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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

21
Abr
2023

El triste camino de Emaús

6 comentarios
emaus

El camino que va hacia Emaús, tantas veces idealizado, en realidad es un camino triste (Lc 24,17). Los que van hacia Emaús se alejan de Jerusalén. En Jerusalén está la comunidad de los discípulos. Alejándose de ella se camina cabizbajo, perdido, sin comprender nada de Jesucristo. No es ocioso preguntarse por qué esos dos que caminan hacia Emaús han abandonado la comunidad. ¡Cuántos han dejado la Iglesia porque allí no encontraban a Jesucristo, o porque no entendían nada, o porque entendían lo que nunca debieron entender y quizás no por culpa suya, o porque estaban escandalizados por la cruz! Todos ellos necesitan reencontrarse con una Iglesia renovada, más transparente, más fiel.

Camino de Emaús la gente va desencantada. Unos hablan de sus decepciones, otros de sus falsas ilusiones. Todos esperan. Cada uno lo expresa como puede: “Nosotros esperábamos… pero, con todas estas cosas…” (Lc 24,21). Unos buscan la respuesta en la política, en la liberación de Israel (Lc 24,21); otros en el afecto, en el trabajo, en el arte, en la diversión… Todos esperan, sin saberlo quizás, la felicidad, la salvación. Todos desean encontrar: las mujeres van al sepulcro, pero no encontraron el cuerpo (Lc 24,3); Pedro también va al sepulcro, pero no encontró más que lienzos (Lc 24,12). Los discípulos que van hacia Emaús, Cleofás y su compañero, están al corriente de estas búsquedas y saben que “a él no le vieron” (Lc 24,24). Entrar en el camino adecuado para un auténtico encuentro requiere descubrir y escuchar qué quiere encontrar cada uno. Es importante saber también dónde está la dificultad para el encuentro, dónde la ceguera (Lc 24,16), dónde el miedo, dónde la duda (Lc 24,37-38).

El episodio de los dos discípulos que van hacia Emaús acontece cuando Jesús ya ha resucitado, o sea, en el tiempo de la Iglesia. La situación que narra es similar a la nuestra. En el tiempo de la Iglesia el Señor ya no es visible. Y, sin embargo, el invisible está presente en la Iglesia. Allí se le puede encontrar y seguir. Cuando ella toma el pan, pronuncia la bendición, explica las Escrituras, vive la fraternidad, da testimonio de él, Jesús sigue presente y operante entre los suyos. Al repetir estos gestos nos estamos uniendo a él, identificando con él, siguiéndole.

Jesús resucitado se hace presente en la escucha de la Palabra y en la fracción del pan. La escucha de la Palabra y el sacramento son dos dimensiones de una misma realidad que nos introduce en el misterio de Cristo. Ambas se complementan y se apoyan mutuamente. La comprensión de la Escritura y la participación en el sacramento producen una conversión, una nueva comprensión de Jesucristo resucitado. Ya no se trata de lo útil que nos puede ser Jesús, de lo que nos puede aportar, de lo que podemos ganar o perder. Jesucristo empieza a ser deseable por sí mismo: “Quédate con nosotros” (Lc 24,39), aunque su presencia siempre se nos escapa: cuando los ojos se abren, él desaparece (Lc 24,31). Queda un vacío lleno de esperanza.

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Juanjo
21 de abril de 2023 a las 17:45

Estupenda reflexión, en la que quizá no se deba perder de vista lo que puede representar la aldea de Emaús. Para ello hay que “re-leer el primer libro de los Macabeos”. Judas Macabeo con sus hermanos y seguidores fue capaz de vencer a un poderoso ejército de Antíoco, con Gorgias como poderoso general. Una victoria que debió quedar grabada en la memoria del pueblo y que de alguna manera representa el pasado idílico de triunfo al que uno siempre desea volver cuando se siente fracasado, y que anhela cuando se siente desorientado.
Pero la historia termina bien. Y resulta interesante el itinerario recorrido como clave de lectura del relato, Jerusalén – Emaús – Jerusalén. La comunidad cristiana debe aprender a leer las Escrituras. Ella le orienta su verdadero destino.
“¿No ardía nuestro corazón cuando nos abría la Escritura?”

Mercedes
22 de abril de 2023 a las 08:23

“Pues, si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”. (Cf. san Jerónimo )

Francisco Javier Fuset Cabanes
22 de abril de 2023 a las 08:39

Gracias, Martín. Quisiera que mi persona sirva, como un pequeño grano de mostaza, para acompañar a los que se alejan o se han alejado... aunque me da miedo que a la vuelta lo que se encuentren bajo el techo eclesial no sea tan respirable como desearían ni ellos ni yo... El encuentro a la intemperie ya fue para aquellos dos quizás más amable que el que posteriormente tuvo lugar bajo el techo donde estaban los otros reunidos. Todo esto si no notificamos los orígenes de la Iglesia. Pistas para darte a conocer porque no consigo arrancar de mí del todo el deseo de una sencilla pero profunda tesina en Teología Cristiano- Católica. Que pases buena jornada, sembrador. Un 🤗

Hormias
23 de abril de 2023 a las 16:36

Estupendo articulo una vez más ll
Los judios actuales consideran a Jesús un falso profeta?... Siempre he tenido esa duda.. Gracias fray Martín

Martín Gelabert
23 de abril de 2023 a las 19:13

Para Hormías: en el mundo judío actual hay de todo. Incluso hay un grupo bastante numeroso que considera a Jesús como el Mesías. Aclaro: el Mesías sí, Hijo de Dios no.

Maria
25 de abril de 2023 a las 09:02

Magnifico, precioso, enamorado comentario sobre el Amigo presente, invisible que nos acompaña siempre en nuestros distntos Emaus. Gracias.

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