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Abr2013Los hartos se contratan por pan
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Abr
En el primer libro de Samuel encontramos un texto ciertamente paradójico: “los hartos se contratan por pan, mientras los hambrientos engordan; la mujer estéril da a luz siete hijos, mientras la madre de muchos queda baldía”. La primera paradoja es real. Las otras son deseos, esperanzas, profecías. Pero la primera (los hartos se contratan por pan) es real y cruel: los que tienen mucho, siempre quieren más; nunca están satisfechos. El codicioso no se harta de riquezas. Y esto, a costa de dejar a los demás en su pobreza. En vez de repartir, el rico quiere acumular cada vez más, a costa de que otros no tengan nada y mueran. Es la borrachera y la ceguera de la mentalidad capitalista. La borrachera del que, aún sabiendo que tanto pan y tanto vino, tanto exceso, tanta hartura, no son sanas e incluso conducen a la muerte, parece que no puede ni quiere parar. Mientras los ricos cada día son más ricos, los pobres cada día son más pobres.
Las otras paradojas: los hambrientos engordan, la mujer estéril da a luz siete hijos, están ahí para reavivar la esperanza de los pobres. Desgraciadamente, los fragmentos de realidad de tales paradojas, cuestan mucho tiempo y esfuerzo conseguirlos. Los cristianos, a veces, hemos pensado que se trata de realidades escatológicas. Y ciertamente lo son: el Reino de Dios, que cada día pedimos, llegará, y entonces encontraremos una mesa llena de manjares, más que suficientes, y todos buscaremos que el hermano sea el primer servido. ¿Este Reino sólo es escatológico y, por tanto, no es de este mundo? La esperanza cristiana nos dice que la espera de una nueva tierra y un nuevo cielo no nos evade de nuestras responsabilidades, sino que es un motivo más para luchar con todas nuestras fuerzas por un mundo más justo y más humano.
¿Qué podemos esperar en el aquí y el ahora, qué se puede esperar del ser humano en las condiciones de nuestro mundo presente? Poco, si miramos a los demás. Mucho si decidimos comprometernos ante la terrible crisis que atraviesa el mundo. La esperanza nacerá en medio de este compromiso. No estamos en condiciones de detenernos. Tenemos el deber de resistir. Le debemos un gesto a la vida. Y, por supuesto, le debemos un gesto a Cristo resucitado.
Como un servicio más de su ministerio, el Papa ha recibido a los representantes de las distintas Iglesias cristianas, de la comunidad judía, del Islam, del budismo y de otras religiones. Nadie discute que la Iglesia de Roma es la madre y cabeza de todas las Iglesias católicas. No es menos cierta su capacidad para convocar a los líderes de las otras Iglesias cristianas y de las distintas religiones mundiales. Ya quedó bien patente en Asís en los encuentros organizados por Juan Pablo II y Benedicto XVI para orar junto con ellos. Ahora, Francisco ha recibido a estos representantes, como signo de comunión y fraternidad con todos. Con unos, comunión en Cristo; con otros, unido en la común paternidad de Dios.
Una persona que me honra leyendo mi blog, me envía estas dos fotos que reproduzco. Y me dice, de forma lapidaria y telegráfica: Los zapatos “dicen mucho de los pies de una persona. Cómo camina por la vida. Los pies del caminante”. Y añade: “zapatos de siempre, negros y con cordines, hechos a los pies y al caminar por calles y caminos. No son zapatos de salón y alfombra. Normalidad”.
Hay gestos que despiertan ilusiones. Algunas anécdotas del nuevo Papa hacen pensar que algo puede cambiar en la Iglesia. Aunque, por otra parte, nada cambiará si esos gestos no mueven a otros a colocarse en parecida dirección. El Papa ha pedido a los argentinos y, supongo que por extensión a los españoles, que no viajen a Roma para su Misa de entronización, sino que le acompañen con un gesto espiritual. Espiritual viene de Espíritu Santo. El gesto espiritual consiste en compartir con los pobres el dinero que se ahorran con su no viaje a Roma. No nos engañemos: un gesto así desmonta la tendencia espontánea de diócesis y parroquias, ansiosas de organizar grandes viajes con sus responsables al frente, como signo de fidelidad al Papa. Es un dato más en línea con otros que se cuentan, como el de recoger personalmente su maleta de la pensión en la que estuvo los días anteriores al Cónclave y pagar los gastos del hotel.
Ya tenemos nuevo Obispo de Roma, ya tenemos nuevo Papa. Que haya salido relativamente pronto puede ser un signo de que el Colegio cardenalicio no estaba tan dividido como se decía. En cualquier caso habrá que estar atentos a sus intervenciones en los próximos días para adivinar cuál va a ser su línea de gobierno. Porque al Papa se le valora, ante todo, por su forma de gobernar la Iglesia. Es posible que este Papa nos depare alguna sorpresa (sorpresa fue la convocatoria del un Concilio por Juan XXIII o la renuncia de Benedicto XVI). Pero, en todo caso, no hay que esperarlas en los primeros días. Los cambios en la Iglesia son lentos. El Papa necesitará algún tiempo para hacerse una idea precisa de la situación con la que se encuentra.