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Luz para una generación perversa
4 comentariosAl final de su sermón, Pedro, el día de Pentecostés, exhortaba a sus oyentes con estas palabras: “escapad de esta generación perversa” (Hech 2,40). Y el apóstol Pablo decía a los filipenses que vivían “en medio de una generación perversa y depravada” (Flp 2,15). Eso de pensar que el mundo está corrompido, que esta sociedad es perversa, que nunca hemos estado peor, es casi tan antiguo como la historia. Como sólo vemos el presente, pensamos que otros tiempos fueron mejores y que, en los nuestros, hemos llegado al “no va más” de la corrupción. Recuerdo, a modo de ejemplo, que cuando se aprobó la ley del divorcio en España, los obispos de entonces gritaron alarmados que eso era el comienzo de la destrucción del país. Es arriesgado utilizar adjetivos superlativos para calificar una situación, porque corremos el riesgo de que la realidad los desmienta, y además porque cuando luego vengan situaciones peores, ya no encontraremos palabras originales para calificarlas.
Todos los tiempos son ambiguos. Tienen cosas buenas y malas. Hoy hay muchas cosas buenas: mayor sensibilidad democrática, mayor deseo de paz, una mejor comprensión del diferente, leyes sociales más justas e igualitarias; se ha prolongado la esperanza de vida, los niños están más protegidos, muchos se preocupan por los necesitados cercanos y lejanos. También hoy hay muchas cosas malas. Algunos parece que se complacen en exagerarlas. No ven más que lo malo. A veces, algunos cristianos parecen pensar que denunciar lo mal que está todo es el mejor modo de evangelizar. En mi opinión se equivocan. Porque el mejor modo de llegar a alguien y de decirle una palabra que tenga posibilidades de ser escuchada no es comenzando por criticarle, sino buscando algún aspecto o lado bueno por el que poder entrarle. Y luego porque la oscuridad no desaparece cuando se la critica, sino cuando se la ilumina. En este sentido Jesús dice que los suyos son “luz del mundo”, no crítica del mundo. Y el texto de san Pablo a los efesios, que antes he citado, exhorta a los cristianos a ser lumbreras en medio de esta sociedad.
La única sociedad que hay es la que tenemos. No vale lamentarse: “si tuviéramos otro gobierno, otras leyes, otra televisión, entonces sería fácil evangelizar”. El testimonio hay que darlo en la realidad que hay, no en la que desearíamos que hubiera. Porque la que desearíamos no existe. Y la que hay se evangeliza siendo luz, no a base de lamentos, gritos, beligerancia o criticas.