Logo dominicosdominicos

Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor


Filtrando por: 2018 quitar filtro

18
Oct
2018
Las bondades del perdón
2 comentarios

rosasblancas

Las religiones deben predicar las bondades del perdón. Pero tan importante como el anuncio del perdón es que este anuncio se comprenda más allá de los límites del lenguaje religioso. Hay convicciones religiosas que pueden tener una importancia grande para la buena convivencia entre los seres humanos. Pero es im­portante expresarlas en un lenguaje universal y accesible para todos, para que puedan ser argumentadas pública y políticamente.

De ahí la importancia de traducir, política y antropológicamente, que el primer beneficiario del perdón es el que perdona. Lo que parece justo y racional es el rendimiento de cuentas, eso por no decir que, para el ofendido, para la víctima, lo racional es el odio. Sin embargo, bien pensado, ese rendimiento de cuentas, y no digamos la venganza, engendra más violencia y encadena un círculo vicioso sin fin. A corto plazo el perdón puede parecer una pérdida, pero a la larga asegura un provecho real. El perdón puede parecer una debilidad; en realidad tanto para concederlo como para aceptarlo, hace falta una gran fuerza espiritual y una valentía moral a toda prueba. Lejos de ser un menoscabo para la persona, el perdón la lleva a una humanidad más plena y más rica que, para los creyentes, refleja un rayo del esplendor del Creador.

El único modo de acabar con el mal que nos hacemos los unos a los otros es el perdón. Quién detiene el mal no es el malvado. Es el que no responde al mal con el mal. Quién rompe el círculo de venganza y contra venganza no es el victimario, sino la víctima que no entra en ese círculo y, al no entrar, no lo multiplica. En la cruz de Cristo resplandece esto con claridad meridiana. Jesús nunca devuelve mal por mal, al ser insultado no respondía con insultos, al padecer no amenazaba (1 Pe 2,22). Para que esto fuera posible “dio en sí mismo muerte al odio” (Ef 2,16). Solo así es posible parar el odio: cuando uno lo mata en sí mismo y, por tanto, no lo transmite, porque no lo puede transmitir (ya que lo ha matado). O mejor aún, cuando uno no lo deja entrar en su vida. Para no dejarlo entrar, Jesús llevaba puesta la coraza del amor (cf. Ef 6,14-16). Como el odio no estaba en su vida, era imposible que odiase. De Jesús sólo sale amor.

Al parar el mal, el primer beneficiario del perdón es el que perdona: “el perdón no es un favor al malvado, sino una necesidad de la víctima para superar el dolor” (S. Rancagliolo). El que dice: “ni olvido ni perdono” contribuye a perpetuar el odio. Por el contrario, perdonar es empezar de nuevo, rehacer la historia, escribir de nuevo la trayectoria de las cosas y de las personas. Perdonar es intentar lo imposible, deshacer lo que ha sido, abrir nuevas metas allí donde parece que todo está terminado. En este sentido, el poder de perdonar es el potencial más eficaz.

Ir al artículo

14
Oct
2018
Santos Pablo VI y Romero, rogad por nosotros
1 comentarios

pabloyromero

En una abarrotada Plaza de San Pedro, el Papa Francisco ha canonizado a dos grandes figuras de la Iglesia de los últimos años: el Papa Pablo VI y el Obispo Oscar Romero. Cada uno tiene, con todo derecho, santos de su devoción, pero a mi me gustaría que estos dos fueran santos para todos, aunque sospecho que, desgraciadamente, seguirán teniendo sus críticos, como sucede con todas las grandes personalidades.

Pablo VI fue el Papa que llevo adelante y finalizó el Concilio Vaticano II. Acabado el Concilio sufrió mucho al ver algunas malas consecuencias, por ejemplo, la ruptura con la Iglesia, precisamente por estar en desacuerdo con muchas decisiones conciliares, de Monseñor Lefebre. A pesar de los esfuerzos hechos en los últimos tiempos por parte de la Santa Sede, está lejos la vuelta de los seguidores de Lefebre a la plena comunión con la Iglesia. Pablo VI fue también el hombre del diálogo, de la evangelización, un intelectual incómodo que sabía hacer las preguntas oportunas. Fue el Papa que propició la Facultad de Teología en Valencia, que apoyo la transición española, que imploró (sin conseguirlo) por la vida de los últimos condenados a muerte en España.

También Oscar Romero imploraba justicia y pan para los pobres, y clamaba contra los miles de asesinatos cometidos por los escuadrones de la muerte en su país. Lo pagó con su vida. El clima contra la Iglesia que se respiraba en El Salvador queda bien reflejado en este triste lema, que se repetía constantemente: “haga patria, mate a un cura”. Son históricas las palabras pronunciadas en la homilía que provocó su muerte: “Les suplico, les ruego, les ordenó en nombre de Dios, ¡cese la represión!”. Sí, en nombre de Dios sólo se puede ordenar que se acabe con la muerte y se trabaje por la vida. Era bien consciente de que se estaba jugando la vida, como queda claro en estas palabras pronunciadas poco antes de su muerte: “si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”.

Con estas canonizaciones, el Papa ha hecho un reconocimiento al Concilio Vaticano II y al postconcilio. Francisco sigue marcando el camino a seguir.

Ir al artículo

12
Oct
2018
Virgen del Rosario, advocación transversal
5 comentarios

virgendelrosario

La Virgen María ha recibido distintos títulos y advocaciones. Son la mejor prueba de la devoción que el pueblo cristiano le profesa. Una advocación es una llamada a la Virgen para que nos proteja y ampare en una determinada situación. Fundamentalmente hay dos modos de calificar o adjetivar a María, uno por medio de un lugar o espacio geográfico; y otro, refiriéndose a una necesidad concreta. Así, María es calificada de Virgen de Guadalupe, de Montserrat, de Lluch, de Covadonga o de África. Es un modo de decir que ella es la protectora de quienes viven en esos lugares, y también que quién se acerca a esos lugares busca el amparo de María. Por otra parte, es calificada de Virgen de la paz, de los dolores, o de los desamparados. Es un modo de decir que ella protege a los que trabajan por la paz, o a los que se encuentran en una situación de desvalimiento.

El Rosario no es un lugar geográfico (ya sé que hay alguna ciudad que se llama así), ni tampoco hace alusión a ninguna necesidad especial. ¿Cuál podría ser el sentido de esta advocación: Virgen del Rosario? Esta advocación nos recordaría que, invocando a María, sea cual sea el título que le demos, estamos acogiéndonos a una mediación que nos lleva a Cristo. María no es un fin en sí mismo. El único fin de todo cristiano es Cristo, el Señor. Todo lo que nos conduce a él, es bueno y santo. Y lo que nos aparta de él, es malo y diabólico. María siempre nos conduce a Cristo. Ella está permanentemente diciéndonos, como a los servidores de la boda de Cana: “haced lo que él os diga”.

El Rosario se refiere directamente a distintos misterios de la vida de Cristo. Por eso, la Virgen del Rosario nos lleva directamente a tales misterios, sea cual sea el lugar en el que estemos o la situación por la que estamos pasando. La Virgen del Rosario podría ser una apelación transversal, presente en todas las demás invocaciones marianas. Y un recordatorio del sentido que tienen todas ellas. Como muy bien recordó el Concilio Vaticano II, el culto devocional a María “favorece eficazmente el culto de adoración tributado al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo” (Lumen Gentium, 66). Eso es exactamente lo que hace el Rosario: comienza por recordarnos el misterio del Verbo encarnado y termina orientando nuestra mirada a Cristo resucitado y exaltado por el Padre, en virtud del Espíritu Santo. Finalmente, el Rosario presenta a María “asunta al cielo”, como icono de todo lo que el cristiano espera, que no es otra cosa que unirse al misterio pascual de Cristo.

Ir al artículo

8
Oct
2018
Diálogo interreligioso y comisiones de la verdad
1 comentarios

cruz05

La primera violencia que habrá que denunciar y, en lo posible, tratar de impedir, es la violencia religiosa, la cometida en nombre de Dios, precisamente porque es la más blasfema, la que más confusiones crea, la que más fácilmente aceptan o comprenden los adeptos ingenuos de la religión en nombre de la cual falsamente se ha invocado el nombre de Dios. Hay que dejar claro que en nombre de Dios sólo se puede trabajar por la paz, la reconciliación, el encuentro entre las personas.

De ahí la importancia que tiene hoy el diálogo interreligioso. Es una de las mejores contribuciones a la paz. Como bien dijo Juan Pablo II, el diálogo interreligioso “es importante para proponer una firme base de paz y alejar el espectro funesto de las guerras de religión que han bañado de sangre tantos períodos de la historia de la humanidad. El nombre del único Dios tiene que ser, cada vez más, como ya es de por sí, un nombre de paz y un imperativo de paz”.

Las religiones deben contribuir, además, a la búsqueda de reconciliación una vez que han sido superados los conflictos armados. La Iglesia, las religiones, deben contribuir a esta reconciliación y buscar, con imaginación creativa, caminos de convi­vencia, aunque no sea posible el olvido. Esta reconciliación, para ir más allá de lo individual y ser eficaz socialmente, tiene que tener una traducción política. Un ejemplo pueden ser las comisiones de la verdad, organismos oficiales, no judiciales, que en algunos países han logrado que, desde el reconocimiento de la culpa, se haya otor­gado un perdón sincero, o al menos, una posibilidad de convivencia, abriendo caminos de futuro.

Las comisiones de la verdad prestan particular atención al testimonio de las víctimas y al restablecimiento de sus derechos, ayudan a que sociedades divididas superen la cultura del silencio y de la desconfianza, proponen reformas institucionales para evitar nuevas violaciones de los derechos humanos. Buscan, como indica la misma palabra, la verdad sobre hechos antes negados. Aunque su enfoque está cen­trado en las víctimas, también tienen como objetivo promover la reconciliación nacio­nal, o la integración de los victimarios en las sociedades o grupos dañados, sobre todo cuando los victimarios reconocen sus crímenes y piden sinceramente perdón. Solo desde la verdad es posible el perdón y el reencuentro.

Ir al artículo

4
Oct
2018
El Rosario, escuela de María
1 comentarios

rosario02

El mes de octubre se celebra la fiesta de la Virgen del Rosario. Distintas asociaciones, que se acogen al amparo de esta advocación, celebran también su “día” durante este mes. Este año, el Papa ha recomendado a los fieles católicos que durante este mes de octubre recen cada día esta oración para “pedir a la Santa Madre de Dios y a San Miguel Arcángel que protejan a la Iglesia del diablo, que siempre pretende separarnos de Dios y entre nosotros”. Efectivamente, el término diablo significa separación. Lo diabólico siempre separa. Su contrario sería “símbolo”, que significa reunir. Lo simbólico (piénsese en el “símbolo” de apóstoles, en el Credo) siempre une. La fe en el símbolo de los apóstoles une al ser humano con Dios y une a los creyentes como hermanos. Lo diabólico separa a los seres humanos de Dios y los separa entre ellos.

Dado el momento que está atravesando la Iglesia, con críticas directas al Papa, cuando no insultos y descalificaciones, estoy convencido de que Francisco, en esta intención de oración está pensando sobre todo en la “separación entre nosotros”. Porque esas críticas al Papa también separan a los propios creyentes. Es lamentable que haya que salir en defensa del Papa y más lamentable aún que se le descalifique sin matices. De ahí, la oportunidad de rezar el rosario durante este mes de octubre, pidiendo precisamente por la unidad entre nosotros, los propios creyentes. El Papa busca también otra intención en este rezo del rosario: “que la Iglesia sea consciente de las culpas, de los errores, de los abusos cometidos en el presente y en el pasado, y comprometida a luchar sin ninguna vacilación para que el mal no prevalezca”. No hace falta insistir en lo oportuno de esta intención.

El Rosario es la escuela de María puesto que, al rezarlo, ella nos conduce a la contemplación de los distintos misterios de la vida de Cristo y, al contemplar esos misterios, acogemos al mismo Cristo. Ya Pablo VI entendía que el Rosario era la oración adecuada “para obtener la paz”. Esta paz hacia fuera, en la que pensaba Pablo VI, Francisco la pide también “hacia dentro”. Porque si los cristianos no vivimos en paz, difícilmente podremos ser ejemplo de paz para los demás. Si no estamos unidos, al menos en lo esencial, difícilmente podremos ser constructores de unidad en esta sociedad dividida y compleja.

Ir al artículo

30
Sep
2018
El sínodo sobre los jóvenes ya está ahí
1 comentarios

sinodjovenes

El 3 de octubre está previsto que el Papa inauguré el Sínodo de los Obispos sobre “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Los obispos españoles han enviado a Roma una síntesis de las opiniones e inquietudes recibidas de 5.253 jóvenes, sacadas de distintas encuestas enviadas por movimientos juveniles de diócesis y congregaciones religiosas. Llama la atención un dato que, en parte, puede resultar contradictorio: más del 60 por ciento de los jóvenes españoles afirma sentirse escuchado por la Iglesia mientras que un 54 por ciento asegura no sentirse comprendido, y un alto porcentaje tienen la impresión de que no se acogen sus aportaciones. O sea, se sienten escuchados, pero no comprendidos. Si es así, estamos ante una mala escucha.

El Papa, en su reciente visita a los países bálticos, ha hecho una referencia expresa a estas reclamaciones que los jóvenes han planteado para el Sínodo. Tras citar la palabra de Jesús: “venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”, Francisco preguntó: “¿por qué los jóvenes ya no acuden a la Iglesia a aliviarse?”. Quizás no sabemos escuchar. “Muchos jóvenes no nos piden nada, porque no nos consideran interlocutores para su existencia. Algunos incluso piden que los dejemos en paz, sienten la presencia de la Iglesia como algo molesto y hasta irritante”, dijo también el Papa.

El tema de la escucha y de la comprensión es fundamental, es un presupuesto para que el evangelio sea recibido. La escucha supone confianza. Si no confiamos en los jóvenes es muy difícil que puedan aceptar lo que les decimos y proponemos. Cuando me acerco a un joven, me encuentro con alguien con ideas y costumbres distintas a las mías. Debo empezar por respetarlas. Acercarse no es esperar que vengan a buscarme y recibir educadamente. Es adelantarme e ir donde el otro está. Acercarse significa saber qué cosas son las que espontáneamente atraen a los jóvenes. En ocasiones, antes de proponerles un acto religioso, habrá que preguntar por sus intereses. Y siempre habrá que estar atento a sus necesidades. Si se trata de jóvenes que buscan trabajo desesperadamente, tenemos que empezar por solidarizarnos con ellos en esta búsqueda de trabajo.

Cuando yo era joven, ya notaba que mucha gente nos halagaba y nos decían que éramos el futuro y la esperanza de la Iglesia y de la sociedad. Con esas llamadas al futuro, trataban de apagar nuestra rebeldía presente. Sin duda los jóvenes, como cualquier persona, necesitan esperanza. Pero también necesitan presente. Necesitan razones para esperar, pero también razones para vivir. Para vivir hoy, aquí y ahora. Para sentirse felices hoy. Hay que hablarles del mañana, pero sobre todo responder a sus necesidades actuales. Y ellos, lo sepan o no, como todo ser humano, necesitan a Jesucristo. Por eso, el modo de presentar a Jesucristo deberá tener en cuenta su situación actual, su modo de ser, de pensar, de vivir. Eso requiere escucha, cercanía, confianza.

Ir al artículo

28
Sep
2018
Misericordia y denuncia profética
0 comentarios

vacio03

El primer destinatario de la misericordia es la víctima. De ahí que un cristiano no puede dejar de hablar ni de actuar ante las víctimas. Una reflexión teológica sobre la misericordia no puede limitarse a ser una exhortación piadosa. Tampoco puede ser una llamada a la resignación y a la paciencia. En el seguimiento de Cristo estamos llamados a decir, denunciar, hacer e impedir. Una de las mejores síntesis de lo que fue la vida y el actuar de Jesús la ofrece el libro de los Hechos (10,38), cuando dice que Jesús pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos, porque Dios estaba con él. Pasó haciendo el bien: tomó postura a favor del bien. Curó a los oprimidos: se enfrentó con el mal y lo hizo retroceder. Porque Dios estaba con él: Dios siempre nos impulsa a hacer todo el bien posible y a evitar todo el mal.

En este sentido el cristianismo tiene repercusiones políticas, porque cuestiona determinadas posturas que van más allá de lo individual y entran en el terreno de lo social. Ponerse al lado de los que sufren y asumir su causa como algo propio implica, en muchas ocasiones, una toma de posición política. No se trata de politizar el evan­gelio ni la religión. Se trata de darse cuenta de que todo tiene repercusiones políticas. Cuando no se hace política de un tipo, se hace de otro. Las llamadas a la “no politiza­ción” frecuentemente esconden el “no compromiso”, el no molestar a los poderosos.

La misericordia tiene mucho que ver hoy con la defensa de los derechos humanos, el compromiso por la justicia y la paz. En estos campos los cristianos podemos colaborar con tantas personas que, desde posiciones religiosas distintas a la nuestra, e incluso desde posiciones no creyentes, luchan por la paz, la justicia, la integridad de la creación, en definitiva, por la dignidad humana.

Ir al artículo

26
Sep
2018
El premio de la misericordia
0 comentarios

campoamapolas

El cristiano debe preguntarse cómo traducir hoy, en su diario vivir, la vida y el mensaje de Jesús. Una de las mejo­res traducciones del amor cristiano es la misericordia. Jesús declaró felices a los mi­sericordiosos, pero además añadió que la misericordia que se otorga, redunda en be­neficio propio, pues repercute sobre el donante: “felices los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7). La misericordia la damos en beneficio ajeno, pero rebota sobre el que la da y le beneficia. Tanto doy, tanto recibo; cuanto más doy, más recibo.

Hay unas bienaventuranzas, comunes a Mateo y Lucas, que se refieren a situaciones de privación: los pobres, los hambrientos, los afligidos, los perseguidos. Y hay otras, propias de Mateo, que se refieren a cualidades activas que regulan las relaciones con el prójimo. Y además se diría que tienen premio. Es el caso de la bienaventuranza sobre los misericordiosos: ellos alcanzarán misericordia. Ahora bien, la recompensa prometida no conlleva un cambio de situación, sino que evoca una relación nueva establecida entre el hombre y Dios: Dios será misericordioso con el que ha sido misericordioso con su prójimo.

La misericordia es amor gratuito que se vuelca sobre la miseria humana. No es un amor débil, sino fuerte. Su alcance es universal, pero se podrían distinguir dos grandes bloques de destinatarios de la misericordia. En primer lugar, los heridos que uno se encuentra al borde del camino. Ahí la misericordia se manifiesta en el cuidado del herido y el alivio de sus dolencias. El samaritano misericordioso (Lc 10,29-37) se­ría, en este caso, el paradigma de la actitud del cristiano con todos los heridos. En segundo lugar, los que me hieren a mi, me atacan o me desean mal. También con ellos el cristiano está llamado a adoptar actitudes misericordiosas.

Con toda persona, el cristiano está llamado a reflejar la actitud de Dios y de Jesús, que ama a los pecadores, a los que no se lo merecen, y da la vida por ellos. Se declara felices a todos aquellos que, a pesar de sus deseos de venganza más o menos solapados, de revanchismo, de hacer valer su razón siempre, de querer domi­nar a los que les rodean, son capaces de perdonar, de acoger con afecto a sus her­manos y a todas las personas.

La misericordia no es pasiva, no es aguante, no es soportar; es dinamismo, es una actitud activa que pone a contribución toda la fuerza de nuestro corazón. La misericordia atrae, para su ejercicio, todo el potencial acumulado por la acogida del Es­píritu Santo, que transforma nuestro corazón y nos hace valientes y decididos para enfrentarnos al mal y superar las situaciones de injusticia. La misericordia recapitula los frutos del Espíritu santo: amor, paz, paciencia, benignidad, bondad, mansedumbre (Gal 5,12).

Ir al artículo

22
Sep
2018
Oración cortita pero linda, dijo el Papa
2 comentarios

papasentado

De “cortita, pero linda” calificó el Papa a una breve oración de San Vicente Ferrer, en uno de los “paréntesis” del discurso dirigido al Arzobispo de Valencia y a los sacerdotes que lo acompañaban, este pasado viernes. El discurso, tal como salió de su boca, lo pueden encontrar en este enlace. El Papa estaba animado, tranquilo, relajado, en buen estado físico. El discurso fue cercano, claro y profundo, tres características importantes de todo discurso inteligente, porque lo profundo no está reñido con lo cercano y claro.

La oración de San Vicente a la que el Papa calificó de “cortita, pero linda” dice así: “Señor, perdóname. Tengo tal defecto o pecado. Ayúdame”. Otro de los “paréntesis” del Papa fue cuando recordó una oración que le enseñó su abuela cuando tenía dos o tres años: “Mira que te mira Dios, mira que te está mirando, piensa que te has de morir y que no sabes cuando”. El Papa levantó la vista de los papeles y añadió: “Era un poco tétrica la cosa, pero me ayudó”.

Si leen el texto publicado notarán enseguida que las primeras palabras del Papa no estaban escritas en los papeles que le habían preparado: “primero les pido disculpas por la espera, pero se atrasa la primera, después se atrasa la segunda, la tercera… y la factura la paga la última”. Palabras de disculpa innecesarias por el pequeño retraso, pero bien manifestativas de su cercanía y de su cariño.

Al hablar de la cercanía con la que hay que atender a las personas y de la necesidad de salir al encuentro de los demás, el Papa volvió a citar a san Vicente Ferrer, diciendo: San Vicente tiene una bonita imagen de la Iglesia en salida: «Si el sol estuviese quieto en un lugar, no daría calor al mundo: una parte se quemaría, y la otra estaría fría».

Muy interesantes las preguntas con las que acabó su discurso, que valen para los sacerdotes y para todos los cristianos: “¿Cuáles son nuestras verdaderas riquezas? ¿Dónde tenemos puesto el corazón? ¿Cómo buscamos colmar nuestro vacío interior?”.

Y una advertencia a propósito de la televisión, que vale también para todos: “Terminen el día con el Señor; empiecen el día con el Señor. Y la televisión en la pieza, mejor que no. Ténganla en el lugar de estar. Hagan lo que quieran: un consejo nada más. No es dogma de fe”. El cristiano no despide el día con la televisión, sino con una oración. Por eso, una televisión en el dormitorio, como dice el Papa “mejor que no”, dejando claro (dicho con una nota de humor) que es “un consejo nada más. No es dogma de fe”.

El Arzobispo de Valencia, al presentar al Papa la amplia tarea que se realiza en su diócesis, dejó bien clara la adhesión incondicional a su persona y a su magisterio, en estos momentos difíciles. No hay evangelización sin comunión con el Papa. En la foto que ofrezco puede verse la atención con la que el Papa escuchaba al Sr.Arzobispo.

Ir al artículo

17
Sep
2018
Menos poder y más autoridad
5 comentarios

vidrieras

La distinción entre poder y autoridad puede iluminar lo que es un buen líder y lo que es un mal jefe. Y permite comprender el necesario papel de los distintos responsables en la comunidad de Jesús. Toda comunidad necesita una mínima organización. Pero los responsables del buen orden no deben comportarse como los que gobiernan en este mundo, que se aprovechan de su puesto y tratan a los demás como subordinados: “no así entre vosotros” (Lc 22,26). Por el contrario, deben actuar como servidores y ser ejemplo para los demás. En este ser ejemplo está la diferencia entre poder y autoridad. Autoridad procede de autor. Tiene autoridad el que tiene capacidad, crédito, estimación, verdad, aprecio, reputación. Poder tiene que ver con potestad, fuerza, imperio, poderío, dominación. Mientras la autoridad tiene capacidad de arrastre y convencimiento, el poder se impone desde fuera y por la fuerza. Suele ocurrir que quienes pierden autoridad se apoyan en el poder. Dejan de convencer y pasan a imponer. Pierden el aprecio y se mantienen a base de fuerza y opresión.

Que el poder es una tentación permanente, incluso en las comunidades cristianas, se manifiesta por la cantidad de veces que encontramos en el Nuevo Testamen­to advertencias a las autoridades eclesiásticas para que no corrompan su autoridad convirtiéndola en poder. Así se expresa la primera carta de Pedro (5,1-4): “a los presbíteros que están entre vosotros les exhorto yo, presbítero como ellos: apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey”. Si en la Iglesia hay funciones de vigilancia, ésta se ejerce no a la fuerza, sino con amor, respetando la libertad; y se ejerce, sobre todo, siendo modelo para los demás.

Para los seguidores de Jesús la autoridad no funciona como poder, sino como servicio. Jesús tenía mucha autoridad, pero se negó a utilizar el poder, tal como le propone el tentador (Mt 4,3). Sorprendió a sus contemporáneos “porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas” (Mc 1,22). Esta comparación es significativa, pues los escribas estaban “titulados” para enseñar, por haber estudiado en la sinagoga. Pero su competencia, al no brotar de la adhesión personal a la Palabra de Dios, sino de la profesionalización puesta al servicio del ansia de poder, era una autoridad devaluada. La autoridad de Jesús, por el contrario, nace de la experiencia de su filiación divina, y no de titulaciones. Es una autoridad competente, la del que va por delante exponiendo su vida, y no el poder “del que impone a los hombres cargas intolerables, y él no las toca ni con uno de sus dedos” (Lc 11,46; Mt 23,4).

A la luz de lo dicho no tiene sentido hablar de una Iglesia autoritaria, aunque si tiene sentido hablar de autoridad en la Iglesia. San Pablo, cuando recuerda a la Iglesia de Corinto “la autoridad que el Señor le dio”, deja muy claro que se trata de una autoridad “para construir vuestra comunidad, no para destruirla” (2Co 10,8). La autoridad de Pablo, la autoridad eclesiástica, está basada en el modelo de Jesús. En la Iglesia no hay poderes, aunque sí hay funciones. En ella la autoridad se ejerce como un servicio fraterno.

Ir al artículo

Posteriores Anteriores


Logo dominicos dominicos