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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

14
Ene
2018

San Antonio y el demonio

3 comentarios
sanantonioyeldemonio

La tradición cuenta que san Antonio Abad fue acosado y tentado por el demonio. Recordando esta tradición la oración para después de la comunión de la Misa de San Antonio pide a Dios que nos conceda “superar las insidias del enemigo, como le otorgaste al abad san Antonio la gloriosa victoria sobre el poder de las tinieblas”.

La figura de san Antonio es muy popular en la isla de Mallorca. No solo por el santo, sino por la figura del demonio que siempre le está rondando. Así, el día de la fiesta del santo, en los distintos pueblos de la isla hay personas que se disfrazan como demonios, que bailan y cantan en honor al santo. La copla más conocida dice así: “Sant Antoni i el Dimoni / jugaven a trenta un, /el Dimoni va fer trenta, /Sant Antoni trenta un” (San Antonio y el demonio jugaban a treinta y uno, el Demonio alcanzó los treinta puntos, San Antonio logró treinta y uno).

El treinta y uno es un juego de naipes. La meta es obtener un valor de puntos lo más cercano posible a 31. Pues bien, la canción deja muy claro que el demonio es muy poderoso, hábil y astuto. Jugar con él es peligroso, porque siempre tiene muchas cartas para vencer. Sin embargo, san Antonio, cuando el demonio quería jugar con él, siempre le vencía, porque el santo tenía mejor apoyo que el demonio.

Yendo más allá de la imaginería popular, yo diría que hoy las fuerzas del mal son poderosas y toman forma en la política, la economía, la cultura y, a veces, hasta en la religión. A la vista de muchos desastres humanos que asolan a nuestras sociedades, se diría que no hay nada que hacer, que la batalla contra ellos está perdida de antemano. Y, sin embargo, hoy es más necesario que nunca anunciar y recuperar la esperanza. Esa esperanza que nos conforta y nos dice que el bien siempre es más poderoso que el mal. Esa esperanza que nos moviliza para oponernos a todo mal, para plantarle cara, aunque a veces parezca que vamos a perder. La esperanza es la virtud de los fuertes. Pero exige paciencia. Y, sobre todo, exige decisión, para no quedarnos cruzados de brazos ante mal. La resignación no es ni humana ni cristiana.

Miguel de Unamuno decía que si el hombre se cruza de brazos, Dios se echa a dormir. Importa, pues, que salgamos de nuestro letargo y nos decidamos a oponernos con toda nuestra vida a todo lo que atenta contra la dignidad y la grandeza de la persona humana, para que así Dios se despierte. Cuando luchamos contra el mal, cuando no perdemos la esperanza, Dios está siempre a nuestro lado. Y así, aunque el “demonio” parezca que está a punto de triunfar, porque sus cartas en el juego alcanzan hasta treinta, la esperanza nos asegura que aquellos que trabajan por el bien tienen cartas mejores y logran los treinta y un puntos.

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J. García
15 de enero de 2020 a las 12:17

Confieso no ser amigo del "diablo", y casi me ofende la costumbre de algunas comunidades de rezar a san Miguel, pidiéndole la protección contra el diablo, al terminar la Eucaristía: Todavía tenemos presente en nosotros al Señor y, en vez de agradecer su venida y su amistad, malgastamos este momento precioso hablando del demonio.. Desafortunadamente estamos volviendo, creo yo, a tiempos y costumbres religiosas poco serias. Y no me extraña que aparezcan grupos contrarios y opuestos a este renacimiento..

M. Amparo Olivares
18 de enero de 2023 a las 11:05

Me ha gustado mucho. Lo compartiré. Gracias Martín por tus reflexiones siempre acertadas.

Valero
17 de enero de 2024 a las 09:01

Tus palabras Martín, me han recordado las palabras de san Pablo: ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? y si Cristo está con nosotros ¿quién contra nosotros? porque en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. El amor termina venciendo, Cristo no quedó en el sepulcro si no que venció al resucitar, porque a pesar de las apariencias, el mal y la muerte no tienen la última palabra.

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