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Jul2025Ser profesor de religión es una vocación
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Jul

A propósito del post anterior, en el que me preguntaba que era eso de la vocación, uno de mis habituales y amables lectores escribió: ser profesor de religión también es una vocación. Me apresuré a responder que tenía toda la razón. También ser catequista es una vocación. Podríamos ampliar la lista y, por ejemplo, añadir, que ser cantor en las celebraciones litúrgicas, o ser un buen lector, es también una vocación. En todas esas vocaciones mentadas y en las no mentadas se necesita, además de buena voluntad, una buena preparación: no cualquiera sirve para catequista, o para lector, o para profesor de religión.
Incluso habría que añadir que además de buena preparación se requieren disposiciones naturales. Normalmente el que no tiene disposiciones para una determinada tarea, no suele tener vocación para esta tarea. Por ejemplo: yo creo que soy un buen lector, pero soy un pésimo cantor. Por eso, es difícil, por no decir imposible, que el Señor me llame para cantar en la liturgia, porque en vez de ayudar a orar, haría el ridículo y ayudaría a que se rieran de mi. Dígase lo mismo de un lector: no cualquiera sirve para lector. Porque el lector tiene la delicada y maravillosa función de hacer que la palabra de Dios llegue con claridad y sentido a los oídos de los asistentes a la celebración. Por eso, de la misma forma que a mi no se me invita a que cante en la boda de mi prima, porque ya he dicho que soy un pésimo cantor, tampoco me parece adecuado que se solicite que en la boda o en la primera comunión, el lector sea el primo o la hermana de los novios y del niño de primera comunión. El lector no está para lucir el tipo, sino para servir al buen decoro de la celebración.
¿Cómo sé yo que tengo vocación para ser profesor de religión o catequista? Una serie de indicios ayudan a discernir: tener disposiciones para enseñar, tener buen carácter, ser un buen pedagogo, amar a Jesucristo, haber estudiado teología. Las vocaciones se disciernen en función de las disposiciones y de las circunstancias de la vida y de la historia. Si soy incapaz de asumir los fallos y deficiencias de mi novia, o si mi novia y yo somos de religiones diferentes y discutimos por este motivo, y no nos ponemos de acuerdo en cómo vamos a educar a nuestros hijos, seguro que Dios no me llama para que me case con esa chica, por muy guapa y atractiva que sea. Si tengo dificultades para convivir seguro que Dios no me llama para ser religioso. El carácter es más decisivo que el físico para discernir una vocación.
En este post (y en el anterior) he querido dejar claro que todos somos personas vocacionadas, también un médico o una enfermera cristiana, por ejemplo. Todos hemos sido llamados a vivir de una determinada manera y a servir a los hermanos en un determinado puesto. Si uno es cristiano puede perfectamente considerar que esa disposición de carácter, esas circunstancias que le han llevado a servir de un determinado modo, son las mediaciones de las que Dios se ha servido para llamarle a una vocación. Vocación es llamada, claro. Y es también respuesta. Por eso, en la vocación de cada uno, la libertad juega un papel decisivo.