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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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17
Sep
2008
Nadie está de más en la Iglesia
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El balance de la visita del Papa a Francia puede considerarse satisfactorio. Una de las cosas que más ha interesado en círculos católicos españoles es el concepto de laicidad positiva del Presidente Sarkozy. Se ha dicho que en España más que una laicidad positiva, respetuosa con la Iglesia, tenemos una laicidad beligerante. Sin embargo, la situación de la Iglesia católica en Francia es mucho menos boyante que en España y el concepto de laicidad positiva está pensando sobre todo para contentar al Islam.

El discurso a los obispos franceses, ha sido, para algunos, el más conservador. Según el vaticanista Ignazio Ingrao esta “severa” intervención “ha tenido el efecto de una ducha de agua fría” y su impacto llegará más allá del ámbito de la Iglesia de Francia. En este discurso el Papa ha pasado revista a las dificultades de la Iglesia francesa. Ha reafirmado la necesidad de ofrecer una catequesis con contenidos; ha dicho que en el diálogo interreligioso no basta la buena voluntad, sino que hay “llegar al testimonio y al anuncio de la misma fe”; ha recordado que el matrimonio y la familia se encuentran ante “verdaderas borrascas” y manifestado sus reservas sobre la situación de los divorciados vueltos a casar.

Sin duda, lo más polémico ha sido la defensa del uso del antiguo rito de la Misa en latín: “ya se han dejado ver los frutos de estas nuevas disposiciones”, ha dicho el Papa. No hay que olvidar que en Francia Monseñor Lefebre tiene bastantes partidarios. La Santa Sede ha hecho esfuerzos, hasta ahora inútiles, para reintegrarlos en la plena comunión católica. El tema de la Misa en latín ha sido un intento de acercamiento con los simpatizantes de esas posiciones. El Papa, a modo de justificación del uso actual del rito latino, dice: “Nadie está de más en la Iglesia. Todos, sin excepción, han de poder sentirse en ella como en su casa, y nunca rechazados”. Uno desearía que estas hermosas palabras se aplicasen en todas las direcciones. Para los unos y para los otros.

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15
Sep
2008
¿Aparición de la Virgen o visión de Bernardette?
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Con ocasión de la visita del Papa a Lourdes me han preguntado si “realmente” la Virgen se apareció a Bernardette. Quizás sea un asunto menor, pero ofrezco alguna aclaración dada la sensibilidad que muchas personas manifiestan ante este tipo de hechos. Vaya por delante mi convicción de que los santuarios de Lourdes y Fátima son lugares serios de oración, que pueden ayudar a los que allí van a una necesaria renovación espiritual. Pero la cuestión es otra: ¿se apareció o no allí la Virgen? Tomás de Aquino se hace una pregunta parecida a propósito de la Eucaristía, motivada por alguna situación que debía darse en su tiempo, a saber, que algunos afirmaban haber visto en el sacramento carne o un niño. Tomás (Suma III,76,8) responde que en tales casos los ojos de los videntes quedan impresionados subjetivamente como si efectivamente viesen de manera objetiva carne, sangre o un niño, pero en realidad no ocurre ningún cambio ni mutación en las especies sacramentales.

De forma parecida conviene distinguir, como ya hizo Benedicto XIV, hace más de 200 años, entre aparición y visión. Aparición es un hecho objetivo que se produce fuera de nosotros y que todos pueden ver. La visión sólo la ve el vidente o los videntes, pues las hay que pueden darse en varios videntes. Así debió ocurrir en Fátima cuando se cuenta que más de 500 personas vieron girar el sol, cosa que ningún observador astronómico detectó ni nadie vio fuera de allí. En caso de que se hubiera tratado de un “hecho objetivo” todo el sistema solar se hubiera visto afectado. Esta distinción entre aparición y visión nos permite afirmar que la Virgen no se apareció sino que, a lo sumo, Bernardette tuvo una visión subjetiva. Más aún, siguiendo el Catecismo (n. 67) tenemos que decir que el mensaje contenido en las visiones no pertenece al depósito de la fe, aunque puede ayudar a algunos a vivirla mejor. Estos mensajes precisan siempre de un criterio de discernimiento, y este criterio es el Evangelio. Con el Evangelio lo tenemos todo dicho y no necesitamos ninguna otra palabra.

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13
Sep
2008
Raíces de la cultura europea
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De entre los discursos que está deparando el viaje del Papa a Francia me gustaría resaltar el ofrecido al mundo de la cultura. Este discurso, sobre las raíces de la cultura en Europa, hay que situarlo en el marco de los dos acontecimientos eclesiales a los que me referí en un artículo anterior: el Sínodo sobre la Palabra de Dios y el año paulino. En efecto, tras recordar que los monasterios fueron en Europa los grandes guardianes de la cultura, el Papa nota que la intención profunda de los monjes no era crear cultura, sino buscar a Dios. Pero precisamente esta búsqueda de Dios fue también creadora de cultura. Pues los monjes sabían que en los libros de las Sagradas Escrituras, la Palabra de Dios estaba al alcance de todos. Por tanto, si en el texto bíblico la Palabra de Dios viene a nuestro encuentro, será necesario saber leer la lengua humana en la que Dios se expresa. Saber leer es algo más que leer, exige interpretar, conocer la mentalidad y modos de hablar de los autores bíblicos. La interpretación es necesaria para no caer en fundamentalismos, resultado de lecturas literalistas. La búsqueda de Dios exige cultura de la palabra. El deseo de penetrar en este libro, para llegar a la Palabra divina que encontramos a través de las palabras humanas, he ahí una de las bases de nuestra cultura.

El Papa se refiere a otros aspectos de la Palabra bíblica. Uno importante es su dimensión comunitaria. La Palabra abre a la búsqueda de Dios, pero es una Palabra que mira a la comunidad, introduce en la comunión de cuantos caminan en la fe. Otro aspecto importante, relacionado con la comunidad, es que la Palabra no sólo habla de Dios, sino que nos enseña a hablar con Dios. Para orar con esta Palabra, dice el Papa, se requiere la música. Tras citar dos himnos de raíces bíblicas, el Gloria y el Sanctus, afirma: “la liturgia cristiana es invitación a cantar con los ángeles y dirigir así la palabra a su destino más alto”. De este canto, que nace en los monasterios, provocado por la Palabra de Dios, dice Benedicto XVI: “De esta exigencia intrínseca de hablar y cantar a Dios con las palabras dadas por Él mismo nació la gran música occidental”.

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9
Sep
2008
Nada se para, nada se destruye
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Hay momentos en que parece que todo se para y todo se destruye. Cuando muere una persona el tiempo se ha parado definitivamente para ella y parece que, por momentos, también se detiene para quienes la querían. Sin embargo, los creyentes en Cristo muerto y resucitado saben que hay alguien para quien el tiempo nunca se detiene, pues no sólo es el Señor de la vida, es también el dueño de las horas y el que dispone de todos los tiempos. Dios es eterno en el sentido de que no hay tiempo alguno, ni lo habrá en el futuro, en el que Dios no exista. Pero no es intemporal en el sentido de que carezca de relación con el tiempo. Al contrario, Dios es temporal porque se relaciona personalmente con nosotros, necesitados de tiempo para existir. Es esta relación personal la que da todo su sentido a la esperanza cristiana. Con Dios nunca se para nada, porque en él los tiempos y las cosas adquieren una nueva dimensión. Con el Dios de Jesús nada termina y nada se pierde. Sólo se transforma.

Comentaba con una bióloga, que trabaja en una prestigiosa institución, estas dos ideas: una, que la muerte más que el final, en realidad es un no saber, es lo desconocido; y otra, que para el cristiano, la vida no termina, se transforma. Y me encontré con esta sorprendente respuesta: “la energía no la crea el ser humano, ni la puede destruir. El ser humano sólo consigue transformar la energía en formas diferentes. De este modo, la vida podría ser un estado energético especial, que daría lugar a un cambio energético llamado por nosotros muerte, distinto a lo que conocemos y del que no sabemos nada, hoy por hoy”. Reflexión interesante que, si bien, no prueba nada (pues la subsistencia de la energía no es lo mismo que la subsistencia personal), da que pensar y, sobre todo, parece coherente con la fe cristiana.

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5
Sep
2008
Depresiones clericales
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Los pecados del clero, clero en sentido amplio (curas, frailes, monjas), son muchos. Dígase lo mismo de sus problemas. Según el Cardenal Martini la envidia, la calumnia y la vanidad son pecados muy comunes entre los eclesiásticos. Recientemente una persona se sorprendía de haberse encontrado (por motivos profesionales) con sacerdotes, frailes y monjas que necesitaban tomar medicación antidepresiva. No lograba entenderlo. Pensaba que Dios era más que suficiente para colmar su vida. Me lanzó la pregunta: ¿por qué toman medicación?

En mi respuesta no negaba la realidad. Simplemente la situaba: en todas partes hay de todo, los cristianos tenemos los mismos problemas que los demás. A mi me cuesta entender la mentalidad subyacente en esa frecuente petición a las monjas de clausura: “ustedes que están más cerca de Dios, recen por ese problema”. ¿Más cerca de Dios? Es Dios el que está cerca de cada uno, más íntimo a nosotros que nuestra propia intimidad. Y rezar es asunto de todos.

Pero volviendo a las depresiones clericales, sigo con la respuesta que di a esta persona: el tener trabajo ayuda mucho y evita depresiones. Yo no me deprimo porque no tengo tiempo. La vida no es fácil para nadie. Cierto, Dios es una gran ayuda para los que a él se acogen, él llena de bienes el corazón humano. Pero a Dios siempre le alcanzamos a través de mediaciones, a través de los hermanos, de la comunidad, del trabajo, de la propia psicología, de las manías y afectos personales, del estudio, de la oración, de la predicación, de las catequesis, de hacer el bien, del ayudar a los pobres, de tantas cosas humanas y limitadas. Si además de ser limitadas no se cuidan, o se abandonan, o incluso viviéndolas bien sobreviene un disgusto inesperado (la enfermedad o fallecimiento de un familiar) no es extraño que uno se sienta perdido o vacío y pueda aparecer la depresión.

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1
Sep
2008
La carrera continúa
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Para caracterizar la vida cristiana san Pablo utiliza el símil de la carrera. Una carrera en la que todos pueden ganar, y en la que el premio es la meta misma: conocer a Cristo y el poder de su resurrección (cf. Flp 3,10-16). En las carreras de larga distancia es necesario que haya etapas. Esta imagen, carrera con etapas, resulta oportuna ahora que vamos a comenzar un “nuevo curso”, porque de algún modo indica que seguimos por un camino ya trazado y bien comenzado: “desde el punto a donde hayamos llegado, sigamos en la misma dirección” (Flp 3,16). Pero la carrera por etapas indica también que en el camino nos trazamos nuevas metas parciales, que nos confirman que estamos en el buen camino, nos muestran que vamos avanzando y nos estimulan a mantener un buen ritmo en lo que resta de carrera.

A nivel eclesial, en este nuevo curso, nos vamos a encontrar con dos etapas, dos acontecimientos que no convendría que pasasen desapercibidos. Uno la celebración de la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre “la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”, durante el mes de octubre. El otro lo celebraremos durante todo el curso. Se trata del año paulino, que Benedicto XVI inauguró el pasado 28 de junio. Los dos son una buena ocasión para cobrar conciencia de la importancia de un buen conocimiento, serio y crítico, de la Sagrada Escritura, que evite fundamentalismos; y para aprender a distinguir el mensaje salvífico que se encuentra en la Escritura de las estilos literarios con los que se expresa.

Ambos acontecimientos son también una ocasión para profundizar en los grandes temas bíblicos y así fundamentar la vida espiritual en un buen conocimiento de la Escritura. La piedad no es criterio de lectura de la Escritura, es la Escritura la que debe orientar nuestra piedad. A veces me encuentro con personas que dicen: “a mi este texto me dice”, o “yo lo veo así”. Y está muy bien eso de que el texto nos diga algo. Pero si eso que nos dice no se corresponde con lo que el texto dice, o al menos, con algo de lo que en el texto se encuentra, pasamos de largo por lo que dice la Palabra de Dios y nos guiamos por nuestra imaginación, tantas veces engañada. Ya decía San Agustín: “óptimo ministro tuyo es el que no atiende tanto a oír de ti lo que él quisiera cuanto a querer aquello que de ti oyere” (Confesiones, X, 26,37).

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29
Ago
2008
Creer en ateo
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Un enamorado del Misterio Trinitario muy atento a lo que dicen los hermanos ateos; hermanos sí, porque todos somos hijos del mismo Padre; muy atento sí, porque en los diferentes colores y diferentes frutos, en las características propias de cada uno, es posible descubrir la misma tierra de fondo que a todos da la vida y a todos alimenta. Con estas palabras pretendo aproximarme a la gran labor teológica de Sebastián Fuster y presentar su último libro que, según él mismo indica es una “carta abierta” a sus compañeros de ruta, la ruta de los que buscan y buscan la Verdad. El título: Creer en ateo. Ateos y creyentes mano a mano. Lo acaba de publicar la editorial Edibesa.

Sebastián Fuster ha tenido la delicadeza de obsequiarme un ejemplar. La emotiva dedicatoria personal la guardo para mi. Pero en su dedicatoria genérica (por llamarla de algún modo) se puede leer: ”No pretendo ni probar nada ni convencer a nadie y menos todavía discutir o izar banderas. Las imposiciones no encuentran sitio en el mundo de los caminantes libres… Confieso haber tomado lección de quienes no piensan como yo. Saber escuchar es una asignatura que me costó aprender. Jubilado, y todavía no la manejo bien”.

Creer en ateo. Sugerente título. Porque los que no creen, también creen. Creen en muchas cosas, pero al menos creen que Dios no existe: “creo” que no existe. Porque probar, lo que se dice probar, ¡lo mejor de la vida desborda todas las pruebas y todos los laboratorios! Y los que dicen creer, a veces necesitan purificar su fe para no convertirla en fanatismo. El gran problema “no es la religión sino el fanatismo”, dice Fuster citando a Amós Oz. Creer en ateo. Porque la fe no es una seguridad obcecada y servil, sino conciencia de lo que no sabemos, confianza en lo que nos supera, convicción perseverante y fecunda. La fe no es la guarda celosa de la verdad, sino búsqueda de la verdad donde quiera que esté, sabiendo que siempre nos desborda, convencidos de que nadie tiene la exclusiva, de que todos tienen algo que aportar. Por eso el creyente es mujer/varón de diálogo. Y si no, es otra cosa, fanático quizás.

Gracias, Fuster, por tu libro, tus clases, tu vida, tu ejemplo, tus palabras cercanas. Gracias, maestro, profesor, hermano, amigo.

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27
Ago
2008
De la abundancia del corazón
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Es significativo leer juntas las portadas de ABC y de El Mundo del pasado martes, día 26: “(El Ministerio de) Fomento inspeccionó a Spanair cien veces sin el más mínimo problema”, titula ABC. “Fomento sólo hizo cien inspecciones a 75.000 vuelos de Spanair en 2008”, dice por su parte El Mundo. No se trata de la botella medio llena o medio vacía. Se trata de que los intereses condicionan el tipo de información y el modo de ofrecerla. A veces el interés condiciona el conocimiento mismo, pero en la forma de titular de estos periódicos el interés condiciona la presentación del mismo dato, para que los lectores, en un caso, se hagan una idea positiva de la compañía aérea, y en otro y con el mismo dato se hagan una idea muy negativa.

Jesús decía que de la abundancia del corazón habla la boca. Nuestras palabras son un reflejo de lo que llevamos en el corazón, ese lugar de donde brotan los buenos deseos, pero también lo peor de nosotros mismos. ¿Cuántas veces no hemos utilizado informaciones neutrales e incluso buenas sobre una persona para retorcerlas y dejarla en muy mal lugar? ¡Mentimos, dañamos, y hasta pensamos que decimos la verdad! Nuestro egoísmo nos ciega.

En el prólogo de su libro sobre Jesús, Benedicto XVI dijo dos cosas muy inteligentes. Una, que su libro no debía considerarse un escrito del Magisterio. Otra, consecuencia de la primera: que el libro podía ser criticado. Pero, una vez dicho eso, pedía una lectura benevolente, unos ojos que leyeran con simpatía. Lo que el Papa pide para sí vale para todos. En todos los terrenos. Sin duda todos actuamos condicionados, no hay una mirada humana totalmente exenta de intereses. Eso puede ser bueno: nos ayuda a mirar a las personas con ojos misericordiosos. Pero puede ser malo: puede hacer que las miremos como objetos para nuestra utilidad egoísta. Si de la abundancia del corazón habla la boca, tarea permanente de quién quiere identificarse con el autor de esta frase es la purificación del corazón.

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23
Ago
2008
Apariencias que engañan
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Las apariencias seducen y engañan. Cuando engañan, algunas son más peligrosas que otras. Hay mucha apariencia, mucha falsedad, muchas ganas de que los demás piensen lo que en realidad no es, y eso en todos los terrenos, el político, el social, el económico. También en el eclesial. Y en el personal.

En estas Olimpiadas hemos sabido de apariencias que buscaban “mejorar” la realidad: la niña que cantaba el himno a la Patria en el acto inaugural, mientras salía al estadio la delegación china, prestaba su cuerpo, porque la voz era de otra niña oculta, cuyo físico no era el adecuado para dar la imagen pretendida por el Gobierno de Pekín. Y los 52 niños y niñas que representaban a las distintas etnias chinas eran actores, casi todos de la etnia mayoritaria.

Una apariencia no muy conocida que me contó una monja que ha trabajado con presos dentro de la cárcel: esas oraciones a San Judas Tadeo o al Espíritu Santo que, con cierta frecuencia, aparecen en los anuncios clasificados de los periódicos, son mensajes en clave que se envían los presos entre ellos y/o con sus contactos en el exterior. No sé qué es preferible, que se trate de mensajes cifrados o de anuncios propios de gente crédula, que desvirtúa la religión y la confunde con la magia. En uno u otro caso, malas apariencias.

También es cierto que el descubrimiento de que lo real puede ser distinto a lo que aparece, ha dado lugar a importantes disquisiciones filosóficas. Ha sido también un estímulo para los avances científicos. Pero sin ir tan lejos o quizás yendo más lejos aún, los cristianos estamos llamados a vivir en la verdad. Vivir en la verdad compromete, pues implica fundamentar la vida en valores auténticos, más allá de componendas. Vivir en la verdad exige paciencia y constancia, porque la verdad hay que conquistarla cada día. Desgraciadamente, a veces tengo la impresión de que a muchos niveles falta voluntad de verdad.

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20
Ago
2008
Llorar
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"El campeón olímpico de 110 vallas sufrió una lesión que sumió a China, literalmente, en un mar de lágrimas" (Titular de prensa). Estos días, en las Olimpiadas, se ha llorado mucho, por ganar y por perder. Pero hay otras lágrimas.

Este verano he visto llorar a un hombre. Aparentemente la vida le sonríe, mucha gente le rodea y hasta le admira. Sin embargo, lloraba desconsolado. Me decía: mi vida está vacía. No tengo amigos. No tengo amor. Sólo tengo dinero. No supé qué decir. Murmuré algo así: Tienes a Dios. Da tu dinero, ese "dinero injusto" del que habla el Evangelio (aunque humanamente sea dinero muy legítimo) que sirve para "hacerse con amigos" (Lc 16,9). Da tu dinero y encontrarás a Dios. Date a tí mismo y lo encontrarás. Él te está diciendo algo. Estas lágrimas son un signo de su presencia. De su amor.

Este verano he visto llorar a un joven. Me decía que no tenía trabajo, que la vida no vale la pena. Que si no sirves para nada, la vida no vale nada. Había perdido la esperanza. Tampoco supe qué decir. Murmuré algo así: la vida vale por sí misma. Pero a lo mejor no se trataba de decir nada, sino de escuchar, comprender, acompañar. Con dinero y sin dinero la gente llora. No de la misma manera, pero llora. El llorar no sólo nos distingue de los animales. Nos hace entrar en nuestro interior. Nos hace humanos. ¡Ojalá también nos saque de nosotros para ir al encuentro de los otros y del Otro!

Jesús también lloró. Lloró por su amigo Lázaro. Era un hombre sensible. Se conmovía ante la miseria, pobreza y necesidad de la gente. Padecía con los padecimientos y miserias de los demás. Las lágrimas de Jesús y sus sentimientos entrañablemente maternos son un reflejo de las lágrimas de Dios. Dios también llora a través de nuestras lágrimas. Seguro que durante este verano, ha llorado mucho al ver a tanta gente desesperada que se embarca en frágiles embarcaciones para llegar a un mundo que no les recibirá precisamente con los brazos abiertos. Eso si es que llegan vivos. Que en las lágrimas de esos africanos veamos las lágrimas de Dios que esperan nuestro consuelo.

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