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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

18
Ene
2025
Cristianos unidos en la misma confesión de fe
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Semanaoracion2025

Como todos los años, desde el 18 al 25 de enero se celebra, en el hemisferio norte, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Como no podía ser de otra forma, los recursos para esta semana de oración han sido preparados de manera conjunta por el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, de la Santa Sede, y la comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de la Iglesias.

El lema de este año son las palabras de Jesús: “¿Crees esto?” (Jn 11,26). Se trata de la pregunta que Jesús hizo a Marta antes de resucitar a Lázaro. Y ¿qué es lo que debe creer Marta? Que Jesús es “la resurrección” y que el que cree en él “no morirá jamás”. Esta fe que Jesús propone a Marta podemos relacionarla con un dato importante que celebraremos este año y que los organizadores de la semana de oración han tenido en la mente, a saber, la celebración del 1.700 aniversario del Primer concilio ecuménico, celebrado en Nicea. Se trata de una oportunidad única para celebrar y reflexionar sobre nuestra fe común. Porque si Jesucristo es “la resurrección” es porque es el Hijo de Dios, el que posee la vida en plenitud. Esto es lo que los Padres del Concilio de Nicea proclamaron, en contra de la herejía arriana, a saber: que el Hijo de Dios es “engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre”.

Engendrado, sí, pero no como son generadas las criaturas, sino como es concebido el pensamiento por la mente, de tal modo que mente y pensamiento son simultáneos e inseparables. Por eso decimos que el Hijo es la Palabra de Dios, no como una palabra que una vez pronunciada se desvanece, sino como una Palabra concebida interiormente, que siempre permanece. Se trata, por tanto, de una Palabra no creada, porque existe desde siempre. Y es de la misma naturaleza que Dios e igual a Dios. Así comienza el evangelio de san Juan: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”.

Otra feliz coincidencia que está relacionada con el Concilio de Nicea: allí se determinó el modo de fijar la fecha de la Pascua. Debido a los avatares de la historia, esta fecha hoy no se determina de la misma manera en la Iglesia Católica Romana y en las Iglesias de Oriente. Pues bien, en 2025, la fecha de Pascua coincide el mismo día para todos los cristianos.

Esta semana de oración tiene que ser un estímulo para seguir caminando hacia la unidad. Y en todo caso, para olvidarnos de viejas disputas teológicas y alegrarnos de aquello que nos une, para reconocer que podemos confesar la misma fe, aunque a veces la expliquemos y comprendamos desde distintas teologías. Y para dar juntos testimonio de Jesucristo ante un mundo que, aunque no lo sepa, está hambriento de salvación, esa salvación que sólo Cristo puede darnos al revelarnos el rostro misericordioso de Dios.

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15
Ene
2025
Dios crea desde sí mismo
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Creadesdesimismo

Bien pensado, Dios no puede crear “de la nada”, sino desde sí mismo, porque fuera de él no hay nada. El ocupa todo el espacio del ser. De modo que, al crear, Dios cede, se retira, deja espacio para que otros sean, y sean con todas las consecuencias, la primera de ellas la independencia. La retirada de Dios funda la libertad humana. Es lo propio del amor: ceder para que el otro sea.

Más aún, si Dios crea por amor, hace sólo lo que le agrada, no aquello que no tiene más remedio que hacer. Ninguna circunstancia, ninguna realidad previa es condicionante de su actuación. Obra con soberana libertad. El ser humano es una maravilla a los ojos de Dios, porque al crearlo, Dios ha hecho lo que le gustaba. Una verdadera obra de arte, en definitiva. Esa es la palabra griega que utiliza Ef 2,10 para decir lo que es el ser humano: un “poiema” de Dios, una obra de arte divina. Estamos relacionados con Dios como una pintura con el pintor, una pieza de cerámica con el ceramista, un libro con su autor. Esto indica una relación muy estrecha y muy posi­tiva.

Dios al crear al ser humano hizo su mejor obra de arte. Y, como le ocurre a todo artista cuando hace una obra maestra, debió quedarse sorprendido, maravi­llado, admirado. Nosotros somos un deleite, un placer para Dios (cf. Prov 8,31). Cuando él nos mira se llena de alegría, se sorprende agradablemente al ver esa estu­penda maravilla salida de sus manos. Esa mirada positiva de Dios sobre cada uno de nosotros, debería ayudarnos a vernos a nosotros mismos con esa mirada, sobre todo en los momentos difíciles y complicados. Yo no puedo hundirme bajo el peso de mis fracasos cuando sé que Dios me mira de esa manera y me ve como la mejor de sus maravillas.

Más aún, esa mirada positiva de Dios sobre cada uno de nosotros, nos invita a mirar a todo ser humano con la misma mirada con que Dios lo mira. En la base del ateísmo está la idea de que se basta el hombre solo, de que Dios es una hipótesis no necesaria para explicar la realidad, o peor aún, la idea de que Dios es un obstáculo para el pleno desarrollo de la persona. Por eso, si queremos ser libres hemos de matar a Dios. Pero la idea creyente de Dios como Amor nos invita a pensar que Dios solo busca nuestro bien y nuestra felicidad, porque su amor es incondicional. Incondicional, no busca quitarnos nada, busca darnos solo y todo lo bueno. Por eso, si queremos comportarnos como imágenes de este Dios, también debemos nosotros buscar el bien de los demás y trabajar por su felicidad.

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12
Ene
2025
Dios crea por amor
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Dioscreaporamor

¿Cuál es el motivo de la creación? Preguntar por un motivo supone una intencionalidad. Y la intencionalidad supone un ser con capacidad de pensamiento y decisión. Siempre es posible responder diciendo que la creación no tiene ningún motivo. El universo y el ser humano están ahí por puro azar, por casualidad, de la misma forma que podrían no haber estado. Es una extraña respuesta porque todo tiene una causa, una razón de ser. Pero aún si fuera el azar la razón de todo lo existente, una vez que las cosas son, conviene que nos preguntemos qué queremos hacer con lo que hay: ¿cuidarlo para que dure y viva bien, o abusar de ello y destruirlo? Sin duda, en este mundo hay gente para todo: al lado de mucha gente indiferente, que se limita a dejar pasar el tiempo, hay agentes de vida y agentes de muerte. El mal y la muerte hacen mucho ruido, se notan demasiado. El bien es más humilde y sencillo, pero más necesario, absolutamente necesario, porque sin la fuerza del bien todo desaparecería. Incluso si el mal puede seguir operando, es porque hay un bien escondido y superior que lo sostiene. La vida es ese bien escondido que sostiene a las vidas que hacen daño.

A la luz de la fe en Dios es posible dar una respuesta al motivo de la creación. Sobre todo, a la luz de la fe en el Dios que Jesucristo revela. Porque ese Dios es “Amor”. Y a la luz del amor todo cobra nuevo sentido. Leyendo la primera página de la Biblia se diría que Dios crea un universo bueno, bello y fecundo para que pueda existir un ser hecho a imagen y semejanza de Dios y pueda disfrutar de ese universo. La primera página de la Biblia es un poema de amor, un canto a la bondad de Dios que crea al ser humano como varón y mujer para que sea, ni más ni menos, que semejante a Él, el eternamente feliz y dichoso.

El comienzo del cuarto evangelio podría ser una buena relectura de esta obra creadora de la que habla el libro del Génesis. Según este evangelio Dios crea por medio de la Palabra, las cosas existen porque Dios dice una palabra poderosa sobre ellas. Y esta Palabra es una palabra de amor, porque es reflejo de un Dios que es Amor. Si Dios es Amor, y sólo amor, sin ningún asomo de no amor, se comprende que quiera compartir el amor, y no ocupar solo el espacio del ser, pues el amor es difusivo, tiende por naturaleza a comunicarse.

Si Dios se decide a crear no es porque le falte o necesite algo. En virtud de su absoluta plenitud, Dios no puede buscar algo. Si crea lo hace de forma total­mente desinteresada y por pura bondad. Y como el amor es determi­nante de todo lo que Dios hace, cuando crea a un ser distinto de él, sólo puede ha­cerlo por amor. No por casua­lidad, ni por necesidad, sino porque quiere. La teología ha repetido hasta la saciedad que Dios crea de la nada, “ex nihilo”. Me pregunto si no es ya hora de completar esta afirmación con una más fundamental y primera: Dios crea “ex amore”, por amor y desde el amor, tal como indica el Concilio Vaticano II, en un texto poco citado (Gau­dium et Spes, 2). (Continuará)

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8
Ene
2025
Bautismo de Jesús, el que asume el pecado del mundo
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bautismojesus2025

Después de las fiestas de Navidad lo primero que nos presenta la liturgia es el acontecimiento del bautismo del Señor. Nos encontramos con un Jesús adulto que rompe con treinta años de silencio en Nazaret.

En la segunda lectura de la liturgia de este domingo encontramos una buena síntesis de la actividad y misión de Jesús. Según el libro de los Hechos, Jesús “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. Jesús pasó haciendo el bien, o sea, tomando partido; y curando, o sea, luchando con todas sus fuerzas contra el mal. Nada de indiferencia: tomar partido a favor del bien y en contra del mal. El motivo: porque Dios estaba con él, porque estaba ungido con el Espíritu de Dios. Si Dios está contigo, si el Espíritu de Dios se une a tu espíritu, tú también tomarás partido a favor del bien y en contra del mal.

La unción de Jesús por el Espíritu nos introduce en el asunto del bautismo. El relato del evangelista Lucas muestra la diferencia que hay entre el proyecto penitencial de Juan el Bautista y el proyecto evangélico de Jesús. El bautismo de Juan no confería el Espíritu Santo, como mucho preparaba a recibirlo por medio de la penitencia. Por eso, la donación del Espíritu a Jesús, de la que habla nuestro texto, no está relacionada con el bautismo de Juan. Se abren los cielos y desciende el Espíritu cuando Jesús ha salido de las aguas del Jordán. El bautismo de Juan no confiere el Espíritu Santo. Esto es un privilegio del bautismo cristiano. Sólo el bautismo de la Iglesia, administrado en nombre de Jesús, confiere el perdón de los pecados, la incorporación a Cristo muerto y resucitado, la filiación divina y el don del Espíritu Santo.

Los primeros cristianos tuvieron serias dificultades para comprender y aceptar el bautismo de Jesús. De hecho, un evangelio apócrifo niega explícitamente que Jesús fuera bautizado por Juan apelando a que Jesús no había cometido pecado. Esta dificultad es la que mueve a los exégetas a afirmar que el bautismo de Jesús es uno de los hechos más “históricos” de su vida, en el sentido moderno que damos a la palabra historia: acontecimiento realmente sucedido. Si fue así, si Jesús fue a que le bautizara un inferior y encima para el perdón de los pecados, hay que explicar qué sentido tiene y cómo se compagina este bautismo con el hecho de que Jesús “no cometiera pecado ni encontraran engaño en su boca”, como bien dice 1 Pe 2,22.

Jesús se pone conscientemente en la cola de los pecadores, desciende a las profundidades de la tierra, pues el río Jordán descansa sobre una depresión a unos 408-416 metros debajo del nivel del mar; esto lo convierte en el río con la elevación más baja en todo el mundo. Resulta significativo eso de situarse en la cola de los pecadores y en lo más bajo de la tierra. El que no tiene pecado y está por encima de todo, se sitúa en el lugar contrario al que le corresponde. ¿Por qué? Jesús se solidariza con los pecadores y confiesa los pecados. No su propio pecado, sino el pecado del mundo, el pecado de sus hermanos los hombres, que él asume. El es el “cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Para quitarlo, primero lo asume.

El bautismo de Jesús es una de las mejores manifestaciones de hasta dónde llega la Encarnación: Jesús no toma una carne humana ideal, sino la carne de una humanidad pecadora. Cuando el cuarto evangelio dice que “el Verbo se hizo carne”, esta carne es “carne de pecado”. Hasta ahí llega la solidaridad de Jesús, hasta ahí llega su amor. Y porque llega hasta ahí, tiene el gran poder de quitar el pecado del mundo.

El bautismo de Cristo en el Jordán es una epifanía, una manifestación: Dios se ha solidarizado con el ser humano, no con una humanidad ideal, sino con una humanidad real, una humanidad pecadora. Jesús, ya desde el comienzo de su ministerio, se manifiesta como el que “carga con el pecado del mundo” y así se une a esta historia humana de pecado y de alejamiento de Dios. Se une porque sólo desde la unión y la solidaridad es posible salvarla.

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4
Ene
2025
Lo legal y lo moral
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legalmoral

No hay que confundir lo legal y lo moral. Las leyes son importantes y hasta necesarias para el buen funcionamiento de una sociedad. Pero como, en principio, las leyes son para regular el comportamiento de todos los ciudadanos, es posible que algunas leyes no se ajusten del todo a los principios morales de una religión. En casi todos los países del mundo se ha impuesto el calendario cristiano, y por eso, los domingos son días festivos en muchos países. Pero para un buen musulmán o un buen judío, su fiesta religiosa no es el domingo. Que el domingo sea día no laborable en un determinado país no es óbice para que los ciudadanos de otras religiones celebren su culto en viernes o en sábado.

Dígase lo mismo a propósito de temas más delicados. Somos muchos los que consideramos que el matrimonio es indisoluble. Pero no tenemos que irritarnos o molestarnos ante posibles leyes que regulan el divorcio, porque no todo el mundo comparte los principios cristianos. Un ejemplo más delicado puede ser el del aborto. Porque en este asunto no son solo las convicciones religiosas las que dicen que la vida es un bien que debe protegerse en toda circunstancia. Es la biología la que afirma que una vez unido el óvulo con el espermatozoide aparece una vida nueva. Y, por tanto, no es solo cuestión religiosa, es cuestión de razón y de humanidad el proteger esa vida. Pero si se diera el caso de un diputado cuya conciencia le impidiera votar una ley favorable al aborto, si ese diputado con su voto favorable a una determinada formulación de la ley impidiera que saliera adelante otra ley más permisiva, ¿qué debería hacer, votar en contra de toda ley abortiva o votar aquella ley que impide que salga adelante otra ley más perniciosa?

Así se expresaba a este respecto Juan Pablo II: “Un problema concreto de conciencia podría darse en los casos en que un voto parlamentario resultase determinante para favorecer una ley más restrictiva, es decir, dirigida a restringir el número de abortos autorizados, como alternativa a otra ley más permisiva ya en vigor o en fase de votación… En el caso expuesto, cuando no sea posible evitar o abrogar completamente una ley abortista, un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública. En efecto, obrando de este modo no se presta una colaboración ilícita a una ley injusta; antes bien se realiza un intento legítimo y obligado de limitar sus aspectos inicuos”.

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30
Dic
2024
El perdón, camino hacia la paz
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jornadapaz2025

Un año más, el uno de enero la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz. Como siempre, el mensaje del Papa para esta ocasión es una seria y serena llamada a construir la paz. La paz es un perpetuo quehacer, una tarea siempre inacabada. El Papa Francisco propone como lema para este año: “perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz”. Lema que es también una oración, una súplica al Señor para que nos perdone y nos conceda la paz. Pues solo donde hay perdón se abren caminos de paz. Uno no puede vivir en paz si no se sabe perdonado. Y tampoco puede transmitir paz si no es capaz de perdonar. El perdón que suplicamos a Dios solo lo acogemos cuando lo transmitimos.

El Papa relaciona el lema de esta jornada de la paz con el año jubilar que ahora comenzamos bajo el signo de la esperanza. Para que la esperanza de paz se consolide es necesario escuchar el grito de la humanidad doliente, oprimida sin duda por los errores y pecados propios de cada uno, pero también por lo que Juan Pablo II definió como “estructuras de pecado”, que se han consolidado y están interconectadas. Por ejemplo, la desinformación conduce a la falta de diálogo, la industria militar conduce a la guerra. La paz requiere cambios culturales y estructurales. Cambios culturales: los bienes de la tierra están destinados a todos; la lógica de la explotación y del beneficio genera pobreza. Cambios estructurales: la deuda externa que los países ricos aprovechan para explotar los recursos humanos y naturales de los países más pobres, a fin de satisfacer las exigencias de sus propios mercados.

Tras recordar que la misericordia de Dios no tiene límites, el Papa nota que en el Padrenuestro la petición del perdón de los pecados va unida al “así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Y en este contexto propone tres acciones para abrir caminos a la esperanza: la condonación de la deuda internacional; un firme compromiso para respetar la dignidad humana desde la concepción hasta la muerte natural, así como la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones; y utilizar un porcentaje fijo del dinero empleado en construir armamentos para combatir el hambre y favorecer la educación.

Finalmente, el Papa aboga por un desarme del corazón, que permita descubrirnos “diferentes, más unidos y más hermanos de lo que habíamos imaginado”. Estos mensajes papales no son vanas utopías irrealizables. Son llamadas de atención para que cada uno pongamos nuestro granito de arena, son gritos de alarma para que no olvidemos dónde están las amenazas, son invitaciones a cambiar la mentalidad, son oraciones al Dios a la paz para que sus hijas e hijos se comporten como constructores y mensajeros de paz.

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26
Dic
2024
Inocentes frente a lo siniestro y bondadoso
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inocentes2024

El día de los santos inocentes es la conmemoración de la matanza de los niños menores de dos años, nacidos en Belén, ordenada por el rey Herodes, con el fin de deshacerse del recién nacido Jesús de Nazaret. En España, el 28 de diciembre es el día de las bromas. Uno no acaba de saber si el inocente es el bromista, y por eso no puede ser considerado responsable de sus actos, o es el que sufre la broma y en ocasiones es objeto de burla. Este es un ejemplo más de cómo las festividades cristianas terminan siendo desvirtuadas por un mundo al que le interesa poco la religión. Sería de desear que los cristianos no contribuyéramos a esta desvirtuación.

En el Evangelio en el que se relata el episodio de la matanza de los niños en Belén aparecen dos personajes importantes, que nos invitan a preguntarnos con cuál de los dos nos identificamos. Porque según con quién nos identifiquemos nuestra vida tomará una u otra dirección y las consecuencias de nuestros actos serán muy distintas para los demás, para los niños, los jóvenes, los adultos que estén a nuestro cuidado.

El primer personaje es un poderoso señor, que se cree dueño de vidas y haciendas. Pero atención, porque Herodes no hacía verter la sangre en nombre del mal; lo hacía por su propio bien. Había nacido una nueva potencia que le amenazaba: a su familia, a sus amigos y a sus favoritos; a su reino, a su ejército. Por eso, las decisiones de Herodes buscaban, según su criterio, el bien. De la misma forma que el objetivo de muchas políticas, que han generado sangre y desgracia, era el bien. Hay que ir con mucho cuidado cuando, desde el poder, uno toma decisiones y dice que lo hace buscando el bien, porque la apelación al bien podría ser la justificación del mal. En nombre de buenas opiniones y de sanas intenciones han ocurrido demasiadas cosas malas en la historia y en las religiones. Primer personaje: Herodes que busca el bien.

Como yo no quiero identificarme con Herodes me veo obligado a afirmar que no creo en este tipo de bien. Yo creo en la bondad. Por eso me interesa el segundo personaje del evangelio de hoy. José, un hombre bueno, que toma decisiones arriesgadas para proteger a su familia. Es lo propio de los buenos. Los buenos suelen ser personajes anónimos, pero son los que sostienen el mundo, los que sostienen la Iglesia y los que sostienen las instituciones, a veces en contra de esos que dicen que buscan el bien. Bueno es el que ayuda a una persona tratada injustamente, y lo hace consciente de que quebranta las normas de su sociedad, como en el pasado fue bueno el soldado que tendía su cantimplora a un enemigo herido, o el campesino alemán que ocultaba en su granero a un anciano judío. Esta bondad privada es una bondad sin testigos. Es la bondad de José que defiende la inocencia y al inocente de su hijo. Es la bondad a la que estamos todos invitados.

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22
Dic
2024
La Encarnación como conversación
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etinmundoconversatus

En la teología de Tomás de Aquino, el término “conversación” resulta de lo más adecuado para explicar el misterio de la Encarnación. La encarnación es una conversación de Dios con el ser humano. Por cierto, también el Vaticano II entiende que la revelación es una conversación de Dios con sus amigos, los seres humanos, y cita Bar 3,38: “Dios apareció en la tierra y conversó con los hombres”. Pero dejo el Concilio y me centro en Tomás de Aquino.

Posiblemente el más conocido de los himnos eucarísticos compuestos por nuestro santo es el Pange lingua. ¿Qué debe cantar la lengua? El misterio del glorioso cuerpo y la preciosa sangre de Cristo que, nacido de una virgen inmaculada, conversó con el mundo (et in mundo conversatus) sembrando la semilla de su palabra. Desgraciadamente las traducciones del término “conversatio” no expresan toda la fuerza que tiene, entre otras cosas, porque buscan sinónimos y olvidan la palabra tan castellana de “conversación”.

En la tercera parte de la Suma de Teología, tratando de la Encarnación, santo Tomás dedica una cuestión al tipo de conversación que Cristo tenía con nosotros. Por “género de vida” han traducido al español la pregunta que el santo formula por el tipo conversación que Cristo tenía con nosotros: de modo conversationis Christi. Y lo primero que plantea es si Cristo debía conversar con los hombres o vivir en soledad. La dificultad estaría en que, si Cristo era Dios, no es adecuado para Dios conversar con los hombres. Sin embargo, dice el santo, la conversación es lo que más conviene al fin de la encarnación, pues conversando familiarmente con los hombres nos dio confianza y nos acercó a él. “Cristo quiso manifestar su divinidad por medio de su humanidad. Y por eso, conversando con los hombres, lo que es una actitud propia del hombre, manifestó a todos su divinidad, predicando y haciendo milagros, y llevando entre los mismos una vida inocente y justa”. El texto bíblico de referencia que utiliza Tomás es el mismo que utiliza el Vaticano II, a saber, Baruc 3,38: “Dios se dejó ver en la tierra y conversó con los hombres”.

En sus comentarios bíblicos Tomás de Aquino utiliza con frecuencia el término conversación. Me limito a traducir lo que escribe al final de su comentario a Jn 1,14. El evangelista dice que la Palabra habitó entre nosotros “para mostrar la admirable conformidad de la Palabra respecto de los hombres, con los que ha conversado de tal modo que parecía uno de ellos. Pues no solo en la naturaleza quiso asimilarse a los hombres, sino también en la convivencia y en la conversación familiar, cuando quiso estar con ellos para atraer a Sí a los hombres por la dulzura de su conversación”.

Conversar implica atención, cercanía, interés por los problemas y necesidades del otro, familiaridad, intimidad. Conversar es dialogar, entrar en relación. No imponer desde arriba, sino buscar una relación horizontal entre amigos. Así es como Cristo quiso estar entre nosotros. Ese es el misterio de la Encarnación según Tomás de Aquino.

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18
Dic
2024
Sin fe en la Encarnación no hay fe cristiana
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feencarnación

Si quitamos la fe en la encarnación, o sea, si no creemos que el Verbo de Dios asume una naturaleza humana, destruimos totalmente la fe cristiana. Así se expresa Sto. Tomás de Aquino. La encarnación es la clave de nuestra fe y lo que la diferencia de cualquier otra concepción religiosa. Ahí está la maravilla de la fe cristiana, lo que la hace única, distinta, insuperable. La encarnación es la máxima cercanía de Dios a una criatura humana y, en consecuencia, la máxima cercanía de Dios a toda la humanidad. Porque no hay mayor cercanía posible entre dos seres que el hacerse uno con el otro.

Esto que entre los seres humanos solo es posible tendencial y afectivamente, y que encuentra en el matrimonio una buena realización, a saber, ser dos en una sola carne (pero dos que siguen siendo dos, aún estando unidos) en el caso de la unión de Dios con la criatura humana se ha hecho totalmente real en la persona de Jesús: una persona que asume dos naturalezas, una naturaleza que le es propia desde siempre y que es imposible que deje (la divina) y una naturaleza asumida libremente por amor, tan propia como la anterior. En la persona de Jesús las dos naturalezas están unidas inseparablemente en una única persona.

La Encarnación es la expresión insuperable del amor de Dios a la criatura humana: “tanto amó Dios al mundo”, dice el cuarto evangelio, “que le entregó a su Hijo”. Tanto amó, o sea, no es posible amar más. Porque Dios ama con todo su amor, y su amor es divino, infinito. Cualquier comparación se queda corta para expresar un amor como este: “porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará y mi alianza de paz no se moverá, dice Yahvé que tiene compasión de ti” (Is 54,10). Y como amó tanto se entregó a sí mismo. La máxima prueba del amor no es dar cosas, es darse uno mismo. Y Dios se da al unirse con la humanidad.

Lo original de la fe cristiana no es tanto la búsqueda de Dios por parte de la criatura humana, sino la búsqueda del hombre por parte de Dios. Dios mismo se propone salir al encuentro de cada persona. El acto supremo de esta búsqueda divina es la Encarnación del Hijo, que entra en la historia y revela la intimidad de Dios en términos y conceptos humanos.

El misterio de la Encarnación, expresión máxima del amor de Dios al ser humano, nos hace tomar conciencia de la imposibilidad de ser odiados o rechazados. Porque si Dios odiara o rechazara lo humano, se odiaría y rechazaría a sí mismo. Se podría aplicar a esta relación entre Dios y lo humano lo que dice la carta a los efesios (5,28-29) sobre la relación entre el marido y la esposa: si la esposa es carne del esposo, odiar a la esposa es odiar a su propia carne, odiarse a sí mismo. En el caso de Dios, cualquier brizna de odio no puede ser divina, porque en Jesucristo se nos ha revelado que Dios es Amor sin ningún asomo de no amor.

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14
Dic
2024
El motivo de la Encarnación
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neules a palma

La cuestión del motivo de la Encarnación, clásicamente se ha formulado así: si no hubiera habido pecado, ¿el Verbo se habría encarnado? Santo Tomás advierte que solo Dios sabe el motivo por que el quiso hacerse hombre, pero aún así, y siendo consciente de que este asunto tiene muchas vertientes, el santo se inclina a pensar que la encarnación tendría principalmente una función redentora. Para la escuela franciscana, encabezada por San Buenaventura, la encarnación es querida por sí misma, y no en función de un bien menor. La encarnación manifiesta la primacía del amor de Dios. Con pecado o sin pecado, Dios se hubiera encarnado, porque con pecado o sin pecado, el único modo de encontrarnos con Dios es a través de Cristo. En esta línea dice Juan Pablo II: “A través de la encarnación, Dios ha dado a la vida humana la dimensión que quería dar al hombre desde sus comienzos, y la ha dado de manera definitiva”. Ya desde los comienzos el encuentro con Dios tenía que haberse dado a través de Cristo.

El Catecismo de la Iglesia Católica, cuando trata del motivo de la encarnación, ofrece cuatro líneas de respuesta: el Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios; para que nosotros conociésemos el amor de Dios; y para ser nuestro modelo de santidad. La cuarta razón es la que me resulta más interesante: el Verbo se encarnó para hacernos partícipes de la naturaleza divina. Para apoyar esta afirmación, el Catecismo ofrece una serie de citas patrísticas, y termina con estas palabras de Tomás de Aquino, tomadas del oficio del “Corpus”: “el Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres”. Un buen apoyo bíblico para estas palabras lo encontramos en la segunda carta de Pedro (1,4): por su divino poder, Dios nos ha concedido las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas nos hagamos partícipes de la naturaleza divina.

Con la Encarnación se produce un maravilloso intercambio: Dios se hace hombre para que el ser humano pueda ser hijo de Dios. El asume nuestra débil naturaleza para hacernos partícipes de la gloria de su inmortalidad. Cristo es necesario para la divinización humana, para que Dios sea nuestra gloria y nosotros podamos ser glorificados, ser divinizados, y así alcanzar la condición de hijos. Dios Padre nos ha bendecido (o sea, ha hablado bien de nosotros, ha dicho cosas buenas) y nos ha elegido de antemano (o sea, antes de cualquier decisión nuestra) “para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo” (Ef 1,5); “a los que de antemano conoció (de nuevo la insistencia en esta actitud primera y previa de Dios antes de cualquier pecado), también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo” (Rm 8,29). Con nuestras fuerzas no podemos ser divinizados, porque la divinización y la filiación es gracia, don, no derecho ni conquista. Esta gracia es siempre cristiana, o sea, se recibe por medio de Cristo. La necesidad de Cristo es eminentemente teologal.

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