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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor


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17
Feb
2008
Mutua emulación para el bien
1 comentarios

La unidad eclesial es una tarea permanente. No es algo hecho de una vez por todas. Hay que recomenzarla cada día. Desde el amor, la comprensión y el perdón. Esta tarea se ve facilitada por el mutuo conocimiento y la capacidad de escucha. Incluso por una cierta  habilidad (en la que podríamos adivinar la mano zurda del Espíritu) para “recuperar” a los descontentos y reconocer la parte de razón de su descontento.

Hay algo que contribuye a la unidad. A algunos les parecerá una salida muy teórica, pero pienso que es muy práctica. Se trata de preocuparnos cada vez más para que el nombre de Jesucristo sea anunciado, a pesar de nuestras diferencias y deficiencias, incluso a pesar de nuestras rencillas y rivalidades. Decía el P. Chenu que el lugar de encuentro eficaz, entre hermanos separados, es la evangelización, no la doctrina. Observación aplicable también en el interior de la Iglesia y de nuestras comunidades: Jesucristo nos une, y anunciarlo hace que nos sintamos unidos. San Pablo, cuando fue encarcelado, era consciente de la envidia que suscitaban sus éxitos apostólicos y hasta comprendía que algunos se alegrasen de que le hubieran encarcelado. Pero añadía que, con envidias o sin ellas, lo importante era predicar a Cristo. Y concluía: “esto me alegra y seguirá alegrándome” (Flp 1,12-19).

Lo que, sin duda, contribuiría a una más perfecta unidad sería la mutua emulación en el bien (cf. Hb 10,24) entre los diferentes carismas y grupos eclesiales. Igualmente, una buena dosis de autocrítica es señal de conversión y contribuye a mejorar la imagen propia y la de la Iglesia en general. Y todo ello acompañado por una pasión por el Evangelio, gastando la vida para que el nombre de Jesús sea conocido.

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14
Feb
2008
Aclaraciones sobre la unidad eclesial
2 comentarios

Cuando aparecen discrepancias públicas entre algún cristiano (sea o no teólogo) y su Obispo, se suele oír y leer la siguiente argumentación: “si no está de acuerdo, que se vaya. Porque quedarse sería algo parecido a si alguien estuviera en desacuerdo con la dirección de un partido y quisiera formar parte de este partido”.

Primera aclaración: hay conflictos que no son evangélicos. Los que rompen la caridad. Pero también hay una unidad que no es evangélica. La que exige sumisión. La comunión eclesial es una realidad teológica. La sumisión es un concepto político. La patología del conflicto es la hostilidad. La patología de la unidad es la uniformidad. En la Iglesia hay discrepancias legítimas, que reflejan las diferentes maneras de entender y vivir el Evangelio. Unidad no es ausencia de pensamiento ni de iniciativa.

Segunda aclaración: la Iglesia no es un partido político y la comparación con un partido no es de ningún modo adecuada. La Iglesia es una comunidad y una comunión. Una comunidad de cristianos adultos y responsables, que tienen el deber y el derecho de realizar su propia lectura de la Escritura. Si se entiende bien, hasta podría decirse que la Iglesia es una comunidad de intérpretes (que siguen unas reglas de interpretación, en las que el Magisterio -que también interpreta- tiene su lugar). Y una comunión, o sea, una común unión. La comunión va en todos los sentidos. La comunión ni es uniformidad ni se realiza autoritariamente, porque entonces sólo dura mientras dura el miedo a la autoridad. La comunión se realiza desde el amor. Y en el amor todas las partes son activas. Por tanto, cuando uno no se siente, al menos en parte, responsable de la ruptura de la comunión, en cierto modo está repitiendo ese pecado original que rechaza toda culpa propia y las carga todas en el otro.

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10
Feb
2008
En el caso de tiranía evidente y prolongada
1 comentarios

Una de las afirmaciones más sorprendentes de la Populorum Progressio, que sin duda seguirá sorprendiendo hoy, se refiere a la insurrección revolucionaria. En un tiempo en el que aparecían movimientos guerrilleros que pretendían derrocar a gobiernos corruptos, la encíclica deja claro que este no es el camino, porque así se engendran nuevas injusticias, se introducen nuevos desequilibrios y se provocan nuevas ruinas. Pero la encíclica introduce una excepción: “salvo en el caso de tiranía evidente y prolongada, que atentase gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente el bien común del país”. Este derrocamiento por la fuerza de gobiernos corruptos plantea numerosos problemas: ¿quién juzga que una situación sólo puede revertirse de esta forma?, ¿con qué criterios?, ¿quién debe tomar la iniciativa, de qué modo?

La violencia sigue imperando en nuestros días. Violencia ejercida de muchos modos por gobiernos dictatoriales, sobre todo en países de África y Asia y, en menor medida, de Latinoamérica. Se amañan elecciones, se soborna a jueces y a parlamentarios, se promulgan leyes para beneficio de unos pocos o para prolongar eternamente en el poder a gobernantes ambiciosos, se ejerce un control policial sobre los más desfavorecidos. La intención de las palabras de Pablo VI sigue siendo válida. Quizás hoy la presión internacional, la solidaridad de unos pueblos con otros, la creación de tribunales internacionales, el envío de observadores imparciales, la aceptación de mediadores, la interposición de fuerzas de pacificación, todo esto puede de algún modo aliviar o paliar determinadas situaciones inaceptables. Y la presión de la opinión pública. Los cristianos no podemos quedar callados cuando en otros lugares ocurren hechos injustos. Es necesario también un control de los medios de ayuda, para que no se corrompan, lleguen con la máxima celeridad y sobre todo lleguen de verdad a los más necesitados. Sabiendo que no hay soluciones fáciles, y que son los cristianos de cada lugar son los que deben juzgar por sí mismos y buscar los medios oportunos, a la luz del evangelio y de la dignidad humana. Aunque ahora que lo pienso, eso de evangelio y dignidad humana, ¿no es una reduplicación?

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8
Feb
2008
Voy a hacer publicidad
2 comentarios

No tengo ganas de buscar la cita. Pero San Pablo decía algo así como: si hay que hablar bien de uno, yo también puedo alardear de algunas cosas. San Pablo de muchas. Yo de pocas. Pero hoy voy a ofrecer un enlace de una conferencia que di el pasado día 28 de enero, con motivo de la fiesta de Sto. Tomás. Por si puede interesar.

Y de paso me solidarizo con mi compañero de blog, Sixto Castro, que se ha encontrado, sin buscarlo, con una serie de insultos desagradables. El mismo explica discretamente la causa y no voy a insistir en ello. Los y las que no adivinéis de qué habla, no os perdéis nada, porque la basura cuanto más lejos mejor. Eso de que hay que conocerlo todo y quedarse con lo bueno, que decía también San Pablo, hay que entenderlo bien, porque hay cosas que es mejor no conocer.

Con este lío resulta que van a poner filtros para hacer comentarios a nuestros blogs. Ya os informarán desde la oficina de internet. No se trata de censurar ni controlar. Se trata de evitar malas compañías. Yo estoy agradecido a todos los lectores y agradecido por todos los comentarios con los que espero seguir contando, una vez hayan aparecido las nuevas normas para intervenir, porque creo que llevamos dos días en los que no se puede, debido a las labores que nuestro técnico, Alán, realiza, para que todos podamos sentirnos más cómodos. Un abrazo a todos y mi solidaridad con Sor Lola, una monja estupenda; con mi discípulo y ya colega Praena, un tipo que vale mucho; con Manuel Angel, por sus acertadas y buenas iniciativas; y con Sixto. Creo que nos hemos visto alguna vez, pero me siento en comunión contigo y envidio sanamente tu desparpajo. Y para que no falte nadie, un abrazo a Paco Faragó, el alma de esta página y el que nos ha metido a todos en esa aventura de los blogs que, ya se ha visto, tiene sus riesgos, pero como también se ha visto, son riesgos controlados.

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6
Feb
2008
El desarrollo, nuevo nombre de la paz
3 comentarios

Este fue uno de los enunciados de la Populorum Progressio que llamaron la atención. Pablo VI deja clara la ambigüedad del progreso: “Todo crecimiento es ambivalente… La búsqueda exclusiva del poseer se convierte en un obstáculo para el crecimiento del ser y se opone a su verdadera grandeza”. Además, constata algo que desde entonces no ha hecho más que aumentar: el abismo cada vez mayor que separa a las naciones ricas de las pobres; los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Esto exige cambiar de modelo económico, cobrar conciencia de que los bienes de este mundo son de todos, eliminar fronteras artificiales, controlar la contaminación, desterrar la corrupción política que abunda en los países pobres y, sobre todo, avivar la conciencia de solidaridad y justicia como condiciones ineludibles para la supervivencia de este mundo.

Se hace necesario recuperar la categoría de signos de los tiempos, introducida en el pensamiento teológico moderno por el Magisterio de Juan XXIII. Los acontecimientos son un lugar teológico donde el Espíritu de Dios sigue hablando a los humanos. Pues bien, toda la encíclica de Pablo VI es una valoración teológica, una lectura cristiana, un mirar con los ojos de la fe las aspiraciones de los pobres y humillados de nuestro tiempo y un buscar, por parte de la Iglesia, el modo de decirles una palabra creíble. Para ello, la Iglesia tendrá que tomar claramente partido por los más necesitados y mirarles con simpatía. No es creíble una Iglesia que hace pronunciamientos tajantes sobre la opción preferencial por los pobres y se sitúa entre los potentados. Esta me parece que es una de las grandes lecciones de la encíclica. En un mundo cada vez más emancipado de lo religioso y, sin embargo, desfigurado como hace cuarenta años por la pobreza y el individualismo, la Iglesia tiene la gran oportunidad de actualizar su misión, que no es directamente económica, política o social, sino religiosa, pero entendiendo por religión el ser testigo del Dios revelado en Jesucristo, no como poder que oprime, sino como amor que sirve (para decirlo con palabras de Jesús Espeja).

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5
Feb
2008
Promover un humanismo pleno
0 comentarios

Ahora que han pasado 40 años es bueno recordar a la encíclica Populorum Progressio. Ella nos envía a la preocupación más fundamental, importante y básica que debe tener la Iglesia, a saber, que sigue habiendo pobres y que ellos son sus primeros clientes. No es fácil sintetizar la intención de un texto todavía actual. Un buen resumen de la intención de Pablo VI podría ser el promover un humanismo pleno, que es otro modo de designar la salvación cristiana. Porque no hay humanismo pleno sin Dios y no hay plenitud en Dios sin humanidad, sin “el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas”.

La encíclica alude expresamente a algunos autores del ámbito francófono. Son buenos compañeros de viaje, y denotan el clima mental en el que se movía este gran Papa. En primer lugar el filósofo Jacques Maritain, promotor de la declaración de los derechos humanos por la Asamblea de la ONU en 1948. La expresión “humanismo pleno” que utiliza la encíclica, está inspirada en el título de un libro suyo: “El humanismo integral”. A Pablo VI también le gustaba citar un texto del jesuita Henri de Lubac: “el hombre puede organizar la tierra sin Dios, pero, al fin y al cabo, sin Dios no puede menos de organizarla contra el hombre. El humanismo exclusivo es un humanismo inhumano”.

Hay dos dominicos nombrados por la encíclica: Louis Joseph Lebret (uno de los inspiradores del texto, eso si no es el redactor), convencido de que no bastan los aspectos afectivos para acercarse a los necesitados, sino que se hace necesario un cambio profundo de estructuras; y M.D. Chenu, del que se cita una de sus mejores aportaciones al pensamiento teológico: la teología del trabajo como lugar en el que los hombres descubren que son hermanos. Hay una frase del P. Chenu que, aunque no se encuentra en la encíclica, encaja bien con su pensamiento: “siendo la mejor civilización en la ciudad de los hombres es como la civilización puede calificarse de cristiana” (St. Thomas d’Aquin et la théologie, 17).

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1
Feb
2008
Nota episcopal ante las elecciones
14 comentarios

Mi artículo de ayer apareció antes de hacerse pública la nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal a propósito de las próximas elecciones. Algunos de los comentarios hechos al artículo se refieren a esta nota. Confieso que antes de leerlos no tenía ninguna intención de entrar en este tema. Porque tengo la impresión de que la nota no cambiará el sentido de prácticamente ningún voto. Los que pensaban votar “A” van a seguir haciéndolo a pesar de la nota. Y los que pensaban votar “B” lo seguirán haciendo ratificados por la nota.

Hay decisiones en la vida que son personales: casarme o no, casarme con una u otra persona, tener más o menos hijos. Y también votar. En todos estos casos la decisión es sólo mía. Es bueno escuchar, informarse, consultar. Pero la responsabilidad es mía. Y porque se trata de responsabilidad personal mi deber es respetar la decisión libre de mis prójimos, a los que debo suponer la madurez que ellos me suponen a mi.

Los programas políticos no están hechos con criterios religiosos ni su ámbito es el religioso. Gracias a Dios. Porque si así fuera (como parece que es el caso de algunos partidos islamistas) serían excluyentes o fundamentalistas. “No es tarea de la Iglesia, dice Benedicto XVI, el que ella misma haga valer políticamente su doctrina: quiere servir a la formación de las conciencias en la política y contribuir a que crezca la percepción de las verdaderas exigencias de la justicia”.

El interés de los políticos es principalmente la búsqueda del poder. Ellos saben que, en democracia, el poder se consigue convenciendo de la bondad de sus propuestas. Pero quien juzga de si lo que proponen es bueno para mi, soy yo. En función de mi cultura, mi educación, mi fe religiosa. Teniendo en cuenta, además, que me proponen un “paquete” en el que hay cosas buenas, regulares y malas. En todos los paquetes. Y no puedo tomar sólo una parte del paquete. Es el límite de toda democracia (también de la dominicana). A partir de todo eso es cómo decido el sentido de mi voto. O de mi abstención.

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31
Ene
2008
Las apariencias engañan
6 comentarios

Tal como me lo han contado lo cuento. Pero como no lo he visto, es posible que algún detalle no sea del todo exacto. Me han dicho que puedo dar nombres. Ayer, en Tele5, en el programa “Caiga quién caiga”, una abuelita perseguía con su nietecita al Presidente de la Generalitat Valenciana, Sr. Camps, increpándole porque la niña recibía clases en unos barracones sin condiciones en los que se pasaba frío en invierno y calor en verano. Dos profesoras del Colegio de San Vicente Ferrer de los Padres Dominicos de Valencia vieron el programa y reconocieron a niña y abuela. La niña lleva cuatro años matriculada en el susodicho colegio que dispone de calefacción y no tiene ninguna de sus aulas en barracón alguno. Añaden mis fuentes que la empresa Tele5 hizo un casting para buscar los personajes adecuados para salir en su programa.

Ayer, en el artículo que escribí, no quise dar nombres. Porque no vale la pena y porque el obispo en cuestión es una buena persona. Pero me ratifico en que las preguntas no estaban pactadas previamente. Quité el enlace que tenía preparado. Hoy doy datos, como los di en el artículo que titulé “montajes interesados”, del que por cierto he recibido después de su publicación nuevas copias del montaje, para tratar de convencerme de lo mal que está el mundo. Sin duda el mundo está mal en algunas cosas y bien en otras. Eso sí, en este mundo hay mucho crédulo. Crédulo es el que acepta lo que se le dice sin juicio previo, sin pasarlo por el tamiz de la crítica. La credulidad está muy emparentada con horóscopos y visiones. ¡Y hay que ver la cantidad de televisiones locales que con números telefónicos de esos caros ofrecen lecturas de tarot y asimilados! Y, por lo que apareció ayer en la tele amiga, está claro que muchas informaciones de prensa y televisión fomentan la credulidad. ¡Para que luego digan que la gente no cree en nada y que la fe está en retroceso! Está en retroceso la buena fe, la digna fe cristiana. Pero la credulidad aumenta a pasos agigantados.

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30
Ene
2008
Calificación teológica de las entrevistas
1 comentarios

Al cumplirse los dos años de estar al frente de una determinada diócesis, un importante periódico de la provincia entrevista al obispo. Nombres, lugares… es lo de menos. Lo primero que llama la atención es el tipo de preguntas: ¿Qué interesa a la periodista? ¿La vida de las comunidades cristianas, la animación pastoral de la diócesis, la formación teológica de laicos y clérigos? De ningún modo. Interesa “lo de siempre”: aborto, divorcio, matrimonios homosexuales y educación para la ciudadanía. A veces parece que el entrevistado no sabe cómo salir del apuro. Y responde con respuestas que merecerían mayor precisión. En mi opinión este tipo de respuestas no aportan nada nuevo y no estimulan la vida cristiana. Se prestan incluso a ser mal interpretadas.

Este tipo de declaraciones me brinda la oportunidad de recordar el distinto valor de las intervenciones del Magisterio. Fundamentalmente son tres los criterios que hay que considerar para saber a qué atenerse, siempre desde un punto de vista católico: autor de la enseñanza (¿quién lo dice?), contenido de la enseñanza (¿de qué habla?), modo de la enseñanza (¿cómo, dónde lo dice?). En relación al tercer criterio, el modo de la enseñanza, importa aclarar que no es lo mismo una encíclica que una carta pastoral o que una homilía. Pues bien, la entrevista periodística tendría, a mi modo de ver, la más baja calificación teológica. Esta baja calificación va unida a una gran difusión. Debido a la difusión, si el contenido es importante, entonces vale la pena pagar el precio de una baja calificación en el tercer criterio. Pero sin olvidar que los contenidos además de fondo tienen forma.

Toda palabra pronunciada tiene sus riesgos. Hay riesgos debidos a la reacción del oyente, cuando por ejemplo, se siente interpelado o denunciado. Hay riesgos debidos a nuestros malos modos de comunicar. Estos son lo que habría que evitar.

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27
Ene
2008
Montajes interesados
2 comentarios

Confieso que he estado a punto de cometer un error. Me explico: de vez en cuando recibo documentos de distinta índole que me envía gente conocida. No suelo hacer mucho caso de este tipo de envíos y nunca los reenvío. Pero hace unos días recibí un montaje en Power-Point que me dejo desconcertado. Se trataba de unas imágenes que pretendían mostrar que en Taiwan había una gran demanda de bebes o fetos muertos para ser utilizados como comida. Me quedé horrorizado y al mismo tiempo pensativo. Incluso llegué a escribir un comentario para colgarlo en este blog, que concluía con unas palabras sobre la necesidad de una razón ética de la humanidad, tomadas del discurso que el Papa tenía preparado y no pudo pronunciar el pasado 16 de enero en la Universidad romana de “La Sapienza”.

Este montaje con estas horrorosas fotos lleva varios meses circulando por internet. Pero es falso, y las fotografías son parte de una exposición “de arte” creada por un polémico artista chino. De lo que se deduce una sabía lección que resulta oportuna, dada la proximidad de las elecciones en nuestro país: las informaciones no sólo hay que confirmarlas, sino que una vez confirmadas hay que seguir siendo críticos con ellas, pues los hechos pueden estar motivados por intereses. Cuanto más sorprendente, llamativa o escandalosa resulte una información, con mayor cautela debe ser tratada. No hay informaciones neutrales. Tampoco las eclesiales lo son. De ahí la necesidad de contrastar, tener criterio, no quedarse con la primera impresión, considerar la verdad como una búsqueda permanente, estar vigilantes ante la presión de intereses y grupos de poder. Tengo la impresión de que en muchos momentos falta reflexión, espíritu crítico y pasión por la verdad; y sobran actitudes interesadas y viscerales. A veces nos dejamos impresionar por aquello que confirma nuestros intereses, incluso con la buena intención de notar “lo malos que son los otros”.

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