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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
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25
Jun
2009
Libertad para el amor
2 comentarios

El pecado, la ruptura con Dios, es un posible resultado de la libertad humana. Esto hace que algunos cristianos se pregunten si no sería bueno que Dios nos hubiera dado “menos” libertad. Más aún, algunas personas piadosas llegan incluso a preguntarse si es legítima la oración para que Dios nos tenga bien “atados” e impedir así que podamos pecar. Estos planteamientos olvidan que el ser humano no es un robot, que siempre hace aquello que su creador desea. Si Dios nos ha creado libres es porque desea que seamos sus interlocutores, para poder así establecer con cada uno de nosotros una relación de amor. La libertad es la condición ineludible, el precio que hay que pagar, para que pueda haber amor. Este precio tiene un riesgo: la posibilidad de cerrarse al amor. No querer pagar este precio es cerrar todas las puertas al amor. El don más grande que el hombre ha recibido, su libertad, es lo que hace posible su perdición. La grandeza y la debilidad del hombre son idénticas. Ni siquiera Dios puede suprimir una sin suprimir la otra.

Tomar en serio la autonomía de lo creado supone afirmar: los seres de los más altos niveles de organización tienen un mayor grado de autodeterminación, lo cual culmina en la libertad humana; y tienen una mayor capacidad de resistirse a los propósitos iniciales de Dios respecto a ellos. A este respecto San Pablo, tras proclamar su convicción creyente de que hemos sido llamados a la libertad, advertía que esa libertad puede usarse para servir a la carne, aunque en realidad el propósito inicial divino ha sido crearla para el amor.

La capacidad de resistencia a la voluntad de Dios es el reverso necesario de la posibilidad del amor auténtico. Hay un poema vasco sobre un pájaro que siempre recuerdo cuando me plantean este tipo de problemas: “Si le hubiera cortado las alas, habría sido mío, / pero habría dejado de ser pájaro / y yo, lo que amaba, era el pájaro”.

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23
Jun
2009
El cristianismo no es una moral
9 comentarios

Tengo la sensación de que en estos tiempos no está nada claro lo que es “ser cristiano”. Parece que todo se reduce a temas de moral sexual. Para colmo algunos hacen de este tema una batalla contra los poderes públicos, no otorgándoles legitimidad cuando se separan un ápice de lo que ellos consideran no solo moral cristiana, sino sencillamente moral obligatoria para todos. Me pregunto: por parte católica, este discurso sobre moral sexual ¿a quien va dirigido? ¿A los católicos? Si los católicos necesitan este discurso, estamos ante una grave situación. ¿Tanto abortan las mujeres católicas, tantos preservativos usan los varones católicos? Y, en caso de ser así, que lo dudo, me temo que el asunto no se soluciona con tanta proclama. ¿O pretende ir dirigido a los no creyentes? Entonces es dudoso que nos escuchen y  probable que provoquemos el mal entendido de reducir lo cristiano a lo moral.

No hace falta estar continuamente repitiendo, para ser considerado buen católico, que el aborto es un acto criminal. Convendría, por otra parte, no obviar que en estos asuntos hay grados y matices, porque cuando se trata de este tipo de cuestiones todo entra en el mismo paquete y todo parece super-malo en el mismo grado: relaciones de pareja entre adultos, abuso de menores, homosexualidad promiscua y no promiscua, preservativos, embriones, píldoras postcoitales, aborto. Y cada caso es distinto y merece un tratamiento distinto. Y además, las situaciones personales también son diferentes y deben ser analizadas atendiendo a sus variadas circunstancias.

Hay que dejar claro que el cristianismo no es una moral. Es seguir a Cristo y acoger la buena noticia de que Dios ama y perdona a los pecadores. A partir de ahí, nace una exigencia de conversión. Pero es muy importante mantener el orden. La conversión viene después. Sin conocimiento y previo encuentro con Cristo, no hay posibilidad de conversión. Me parece que hablamos poco de Cristo, bastante de estructuras de la Iglesia y demasiado de moral. Y que interesa más la política que la evangelización, el poder que el servicio, el criticar a los demás que el comprenderles, el número que la calidad, el cumplir que el vivir, el parecer que el ser, el mandamiento que el amor, la ley que la gracia.

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20
Jun
2009
Santo que dignifica la religión
6 comentarios

De santo han calificado algunos medios a Vicente Ferrer. Sí, de un santo que dignifica la religión, frente a tantos que la maltratan o se aprovechan de ella. Sobre todo si entendemos por santo no solo a aquellos a los que la Iglesia rinde honores canónicos, sino a todo el que vive conforme al Evangelio de Jesús. Si “por sus obras les conoceréis”, si la voz del pueblo, sobre todo de los pobres del pueblo, es la voz de Dios, no cabe duda de que el barcelonés Vicente Ferrer es un santo, un hombre de Dios. Y como hombre de Dios ha sido hombre para los demás. “La pobreza no hay que entenderla, sino remediarla”, era uno de sus lemas. En su tarea a favor de los “intocables” (como los leprosos en tiempos de Jesús, en la India los más pobres de los pobres) Ferrer apostó no por el auxilio en situaciones de emergencia, sino por la permanencia, la continuidad y la discreción, fomentando instituciones que favorecen la promoción social.

De la India conocemos algunos santos famosos: Teresa de Calcuta, sin duda. Y Mahatma Gandhi. ¿O alguien duda de que está en el cielo y su intercesión puede ser poderosa? Desde ahora también Vicente Ferrer. Con motivo de su muerte, los políticos españoles (Rajoy, Zapatero, Montilla, los Príncipes de Asturias, los Reyes de España) han elogiado la labor de este compatriota. También era un hijo de la Iglesia española. No tengo constancia de ningún pronunciamiento de los obispos españoles. Ni sé si en sus funerales, que se celebrarán el lunes, habrá representación eclesiástica española o de la Compañía de Jesús, a la que perteneció. Tendría su lógica que la hubiera. Se trata de un santo.

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18
Jun
2009
El cristiano no tiene la exclusiva de casi nada
7 comentarios

He detectado, por lo que me han dicho y por lo que se trasluce de los comentarios del último post, que he podido dar lugar al malentendido de que los cristianos son más felices o tienen mejor calidad de vida que los no cristianos. De ningún modo pienso yo eso. El cristiano, en los asuntos mundanos, no tiene ninguna ventaja sobre los demás, ni la exclusiva de nada. Por decirlo con un ejemplo extremo, según Tomás de Aquino hasta del demonio puede afirmarse que posee parte de verdad.

Aclaro mi posición: el cristiano no tiene la exclusiva de casi nada, ni de la salvación, ni del bien, ni de la verdad, ni de la felicidad, ni de la fe en Dios, ni del correcto matrimonio; y mucho menos del mejor modo de conducir la economía, la política y no digamos la ciencia. A propósito de tan importantes realidades puede aprender mucho de los demás. Precisamente por eso, el cristiano no puede hacer proselitismo. Y al presentar sus convicciones debe hacerlo desde la humildad y el respeto a las convicciones ajenas. El mejor modo de dar testimonio de la fe cristiana es por la coherencia de la vida y del diálogo, en el que uno aporta, pero también recibe; y lo que aporta lo hace desde el respeto y la valoración de lo bueno que hay en el otro, convencido de que en lo bueno siempre está actuando Dios.

Por otra parte, el cristiano está convencido de que en Jesucristo ha encontrado “lo mejor”. Si no lo estuviera sería un incoherente. Tendría que pasarse, sin dudarlo un instante, al lugar de lo mejor. Lo que no es obstáculo para comprender que los no cristianos también entienden que para ellos “lo mejor” está en otra parte. Después de todos los argumentos, al cristiano solo le cabe decir: “yo lo veo así, en el Evangelio de Jesús he encontrado sentido para mi vida, en el seguimiento de Cristo me siento contento y realizado”. E invitar a quien lo desee, a hacer la experiencia del encuentro con Cristo. Pero comprendiendo que otros digan algo parecido desde otras posiciones. Más aún, que para algunos la experiencia eclesial ha resultado frustrante. Y a propósito del ateísmo tener claro que ya no se trata de una batalla “contra Dios”, sino de una propuesta de humanismo íntegro “sin Dios”.

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16
Jun
2009
No es lo mismo ser cristiano que no serlo
7 comentarios

Un comentario de Ugarte al post titulado “todos estamos en la lista de Dios” me provoca a aclarar que, si bien todos somos hijos e hijas de Dios; más aún, que Dios quiere de verdad que todos y todas se salven; todavía más, que Dios ama a todas y todos por igual, con todo su inmenso amor; digo bien a todas por igual, incluida la Virgen María, que es la provocación adecuada para que se entienda que ama a todos por igual; aún más, que Dios se hace presente por medio de su Espíritu en todo ser humano y que al final de la vida el examen para todos será sobre el amor. Dicho lo anterior surge la pregunta: entonces, ¿da lo mismo ser cristiano que no serlo, conocer al Dios de Jesucristo que no conocerlo, ser miembro de la Iglesia que no serlo? Respuesta clara y sin ambigüedad: no da lo mismo. Porque no vive con la misma alegría ni de la misma manera el niño que sabe que su padre le ama que el que no lo sabe, aunque su padre le ame quizás igual o más. Y el que Dios ame a todos por igual no significa que todos respondan a su amor del mismo modo; y en la intensidad de la respuesta hay también mayor alegría.

Cuando sabemos que en el pobre nos encontramos con Dios, esta toma de conciencia no añade, por así decirlo, “más encuentro”. Pero sí añade calidad de vida.  Saber que somos hijos de Dios, sabernos amados, es una gracia nueva con relación a la gracia de encontrarle sin conocerle. En la toma de conciencia hay un aumento de gracia. Por tanto, la ganancia del “ser cristiano” no hay que plantearla en términos de salvación, o de ser más o menos amado, sino en términos de calidad de vida. Al final de la historia, muchos se encontrarán o nos encontraremos con una gran sorpresa: “tuve hambre y me distéis de comer”. Pero en todo caso, la recompensa será la misma para los sorprendidos (los que no sabían a quien daban de comer), como para los que de algún modo sí lo sabían. Mientras tanto no es lo mismo saber que Dios nos ama y a quien damos de comer, que no saberlo. Saberlo hace que la vida presente cobre una nueva dimensión, una dimensión salvífica.

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14
Jun
2009
Esforzarse por ser imagen de Dios
6 comentarios

El pasado domingo escribí sobre las cartas de Wanda Poltawska a Juan Pablo II. Me gustaría volver sobre esta sorprendente mujer. En la Polonia ocupada por los nazis, Wanda, con 18 años, colaboró con la resistencia. Arrestada y torturada por la Gestapo, fue enviada a un campo de concentración. Recordando las barbaridades que los carceleros hacían con las prisioneras, Wanda hace esta reflexión: “En aquel campo de concentración comprendí que el hombre no es automáticamente imagen de Dios, sino que debe esforzarse por serlo”.

La reflexión tiene una buena base teológica. Ya los Padres de la Iglesia hacían una distinción entre imagen y semejanza que recoge el Catecismo de la Iglesia Católica. La imagen es un concepto estático, mientras la semejanza es una realidad dinámica. La imagen es la base que Dios da a todo ser humano para construir sobre ella la semejanza. La imagen es una posibilidad que hay que actualizar para así llegar a ser divinos. En este sentido la imagen –la posibilidad- no se pierde nunca, mientras la semejanza se pierde por el pecado, y se recupera por la gracia.

Dicho de otro modo: Dios nos ha hecho de tal forma que podemos orientar nuestra vida hacia lo peor y hacia lo mejor, hacia lo diabólico o lo divino. Al crearnos a su imagen, Dios nos ha dado un inmenso regalo. Pero se trata de un don sobre el que hay que trabajar cada día para no perderlo. La vida como imagen de Dios es un regalo que no hace regalos. Más aún, es un regalo que puede alzarse contra el dador del regalo. Es lo que ocurrió en los campos de concentración nazis. Y sigue ocurriendo cada vez que despreciamos o pisoteamos al hermano. Lo diabólico, lo anti-divino, lo que nos separa de Dios, paradójicamente es posible porque Dios nos ha hecho a su imagen. Una imagen que puede actualizarse contra Dios, vivirse en el enfrentamiento. Entonces se produce una contradicción horrorosa, un desgarramiento espantoso; lo divino que hay en el hombre se degrada hasta tal punto que se hace irreconocible. Pues cuando se corrompe lo bueno aparece lo pésimo. Tiene razón Wanda Poltawska: hay que esforzarse cada día por ser imagen de Dios.

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10
Jun
2009
Todos estamos en la lista de Dios
7 comentarios

Un o una comentarista de este blog ha escrito: A veces nos creemos tanto lo de hijos favoritos que pensamos que somos hijos únicos. Su gracia llega a bautizados y no bautizados. Todos estamos en "la lista de Dios", sin acepciones. Para Dios todos somos "sin papeles".

El comentario se presta a muchas reflexiones: Dios no hace acepción de personas, a todos ama por igual. Y cuanto más conscientes somos de este amor, mejor tratamos a nuestros hermanos, sobre todo a los más desamparados, entre los que se incluyen los que no tienen esos tristes papeles que, a los que sí los tienen, les convierten en ciudadanos de segunda, pero al menos legales.

 A propósito de este mal pensamiento de creernos únicos que, a veces, invade a los creyentes de todas las religiones, recuerdo el chiste de este visitante del cielo que, tras recorrer un montón de salas llenas de gente, terminó visitando una muy alejada de las demás, en la que estaban sus hermanos de congregación. Al preguntar al guía por el motivo del alejamiento, se encontró con esta respuesta: “es que esos se creen los únicos habitantes del cielo y les hemos puesto lejos de los demás para no desilusionarles”.

Teológicamente hablando la “elección” (de Israel o de la Iglesia) no es ningún privilegio. En todo caso comporta mayores responsabilidades, porque cuando uno es consciente del favor divino tiene mayores motivos para estar agradecido y su infidelidad resulta más difícil de entender. Lo que pudiera parecer un privilegio es la estrategia del amor: cultivar a uno para, a través de él, llegar más fácilmente a todos. Pues, según la Biblia, el mismo Dios que sacó a Israel de Egipto es el que saca a los filisteos de Caftor y a los arameos de Quir (Am 9,7). Israel no tiene que jactarse de su elección, ya que Dios ejerce igualmente su solicitud sobre los demás pueblos. Egipto junto con Asiria e Israel serán objeto de la misma bendición (Is 19,21-25). Yahvé cuenta entre sus fieles a Egipto y Babilonia, a filisteos, tirios y etíopes (Sal 87). Vamos, que todos los pueblos son pueblos de Dios. Mejor aún: no hay más que un solo pueblo de Dios. Por eso todos somos conciudadanos.

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7
Jun
2009
La amiga especial de Juan Pablo II
12 comentarios

Varios medios (Clarín de Buenos Aires, ABC de Madrid) se han hecho eco de unas cartas de Juan Pablo II a una gran amiga, a la que él llamaba “hermanita” y ella “hermano”. La mujer, Wanda Poltawska, de 88 años, reside en Cracovia, y ha publicado un libro que ha causado algún revuelo en círculos vaticanos. El Secretario de Juan Pablo II, cardenal Stanislao Dziwisz, opina que al tratarse de misivas personales “no debían haberse hecho públicas”. El hecho es que, una vez dados a conocer algunos fragmentos de esta correspondencia, la Santa Sede quiere examinarla toda, para evitar problemas de cara a la beatificación de Juan Pablo II.

Si estas cartas ayudan a acercarnos a la vida afectiva del futuro beato, bienvenidas sean. Lo extraño hubiera sido que un sacerdote joven y deportista hubiera vivido encerrado en sí mismo. Ocurre que, demasiadas veces, hemos identificado santidad con impasibilidad y afectividad con pecado. Las monjas y frailes conocen muy bien la mala conciencia que provocaban los esfuerzos de maestros y maestras de novicios para reprimir toda manifestación afectiva, toda “amistad particular”, como si ella fuera el paso previo, sino la entrada misma en el pecado.

La afectividad es una realidad buena y santa, que Dios ha colocado en nuestras vidas, para que amemos con todo nuestro ser. Jesús de Nazaret era muy afectivo. Tenía intimidad con Marta, María, Lázaro, María Magdalena y Juan, ese discípulo amado que se recostaba sobre él. Tenía relaciones amistosas con varones y mujeres que, vistas con según qué ojos, diríamos que se acercaban a lo peligroso. El celibato de Jesús no le asilaba.

Una cosa más sobre las cartas. Resulta un poco sorprendente que la amistad de una mujer casada necesite ser bien examinada “para no retrasar” el proceso de beatificación. Karol Wojtila no solo tuvo novia, sino una amiga especial durante 55 años. ¿Y qué? Demasiadas veces hemos separado la santidad de la humanidad. Y, sin embargo, la santidad es siempre crecimiento en humanidad y la humanidad es siempre camino de santidad.

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5
Jun
2009
Visión de Dios, tarea del hombre
2 comentarios

La prensa destaca los aspectos políticos del discurso de Obama en la Universidad de El Cairo. Ha sido un discurso valiente, ha abordado los problemas de frente. A mi me gustaría notar la dimensión religiosa del discurso, la apelación a la raíz última, al fondo común de todos los seres humanos, más allá de las diferencias, que es el Dios que nos une como una sola familia y nos quiere hermanos bajo su única paternidad. En Europa no estamos acostumbrados a escuchar en boca de los dirigentes políticos este tipo de referencias religiosas.

El Presidente de los Estados Unidos ha hecho un llamamiento a la búsqueda de un territorio común en el que sea respetada la dignidad de todos los seres humanos. Ha concluido con estas palabras: “Es más fácil iniciar las guerras que terminarlas. Es más fácil echar la culpa a los otros que mirar a nuestro interior, considerar lo que nos diferencia del otro que encontrar lo que nos une. Pero tenemos que elegir el camino correcto, no sólo el fácil. Hay una regla común a todas las religiones: uno debe comportarse con los demás como quisiéramos que los demás se comportaran con nosotros. Esta verdad trasciende naciones y pueblos y no es nueva, no es blanca, negra o castaña; no es cristiana, musulmana o judía. Es una creencia que late desde la cuna de las civilizaciones y que aún lo hace en el corazón de millones de personas. Es la fe en otra gente, y esto es lo que me ha traído hoy aquí.

Tenemos la capacidad de lograr el mundo que deseamos, pero sólo si tenemos el valor de emprender un nuevo comienzo, recordando lo que ha sido escrito. El Sagrado Corán nos dice: “¡Oh, hombres! Os hemos creado hombre y mujer; y os hemos hecho naciones y tribus para que os podáis conocer los unos a los otros”. El Talmud nos dice: “El conjunto de la Torá tiene la finalidad de promover la paz”. La Sagrada Biblia nos dice: “Benditos los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Todos los pueblos pueden vivir juntos en paz. Sabemos que esa es la visión de Dios. Ahora, esa debe ser nuestra tarea en la Tierra”.

Queda mucho camino. Pero se dan pasos. Como en su día hizo Benedicto XVI, Obama ha contribuido a crear un nuevo clima, necesario para empezar una nueva etapa en las relaciones entre Oriente y Occidente, Israel y Palestina, cristianos y musulmanes.

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4
Jun
2009
Bautismo de adultos, doloroso y clarificador
8 comentarios

Hay asuntos importantes de la fe cristiana sobre los que no hay consenso teológico ni pronunciamiento definitivo del Magisterio. Se puede, por tanto, con toda tranquilidad tener distintas opiniones sobre ellos. Un ejemplo es el suscitado por algunos comentaristas del último post sobre el momento adecuado para recibir el bautismo. Bautizando a los recién nacidos parece que se invierte el proceso por el que se llega a la fe: escucha de la palabra, conversión, aceptación de la fe y acción sacramental. ¿Se puede disociar la fe, el acto personal y el sacramento y dar así la impresión de que solo importa el “rito”?

No hay ningún testimonio seguro en el Nuevo Testamento a favor del bautismo de los niños. En 1Co 7,14 se dice que los hijos nacidos de padres creyentes son “santos”, no por el bautismo, sino por participar de la santidad del padre o madre creyente. Los testimonios a favor del bautismo de los niños se remontan a comienzos del siglo III. Basándose en esta práctica surgió la pregunta de porqué eran bautizados “para el perdón de los pecados” si no habían podido cometer pecado. La respuesta fue que nacían con pecado original. A partir de ahí se despertó el problema de la salvación de los niños muertos sin bautismo. Hoy nadie afirma que el bautismo sea condición estricta para la salvación. Si no se administra a un recién nacido eso no significa que se le prive de la gracia divina. No obstante hay argumentos a favor de este bautismo: ninguna vida humana se inicia en un absoluto punto cero. Todos nos hallamos sometidos a influencias de otras personas Los padres que bautizan al niño reconocen, por esto mismo, el espacio en el que quieren que crezca y en el que les gustaría que se insertase desde su propia decisión personal.

El problema no es tanto si hay que bautizar al niño o si hay que esperar a que pueda tomar su propia decisión, sino el tipo de educación que le damos, los ejemplos y palabras que recibe, la calidad de vida cristiana de sus padres y el interés que estos tienen en transmitir esa vida a sus hijos. Toda persona, con bautismo o sin él, tiene que asumir personalmente una decisión fundamental, en la que Cristo es referencia obligada. Lo que yo sospecho es que si esperamos a bautizarla cuando asuma esta decisión, las “listas” de cristianos disminuirán sensiblemente. Posiblemente esto sería doloroso para algunos y clarificador para todos.

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