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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

17
Oct
2008

El criterio es leer bien

1 comentarios

Escena que todavía ocurre en algunas Iglesias: cuando llega la hora de leer la Palabra de Dios, el celebrante pide a alguno de los asistentes que salga para leer; suele salir alguna persona de buena voluntad que, además de no haberse preparado la lectura, no lee con la suficiente claridad ni soltura. La misma escena desde otra perspectiva: en algún monasterio de religiosas se presentan unas personas para asistir a la Eucaristía; la encargada de la liturgia, buscando complacer a esas personas, les invita a hacer las lecturas de la Palabra de Dios, arriesgándose a que no lean bien. Otra variante: en una boda, en un bautizo, o en actos similares, para que se sientan más protagonistas, se invita a hacer las lecturas a un amigo o a un familiar cercano a quienes reciben o celebran el sacramento.

La lectura de la Palabra de Dios no es la ocasión para lucirse, ni es algo que pueda encomendarse a personas de buena voluntad, ni es la ocasión para que alguno o alguna se sienta más protagonista de la celebración. La lectura es un momento fundamental, porque a través de la lectura llega la Palabra de Dios a los que participan en la liturgia. Si el lector lee mal, entonces la Palabra de Dios o no llega o se comprende mal, además de resultar aburrida y sin sentido. Por eso es importante encomendar este oficio, este ministerio, a quienes puedan hacerlo bien. El criterio no es la buena voluntad, la mayor piedad, la amistad. El criterio es leer bien. Si no leemos bien obstaculizamos la llegada de la Palabra. Este ministerio no se puede improvisar. Por eso es importante que en nuestras comunidades y parroquias se preparen buenos lectores. De la misma forma que a nadie se le ocurre encomendar la dirección de los cantos a uno que no sepa algo de música, también la lectura requiere un lector capacitado. El que todos los participantes merezcan un gran respeto no significa que todos estén preparados para hacer cualquier cosa. Está en juego la dignidad de la celebración y la recepción de la Palabra.

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marcelino
18 de octubre de 2008 a las 14:36

El problema esta en no ver las cosas com0 servicio, sino como dignidad. El que lee, el que celebra, el que haga cualquier cosa, tiene que hacerlo por amor y sirviendo a los otros. Pues todo lo que poseo se me ha dado sin yo merecerlo. Pero no es asi, todo lo hacemos por quedar bien, por lucirnos, y asi no vamos bien. Hemos de cambiar totalmente,pero solo podemos cambiar si El nos cambia. Sin El no podemos hacer nada. Y nos creemos algo, en nuestra ignorancia.

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