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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor


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1
Abr
2018
La resurrección remite al seguimiento de Cristo
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jesusconsusapostoles

La resurrección de Cristo no es el final feliz de un drama. Es el resultado de una vida. Al resucitar a Jesús, Dios manifiesta el valor de la vida Jesús. Una vida así no desemboca en la muerte, sino en la vida. Porque el amor es fuente de vida. Y el amor sin límites es fuente de vida eterna.

La resurrección de Cristo no puede separarse del resto de su vida. Y debe leerse a la luz de su vida entera. A “este Jesús”, que vivió y actuó de una determinada manera, y que fue rechazado por los hombres, a este precisamente Dios ha resucitado, introduciéndolo en la vida plena y verdadera. Esto significa que Dios aprueba y ratifica esta vida que los hombres rechazaron. La resurrección no hay que entenderla como un correctivo de la cruz o una recompensa por lo hecho o padecido. La resurrección autentifica el camino de Jesús y muestra la meta a la que conduce ese camino. Manifiesta el fracaso del mundo y que el camino de Jesús es el bueno., el único que conduce a la vida. Por eso, la resurrección no puede separarse del camino de Jesús, un camino que puede pasar por la cruz, pero que desemboca en la resurrección. La resurrección nos remite al camino de Jesús, a la vida de Jesús, en definitiva, al seguimiento de Cristo.

Una cosa más. La resurrección es la definitiva respuesta de Dios a la pregunta por la justicia y el derecho. A los muertos injustamente no se les hace justicia con ceremonias póstumas. Se les hace justicia devolviéndoles lo que injustamente se les ha quitado, o sea, recuperándolos para la vida. Si no hay victoria sobre la muerte, no hay victoria sobre la injusticia. Con la victoria de Jesús sobre la muerte, se evidencia que la causa de Dios es la causa de Jesús y, en definitiva, la causa de todos aquellos que pasan por la vida haciendo el bien y entregando la vida por amor.

La historia sola es incapaz de rescatar a los muertos, y de redimir el dolor, la indignidad y la opresión acumulados a lo largo de su trayectoria. Al contrario, si hemos de hacer caso a Hegel, la historia termina por justificar la injusticia. Pero si Dios existe, y ha resucitado a Jesús, entonces es posible la justicia, la dignidad y la liberación para todos.

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30
Mar
2018
El grande y santo sábado
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El sábado santo, para algunos creyentes, es posiblemente una especie de día sin liturgia, sin oficios, un día vacío. Y no es así. Primero porque hay un estupendo oficio del sábado santo, que contiene una enorme riqueza. En este día, dice el oficio de la Iglesia, “un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio porque el Rey duerme”. Sí, aparentemente duerme. En realidad está muy activo. De ahí que el oficio continúa diciendo que es este día el Rey “quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte…, librar de sus prisiones y de sus dolores” a las hijas e hijos de Adán y Eva que están encadenados. El sábado santo es el gran día de la esperanza de la Iglesia, la esperanza en que a pesar de todas las apariencias, Dios tiene la última y definitiva palabra, y está palabra es de vida y alegría.

El sábado santo es de un gran actualidad: es el día del “silencio de Dios”, un silencio que nunca como en nuestros días fue tan real: Dios parece callado, parece que no tiene nada que decir ante tanto sufrimiento, tanta injusticia, tanto dolor como hay en este mundo. Después del martirio de Jesús y de tantos otros martirios como sigue habiendo, Dios permanece callado. Pero no es un silencio vacío. Este silencio nos remite a nuestra propia responsabilidad. Es también un silencio lleno de esperanza. La esperanza siempre es silenciosa, pero el cristiano sabe que la esperanza no falla. La esperanza es cierta y segura.

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28
Mar
2018
Jesús, defensor de sus asesinos
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“Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”. Estas palabras que, según el evangelista Lucas, decía Jesús crucificado, manifiestan no sólo el gran amor que Jesús, en el momento de morir, seguía manifestando, perdonando a sus enemigos, sino la fuerza y el poder de ese amor, capaz de justificar a sus enemigos. En efecto, Jesús ofrece una buena razón al Padre para que perdone a quienes le asesinan: “no saben lo que hacen”.

En la cruz se oculta la majestad. Alfredo de Rieval (un abad medieval) encuentra ahí no sólo un buen motivo que hace “excusables” a los que crucifican a Jesús, sino la razón profunda que explica su confusión: “Crucifican, pero desconocen a quien crucifican, porque si lo hubieran conocido nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria… Creen que soy un prevaricador de la ley, creen que usurpo la divinidad, que soy un seductor del pueblo. Les oculté mi rostro y no conocieron mi majestad”.

Jesús, lejos de exigir una justa venganza, se convierte en el abogado defensor de sus asesinos. ¡Increíble! ¡Sorprendente! ¡No hay adjetivos que puedan describir un amor como el de Jesús! Es imposible amar más. No sólo eso: un amor así es salvífico. Sólo en un amor como ese puede estar la salvación del mundo. Se trata de un amor incondicional, un amor “a pesar de todos los pesares”. De ahí que bien puede decirse que Jesús derrama su sangre en la cruz por “todos los hombres”. Lo lógico sería que esta sangre reclamara venganza, pero reclama perdón. Para todos los hombres. Para el perdón de todos los pecados.

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24
Mar
2018
Confesarse: algo así como tomar café juntos
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A propósito del sacramento de la confesión, el Papa Francisco recordó hace unos días que Jesús no amenaza, sino que llama con dulzura, inspirando confianza. Y describió así la actitud de Jesús ante el pecador: “El Señor dice: ‘Ven, vamos. Ven y discutamos. Hablemos un poco’. No nos asusta. Es como el papá del hijo adolescente que ha hecho una travesura y debe reprenderlo. Y sabe que si va con el bastón la cosa no irá bien, debe entrar con la confianza. El Señor nos llama así: ‘Vamos, vengan. Tomemos un café juntos. Hablemos, discutamos. No tengan miedo, no quiero aporrearlos’”.

Hay que reconocer que el Papa tiene ideas originales y llamativas, que hacen pensar, dan paz y ofrecen esperanza. Sin duda, es un buen catequista. A mi no se me hubiera ocurrido comparar el sacramento de la reconciliación, con un “tomar un café juntos”. Pero no es una mala metáfora: dos amigos, tomando café, hablando con confianza, buscando comprenderse y ayudarse. Olvídense del café y quédense con la confianza, el comprender y el ayudar. Eso es lo que debe hacer el ministro de la confesión, porque sin duda eso es lo que Cristo haría con el pecador.

Si uno acude a confesarse con buena intención (y es de suponer que todos lo hacen así), seguro que es consciente del mal que ha hecho (porque a solas nadie se engaña) y seguro que está arrepentido y dolido. El hecho mismo de acudir al confesor es ya signo de arrepentimiento. No se trata, por tanto, de hundirlo más en sus miserias. Se trata, como hizo el padre del hijo pródigo, de levantarlo y decirle que el Señor está de fiesta por su confesión.

Hace muchos años recuerdo haber absuelto a una joven muchacha, que vino con miedo a confesarse (no me conocía de nada y no sabía con quién se iba a encontrar). Estaba angustiada, porque le acababan de reñir seriamente y de negarle la absolución. Motivo: se había confesado de no haber ido a Misa el domingo anterior. Bueno, yo digo que celebrar la Eucaristía es una necesidad de todo creyente. Pero también digo que confesarse de no asistir a ella un domingo, cuando se suele celebrar habitualmente, no es motivo para negarle a nadie la absolución.

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20
Mar
2018
El parlamento chino, ¿parábola del cielo?
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Las parábolas de Jesús, en las que describe a qué se parece el Reino de los cielos, se sirven de comparaciones tomadas de la vida real. Me pregunto si un reciente acontecimiento político no daría pie para hacer una buena parábola de lo que puede ser el cielo. Estoy pensando, ni más ni menos, que en lo ocurrido en el parlamento de Pekín hace unos días: Xi Jining ha sido reelegido para un segundo mandato como presidente de China por una mayoría unánime de 2.970 votos a favor por ninguno en contra y cero abstenciones.

Una unanimidad así, que parece de entrada imposible, podría ser una buena parábola del cielo. En efecto, allí todos estaremos de acuerdo, sin ninguna duda ni reserva, porque al conocer el bien absoluto, nuestra adhesión será total y sin fisuras. Pero en este mundo, no existe el bien absoluto. Incluso los mejores bienes son limitados. Por eso, la elección del presidente chino es una mala parábola, porque no se trata de una ficción, sino de algo realmente ocurrido. Pero todos sabemos (incluido el propio elegido) que en la base del suceso está o bien el fanatismo o bien el miedo. O el lavado de cerebro, que viene a ser lo mismo. Y claro, ni el fanatismo ni el miedo pueden ser parábolas del cielo. Como ficción, la parábola podría funcionar. Como expresión real de fanatismo o miedo, no funciona.

Las unanimidades solo se dan alguna vez en pequeños grupos. Cuanto mayor es el grupo, mayores son las posibilidades de encontrarnos con opiniones distintas. Eso vale para nuestras comunidades eclesiales. Una comunidad en la que nadie se atreve a decir lo contrario de lo que piensa el jefe de turno, no es evangélica. Primero porque en las comunidades cristianas no hay “jefes”, sino hermanos que prestan un servicio. Y luego porque en las comunidades cristianas, la diversidad, lejos de separar, enriquece. Puesto que todos buscamos el bien, las distintas opiniones y visiones contribuyen a una búsqueda más afinada, más matizada y más equilibrada del bien.

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17
Mar
2018
José, el de los miedos
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sagradafamilia

La figura de José, el esposo de María, es fundamental para entender el misterio de Jesús, tal como lo proclama la fe cristiana. José, de la casa de David, es el que entronca a Jesús con la gran historia de salvación de Israel y hace posible que el Mesías sea descendiente de David. El Hijo de Dios ha “nacido del linaje de David según la carne” (Rm 1,3).

Pero aquellas personas que Dios elige para formar parte directamente de su plan de salvación tuvieron que superar muchas tentaciones y vencer muchas dificultades. No lo tuvieron fácil. Los elegidos de Dios en bastantes ocasiones experimentan la oscuridad de la fe y sienten eso que dice san Pablo: la fuerza de Dios se realiza en la debilidad humana (2 Cor 12,9). En el evangelio de Mateo se traslucen algunas de las dificultades y debilidades de José. En dos ocasiones en las que estaba en juego “la vida” del niño Jesús, el evangelista habla del “miedo” de José.

Cuando José comprobó el embarazo de su esposa tuvo que plantearse, como es natural, un montón de preguntas. Seguramente no entendía nada. Posiblemente su no entender aumentaba porque amaba a María y porque era un hombre bueno. Y le entró miedo (Mt 1,20). Una vez que el niño ha nacido, José tuvo que emigrar a Egipto porque la situación política hacia peligrar la vida de su hijo. Pero cuando la situación había cambiado y tomó la decisión de regresar a la tierra de Israel, “tuvo miedo de ir allí” (Mt 2,22), porque tampoco acaba de fiarse de los nuevos gobernantes.

Para los elegidos de Dios la vida, a veces, no es fácil. Es normal que tengan miedo. En el caso de José, superó sus miedos porque un “ángel” del Señor le reconfortó y le orientó. Un ángel es un signo de la presencia de Dios. Dios puede hacerse presente de muchas maneras. No sabemos cómo Dios se hizo presente en la vida de José, pero sí sabemos que José se fió de Dios, se apoyó en Dios, y así encontró la paz y la capacidad de vencer los miedos. Hay miedos (precisamente los más fundamentales de la vida) que solo desaparecen cuando uno se apoya en el Señor.

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15
Mar
2018
Stephen Hawkin: el futuro está más allá
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Hawkin

Ayer al mediodía, durante la comida, uno de los hermanos de mi comunidad, me dijo: “ha fallecido este famoso científico ateo”. Como durante la comida, al menos en mi comunidad, nos hacemos unos a otros bromas que contribuyen al buen ambiente comunitario, se me ocurrió responder: “Seguro que si se encuentra con Dios su sorpresa no será mayor que la de los creyentes”.

Aunque Dios sea más íntimo que nuestra propia intimidad, y esté más presente en cada uno de nosotros de lo que jamás podamos imaginar, no es menos cierto que también es el gran desconocido. En el fondo, no sabemos nada de Él. Sabemos, quizás muy imperfectamente, “lo que no es”, pero no sabemos cómo es. Cierto, podemos afirmar que es bueno y justo, pero el modo como se realiza en él la bondad y la justicia se nos escapa.

Sirvan estas líneas como homenaje a un gran científico. Aunque se declaraba ateo era miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias. Decía una cosa interesante: el futuro de la humanidad a largo plazo pasa por salir de la tierra. Ahora seguro que se habrá dado cuenta de cuanta razón tenía. El presente de este mundo no augura ningún buen futuro. Nuestro futuro está en otro mundo, algunos pensamos que en el mundo de Dios, aunque también es cierto que todos los mundos son de Dios.

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13
Mar
2018
La fiesta y la magia del fuego
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Las fallas tienen otras dimensiones, incluso más evidentes que las señaladas en el post anterior. En las fallas hay sobre todo fiesta. Y detrás hay también trabajo. Puestos de trabajo. De hecho, una de las teorías más difundidas sobre el origen de las fallas es la que habla de una antigua costumbre del gremio de carpinteros de quemar trastos viejos el día de san José. Sea lo que sea de esta teoría, las fallas están directamente relacionadas con el trabajo artesanal y con un buen modo de ganarse el pan. Por eso, fallas es también dignidad humana.

Finalmente, fallas es acogida de tantos turistas y visitantes que pueblan esos días las calles de Valencia. En este sentido, fallas es fraternidad con los de fuera y con los de dentro, con los de cerca y los de lejos. Alrededor del fuego las buenas personas se unen en corro, dándose las manos en señal de amistad, como hacen los jóvenes alrededor del fuego de campamento o hacían los antiguos humanos alrededor del fuego que les calentaba.

Hay una cierta magia en el fuego: es símbolo del Espíritu Santo y es el símbolo que utilizan los místicos para referirse a la unión del alma con Dios. El fuego es símbolo de la acción de Dios en el ser humano. Por eso une al ser humano con Dios y a los humanos entre sí.

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9
Mar
2018
El simbolismo del fuego
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fallas

El fuego desprende luz y calor, pero también es destructor y terrorífico; da la vida y produce muerte, sirve para curar y para torturar. El fuego se ha convertido en uno de los símbolos fundamentales de los grupos humanos, símbolo del mal y del bien, del castigo y del premio. En la cultura judeocristiana está relacionado con el castigo de Dios a causa del pecado, pero también con el Espíritu Santo: sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra descendió una lluvia de fuego y azufre, mientras el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles como lengua de fuego. El fuego es también símbolo de purificación. Sin entrar en otras consideraciones, en el imaginario de muchos católicos el purgatorio se concibe como un fuego purificador, al contrario del infierno, que se concibe como un fuego torturador.

En muchas culturas el fuego es motivo de fiesta. Cada mes de marzo en la ciudad de Valencia, y en muchos pueblos de la región, se celebran las fiestas falleras. La falla es una obra de arte destinada al fuego. Una obra de arte especial, pues prácticamente todas las fallas aluden a acontecimientos actuales de ámbito social o político. Estas alusiones están plagadas de broma e ironía, de crítica y humor. De hecho uno de los galardones que se otorgan es llamado premio de ingenio y gracia.

Las formas que adopta lo humorístico en las fallas son muy heterogéneas. En muchas se encuentran referencias a personajes políticos actuales o a acontecimientos ocurridos en los últimos meses. Esta crítica, en clave de humor, pero muy explícita, tiene un tiempo limitado. Al quinto día de su exhibición las fallas son quemadas. Toda la crítica desaparece y sólo quedan cenizas. Uno se pregunta si este fuego sustitutorio podría ser algo así como un modo de superar el veneno que hay en todo conflicto y que, en ocasiones, conduce a situaciones de enemistad irreversibles.

Según el libro del Levítico Israel celebraba, cada año, un día de expiación. En ese día, el Sumo sacerdote colocaba simbólicamente todos los pecados del pueblo sobre un macho cabrío, que luego era enviado al desierto para que allí muriera. Para Israel los pecados se borran o purifican con una desaparición, con una muerte. También las fallas buscan simbólicamente que desaparezca la corrupción o la mala gestión política por medio de un fuego simbólico.

Israel no lograba su propósito, puesto que el pecado retornaba siempre. Tampoco las fallas logran su propósito, porque la corrupción y la mala política nunca desaparecen. Pero el simbolismo del fuego fallero podría orientar hacia una manera de resolver los problemas sociales. No por medio de un fuego destructor, sino por medio de un fuego purificador, consciente de que no logra hacer desaparecer el mal, pero sí consigue asumirlo desde el buen humor, que de alguna manera palía la tragedia que anida en todo desencuentro, en todo abuso y en toda corrupción. (Continuará)

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6
Mar
2018
Misericordia y no sacrificios
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cruzanteiglesia

Todo tiempo es bueno para practicar la misericordia. Pero se diría que el tiempo de cuaresma nos lo recuerda con más insistencia.

“Misericordia quiero, que no sacrificios” es un texto del profetas Oseas (6,6) que el evangelista Mateo pone en dos ocasiones en boca de Jesús (9,13; 12,7). En la primera, Jesús pide a los que condenan a los pecadores que sustituyan la condena por la misericordia. De este modo su actuación será un reflejo de lo que Dios es: clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en perdón. En la segunda ocasión los discípulos tienen hambre y arrancan espigas para comer. Como es sábado, los fariseos, defensores de la ley, alzan la voz para criticarles. Jesús cita el texto de Oseas para hacerles comprender que hay muchas cosas previas al cumplimiento de la ley, por ejemplo, el bienestar del ser humano. El criterio de actuación no es la ley, sino la persona, su dignidad y su felicidad. O la ley está al servicio de la persona, o no sirve.

Actualmente la mayoría de nuestros sacrificios religiosos no pasan de simbólicos: privarnos de algún alimento, cuando estamos sobrealimentados; fumar un poco menos, cuando deberíamos dejarlo del todo. Los actos de este estilo sirven para tranquilizar nuestra conciencia. La misericordia, bien entendida, exige una conversión de la mente y del corazón, y una actuación a favor del prójimo. Digo bien entendida, porque la misericordia no es un sentimiento, es una actuación, es hacer el bien gratuitamente, o sea, sin buscar compensaciones.

Los que en nombre de la ley y la justicia buscan descalificar el discurso sobre la misericordia, plantean preguntas sobre casos extremos: ¿misericordia significa ocultar al delincuente o no exigirle responsabilidades? Claro que no. La misericordia exige, en primer lugar, ayudar a la víctima y reparar, en lo posible, el daño causado. Pero sin olvidar que también el delincuente sigue conservando su dignidad: “ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante” (Juan Pablo II, Evangelium Vitae, 9) Más aún: la misericordia pide tratar al delincuente como te gustaría que te tratasen a ti si un día tienes la desgracia de encontrarte en su situación.

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