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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

3
Ago
2017

Lutero, hace quinientos años

1 comentarios
Luteroindulgencias

Martín Lutero es un personaje complejo. Es posible fijarse en el Lutero que justifica la matanza de campesinos, en el antisemita, en el aliado del poder. Y en el Lutero reformador religioso y teólogo. En este año se está hablando mucho de Lutero, pues hace quinientos años, el 31 de octubre de 1517, se hicieron públicas en Wittenberg sus 95 tesis contra las indulgencias. Este fecha emblemática se considera el inicio de la Reforma protestante. También un 31 de octubre, esta vez de 1999, los representantes oficiales de la Iglesia Católica y de la Federación Luterana Mundial, firmaron una declaración conjunta, en la que las dos Iglesias reconocen un acuerdo fundamental en la doctrina de la justificación. Ahora podemos confesar conjuntamente una doctrina que fue causa de separación: Sólo Dios justifica al pecador, sólo Dios salva.

Esta declaración de 1999 no fue firmada en Wittenberg, sino en Augsburgo, precisamente porque en esta última ciudad fue escrita una página decisiva de la reforma luterana, la confesión de Augsburgo que, según dijo Juan Pablo II, “fue la última tentativa verdaderamente seria que, después de la ruptura ha tenido lugar para llegar a un acuerdo entre luteranos y católicos”. Este acuerdo ya está ahí.

¿De qué se trata en esta cuestión de la justificación? Del tipo de relación de Dios con el hombre y de cómo el hombre puede tener una relación adecuada con Dios, de cómo ser justo delante de Dios; justo, o sea, como estar en la posición correcta. De ahí la importancia de saber que Dios nos justifica, nos hace justos, nos sitúa en nuestra verdad y en nuestro lugar. Porque todo es distinto si no tenemos a nadie que nos justifique, todo es distinto si fuera verdad que no tenemos Padre, que somos huérfanos, que estamos solos en el mundo, que no somos hermanos ni hay nadie que nos redima.

El hombre solo, sin Dios, es un peligro. No va a ninguna parte. Peor aún, camina hacia su pérdida, no sólo debido a su pobreza y a su limitación, sino debido a su egoísmo y a sus malas inclinaciones. Por el contrario, si Dios existe y en su Hijo Jesucristo somos perdonados, renovados y justificados, se abren las puertas de la esperanza y caminos de fraternidad.

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Hormias
4 de agosto de 2017 a las 15:33

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