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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor


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23
Abr
2009
Se abren los comentarios en los blogs de Dominicos
1 comentarios

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23
Abr
2009
Los amiguitos del alma de nuestros políticos
11 comentarios

¿Qué entenderán nuestros políticos por amiguitos del alma? Para hacerse una idea nada mejor que una conversación, grabada por la policía por orden judicial, entre el Presidente de la Generalitat valenciana y el responsable de Orange Market en Valencia. Ni entro ni salgo en las responsabilidades políticas que allí se adivinan. Hago como un conocido entrenador de fútbol, que declaraba hace poco: “nunca hablo de los árbitros, pero eso no significa que no me dé cuenta de las cosas”. Leyendo la conversación viene a la mente, por contraste naturalmente, una canción, me parece que de Serrat, que habla de palabras de amor, sencillas y tiernas. En efecto, la conversación entre político y contratista parece, pero no es, una conversación de amor; uno llama al otro “amiguito del alma”, y el otro responde: “te sigo queriendo mucho”; otras expresiones es mejor no reproducirlas. Una conversación en la que además de decirse lo mucho que se aman hablan de los regalitos recibidos por el político.

En boca del político y del contratista, amor y amistad son palabras degradadas porque siempre asoma en ellas, de una u otra forma, el interés, a veces inconfesable. La auténtica amistad es siempre desinteresada y se fundamenta en el bien. Por eso, amar, lo que se dice amar, eso solo lo hace el Dios de Jesucristo. El salmo 15, en la traducción que San Jerónimo hace de la Biblia, suena así: “Oh Dios, tú eres mi Dios, porque no necesitas de mis bienes”. Se trata de un Dios que no quiere pedirme nada, que no necesita nada mío porque me ama desinteresadamente. Un Dios que me quiere porque si, como resultado de la gran bondad de su corazón. Me ama por mi mismo, no por lo que puede sacarme. No me quiere por mis cualidades corporales (belleza) ni espirituales (saber); se fija en lo que me hace irremplazable, único y distinto, en lo que me identifica como ser. En el amor lo importante es lo que el otro es y no lo que tiene, y así podemos decirle: gracias por existir, gracias por ser tú, por ser así, y no por ser fuerte, bello, inteligente valeroso.

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22
Abr
2009
Celibato y voto de castidad
2 comentarios

De vez en cuando recibo correos que me comentan cosas del blog. Agradezco las intervenciones públicas que lo enriquecen y las observaciones privadas que me hacen. Aclaro que cuando utilizo datos de actualidad los aprovecho como pretexto. Lo que me interesa no es la actualidad, sino la reflexión que suscita. No olvidemos que el blog está albergado en una página que quiere ser “predicadora” en todas sus aportaciones.

Dicho lo cual respondo a una pregunta que me han formulado a propósito del post titulado “el hijo del Obispo”, a saber, la distinción entre celibato sacerdotal y voto de castidad. Por cierto, Fernando Lugo tenía voto de castidad, pues era religioso, llegó incluso a ser superior provincial de su Congregación. Pero vamos ya con la distinción: el voto de castidad es una promesa pública, que la Iglesia reconoce y acoge, por la que una mujer o un varón se comprometen delante de Dios no solo a vivir en continencia, sino a hacer de toda su realidad una entrega al Señor. Entrega que no les separa, sino que les abre a un amor sin límites ni discriminaciones, manifestado, a veces, en un servicio concreto a los más necesitados. Este voto, además, en monjas y monjes, religiosas y religiosos, está íntimamente relacionado con el vivir en comunidad, de modo que une a las hermanas y hermanos en un amor más elevado. Y es un signo, ante el mundo, de que la Iglesia tiene como único esposo a Cristo.

El celibato es una ley de la Iglesia para algunos de sus presbíteros, porque en la Iglesia católica oriental hay presbíteros casados muy beneméritos. Una ley que debe vivirse como un don de gracia y un signo del Reino de los cielos. Pero mientras el voto de castidad es consustancial a la vida monástica o religiosa, el celibato no es consustancial al sacerdocio. Por eso nunca será un tema cerrado, como pudiera serlo (al menos por ahora) la cuestión del sacerdocio de la mujer. Digo pudiera serlo y digo por ahora, para que se comprenda bien lo primero: que el celibato es un tema abierto. A mi no me cabe duda de que la mayoría de los presbíteros viven el celibato con elegancia y gran espíritu apostólico. Y que si se aboliera esta ley muchos permanecerían célibes.

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19
Abr
2009
Efecto capullo
2 comentarios

Se llama "efecto capullo" a la creencia por parte de la población de que lo que publican en las páginas de Internet no estará al alcance de todos. Lo que se escribe en la red, sea donde sea, queda a modo de hemeroteca accesible a todos. De modo que, como ya está ocurriendo, si alguien ha enviado una carta al director de un determinado diario y, pasado un tiempo, solicita que se retire dicha carta, el diario no puede hacerlo, aduciendo que no se puede alterar la historia. De ahí la necesidad de saber dónde se escribe, e incluso la prudencia de hacerlo a veces con nick o pseudónimo.

La gente, sobre todo los jóvenes, están colgado sus perfiles completos, incluidas fotos íntimas, en redes sociales como faceboock, twitter y otras. Y más de uno ha perdido su puesto de trabajo por escribir en la red que su trabajo era aburrido, y tener la mala suerte de que su jefe lo leyera. Hay que dejar muy claro que no todo nuevo contacto es amistad. Quizás debiéramos volver a retomar la intimidad en las relaciones amistosas. En la vida real, ante una humeante taza de te o café, una conversación privada, real, no sólo virtual.

Es la disyuntiva entre intimidad y extimidad. Las nuevas generaciones tienen un concepto distinto de lo íntimo, hasta el punto de que lo íntimo ya no pertenece al ámbito de lo privado. Les falta la experiencia de saber que en el exterior siempre hay depredadores dispuestos a destrozar su intimidad, su vida privada. Esa que tan ingenuamente quisieron compartir por el messenger o el faceboock, intentando “hacer amigos”. La amistad necesita confianza, intimidad, privacidad.

No me cabe duda de que muchas parejas se han conocido por internet. Pero también más de uno y una ha encontrado la muerte. Este medio no es ni bueno ni malo. Depende del uso y del sentido común de quien lo utiliza.

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17
Abr
2009
El dedo acusador de Juan Pablo II a Ernesto Cardenal
6 comentarios

José Ignacio González Faus ha contado en “La Vanguardia” una desconocida e interesante anécdota a propósito del dedo aparentemente amenazante con el que Juan Pablo II se dirigió al sacerdote Ernesto Cardenal, entonces Ministro del Gobierno, en su visita a Nicaragua. Las imágenes dieron la vuelta al mundo: Cardenal se arrodilló ante el Papa y éste parecía reñirle señalándole con el dedo y moviendo la mano de arriba abajo. Según dice “La Vanguardia” la situación no fue buscada ni provocada, fue resultado de un encuentro que, en principio, estaba incluso pactado que no se produciría.

La anécdota que cuenta González Faus me ha recordado otra de un hermano presbítero. También él, en un encuentro con Juan Pablo II, se puso de rodillas ante el Papa. Y también a él el Papa se dirigió con un gesto similar al utilizado con Ernesto Cardenal. Yo no sé lo que le dijo el Papa a Cardenal, pero sí lo que le dijo a este presbítero: “No, no, no, levántese, porque usted es presbítero como yo, y los dos somos hermanos”.

Incluso las cosas que vemos, a veces, no son como parecen. Por eso es tan difícil juzgar. Y por eso me parece totalmente necesario que, si emitimos una valoración, a veces inevitable ante ciertos acontecimientos, lo hagamos con la máxima comprensión y benevolencia posible. Mi madre cuenta que una amiga suya solía repetir: “nunca me he arrepentido de haber callado”. Consejo que me doy a mi mismo: ya que hablas, al menos no te arrepientas de haberlo hecho con ira y, si te tienes que equivocar, que sea a favor y no en contra del otro. Algo parecido a eso que dijo el jesuita Fernando Cardenal, el hermano de Ernesto, cuando se le planteó el dilema entre seguir siendo Ministro de Educación del Gobierno de Nicaragua o jesuita: “si he de equivocarme, prefiero equivocarme con los pobres”.

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15
Abr
2009
El hijo del Obispo
5 comentarios

El Presidente Lugo, siendo todavía Obispo, sedujo a una adolescente de 16 años, con la que posteriormente tuvo un hijo. Eso ha provocado que los Obispos paraguayos hayan hecho pública una nota pidiendo perdón y llamando a todos los sacerdotes al cumplimiento de sus compromisos.

Hay algunos matices que hacen penoso el caso: uno, el ex obispo le prometió a su amante que colgaría los hábitos y se casaría con ella. Promesa tantas veces incumplida: por obispos, religiosos y casados. Y todavía hay incautas que se lo creen. Dos, el asunto ha saltado a la luz ante la amenaza de la madre de acudir a los tribunales. A veces los clérigos confiamos en el paraguas de la institución eclesial que busca ocultar nuestros deslices y arreglos que no sean públicos Hay un corporativismo mal entendido que no tiene nada de evangélico. En el caso de Lugo este paraguas ha desaparecido y un niño de dos años tiene derecho a su apellido y a que su padre se haga cargo de él.

Detrás de todo esto late el tema del celibato, que hay que distinguir claramente del voto de castidad de monjas, monjes, religiosas y religiosos. Sin duda la promesa de celibato es asumida libremente, aunque siempre queda la duda de qué ocurriría si la ley eclesiástica cambiara. Mientras tanto, cuando se rompe, el escándalo del clérigo es mayor que el de un casado adúltero porque, en el inconsciente colectivo, la promesa del sacerdote tiene un plus de excelencia. De ahí surge la pertinencia de la pregunta por la necesidad de una deconstrucción de los signos eclesiales que acompañan la ordenación presbiteral por otros que se correspondan (¿igualmente, mejor?) a la realidad del mensaje de Jesús.

Los tiempos cambian a velocidad de vértigo. Los silencios dolosos ya no compensan. Son tiempos de luz y taquígrafos para clérigos, monjas, políticos y casados. Cada cual tiene que ser consciente de que en cualquier momento lo privado puede hacerse publico. ¿Dónde queda toda la labor realizada siendo obispo? Será recordado por su desliz, que incluso puede costarle el puesto presidencial. Siempre será padre. ¿A qué precio? ¿Y los daños morales causados a la madre?

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14
Abr
2009
Una vida ázima
2 comentarios

Benedicto XVI es un Papa-teólogo que enamora con sus palabras… a veces. Nos da pinceladas útiles para estos momentos de crisis. Su hermosa homilía del día de Pascua fue un comentario a una afirmación de San Pablo que posiblemente muchos no entendieron: “sois panes ázimos”. Por eso hay que agradecer al Papa esta homilía que nos ilustra sobre el sentido de la afirmación paulina. Un pan ázimo es un pan sin levadura. Los judíos celebran la Pascua con pan ázimo recordando la apresurada salida de Egipto, en la que llevaron consigo solamente panes sin levadura. Pero los ázimos, recuerda el Papa, eran un símbolo de purificación: eliminar lo viejo para dejar espacio a lo nuevo. A la luz de la resurrección de Cristo, donde acontece la verdadera novedad, pues allí aparece la vida que no muere más, el sentido purificatorio de los ázimos adquiere un nuevo sentido: nosotros, sus discípulos podemos y debemos ser “masa nueva”, “ázimos”, liberados de todo residuo del viejo fermento del pecado; ya no más malicia y perversidad en nuestro corazón.

Este año han coincidido las fechas de la Pascua judía y de la Pascua cristiana, fiestas ambas de liberación y de vida. Precisamente porque estamos ante una fiesta de la vida, las palabras con las que Benedicto XVI termina su homilía resultan alentadoras y reconfortantes. Son una invitación a propagar el anuncio de la Pascua con la boca, pero sobre todo con el corazón y con la vida, con un estilo de vida “ázimo”, simple, humilde y fecundo en buenas obras. El Resucitado nos aguarda en Galilea, o sea, en los caminos del mundo, para que seamos portadores de paz, y hagamos de este mundo no un camino de cruces, un via crucis, sino un camino de luces, un via lucis, pues como dice un poeta palestino, Mahmoud Darwish, tenemos bastantes ayeres, necesitamos un mañana (para los puristas el original está en primera persona: I had enough yesterdays / what i need is a tomorrow).

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12
Abr
2009
Anuncio provocador
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Una vez martirizado Jesús, y tras un largo Sábado Santo, muchas y muchos de los que lo habían seguido proclamaron valientemente que Jesús estaba vivo, había resucitado de entre los muertos, y se habían encontrado con él, experimentando en sus vidas su presencia y la fuerza de su Espíritu. El anuncio, después de la decepción del Viernes Santo, no fue fácil. Y solo se explica porque Jesús mismo, en contra de las expectativas de los suyos, se dejó ver; impuso su presencia a aquellas mujeres y a aquellos varones antes decepcionados y acobardados. Entonces recobraron la alegría, y también el valor para anunciar algo que resultaba peligroso para sus vidas. Pues anunciar que Jesús había resucitado equivalía a decir no solo que su causa seguía en pie, sino que él mismo estaba vivo para ponerse al frente de la causa. Esto significaba, además, que Dios había dado la razón a Jesús y se la había quitado a sus asesinos; significaba que las autoridades se habían equivocado, que ellas no tenían razón, que no habían podido con Jesús y, por consiguiente, tampoco iban a poder con los suyos. La proclamación de la resurrección no dejó indiferente al poder religioso y político que había condenado a Jesús. Anunciar la resurrección era una provocación.

¿Sigue siendo provocador hoy el anuncio de la resurrección de Cristo o lo hemos convertido en un anuncio inocuo? ¿Resulta peligroso, arriesgado, anunciar esa resurrección? Solo si este anuncio va acompañado de un serio compromiso a favor de la justicia y la vida, y en contra de la muerte y la desgracia, solo entonces este anuncio puede resultar una buena noticia para las víctimas y una seria advertencia para los verdugos. En un anuncio así se manifiesta el poder de vida del Espíritu del Resucitado que mueve a sus portadores a actualizar en nuestro mundo la palabra y la obra de Jesús de Nazaret.

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9
Abr
2009
Amor vulnerable
2 comentarios

Pablo escribe que Cristo “no codició el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo… haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2,6-8). La cruz es el resultado de la senda del amor escogida por Cristo en las decisiones que fue tomando a lo largo de su vida. Pero es también revelación de Dios y de su amor. La cruz representa a la vez la naturaleza y la voluntad de Dios, y las decisiones plenamente humanas de Cristo. En la cruz se revela un Dios que actúa kenóticamente, sin alardes de poder, un Dios vulnerable en definitiva. De hecho una característica del amor auténtico es su vulnerabilidad. Como ha escrito Paul S. Fiddes:

“Tú eres Dios, y no un monarca gobernando
desde el trono un país dócil y fecundo.
Tú eres el Dios cuyos amorosos brazos,
dolientes y exhaustos, sostienen el mundo”

Dios actúa más por la persuasión que por la coerción. Y, aunque amar es ser vulnerable, en algunos aspectos Dios es invulnerable: su amor es de una integridad absoluta; y, aunque los acontecimientos del mundo pueden ser una amenaza para que se incumplan los designios divinos, el ser de Dios no es amenazado y Dios permanece siempre fiel a su amor.

Por otra parte, la participación de Dios en el sufrimiento de Cristo es, a la vez, el acto por el que se identifica y solidariza con nuestros sufrimientos y nos comunica su poder sanador. La acción de Dios en Cristo nos insta, nos urge para que cooperemos a aliviar el sufrimiento de otras personas. El amor divino busca reciprocidad y mutua potenciación. En esta línea va el texto de 2Co 5,14-17: el amor de Cristo, contemplado en la cruz, nos apremia, nos estimula, nos urge para que no vivamos para nosotros mismos, sino para Él. Al vivir para Él acontece en nosotros una nueva creación que nos hace capaces de gastar sin reservas la vida por los hermanos.

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7
Abr
2009
Contra todas las cruces
4 comentarios

Me ha llamado una antigua alumna, con mucha experiencia pastoral. Necesita desahogarse porque le parece que las predicaciones sobre la pasión del Señor no destacan suficientemente que lo que allí se manifiesta es el gran amor de Dios al ser humano; más aún, que este amor queda oculto tras extrañas comprensiones de una cruz que, más que por los seres humanos, parece provocada por un Padre que necesita de la muerte de su Hijo para sentirse satisfecho y recompensado por tanto mal y tanto pecado.

Por otra parte, he recibido un correo desde Guatemala, país en el que las cosas van de mal en peor a causa de la violencia, el narcotráfico y la pobreza. El comunicante me dice: en un ataque armado al transporte urbano una bala perdida le quitó la vida a un bebe de dos meses. Y añade: como en nuestro pueblo hay una religiosidad popular muy profunda van a salir muchas procesiones, pero sin lograr que el recuerdo de la pasión del Señor sea un clamor a favor de la justicia y la paz. Veremos carrozas en las que se han gastado mucho dinero que manifiestan una espiritualidad desencarnada.

Los dos lamentos manifiestan la necesidad de una buena catequesis que deje claro que no es el Padre el que lleva a la cruz a Jesús, sino los hombres que no soportaron su palabra de vida y su llamada a la conversión. Fueron los hombres los que rechazaron a Jesús, y si en esta cruz hay reconciliación de Dios con el ser humano no es a causa de ningún acto mágico, sino del modo como Jesús muere: perdonando a sus enemigos y ofreciendo una buena razón al Padre para que les perdone (“no saben lo que hacen”). Ahí el amor  y la humanidad de Cristo se manifiestan más fuertes que el desamor y la inhumanidad de los hombres. Por otra parte, esta cruz es manifestación de la solidaridad de Dios con los oprimidos y los injustamente tratados. Y es expresión del desacuerdo total y absoluto de Dios por todas las cruces en las que unos seguimos clavando a los otros. Empezando por la cruz en la que clavamos a su Hijo.

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