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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

27
Sep
2023
Día del mayor 2023
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mayores

El próximo domingo, uno de octubre, se celebra el “Día Internacional de las Personas Mayores”, celebración promovida por la Organización de las Naciones Unidas, desde el año 1991. Tiene como objetivo crear políticas y programas que beneficien a las personas mayores. Algunas diócesis se han unido a esta celebración con un objetivo netamente cristiano, a saber, dar gracias a Dios por lo que continuamente nos están dando los mayores y, en especial, por su gozoso testimonio de una vida vivida en la fe, en la esperanza y en el amor de Dios. Aprovechemos, pues, este día para dirigir nuestras oraciones al Padre para que les conceda una larga vida y una feliz ancianidad. Tampoco estaría mal que añadiéramos otra oración pidiendo perdón por las veces que no hemos cuidado y asistido a nuestros hermanos mayores como Dios quiere y ellos se merecen.

Recuerdo que, a veces, solía decir a mis alumnos que el mayor progreso conseguido por la humanidad en los últimos ciento cincuenta años no era la llegada del hombre a la luna, ni internet, sino el haber conseguido triplicar la esperanza de vida. Basta pensar que la esperanza de vida cuando nació Jesús de Nazaret era de poco más de veinte años. Evidentemente se trata de un promedio, pero se trata de un promedio significativo comparado con los promedios actuales. Cuando Jesús comenzó su predicación, en aquella sociedad, era una persona mayor.

En aquel entonces las personas mayores eran respetadas y veneradas, y los niños, en la familia greco-romana, no eran bien considerados; algunos eran vendidos como esclavos o dedicados a mendicidad. Al contrario de lo que sucede hoy: los niños y niñas son considerados los reyes y las princesas de la casa; y muchas veces algunos no saben cómo deshacerse de sus mayores. Por eso, cuando Jesús dice: “dejad que los niños se acerquen a mí”, no está haciendo un canto a la infancia, sino un gesto de solidaridad con las personas más marginadas. Una buena adaptación a nuestra cultura de esta palabra de Jesús, al menos en algunos ambientes de nuestras sociedades, sería: “dejad que los ancianos se acerquen a mí”. Porque Jesús siempre tomaba partido por los más marginados y necesitados.

Con las personas mayores ocurre como con cualquier otro grupo o colectivo: depende de con quién te encuentras. Los hay con mejor salud, los hay con más posibilidades económicas, los hay mejor aceptados y tratados en sus familias. Y también están las situaciones contrarias. A mi eso de los “días de” (los enfermos, los mayores, las mujeres trabajadoras, los inmigrantes, etc.) no me entusiasma mucho. Porque, entre otras cosas, significa que en esta sociedad hay muchas personas que no están bien tratadas, ni bien queridas. Y porque no se trata de recordar un día al año que hay que cuidarlas y tratarlas bien. Todos los días deben ser día del enfermo, día de las personas mayores, en fin, todos los días son buenos para cuidar los unos de los otros y, sobre todo para ser solidarios con los más necesitados.

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23
Sep
2023
Papa en Marsella: de cifras a nombres
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PapaenMarsella

Hace diez años, el Papa Francisco realizó su primer viaje fuera del Vaticano. Fue a una pequeña isla italiana, Lampedusa, más cercana a la costa africana que a Europa. Fue allí porque a ese lugar llegaban muchos inmigrantes, que buscaban una vida mejor en Europa. Diez años después, este pasado viernes, el Papa ha aterrizado en Marsella, una ciudad también marcada por la inmigración.

La suerte de los inmigrantes ha sido una de las grandes preocupaciones del Papa a lo largo de todo su pontificado, no sólo por el trato que reciben en nuestras fronteras y en los países donde logran instalarse, sino sobre todo porque muchas de esas personas mueren en el camino, debido a las penosas condiciones en que deben realizarlo. El mar Mediterráneo, que debería ser un lugar de paz y de unión entre pueblos y personas, se ha convertido en un cementerio. En su primer discurso en Marsella Francisco se ha referido a este mar que “evoca la tragedia de los naufragios que provocan muerte”. Y ha añadido: “no nos acostumbremos a considerar los naufragios como noticias y a los muertos como cifras; no, son nombres y apellidos, son rostros e historias, son vidas rotas y sueños destrozados”.

Efectivamente, los muertos trágicamente no son cifras, son personas, cada una con su nombre. Por eso, esas muertes nos afectan y nos interpelan: ¿cómo tratamos al lejano, al desconocido, al diferente? Es tan persona, tan humano como yo. Tiene un cuerpo como el mío, un corazón con sentimientos parecidos a los míos, necesidades similares a las mías. Es “otro yo”. Por eso debo tratarlo como me gustaría que me trataran a mi. En Evangelii Gaudium, en Laudato si’ y en muchos otros discursos, el Papa ha utilizado la expresión “globalización de la indiferencia”. Se trata de una actitud, sostenida por la cultura del bienestar, que nos anestesia, y nos hace incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, de llorar ante el drama de los demás; no nos interesa cuidarlos, como si todo fuera responsabilidad ajena que no nos incumbe (Evangelii Gaudium, 54). La cultura de la indiferencia es la del que cierra los ojos voluntariamente y no ve, porque no quiere ver, el dolor ajeno, ya que este dolor perturba su comodidad. Seguramente hay pocas actitudes más antievangélicas que esta cultura de la indiferencia.

Los problemas planteados por los migrantes y los refugiados son complejos. Requieren políticas globales. Hay que luchar contra las mafias que se aprovechan de la necesidad ajena, pero también hay que pedir a nuestros gobiernos que no hagan de las fronteras una barrera infranqueable, y faciliten la entrada de las personas que solo buscan vivir. Cierto, además del derecho a la emigración, existe el derecho a quedarse en casa. Pero ese derecho se vería facilitado si en los países de origen hubiera condiciones de vida, así como gobiernos justos y democráticos, y si los países ricos ayudasen al desarrollo económico y social de estos países más pobres.

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19
Sep
2023
Celebrante y eficacia del sacramento
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basilicaventanal

Es posible que muchos de mis lectores hayan escuchado que los sacramentos actúan “ex opere operato”. Con esta fórmula latina, empleada por el concilio de Trento, se quiere indicar que el sacramento actúa independientemente de las disposiciones y de la santidad personal del ministro, con tal de que el ministro lo celebre debidamente. Esto es verdad, pero no es toda la verdad. Pues los frutos del sacramento dependen también de las disposiciones del que los recibe. El sacramento transmite la gracia (el amor de Dios), pero además de otorgada, la gracia debe ser acogida. Y la acogida depende del acogedor. San Agustín, para explicar esto, utiliza la imagen del recipiente: si te acercas a una fuente con un recipiente pequeño recogerás una pequeña cantidad de agua; si el recipiente es grande, recogerás mucha agua. Pues bien, el recipiente son los deseos con los que uno se acerca al sacramento.

Pero aún hay que decir algo más. Porque los deseos pueden ser obstaculizados, purificados o estimulados según las actitudes de quién administra el sacramento. El caso de la homilía, que ayuda a vivir más intensamente la eucaristía, es quizás el ejemplo más claro: la homilía no suena igual, ni tiene la misma fuerza, si el que la pronuncia se ha preparado bien, tanto intelectual como espiritualmente, que si uno la improvisa. De la misma manera la preparación para recibir el bautismo influye en las disposiciones del que debe bautizarse; o la buena acogida y las palabras misericordiosas y comprensivas ayudan al penitente a recibir con más alegría y con más fruto el perdón, porque esas palabras y esa acogida influyen y mejoran las disposiciones del que se confiesa.

Las disposiciones personales dependen también de la acción de los demás, de una buena homilía, una buena catequesis, una palabra de comprensión, un buen testimonio. Se comprende así la responsabilidad de los presbíteros y de los responsables de las comunidades cristianas. Ellos influyen para bien y para mal en la fe de los fieles. A este respecto, recuerdo que una persona me contó que se había confesado, pero que el sacerdote le había dado la absolución de forma rápida y breve, sin la fórmula ritual con la que la solía recibir habitualmente. Esa persona me preguntaba si había recibido adecuadamente el sacramento. Más aún, me pedía a mi que le diera de nuevo la absolución. Le tranquilicé y le convencí de que la absolución recibida era válida y no era necesario que se confesara de nuevo. Pero eso no quita que esa absolución válida podía haber sido administrada mucho mejor.

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15
Sep
2023
Consejos evangélicos para todo bautizado
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llamaviva

Hubo un tiempo en que la teología distinguía entre consejos y preceptos, unos y otros orientados a conseguir la santidad. Los preceptos eran: amar a Dios y al prójimo. Los consejos se consideraban unos atajos para conseguir más directa y rápidamente la santidad, pues con ellos se apartaban “los obstáculos para cumplir mejor y más perfectamente el mandamiento del amor” (Tomás de Aquino).

Mientras los preceptos eran el camino propio de la mayoría de los cristianos, los consejos estaban reservados a los consagrados. Ahora bien, consejos en el evangelio hay muchos (ser humildes y pacientes, orar siempre, negarse a sí mismo). No cabe duda que los tres clásicos de pobreza, castidad y obediencia pueden integrarlos a todos. Ellos abren posibilidades para avanzar en el ejercicio del amor y se ofrecen a todos, aunque cada uno los vive según su estado de vida y su vocación.

Todo cristiano está llamado a vivir en la pobreza evangélica y a ser solidario con los pobres. El evangelio nos invita a preguntarnos dónde colocamos la seguridad de nuestra vida: ¿en las riquezas o en Dios, en los bienes materiales o en el amor a Dios y al prójimo? Todo cristiano está invitado a vivir en la obediencia. A obedecer a Dios, a escuchar su Palabra, pues en ella está la buena orientación para la vida. Finalmente, todo cristiano está llamado a vivir en la castidad, a tener un corazón limpio y puro. Pues “de dentro del corazón del hombre” salen muchas malas intenciones (Mt 15,18-19), pero de un corazón limpio y purificado salen los mejores amores a Dios y al prójimo (Mt 22,36-40).

La castidad evangélica no puede traducirse en términos físicos. Eso, además de reductivo, es neurotizante. La castidad es ante todo amor. Por eso, el matrimonio cristiano está llamado a la castidad. Lo voy a decir claramente: no vive en la castidad cuando se abstiene de realizar el acto sexual, sino cuando lo vive como lo que es, un sacramento y una expresión de amor.

Los religiosos viven el voto de castidad en el celibato. Cuando el Vaticano II se refiere a este voto, no habla de perfecta castidad, porque la castidad es tan perfecta en el matrimonio como en el consagrado, sino de “perfecta continencia por el reino de los cielos” (Lumen Gentium, 42). Esta perfecta continencia es un signo para todos: signo de que a Dios hay que amarle con un corazón no dividido (1 Cor 7,32-34); y signo que anticipa ese amor indiviso que sólo será perfecto en el reino de los cielos, pues allí ya no será necesario tomar mujer ni marido (Mt 22,30), porque Dios será todo en todas las cosas, o sea, la realidad que todo lo determine.

Los votos, en la vida consagrada, tienen una dimensión sacramental. Hay que situarlos a nivel de signo orientativo de aquello a lo que todos están llamados. Signo no porque se vivan mejor (eso depende cada uno), sino porque se viven de forma peculiar, llamativa. Como llaman la atención (o deberían llamarla) son un recordatorio necesario para la Iglesia y plantean una pregunta al mundo, la pregunta de por qué viven de ese modo.

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11
Sep
2023
Los santos de la puerta de al lado
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riobajopuente

En la Iglesia se entiende por “vida consagrada” un estado o estilo de vida caracterizado por la profesión (una profesión, un compromiso de por vida) de los llamados consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Habría mucho que decir sobre estos tres consejos. Voy a limitarme a aclarar que ellos marcan el camino de la santidad no sólo de los consagrados, sino de todos los cristianos.

Antes del Concilio Vaticano II, la mayoría de los santos reconocidos estaba constituido por sacerdotes y religiosas. Hay que agradecer al Concilio haber dejado claro que en la Iglesia todos estamos llamados a la santidad, a la misma santidad, y a la perfección de la caridad. El Papa Francisco ha notado el cambio de mentalidad que provocó el Concilio: “muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos, viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra”.

Francisco lo ha resumido con una de sus acertadas frases: los santos de la puerta de al lado. Dice: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan por llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante”.

Ahora bien, si todos estamos llamados a la misma santidad, hay distintos caminos para llegar a ella y distintos modos de vivir en el seguimiento de Cristo. El Vaticano II caracteriza a la santidad como “perfección de la caridad”, a la que están llamados “todos los fieles, de cualquier estado o condición” (Lumen Gentium, 40). En la Iglesia hay “múltiples géneros de vida y ocupaciones” (Lumen Gentium, 41), muchas vocaciones, porque el Señor llama a seguirle de distintas maneras. Todas son igualmente buenas, porque todas están llamadas a la santidad. La vida consagrada, el sacerdocio, el matrimonio son dones de Dios. Todos igual de buenos, todos necesarios, aunque cada uno comporte distintas responsabilidades.

En este contexto de camino hacia la santidad hay que situar los llamados “consejos evangélicos” de pobreza, castidad y obediencia. Porque son evangélicos son propios de todo cristiano. Aunque cada uno los vive según la vocación recibida. No se viven igual en el matrimonio que en la vida presbiteral o en la vida consagrada. E incluso en la vida consagrada se viven de distinta manera según cuál sea la modalidad de consagración: monjas, religiosos, orden de las vírgenes, eremitas, institutos seculares. Esto merece alguna aclaración, que haremos en el próximo post.

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7
Sep
2023
Aclarando conceptos: secularidad y virginidad
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bellojardin

Lo típico del consagrado es la virginidad. Cierto, en la Iglesia hay una forma de vida consagrada caracterizada por la secularidad. Esa forma es la de los miembros de los llamados institutos seculares, que quieren vivir, a la vez, la consagración, mediante la profesión de los consejos evangélicos, y la secularidad. Son consagrados que no llevan hábito; la mayoría no viven en común, tampoco trabajan en obras propias (aunque hay alguna excepción). Se insertan en la vida civil y son como fermentos evangélicos en la masa del mundo.

En la práctica pueden vivir como un perfecto seglar. Pero no de cualquier manera. Su objetivo es siempre el evangelio, el testimonio de Cristo, no el ganar dinero. Por eso, no pueden ejercer cualquier profesión, ni de cualquier manera. Buscan aquellos lugares donde hay más posibilidades de vivir y practicar gratuitamente el amor evangélico. En su vocación de compatibilizar secularidad y consagración, lo determinante es la consagración. A este respecto conviene dejar claro que el trabajo no santifica; lo que santifica es el amor. Por eso, los miembros de los institutos seculares han de vivir sobria y pobremente, y ayudar generosamente con lo que les sobra a los necesitados o entregarlo a la Iglesia.

Una palabra sobre las vírgenes consagradas. El orden de las vírgenes, que no viven en comunidad ni bajo la autoridad de ninguna abadesa o superiora, sino solo bajo la tutela del obispo, es una forma de vida consagrada muy antigua (aparece ya en los inicios de la Iglesia) y muy moderna (porque ha cobrado nuevos impulsos después del Vaticano II). Esta consagración no se justifica por ninguna misión concreta ni por ninguna finalidad apostólica. Su razón de ser, su carisma es el amor y la entrega total a Cristo como signo de que él es el único esposo de la Iglesia. Es una vocación estrictamente personal y totalmente eclesial, porque no está ligada a ninguna institución, ni a ningún fundador, ni a ninguna misión concreta. Cada una decide su propia vida. Unas dan preferencia a la oración y a la contemplación, viviendo una vida casi eremítica; otras están más integradas en la vida parroquial o en servicios diocesanos.

También aquí conviene precisar que son laicas, pero no seglares. Ya hicimos notar que un jesuita o un dominico no ordenado es laico. Laico quiere decir miembro del pueblo de Dios, sin autoridad sacramental. Seglar o secular es el que vive según la lógica de la vida mundana. Lo típico del seglar es el matrimonio. No es el caso de las vírgenes consagradas. No son religiosas ni monjas, pero no son seglares. Su consagración es diferente a la de los miembros de un instituto secular. Son una manifestación más de la riqueza de la vida consagrada y de sus diferentes modalidades.

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3
Sep
2023
Aclarando conceptos: laico y secular
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pilabautismal

De las preguntas formuladas en el post anterior, la más delicada y la que se presta a más confusiones es: ¿es lo mismo un seglar que un laico? Hay dos maneras de comprender y definir al laico. Por una parte, los laicos son los fieles cristianos que no han recibido el sacramento del orden ni pertenecen al estado religioso. Pero es posible (y quizás mejor) entender por laicos aquellos fieles que no han recibido el sacramento del orden. En este sentido se puede y se debe afirmar que hay religiosos laicos y religiosos presbíteros.

Ahora bien, los religiosos laicos no son seglares. Secularidad y consagración en la vida religiosa son dos realidades diferentes y excluyentes. El religioso o la religiosa laica ha renunciado al ejercicio de la secularidad, no se casa, ni desarrolla su vida según las normas de la secularidad. Lo típico del seglar es el matrimonio, la vida familiar y el trabajo remunerado como medio de vida. Cierto, hay seglares que no se casan, pero no han profesado públicamente los consejos evangélicos. Por tanto, están en disposición de casarse, cosa que no puede afirmarse de un religioso.

Aquí también es posible hacer un matiz, porque hay realidades que no acaban de definirse por medio de un solo concepto o palabra. Pues lo típico del seglar es ocuparse más directa y específicamente de los asuntos mundanos. No de cualquier manera, sino con espíritu evangélico. Por eso el seglar cristiano vive en el mundo y es “secular”, pero no del todo. Porque el cristiano vive ya en comunión con Dios y por eso su mirada, su esperanza, sus sentimientos no son del todo mundanos. Son, sobre todo, evangélicos y celestiales. La secularidad cristiana es relativa.

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30
Ago
2023
Aclarando conceptos: sacerdotes, consagrados, religiosos.
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monjadeespaldas

Comienzo una serie de entregas que podrían llevar como título general: “aclarando conceptos”. En principio van a ser cinco artículos. Los tres primeros dedicados a precisar el concepto de consagración, vida religiosa, laicado, secularidad y virginidad. El cuarto y el quinto responderán a la pregunta de si los llamados consejos evangélicos son exclusivos de la vida religiosa o consagrada.

¿Es lo mismo un seglar que un laico? ¿Es lo mismo un religioso que un sacerdote? ¿Es lo mismo un consagrado que un religioso? Las confusiones en estos terrenos son muchas. Incluso entre “la gente de Iglesia” hay, en ocasiones, confusiones o, al menos, imprecisiones. Tener claros algunos conceptos no nos hace mejores cristianos, por supuesto. Ni nos hace amar más a la Iglesia. Pero no está mal tener las cosas claras, para situarse mejor y para tratar a cada uno como le corresponde.

Vamos con la distinción entre religioso y sacerdote. Alguna vez he oído que tal persona ha ido a un “colegio de curas”. Pues si ese “colegio de curas” es un colegio de agustinos o de dominicos, se trata de un colegio regido por religiosos. Algunos religiosos son sacerdotes y algunos son laicos. El sacerdocio es un ministerio ordenado, como el diaconado o el episcopado. Ser religioso es vivir con un cierto estilo, en el que lo determinante es la profesión de los llamados consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Entre los religiosos algunos han recibido el ministerio presbiteral o diaconal. Otros no. Los que no han recibido el orden del presbiterado o diaconado son laicos.

La distinción entre consagrados y religiosos es más sutil y la mayoría de la gente no sabe distinguirlos. Para empezar, consagrado es todo cristiano, pues por el sacramento del bautismo ha sido hecho hijo de Dios. Consagración es dedicación. Pues bien, todos los cristianos estamos consagrados, dedicados a la comunión con Dios, unidos a Jesucristo, habitados por su Espíritu, santificados por su presencia. Ahora bien, esta consagración general de todos los bautizados, es posible vivirla con unos rasgos específicos o peculiares, que dan lugar a la vida de “especial consagración”.

Especial no por mejor, sino por distinta. Y ya se sabe, algunas distinciones son muy necesarias. Ahí es donde hay que situar las distintas modalidades de “vida consagrada”: monjes, monjas, religiosos, institutos seculares, eremitas, vírgenes consagradas. Diferentes modalidades: una consagrada en un instituto secular hace voto de virginidad, pero no es monja, ni es religiosa. Estas modalidades las iremos aclarando en sucesivas entregas.

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26
Ago
2023
Tradición
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tradición

Otro concepto fundamental en la vida de la Iglesia y de cada cristiano es el de tradición. Sin tradición no existiría la historia, no se podría comprender el momento que vivimos ni el futuro. Desgraciadamente, a veces se confunde tradición con tradicionalismo. El tradicionalismo es el anquilosamiento de la tradición, es convertir la tradición en fórmulas inamovibles o en ritos intocables. Condicionados por esta confusión se cataloga a las personas como conservadoras o progresistas, como si las primeras despreciasen las necesarias actualizaciones que requiere cada presente y las segundas solo valorasen las ocurrencias actuales olvidando el pasado que nos ha conducido al presente. Todos somos herederos de un pasado. ¿Qué seríamos si fuéramos reducidos a contar solo con nosotros mismos? Por otra parte, no conviene olvidar que una buena acogida del pasado exige acomodarlo y actualizarlo a las nuevas necesidades del presente.

La Iglesia es tradicional, porque ha recibido su fe de otros que nos han precedido en el signo de la fe, y todos hemos bebido de la misma fuente que es Cristo, tal como nos lo transmitieron los apóstoles. Pero el Espíritu renueva a la Iglesia y la mueve a vivir su fe en nuevos contextos, de modo que sea verdad eso de que Cristo ha venido para todos, y cada uno, en su propia circunstancia, puede acogerlo. Por eso, el Espíritu hace nuevas todas las cosas, pero teniendo siempre como referencia a Cristo.

El tener las raíces en la tradición ha permitido siempre a la Iglesia expresar un pensamiento original, nuevo y proyectado hacia el futuro. Los apóstoles no se limitaron a repetir las enseñanzas recibidas del Maestro. La obediencia al mandato del Señor se extendía a dar respuesta a las distintas necesidades que iban surgiendo en las iglesias por ellos fundadas. Toda auténtica tradición comporta la presencia de dos aspectos complementarios: uno de conservación y otro de evolución. Añorar el pasado no sirve si uno no es capaz de hacerlo revivir en lo que se crea nuevo.

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22
Ago
2023
Fuego de los hombres en Tenerife
2 comentarios

fuegotenerife

Cuando cometemos una maldad, en muchas ocasiones, no pensamos en las consecuencias que nuestra maldad tiene para los demás. No sólo no pensamos en las consecuencias, sino que no conocemos personalmente a los afectados por nuestra mala acción. Desgraciadamente, el desconocimiento no ayuda a pensar que todos somos hermanos, responsables los unos de los otros. Mal que le pese a Caín, todos y cada uno somos los guardianes de nuestros hermanos.

Tal como se sospechaba desde un principio, y ahora ha sido confirmado por la Guardia Civil, el incendio que sigue afectando gravemente a la isla de Tenerife ha sido provocado. Hasta que no se detenga a la persona o personas causantes de tanta desgracia no será posible saber hasta dónde llegaban las intenciones del o de los incendiarios. Que el incendio de Tenerife haya sido provocado debería hacernos pensar a todos en la responsabilidad, a veces no querida, que tienen nuestros actos. No sabemos hasta donde alcanzan las repercusiones de nuestras malas y también de nuestras buenas acciones.

Lo de las buenas acciones viene bien recordarlo, porque una vez apagado el fuego, muchas personas necesitaran ayuda para rehacer su vida. Es de esperar que, como en otras ocasiones, las instituciones eclesiales estén en primera línea. No para ser las que más ayudan o las primeras que ayudan, sino sencillamente para ayudar, unos al lado de otros. En eso de hacer el bien, nunca se trata de competir. Y si se compite no es para dejar a otros mal, sino para alegrarse con el bien que hacen. Mientras los malos ejemplos nos enseñan lo que nunca hay que hacer, los buenos nos estimulan a hacer el bien.

Uno de los municipios afectados por el incendio es el de Candelaria. Allí se encuentra el primer santuario mariano del archipiélago, con la imagen de la patrona de Canarias, la Virgen de Candelaria. Los devotos de la Virgen, empezando por el Obispo de Tenerife y los frailes dominicos encargados del monasterio, han rezado a la Virgen por el fin del incendio y por las personas que están luchando contra el fuego. Porque lo que más importa ahora es eso: apagar el fuego y ayudar a los afectados. Una vez hecho lo más importante, será de la hora de buscar a los responsables y de tomar medidas preventivas o defensivas (limpieza de bosques, poner torres de vigilancia) para evitar en lo posible que estos hechos se repitan.

Candelaria viene de candela. Significa “la que brilla”, “la que resplandece”. El brillo que proyecta la Virgen contrasta abiertamente con todos los fuegos destructores. La luz de la Candelaria nos ilumina para que sepamos discernir el bien del mal. Porque, si bien Dios respeta la libertad humana no significa que esté de acuerdo con todo lo que libremente hacemos. En muchos casos está en desacuerdo. Y desde su desacuerdo actúa a través de las personas de bien, que tratan de paliar los desastres que otras provocan.

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