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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

13
May
2010

¿Ver a la Virgen? ¡Mejor: ver a Dios!

5 comentarios

Ante una multitud que llenaba la explanada del Santuario de Fátima, y entre la que se encontraban muchos jóvenes españoles, Benedicto XVI pronunció una homilía en la que dijo algo de una gran finura teológica que, posiblemente, no todos entendieran bien.

Me refiero a una frase referida a la envidia que podría despertar el pensar que los pastorcillos de Fátima vieron a la Virgen o a la desalentada resignación de quien piensa no haber tenido esa suerte. “A estas personas (son palabras literales de Benedicto XVI), el Papa les dice lo mismo que Jesús: Estáis equivocados”. Equivocados porque lo que vieron los pastorcillos, lo único realmente importante en su visión, está al alcance de todo creyente. A veces parece que lamentamos no haber estado en los caminos de Galilea, como lo estuvieron los primeros discípulos que siguieron a Jesús. Y olvidamos que esos primeros solo se encontraron con toda la verdad de Jesús una vez que hubo resucitado, una vez que “ya no estaba allí”. Como les ocurrió a esos que iban camino de Emaús: “cuando desapareció de su vista” le reconocieron. A Cristo solo se le alcanza por medio de la fe. Y en este sentido no hay diferencia entre los discípulos de “primera mano” y los de “segunda mano”.

En su homilía el Papa nos orienta hacia la fe, que hace posible que Dios pueda “llegar a nosotros, en particular mediante los sentidos interiores, de manera que el alma es tocada suavemente por una realidad que va más allá de lo sensible y que nos capacita para alcanzar lo no sensible, lo invisible a los sentidos”. Más aún, dice el Papa, “la Luz presente en la interioridad de los Pastorcillos (nótese que la luz no estaba fuera, visible para todos, como la que puede ser fotografiada), es la misma que se ha manifestado en la plenitud de los tiempos y que ha venido para todos: el Hijo de Dios hecho hombre”. Jesucristo es, pues, el que puede inflamar nuestros corazones y alentar nuestra esperanza, un Jesús que hoy y siempre, para los primeros discípulos, para los pastorcillos de Fátima, y para nosotros, solo es alcanzable por medio del Espíritu y desde una postura de fe. En este terreno no hay privilegios especiales, todos tenemos las mismas posibilidades porque todos vemos o no vemos de la misma manera.

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Bernardo
13 de mayo de 2010 a las 21:20

"Ni aunque resucite un muerto", los duros de corazón serán incapaces de ver, aunque lo tengan en sus propias narices. Pienso en la situación actual de la Iglesia, muchos no quieren ver lo que hay que hacer, aunque sea tan claro y patente. Para ver a Dios hace falta una luz especial, una luz interior. Ningún gesto patente lo haría posible si no quieren ver. A esta generación sólo se le dará el signo de Jonás.

su chico
14 de mayo de 2010 a las 00:19

Aunque solo sea por coherencia con lo que he publicado en otro blog comentando la Palabra de este domingo:

>>
"No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre"

Acabamos de celebrar fiestas importantes "en el nombre de María": Virgen de los Desamparados en mi querida tierra y, al otro lado del charco, Nuestra Señora de Luján.

¡Os fijáis qué se nos pide, qué se nos anúncia, qué se nos regala en las lecturas de la Palabra que hoy compartimos!
"Nos os alejéis de Jerusalén", ¡no os alejéis de la Madre Celestial!; aguardad en ella que se cumpla la Palabra del Padre, ¿recordáis...?
"Bienaventurados...

¡Volvamos, también nosotros con los apóstoles, los ojos, todo nuestro ser, hacia la Nueva Jerusalén!¡Entremos en su gozo, bendiciendo al Señor!
>>

creo que le van en demasía las dicotomías (como a mí la palabreja); quiero decirle: ¿por qué 'peor' ver a la Virgen? Por supuesto que es mejor -deseable, necesario- ver a Dios
¿Pero no cree que quien ve a María, ya está en la nueva Jerusalén, y por lo tanto en presencia, a la vista de Dios?

Por si acaso añadiré que estoy totalmente de acuerdo en el mensaje de su comentario; y más: agradecido por las conclusiones a las que me hace llegar con sus reflexiones en cada entrada

(Y lejos de mí tratar de 'enseñarle' más allá de este pequeño tic que creo haberle descubierto; que naturalmente -sobre todo por lo poco (nada) que le conozco- puede estar solo en mi entendimiento)

Un saludo en el Amigo

Desiderio
14 de mayo de 2010 a las 00:55

Este hecho que comentas a mí personalmente me llama la atención: me refiero a que los discípulos realmente comprendieran a toro pasado, cuando el Señor ya no estaba con ellos. Y es algo que me ha hecho reflexionar muchas veces. ¿Cómo podía ser que estando cara a cara con Jesús, recibiendo todo tipo de explicaciones —aunque a veces se sintieran quizás más confundidos—, viendo cómo actuaba, contemplando en directo su relación con el Padre,… cómo podía ser que no entendieran nada? Porque creo que no me equivoco si digo que cuando estaban con Jesús los discípulos no entendían nada.
No sé yo si nuestra alma es como un vaso de agua turbia. Si queremos tener el control, con el vaso bien agarrado, siempre con él al lado, nunca dejaremos de agitar el agua, y no podremos ver su transparencia. Si dejamos el vaso sereno, tranquilo, aunque parezca que no hacemos nada, iremos permitiendo que las partículas vayan cayendo por su propio peso, y poco a poco, iremos viendo el agua clara y cristalina. En este sentido, entiendo que nuestra alma necesita su tiempo, cada vida tiene su ritmo, el cual hay que respetar, mediante la oración, mediante el respeto a la cadencia de la vida,… A lo mejor los apóstoles necesitaban que todo lo que el Señor les enseñó, en la agitación y en la intensidad del momento, fuera posándose para poder ver.

Juanjo
14 de mayo de 2010 a las 10:36

Y cuanta gente "tan pía" tambien aspira a estar cerca del Papa,como si eso fuera "tocar" al mismo Dios. Pero sin reparar al Dios presente que existe en el pobre de la esquina de su calle. Gente con prioridad absoluta para peregrinar, a Fátima o donde toque, pero sin prioridad para tratar al próximo con amor. Haciendo de un medio (por ej una peregrinación) un fin. Absolutizando lo relativo, y relativizando quizá cosas más importantes. Los que no fallan en todo cumplimiento, pero en fondo minusvalorando a quien no piensa como él. Los que creen que todo lo dirige y controla Dios, pero que luego... ya nos ajustará las cuentas. Los que quizá, sucumben a la tentación que venció Jesús en el desierto. La del éxito, la expectación, la espectacularidad, en este caso religiosa. Una religión basada en creer tener la exclusividad de la verdad.

Catalina
14 de mayo de 2010 a las 12:10

Si, muchas gracias. Es verdad todos tenemos al que sufre delante de nosotros. ¿No dijo Jesus que ese era El? ¿necesitamos alguna otra aparicion?¿o es que esa no nos gusta?

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