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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

27
Mar
2023
La eficacia de la evangelización
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solporventana

Cuando preguntamos por la eficacia de la evangelización no podemos pensar en resul­tados inmediatos o deslumbrantes. Los resultados pueden venir a corto o largo plazo. Pero lo lógico es que sean a largo plazo, porque la auténtica conversión requiere tiempo, implica desprenderse de muchas ideas y actitudes, es un cambio radical de vida. La fe cristiana necesita tiempo para madurar. Jesús nos pone en guardia contra nuestras impaciencias. No quiere que se arranque la cizaña antes de hora, como pretenden sus discípulos. Hay que dar tiempo al crecimiento. Solo en la hora final será posible la siega y la separación (cf. Mt 13,24-30). Por eso, los frutos de su trabajo puede recogerlos el predicador o puede no ver la cosecha. Uno es el sembrador y otro el segador (Jn 4,37).

Como muy bien dice el Papa Francisco no debemos obsesionarnos por los resultados inmediatos. Tenemos que estar prestos a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. Pero hay más: tenemos que saber que Dios puede actuar en medio de aparentes fracasos. La fecundidad es muchas veces invisible, “no puede ser contabilizada. Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo... A veces nos parece que nuestra tarea no ha logrado ningún resultado, pero la misión no es un negocio ni un proyecto empresarial, no es tampoco una organización humanitaria, no es un espectáculo para contar cuánta gente asistió gracias a nuestra propaganda; es algo mucho más profundo que escapa a toda medida. Quizás el Señor toma nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde nosotros nunca iremos”.

La tarea del misionero es anunciar el Evangelio con sus mejores disposiciones, sin cansarse nunca de hacer el bien. La conversión es responsabilidad de cada uno. Sin duda, como dice San Gregorio Magno, el Señor viene detrás de sus predicadores, pero la acogida del Señor ya no depende del predica­dor. Santo Tomás de Aquino constataba con perspicacia que, viendo el mismo milagro y oyendo la misma predicación, unos creen y otros no creen. Para que se suscite la fe, la pre­dicación es necesaria, pero no suficiente, porque el creer es un acto libre. Lo que sí depende del predicador es anunciar el Evangelio de forma elocuente e inteligible. Esa es su tarea inelu­dible y es la mejor manifestación de su amor al Señor del que da testimonio.

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24
Mar
2023
La mala y la buena pregunta sobre Lázaro
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Lázaro

El quinto domingo de cuaresma se leerá, en la liturgia dominical, el evangelio conocido como “la resurrección de Lázaro”, aunque el evangelista, en ningún momento utiliza el término “resurrección” aplicado a Lázaro. De él se dice que estaba muerto y enterrado. Y cuando se habla de resurrección se trata de la resurrección en “el último día” o de una sorprendente resurrección en primera persona del presente de indicativo que se aplica a Jesús: “Yo soy la resurrección”. También aparece otra sorpresa aplicada a la muerte, o mejor, al “no morir jamás”: “el que cree en mi (o sea, en Jesús que es la resurrección) no morirá jamás”.

Hay una mala pregunta que no ayuda para nada a comprender este episodio, una pregunta que se centra en Lázaro y cuya pésima formulación sería: “¿resucitó o no resucitó?, ¿estaba muerto o no estaba muerto?”. Desde luego resulta muy extraño que alguien muera dos veces. Porque morir, lo que se dice morir, solo ocurre una vez, ya que este triste acontecimiento es definitivo. Y si no es definitivo, entonces no hay muerte. Hay vivificación. Se conocen algunos casos de personas que han creído morir y han sido vivificadas. Y luego han contado su experiencia. Al Lázaro que ha vuelto a la vida no le han solucionado el problema de la muerte. Ese problema solo se soluciona con la entrada en la vida eterna. El Lázaro que vuelve a la vida no ha sido resucitado (porque eso es la entrada definitiva en el mundo de Dios), sino vivificado. Esta vivificación es un signo de la verdadera resurrección, de la única que importa.

La buena pregunta para entender este evangelio es: ¿qué mensaje quiere transmitir el evangelista? El mensaje es claro: Jesús es la resurrección y la vida; el que cree en él no morirá jamás. O sea, unidos a Cristo resucitado podemos esperar la resurrección de los muertos, porque Cristo ha resucitado como el primero de una larga lista de hermanos. Esta es la esperanza cristiana y lo que quiere transmitir el evangelista con este signo tan llamativo que tiene como protagonista a Lázaro.

El texto que leeremos este domingo dice que muchos judíos, al ver lo que Jesús había hecho, creyeron en él. Y ahí se para la lectura. Pero la historia, tal como la cuenta el evangelista no acaba así. Acaba diciendo que otros, a pesar de lo que habían visto, no creyeron. Y que los sumos sacerdotes y los fariseos, visto lo visto, decidieron dar muerte a Jesús. Siempre cabe preguntarse qué es lo que vieron unos y qué es lo que vieron otros. Porque mirando lo mismo, a lo mejor no se ve lo mismo. Por mucho milagro que se vea, la fe siempre depende de la decisión personal. No hay milagro que la imponga.

Para los que celebraremos la eucaristía en este último domingo de cuaresma, en vísperas de la semana santa, este relato nos introduce en el misterio pascual. El misterio por el que Cristo ha vencido a la muerte. El misterio que es la respuesta definitiva a todas las preguntas de los seres humanos.

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20
Mar
2023
Anunciación: jornada por la vida
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jornadavida

El 25 de marzo, fiesta de la Anunciación del Señor, la Iglesia celebra la Jornada por la vida. Resulta oportuno recordar la importancia de la vida en esta fiesta litúrgica.

El 25 de diciembre la Iglesia celebra el nacimiento de Jesús. Evidentemente se trata de una fecha litúrgica, porque no sabemos exactamente el día en que Jesús nació. Hace dos mil años no había los registros y controles que hay hoy. Aunque la fecha sea imprecisa, atribuir una fecha al nacimiento de Jesús es un modo de dejar claro que nació en un determinado momento y lugar, que su nacimiento es realmente histórico. Pues bien, si celebramos su nacimiento el 25 de diciembre, resulta lógico decir que un 25 de marzo tuvo lugar su concepción. Precisamente porque estamos hablando de un personaje histórico, hay que afirmar que su gestación duró unos nueve meses, como ocurre con todos los humanos que vienen a este mundo.

En el momento de la concepción ocurre algo maravilloso, a saber, de pronto empieza una nueva vida, distinta de la vida materna que la hace posible. Esa vida concebida no es una prolongación del cuerpo de la madre, sino una vida distinta que ha sido encomendada el cuidado de la madre. Por ser distinta, debería tener los mismos derechos que cualquier otra vida. Y el primer derecho que tiene uno, fuente de todos los demás, es el de vivir, el que le dejen vivir. Hoy eso de dejar vivir no está nada claro, porque son muchos los atentados contra la vida de los humanos. Quién pretende matar o mata a otra persona, atenta contra la vida. Quién lleva a un joven a la guerra, atenta contra la vida. Quién no procura a un enfermo los cuidados necesarios, atenta contra la vida. Y quién no deja que una persona no nacida nazca, atenta contra la vida.

Estos atentados son modos de aborrecer o de odiar al otro. El odio puede llegar a esos extremos, pero incluso cuando no llega a tales extremos también mata. Hay muchos modos de matar. El más grave, evidentemente, es impedir o quitar la vida. Pero dificultar la vida, poner a otro en situación desesperada, desear que el otro desaparezca de mi vista, son modos de atentar contra la vida. La Escritura dice que quien aborrece a su hermano es un homicida. En eso del homicidio también hay grados y maneras.

La Iglesia se cargará tanto más de razón en la defensa de la vida de los no nacidos, siempre que deje claro que está a favor de todas las vidas de los nacidos. También de la buena vida de la madre desesperada o necesitada, que merece ser acogida y ayudada. Por eso, en esta jornada de la vida no convendría quedarnos en la defensa de un solo tipo de vidas, porque todas son importantes.

¿Hay alguien que desee que le quiten la vida? Incluso los que piden que les ayuden a suicidarse, lo que desean no es que les quiten la vida, sino que les quiten lo insoportable de la vida. Precisamente porque nadie desea que le quiten la vida, nadie debería quitar a otro la vida. No hagas al otro lo que no quieras que te hagan a ti.

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17
Mar
2023
Amar no es cuestión de palabras
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amarpalabras

¿Por qué hay tantos fracasos en el amor? Porque, en el fondo, muchos sólo se buscan a sí mismos. Y, por encima del otro, colocan el propio éxito, enriquecimiento, triunfo o poder. Pero la verdad del amor no está en el sentimiento, ni en que el otro me resulte agradable. La verdad del amor está en amar. Antes de ser un sentimiento que me provoca lo externo a mi, es una actitud mía, es un don de mi vida y de mi persona, es un acercarme y entregarme. Es una capacidad, es poner en práctica mi capacidad de amar. Más que una cuestión de objeto (de realidad externa que me gusta), el amor es una actitud, una orientación del carácter, un ejercitar una facultad, una expresión de mi vida.

Sin duda, cuando yo amo, puede ocurrir la maravilla de despertar en el otro el amor, y de ser yo también amado. Hay un lazo muy estrecho entre el desarrollo de mi capacidad de amar y el desarrollo del amor en el amado. Así ocurre en el caso ideal, en el amor de la madre por el hijo. El niño es ante todo objeto de un amor gratuito. Él es, en primer lugar, amado. Y amado incondicionalmente. Pero, poco a poco, este amor primero e incondicional, despierta en el niño la capacidad de amar, de responder al amor primero de la madre. Y de pasar de una primera etapa en la que la madre es amada por la necesidad que el niño tiene de ella, a una etapa más madura en la que el niño trata de complacer a su madre y de “ganarse” su amor.

Amar significa saber escuchar, estar atento a las necesidades del otro, tomar en serio lo que el otro me dice. Amar, sobre todo, exige confianza en el otro. Esta confianza puede aumentar o disminuir en función del conocimiento del otro. Pero siempre es condición del amor. Confiar es dejar ser al otro y, sobre todo, dejarle libre. Cuando quieres apoderarse del amigo, controlarle para estar más seguro de él, manifiestas tu desconfianza y destruyes la amistad. En la esfera de las relaciones humanas, la fe es una cualidad indispensable de la fraternidad y de todo amor verdadero. Tener fe en otra persona es estar seguro de la fidelidad e inalterabilidad de sus actitudes fundamentales.

Una última observación. El amor verdadero excluye toda ética de buenos sentimientos. Es un amor “realista”: “si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabras y con la boca, sino con obras y según la verdad” (1 Jn 3,17-18). En este texto bíblico aparece claro que el amor no es cuestión de palabras o de sentimientos. Es efectivo y eficaz. Está atento a las necesidades del prójimo y responde de forma concreta a esas necesidades. De esta forma, además, es un reflejo del amor que es Dios y del amor que Dios nos tiene. Porque allí donde hay amor auténtico, allí está Dios. Y donde el prójimo es ignorado, allí no está Dios.

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13
Mar
2023
Malentendidos sobre el amor
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velaamor

Amor es una de las palabras más ambiguas y gastadas que existen. Se trata, además, de una palabra que abarca un amplio campo semántico, o sea, que puede utilizarse en muchos sentidos. Su significado puede ir de lo sexual a lo espiritual, de lo interesado a lo desinteresado. La fuerza del amor puede derivar en codicia o en caridad. Con este término se designa la atracción física o psicológica que alguien –o algo- produce en mí. O el de­seo de poseer lo que me agrada, pero no tengo. Pero puede designar también la com­pasión que siento hacia el débil o el necesitado. O la entrega de mi tiempo, de mis bienes e incluso de mi persona a una causa justa o a una persona explotada, perse­guida o maltratada. O también el perdón que otorgo a quién me ha ofendido.

En suma, con la palabra amor designamos actitudes y comportamientos no sólo bien distintos, sino, a veces, incluso incompatibles (amor al dinero, amor al pobre). El amor abarca un campo tan amplio como el que va del interés al desinterés. De ahí que, según cual sea la idea que uno se hace del amor, puede considerar que la idea que otros tienen es bien una profana­ción, bien una mistificación irreal del amor.

Hay quién confunde el amor con una experiencia sexual y, a veces, se limita lo sexual a una experiencia genital. No cabe duda de que la experiencia sexual es buena y hasta necesaria. Pero hay muchas maneras de vivirla. Puede vivirse como resultado del amor, como un componente más del amor; o puede vivirse como sustitutiva del amor, como un mal sucedáneo del amor. El acto sexual, sin amor, solo alcanza por un breve instante a satisfacer a la persona.

Muchos entienden que el amor es un mero sentimiento. Sin duda lo es. Pero es también mucho más. Pues el amor abarca la totalidad de la persona, con sus dimensiones ricas y variadas. El amor como sentimiento es muy restrictivo. Los que “no me caen bien” no pueden ser objeto de mi amor. Sin embargo, el evangelio habla de un amor universal. Si es universal tiene que ser posible amar a los que no me gustan. Ahora bien, si el amor es un gusto, o una sensación agradable y placentera, está claro que no puedo amar a quién no me gusta. El amor como sentimiento es limitado. En el amor como sentimiento deja de ser verdad eso de que el amor todo lo puede.

Otro malentendido frecuente sobre el amor es pensar que se trata de encontrar la persona adecuada, atrayente, deseable. Esta concepción descansa sobre una premisa: la de que en el amor lo importante es ser amado. Y así se busca desesperadamente alguien que me ame. La cuestión entonces se reduce a cómo ser amable, cómo lograr que alguien me quiera. Aunque sea a costa de mentir. Cosa que sucede con frecuencia: trato de aparentar lo que pienso que puede agradar al otro. Casi dejo de ser yo para ser amado. El amor así entendido es una variante de nuestro deseo de poseer, de nuestra ambición de tener. (Continuará)

 

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9
Mar
2023
Un Papa que no deja a nadie indiferente
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papaymartín

El 13 de marzo de 2013, alrededor de las ocho de la tarde, el cardenal Jean-Louis Touran anunció al mundo que Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, había sido elegido Papa. Fue una gran sorpresa. Desde el primer momento todos pudieron darse cuenta de que empezaba un papado con un nuevo estilo pastoral. El gesto de pedir a los fieles que rezaran a Dios para que le bendijera, antes de impartir él la bendición sobre el pueblo, fue un primer gesto, al que siguieron otros igualmente significativos. Este es un buen momento para dar gracias a Dios por este Papa. En estos diez años ha publicado dos encíclicas y cinco exhortaciones apostólicas, que no han dejado a nadie indiferente. Unos le han aplaudido y otros le han criticado.

Las dos encíclicas comienzan con unas palabras de Francisco de Asís en italiano, orientativas del contenido. Laudato si’, o sea, alabado seas mi Señor. ¿Por qué debe ser alabado? Por esta madre tierra que nos sustenta. Y por eso debe ser cuidada, porque ella es nuestro alimento, nuestro cobijo y un horizonte de belleza. La otra encíclica se titula: Fratelli tutti, o sea todos hermanos, con una fraternidad que tiene consecuencias sociales, económicas y políticas, una fraternidad que nos invita a compartir los bienes de la tierra, de forma que haya pan para todos. Que las dos encíclicas comiencen con unas palabras en italiano es significativo de un estilo pastoral cercano y misericordioso. No olvidemos que todas las encíclicas papales comienzan con una frase latina.

En las exhortaciones apostólicas aparece con frecuencia la palabra “alegría”. La primera de ellas, Evangelii Gaudium, podemos considerarla como el programa de su pontificado, a saber, poner toda la Iglesia en estado de misión, y anunciar el evangelio con alegría, de forma inteligible, poniendo el acento en lo esencial. Un principio que aparece en esta exhortación, a saber, que la realidad es más importante que la idea, encuentra en otra exhortación, la dedicada a la alegría del amor que se vive en las familias, unas aplicaciones importantes, a partir de la convicción de que cada persona es un misterio que merece un gran respeto; por eso, cuando alguien tiene dificultades en su vida matrimonial es importante saber que la Iglesia está ahí para acompañar y para ayudar. Los principios son importantes, pero las personas son aún más importantes.

La sinodalidad, le reforma de la curia, los pobres, los inmigrantes, la paz, van a ser sin duda las grandes preocupaciones de Francisco durante los próximos años. Lo que depende de él tiene más posibilidades de llegar a término. Con respecto al Sínodo es cierto que Francisco tiene la virtud de escuchar a todos, pero también es verdad que será él quién tenga la última palabra y publique, como ha ocurrido con los Sínodos anteriores, una exhortación apostólica post sinodal en la que recoja aquellas orientaciones que considere válidas e importantes para toda la Iglesia.

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7
Mar
2023
Las exigencias, con uno mismo
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exigencias

La buena noticia de Jesús debe ser defendida por todo seguidor de Jesús. Pero como en la base de esta buena noticia está siempre el amor, un amor que termina dando la vida por los enemigos, es inconcebible que esta buena noticia se emplee para odiar, condenar o rechazar a quien no la acepta. En la cruz de Cristo se rompe toda espiral de violencia, porque allí Jesús se niega a devolver mal por mal. El único modo de parar el mal es no respondiendo al mal. Y el único modo de desarmarlo es devolviendo bien por mal.

No es extraño, por tanto, que el Papa Francisco insista en la necesidad de una Iglesia acogedora, una Iglesia de puertas abiertas, no una Iglesia de puros o de perfectos, sino una Iglesia en la que los impuros y los imperfectos, muchas veces condicionados por circunstancias difíciles de superar, por no decir imposibles, hacen lo que pueden. Evidentemente cuando hablamos de impuros e imperfectos, no nos referimos a personas que hacen el mal o dañan a otros. Una cosa es que yo tenga dificultades en controlar mis pasiones y otra es que esas pasiones me lleven a dañar al prójimo o a abusar de él. En el primer caso, un cristiano es comprensivo y busca ayudar; en el segundo, un cristiano busca impedir; o busca ayudar impidiendo que una tercera persona sea dañada.

Por eso decía en el post anterior que con la precisión de evangélica nos orientamos en el buen sentido del término radicalidad. Porque el evangelio no es extremoso ni intransigente. Ese modo de pensar y de proceder no debería tener lugar en la Iglesia. Si un cristiano es radical es porque entiende que nunca ama suficientemente, que siempre puede hacer más por los demás. Un cristiano nunca se cansa de hacer el bien. Pero esta radicalidad se aplica sobre todo con uno mismo. De cara a los demás, la radicalidad del amor se ofrece como una propuesta, nunca como una exigencia.

En este sentido un cristiano es alguien muy exigente consigo mismo, pero nada intransigente con los demás. Un amor a la fuerza es imposible. El amor siempre nace, crece y se desarrolla en un clima de libertad. Dígase lo mismo de la fe: ella es libre por su propia naturaleza. Por eso, cualquier género de coacción en materia religiosa está en total desacuerdo con la índole de la fe cristiana. La verdad solo se impone “por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y a la vez fuertemente en las almas” (Concilio Vaticano II).

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3
Mar
2023
¿Radicalidad evangélica? ¡Según y cómo!
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florradicalidad

Si calificamos la radicalidad de evangélica vamos bien orientados y damos un sentido positivo al término radicalidad. Pues la palabrita puede tener dos sentidos que, en cierto modo, parecen incompatibles. Según el diccionario de la Real Academia Española radicalidad puede significar una realidad fundamental, o algo extremoso e intransigente.

En efecto, radical es una palabra que proviene del latín “radix”, que significa raíz. En este sentido, radical es lo fundamental, lo que está en la base, lo que sostiene. Una de las principales asignaturas del currículo teológico es la “teología fundamental”, que se ocupa de reflexionar precisamente sobre lo que está en la base y hace posible toda la fe cristiana, a saber, que Dios se ha revelado, se nos ha dado a conocer en Jesucristo.

El problema de las grandes palabras es que pueden corromperse, no tanto por la firmeza con que se defienden, sino cuando se utilizan para atacar o descalificar a otros. Hay verdades fundamentales, con las que toda persona de buena voluntad debería estar de acuerdo. Pero cuando esas verdades se convierten en armas arrojadizas contra otros, entonces se corrompen. Defender las verdades fundamentales de la fe cristiana es muy necesario. Defenderlas atacando o descalificando a otros, puede terminar no sólo por corromper esa verdad, sino por hacerle decir lo contrario de lo que en realidad dice.

Hay quienes hablan de principios innegociables. La vida, sin duda, me parece innegociable, pues no tiene precio y, por eso, es sagrada e inviolable. Ahora bien, si se trata de cuestiones religiosas, la negociación o no negociación no me parece el terreno adecuado para tratar esos temas. La escucha, el diálogo, el testimonio y, a veces, el silencio, me parecen terrenos más favorables.

La Iglesia está llamada a favorecer encuentros, a acoger al diferente. Y de este modo, enriquecer lo que hay abriéndolo a lo que viene. Esto es ser radical, estar bien fundamentado. Desde estas raíces pueden brotar árboles con excelentes frutos.

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28
Feb
2023
La fe une, la ideología divide
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cruzfe

Los seres humanos somos iguales en lo fundamental, pero diferentes en muchas cosas y esta diferencia es expresión de riqueza, de belleza, de comunión. Es una riqueza para compartir, no para oponernos.

Desgraciadamente, si miramos al conjunto de la Iglesia, a veces tengo la impresión de que hay grupos o personas que crean división por motivos ideológicos, que en ocasiones confunden con la fe. La fe es una cosa: es adhesión a Jesucristo. Sus expresiones son múltiples. Las explicaciones de las grandes verdades de la fe cristiana se expresan en lenguajes y culturas diferentes. Hay quién confunde una expresión cultural con la única posible expresión de la fe. Y entonces aparecen personas que, en vez de esforzarse en entender y comprender, condenan sin entender o, al menos, sin buscar puntos de encuentro o el lado bueno que puede haber en la postura del otro. Comenzar por reconocer el lado bueno del otro es un primer paso importante para encontrarse. Recalcar lo malo que hay en el otro es el mejor (o el peor) modo de alejarse y separarse. Y la vocación cristiana siempre es vocación de encuentro.

Todavía más lamentable, si miramos al conjunto de la Iglesia, son las descalificaciones que se hacen del Papa Francisco. Cada Papa y cada Obispo tiene su estilo, su modo de expresarse, sus preferencias pastorales. Pero esto no es motivo para no respetar al Papa o el Obispo, y no reconocer su autoridad en cuestiones pastorales, disciplinares o litúrgicas. Eso dejando aparte que el problema no es el desacuerdo en estos terrenos, porque ahí hay mucha libertad, sino la crítica sin matices y la manifestación pública de un desacuerdo que se expresa como condena y descalificación.

Los gustos litúrgicos son importantes; las opciones pastorales son importantes. Pero el aceptarse en la diferencia es todavía más importante. Si la liturgia se convierte en un arma descalificatoria, es dudoso que sea una buena liturgia, o sea, un buen culto a Dios. Porque Dios siempre nos llama al entendimiento y el perdón. Las dificultades y tensiones que puedan aparecer en la comunidad eclesial se resolverán, no con medidas de poder o de prepotencia, sino de acogida y, como está de moda decir ahora, de sinodalidad, o sea, de escucha mutua.

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24
Feb
2023
Inteligencia artificial escribe una homilía
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inteligenciaartifial

La noticia la he leído en el semanario de la diócesis de Madrid “Alfa y Omega”. Alguien solicitó a un programa de inteligencia artificial que escribiera una homilía para el miércoles de ceniza, y el texto resultante decía cosas generales, pero no estaba nada mal. Hace tiempo que con métodos parecidos se pueden hacer trabajos de clase y hasta tesis doctorales. Por tanto, lo de la homilía es un asunto fácil y menor. Basta que el programa recopile algunas frases más o menos selectas y acertadas sobre el tema, y ya tenemos la homilía hecha. ¿Es esto una homilía? A pesar del titular del semanario, eso no es una homilía. Eso es un subsidio, una ayuda para el que debe hacer la homilía. Cada semana, desde diferentes instancias, se ofrecen modelos de homilías que están al alcance de todos. En esta misma página de dominicos, uno de los lugares que más visitas recibe es la sección de los comentarios a los evangelios de cada día y especialmente de los domingos.

Todos estos materiales son de gran ayuda. Pero son eso, una ayuda. Del mismo modo que al médico le es de gran ayuda el análisis que le ofrecen los distintos aparatos de los que se sirve para examinar al paciente. Pero el aparato no tiene subjetividad y, por tanto, es el médico el que debe tomar la decisión última sobre el medicamento que debe tomar el enfermo. La máquina no puede tomar decisiones de forma completamente autónoma, aunque puede ayudar al ser humano a tomar buenas decisiones. La máquina no sustituye al médico, pero ayuda a salvar vidas dando su opinión cuando el médico se la solicita. Análogamente, los materiales, las reflexiones, las ideas que el predicador encuentra en sus distintas lecturas, pueden ayudarle a preparar una buena homilía, pero la homilía tiene que tener muy en cuenta el público al que se dirige el predicador, sus inquietudes, sus preocupaciones, sus necesidades, sus demandas. Y eso requiere cercanía y un conocimiento de las personas que sólo puede tener el predicador.

Más aún, una homilía se prepara no solo con buenos materiales y buena teología, sino con una buena asimilación personal de los textos litúrgicos, y el mejor clima para esta asimilación es la oración. Por otra parte, la homilía tiene que ser acogida por el oyente. Lo mismo puede decirse de una buena lectura espiritual. La predicación o la lectura espiritual sirven en la medida en que ayudan al oyente o lector a cambiar su corazón, a acercar su mente y su vida a Dios. La homilía no es un discurso, es una exhortación, en la que el primer afectado por lo que en ella se dice es el predicador. Lo que busca la homilía es una mejor asimilación de la Palabra de Dios y una aplicación a la vida del creyente, aplicación que tiene consecuencias personales y sociales. No confundamos las cosas. Las máquinas, los libros, los profesores son importantes. Pero la acogida del oyente es lo decisivo. Y cada uno acoge a su manera, una manera que ni la máquina, ni el libro pueden conocer.

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