el que va a ser nuevo presidente del Consejo General del Poder Judicial, publicada en la Revista Alba. He buscado en internet para ofrecerles el enlace, sin resultado. Pero como la persona que me la envía merece toda confianza, la doy por buena y auténtica. En la entrevista Carlos Dívar se confiesa abiertamente católico, miembro de la Adoración Nocturna y congregante mariano. Y llega a decir: “el amor de Dios, que es el que ha dirigido toda mi vida, nunca puede quedarse en casa. Tengo que actuar conforme a mi conciencia. No puedo dejar de creer por tener un cargo público. Mi vida es una unidad. Antes de abandonar a Dios, abandonaría mi trabajo”. Palabras que le honran. Pero estas palabras no dicen nada ni a favor ni en contra de su labor como jurista. Es de suponer que si acepta el cargo, lo hará consciente de que su principal labor es aplicar las leyes de la nación española, leyes que tienen su origen en el Parlamento, conforme a la separación de poderes que rige en España.

No sería bueno que sus argumentos jurídicos estuvieran apoyados en referencias religiosas. Estoy convencido de que no será así. Porque los órganos superiores de justicia están al servicio de todos los ciudadanos, no sólo de los ciudadanos católicos. Y deben legislar buscando lo mejor para todos, aunque a veces esto que parece lo mejor desde el punto de vista político y jurídico no sea lo mejor desde el punto de vista de la moral católica. Otra cosa sería que pretendieran imponer a algunos ciudadanos deberes que están en contra de su conciencia. Aquí no está de más recordar el principio empleado por Benedicto XVI en Francia de dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Alegrémonos, pues, del nombramiento de una persona honrada, que no oculta sus convicciones, pero no esperemos de ella planteamientos que favorezcan una determinada política eclesial. Porque la política eclesial también es política y como tal política debe ser tratada.

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21
Sep
2008
La voluntad de Dios
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Un antiguo alumno me pide una respuesta a la siguiente pregunta: ¿la voluntad de Dios es algo previsto para nosotros y nosotras desde toda la eternidad, o no está establecida y debemos buscar cada día lo que Dios quiere en este momento de la historia? La pregunta toca un aspecto que a muchos preocupa, a saber, cuál es la voluntad de Dios sobre lo concreto de mi vida. Algunos entienden que esa voluntad coincide bien con lo que dice un determinado superior eclesiástico (el catequista o el confesor me orientan sobre los hijos que debo tener) o bien con lo que de forma inesperada acontece (me han echado del trabajo; será porque ese trabajo no me conviene o porque Dios quiere que aprenda a vivir en la pobreza). Esta es una mala manera de entender la voluntad de Dios.

Reproduzco la respuesta que di a mi ex alumno, por si puede servir o provocar a otros: Si vemos las cosas desde nuestro punto de vista, que es el único que conocemos; y si además Dios se relaciona personalmente con nosotros, lo que supone respetar nuestra libertad, entonces hay que decir que no nos condiciona; en Dios hay algo que se corresponde con nuestra temporalidad, lo que hace posible una auténtica relación libre. Hay quien dice que Dios no conoce los futuros contingentes y, por tanto, conoce probabilísticamente, con una finura infinitamente superior a la nuestra, pero probabilística. Nosotros, por nuestra parte, sólo conocemos la voluntad de Dios de un modo general. Sabemos que Dios quiere siempre el bien. Pero cuál es el mejor bien en cada situación tenemos que buscarlo a partir de los datos de los que disponemos. Y es posible que puedan darse distintas respuestas en función de la interpretación que unos y otros hacemos de los datos disponibles. No sabemos en concreto cuál es la voluntad de Dios. Sólo lo sabemos de forma general: Dios quiere el bien. Cuando actuamos en función del bien, entonces cumplimos la voluntad de Dios. Pero cuál es el bien concreto que Dios quiere, lo que Dios haría en mi situación, eso no lo sabemos; el bien hecho realidad concreta es decisión y responsabilidad nuestra.

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