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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

29
Mar
2025
Videos y robos inapropiados
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videosinapropiados

El pasado 23 de marzo el Observatorio de Derechos Humanos Samba Martine (nombre de la mujer africana que murió, por no recibir la debida atención médica, cuando permanecía retenida en un Centro de internamiento de extranjeros de Madrid) organizó una conferencia bajo el título: “La trata en nuestra sociedad: una mirada global y local”. Si mis datos son buenos, la conferencia se estaba retransmitiendo en cuatro salas: en una de modo presencial y en tres por medio de zoom. Pues bien, la reunión fue saboteada con videos de contenido inapropiado, vamos, de pornografía pura y dura, lo que hizo imposible continuar con la sesión e incluso dificultó el cierre de la misma. Este es un ejemplo más de los desafíos a los que se enfrentan quiénes abordan temas tan sensibles y urgentes como la trata de personas.

La técnica moderna es maravillosa cuando se utiliza para bien. Pero es nefasta cuando con ella se busca hacer el mal. El problema no es la técnica (y dicho sea de paso el problema no es la inteligencia artificial), sino el modo de utilizarla y lo que se pretende hacer con ella. Dígase lo mismo de cualquier otro medio. La lengua humana es maravillosa, pero como dice la carta de Santiago “con ella bendecimos al Señor, y con ella maldecimos a los seres humanos, hechos a imagen de Dios; de una misma boca proceden la bendición y la maldición”.

Hablando de inteligencia artificial puedo contar un caso reciente del que tengo información de primera mano. Una buena persona recibe una llamada telefónica. Al otro lado del teléfono hay una voz muy conocida, de un personaje importante para ella. La voz le pide una serie de cosas y de datos, y la persona que ha recibido la llamada la hace caso. Resulta que la voz ha sido creada con inteligencia artificial. Yo aconsejo que, en caso de recibir llamadas así, sobre todo si piden dinero o datos bancarios, aunque parezca que quien llama es la propia madre, antes de hacerle caso, hagan alguna pregunta cuya respuesta solo ella pueda conocer. Recuerdo que un dominico anglicano (sí, ¡hay dominicos anglicanos!) un día me llamo desde bastante lejos, me pidió un pequeño favor, y me dijo: para que veas que soy yo, te voy a dar el nombre de “nuestra abuela”. Al principio me despistó, pero cuando me dijo: “se llama Juana”, comprendí enseguida. Juana es el nombre de la madre de Santo Domingo de Guzmán, “el padre” de los dominicos.

Voy a contar una anécdota de la que soy protagonista. No caí en la trampa. Por eso la cuento: hace unos quince años recibí una carta de un supuesto eclesiástico conocido de un país europeo. En el sobre había un cheque, que todavía conservo, de 225.000 libras esterlinas. Ya saben: una moneda más valiosa que el dólar o el euro. En la carta me pedía que ingresara el cheque en una cuenta mía, que enviara 200.000 libras a una cuenta de un país africano, de una supuesta institución caritativa, ya que (me decía el falso corresponsal) desde su país no era posible hacer esa transacción. Y añadía (tentando mi ambición y mi egoísmo) que me quedará 25.000 libras esterlinas para “mis gastos” o “mis pobres”. Moraleja: si alguien le pide o le ofrece dinero y no es cara a cara, piense que es una estafa. Si es cara a cara, usted verá lo que hace.

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25
Mar
2025
Desobediencia correcta, obediencia incorrecta
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obediencia2025

Los tiempos han cambiado. En realidad, no han cambiado los tiempos, el tiempo pasa. Lo que cambia, al menos en algunos, es la mentalidad, tanto a niveles personales, como sociales y eclesiales. Antiguamente, en la Iglesia y en la sociedad, la obediencia era presentada como una de las mejores virtudes, era lo que se esperaba del buen ciudadano y del buen creyente, hasta el punto que de que los grandes maestros espirituales solían decir: el que obedece nunca se equivoca. Hoy, la obediencia está un tanto desprestigiada, sobre todo cuando por obediencia se entiende una sumisión, sin reservas, a la autoridad. Curiosamente quienes suelen quejarse de falta de obediencia suelen ser siempre los superiores, los que mandan. Ya es más extraño que esos que mandan se planteen si mandan mal.

Al respecto recuerdo que un técnico nuclear judío, Mordejai Vanunu, que pasó 18 años en las cárceles israelitas por desvelar el programa de fabricación de armamentos nucleares, que conocía de primera mano en razón de su trabajo, dijo ante sus jueces: «Una acción como la mía enseña a los demás que el propio razonamiento, el de todo individuo, no es menos importante que el de los jefes. Éstos se sirven de la fuerza y sacrifican a millares de personas en el altar de su megalomanía. No les sigáis a ciegas». Mordejai Vanunu y muchos otros -en los estados laicos y en los estados religiosos, de unas y otras culturas-- han desobedecido a las autoridades políticas y religiosas en nombre de una autoridad más imperiosa y, lo que es más importante, más sana y más humana: la autoridad de la propia conciencia.

Hay una parábola de Jesús en la que unos personajes obedecen y obedecen mal. Su obediencia es incorrecta. En la misma parábola, otro personaje desobedece y su desobediencia es correcta. Se trata de la parábola del samaritano misericordioso. Las costumbres, convertidas en leyes, dejaban claro que entre los judíos y los samaritanos no era posible ningún trato. Costumbre y ley que tenían su desgraciado fundamento en el odio. La parábola quiere poner de manifiesto que la ley, cuando es expresión de odio, es mala, malísima. Y que lo bueno, buenísimo, es desobedecerla. Los dos clérigos de la parábola se alejan del herido, quizás porque su sentido de la obediencia les movía a llegar a tiempo al culto. Mientras que el samaritano, desobedeciendo a la ley, obedece a una instancia superior a la ley, como es su conciencia que le mueve a amar.

El evangelista Lucas cuenta otra historia en la que también aparece un samaritano que desobedece a la ley y, sin embargo, hace lo correcto. Es esa historia de diez leprosos que se acercan a Jesús para ser curados. La ley mandaba que, si quedaban curados, debían presentarse a los sacerdotes para que certificaran que estaban en condiciones de reintegrarse a la sociedad. Una vez curados, nueve leprosos cumplieron la ley y fueron a ver a los sacerdotes. Uno de los leprosos, un samaritano, en vez de cumplir la ley, regreso a dar las gracias a Jesús. El desobediente hizo lo correcto, fue agradecido, sin duda porque tenía un corazón lleno de amor.

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21
Mar
2025
¿En qué consiste la vida eterna?
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¿Es posible atisbar en qué consiste la bienaventuranza definitiva, la felicidad eterna que Dios tiene preparada para los salvados, para aquellos que le aman, para sus elegidos? En una palabra, ¿es posible describir en qué puede consistir el cielo, la vida celestial?

Cuando Tomás de Aquino se pregunta en qué consiste la vida eterna, dice que en ella confluirán estos cuatro aspectos o dimensiones: En primer lugar, la unión con Dios: “él es el premio y el fin de nuestros trabajos”. Como Dios es inefable, sorprendente, está más allá de todo lo que podamos pensar, desear e imaginar, se comprende que Santo Tomás no desarrolle en demasía en que puede consistir esta unión con Dios.

También consiste la vida eterna en la plena saciedad de todo deseo. Allí tendremos todo lo que deseamos y esperamos. En esta vida nada ni nadie puede saciar nuestras aspiraciones. Esto solo puede hacerlo Dios, que las sacia y sobrepasa infinitamente. Si se desean deleites, allí estará el sumo y perfectísimo deleite, que es Dios mismo. Si se desean honores, allí estará el máximo honor. El santo, haciendo gala de buen humor, pone un ejemplo de esos honores que deseamos en este mundo y que se cumplirán en el otro: “los hombres sobre todo desean ser reyes u obispos, según sean seglares o clérigos; ambas cosas las conseguirán allí”. En tercer lugar, la vida eterna consiste en la seguridad perfecta. En este mundo no la hay, porque cuantas más cosas queremos, tanto más tememos perderlas y tantas más necesitamos.

Finalmente, el santo añade algo muy interesante. Me da la impresión de que prolonga a la vida eterna una de las enseñanzas fundamentales de Jesús y del Nuevo Testamento, a saber, que el amor a Dios y al prójimo son inseparables en la vida presente y lo serán también en la vida futura. Compartir con otros la alegría de los bienes divinos acrecentará nuestra bienaventuranza. Dice el santo: la vida eterna “consiste en cuarto lugar en la compañía de todos los bienaventurados, la cual será agradabilísima… Pues cada uno amará al otro como a sí mismo, por eso se alegrará con el bien de los demás como si fuera propio”. El bien ajeno no será motivo de envidia (como ocurre en este mundo), sino de una inmensa alegría. Sto. Tomás termina citando el Salmo 87: “y cantarán mientras danzan: todas mis fuentes están en ti”.

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17
Mar
2025
San José, el santo más glorioso de la Iglesia
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San José es el santo más glorioso de la Iglesia. En la jerarquía de los santos, es el primero después de María. Por eso, su nombre aparece en todas las plegarias eucarísticas, después del de la Virgen María. La Iglesia reconoce la dignidad y grandeza de san José debido a su papel central en la historia de la salvación: es el esposo de la Madre de Dios y es el Padre legal de Jesús. José ha sido el hombre en quién Dios ha depositado su confianza para que cuidara de María y de Jesús. Durante la vida pública de Jesús, José está oculto, ausente. A partir de este dato algunos infieren que José murió en Nazaret acompañado de su familia. El himno latino de Laudes de la solemnidad de san José dice que “Cristo y la Virgen le asistieron en su hora postrera, con rostro sereno”. Por eso, José es el patrono de los agonizantes que, junto con los títulos anteriores y con el de Patrono de la Iglesia universal, tal como proclamó Pío IX, constituyen su corona inmortal.

Jesús nació en una condición de gran debilidad. Tuvo necesidad de ser defendido, protegido, cuidado. José, hombre fuerte, justo y valiente, buscó y preparó un lugar acogedor para que Jesús pudiera nacer, se encargó de defenderle cuando Herodes buscaba matarlo, le protegió cuando vivieron como emigrantes en un país extranjero, le cuidó cuando era adolescente, trabajó honradamente para asegurar el sustento de su familia, para que tuvieran techo y el alimento necesario. “La felicidad de José, escribió el Papa Francisco, no está en la lógica del auto-sacrificio, sino en el don de sí mismo. Nunca se percibe en este hombre la frustración, sino sólo la confianza. Su silencio persistente no contempla quejas, sino gestos concretos de confianza”.

Custodiar es algo muy propio de un cristiano. Dice Francisco: “Custodiar la vida, custodiar el desarrollo humano, custodiar la mente humana, custodiar el corazón humano, custodiar el trabajo humano. El cristiano es —podemos decir— como san José: debe custodiar. Ser cristiano no es solo recibir la fe, confesar la fe, sino custodiar la vida, la propia vida, la vida de los otros, la vida de la Iglesia”. Custodiar no es imponer, es atender con paciencia y con amor; no es dominar, sino servir; no es poseer, sino lavar los pies; es acompañar, respetando la libertad; es levantar al caído sin reprenderlo ni humillarlo. En la Iglesia debemos custodiarnos mutuamente, porque todos somos débiles y pecadores. A este respecto resulta oportuna la pregunta que formula Francisco: “cuando tengo un problema con alguien, ¿trato de custodiarlo o lo condeno enseguida, hablo mal de él, lo destruyo?”

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13
Mar
2025
En todo deseo late un deseo de Dios
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palacioepiscopalvalencia

El ser creados “para Dios”, del que hablábamos en el artículo anterior, es una consecuencia directa e indisociable del ser creados “por Dios”. Dado que el “por Dios” es constitutivo de lo humano y no desaparece nunca, es posible encontrar en el humano una serie de deseos e insatisfacciones, que son una huella de este deseo de Dios que anida en toda persona, aunque no sea consciente de que se trata de un deseo de Dios. Tomás de Aquino afirmó que todo deseo es un deseo de Dios. Lo que todos buscamos y deseamos es ser felices, buscamos lo que consideramos bueno para nosotros. Cuando hacemos el mal también buscamos lo bueno, aunque nuestra vista se equivoque en la determinación de lo bueno. Buscamos el bien que vemos o imaginamos ver en el mal que hacemos.

En este mundo nunca encontramos plenamente el bien y la felicidad. Siempre nos falta algo: algo de belleza, algo de salud, algo de fuerza, algo de saber, mucho de amor. Siempre estamos incompletos y buscamos más. En ningún terreno el hombre se contenta con metas parciales e incompletas. Feliz solo sería el que estuviera plenamente colmado en todas las dimensiones y aspectos de la vida. Se comprende así esta afirmación de Tomás de Aquino: “el hombre no es perfectamente bienaventurado mientras le quede algo que desear y buscar”. ¿Quién podrá colmar al ser humano? ¿Quién llena de bienes los anhelos humanos? Detrás de todas las búsquedas, late siempre un deseo de Dios. Dice Tomás de Aquino: “todos, en cuanto apetecen sus propias perfecciones, apetecen al mismo Dios”. Planteado así el asunto, resulta claro que todo deseo, es un deseo de Dios.

Incluso desde posiciones ateas es posible ver el deseo de Dios en toda vida humana. Cuando Jean Paul Sartre dice que el hombre es “una pasión inútil”, su afirmación presupone que el hombre es una pasión de divinidad. Según el filósofo francés el hombre pretende, ni más ni menos, que ser dios. Pero como Dios no existe, el hombre es una pasión inútil. Hay, pues, según este autor, un anhelo, un deseo de Dios en el ser humano, que es imposible satisfacer. Este anhelo de Dios, que se manifiesta incluso cuando el ser humano niega a Dios o se aleja de él, es una vieja historia que aparece desde los inicios de la humanidad. El libro del Génesis narra que una serpiente astuta se dirigió a la primera mujer y le dijo: si desobedecéis a Dios no moriréis, seréis como dioses (Gen 3,1-5). La serpiente promete aquello que el ser humano más anhela: el anhelo de ser como dioses y el deseo de inmortalidad. La serpiente miente, porque indica un mal camino, pero lo que ella promete es lo que los humanos más deseaban.

Según Unamuno el amor busca siempre la plenitud y por eso nos revela lo eterno. Ocurre que, en este mundo, cada vez que el amor ve realizado su anhelo, se da cuenta de que en realidad buscaba mucho más: “la satisfacción de todo anhelo, dice este autor, no es más que semilla de un anhelo más grande y más imperioso”. Si el amor busca siempre más y, por eso, tiende a lo eterno, no es extraño que Unamuno acabe afirmando: “el amor es un contrasentido si no hay Dios”.

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9
Mar
2025
Creados por Dios y para Dios
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creadospordios

La primera parte del Catecismo de la Iglesia Católica está dedicada a explicar la profesión de fe cristiana. La fe es la acogida del Dios que sale al encuentro del ser humano. Se comprende así que el Catecismo comience por plantear si el ser humano está en disposición de encontrar a Dios. Porque el encuentro entre dos seres personales supone que, por parte de ambos, hay deseo de realizar este encuentro. Es lógico, pues, que el Catecismo comience afirmando que “el deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre”. Y eso es así, lo sepa o no lo sepa, porque este deseo es propio de la criatura humana, es algo con lo que se nace. No es un deseo que aparezca después de nuestro nacimiento. Viene ya como marca de origen.

El Catecismo indica inmediatamente que este deseo innato de Dios con el que todos nacemos se debe a que “el hombre ha sido creado por Dios y para Dios”. Por Dios: la razón, el motivo de nuestro ser, es que Dios nos ha querido y, por eso, nos ha dado la vida. El es nuestro autor. “El nos hizo y somos suyos”, dice el salmo 99. Nos hizo: pero no como hace el director de un laboratorio. Nos hizo por amor. No por necesidad. Y somos suyos: pero no como las cosas tienen un propietario, sino con una relación de filiación. Somos suyos porque somos sus hijos. Y todo padre deja en el hijo una marca de su propio ser. El hijo comparte la vida que el Padre le ha dado, tiene sus genes, y si se trata de un buen padre, como bueno es Dios, entonces no solo tiene sus genes, tiene todo su amor. El amor de Dios está inscrito en lo más profundo de nuestro ser.

Pero no solo hemos sido creados por Dios. Hemos sido creados “para Dios”, o sea, para tener con él una profunda relación de amor. El es nuestro destino, la meta de nuestra vida. Si estamos hechos para él, eso significa que hasta que no nos encontremos con él nuestra vida no se sentirá colmada, porque no habrá alcanzado aquello a lo que tiende, aquello que le es más propio. El “para” indica una finalidad. E indica también un camino. De modo que la meta no es algo que venga dado con el origen, sino que pide un proceso de acercamiento y de conocimiento. El conocimiento es causa del amor, porque solo se puede amar aquello que se conoce. Por tanto, haber sido hechos para Dios implica un proceso por parte del ser humano.

Porque hemos sido hechos para Dios, añade el Catecismo, “Dios no cesa de atraer el hombre hacia sí”. Dios siempre va en busca del ser humano y siempre está dispuesto a acogerle. Pero para que haya encuentro es necesario que el humano vaya en busca de Dios. Para eso es necesario que “reconozca explícitamente ese amor de Dios y se entregue a su Creador”, añade el Catecismo, citando al Concilio Vaticano II. En ese lugar del Concilio citado por el Catecismo se reconoce que muchos de nuestros contemporáneos no perciben esta necesidad de encontrarnos con Dios o la rechazan explícitamente. O sea, el ateísmo es una posibilidad que está implicada en el hecho mismo de ser creados “para Dios”. Porque el “para Dios” implica necesariamente la libertad humana y la conciencia de la bondad divina (Continuará).

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7
Mar
2025
Jesús tentado comprende a los que son tentados
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Jesustentado2025

Cuando el primer domingo de cuaresma se lee el evangelio de las tentaciones de Jesús, la tendencia de bastantes predicadores es interpretar que el relato tiene una función pedagógica: es un estímulo para que los creyentes no nos dejemos llevar por la tentación, pero en realidad el relato no dice nada sobre Jesús, porque a él la tentación no le afectó. Como Jesús no podía pecar, porque era Dios, la tentación necesariamente tiene un carácter ejemplar; Jesús fue tentado para darnos ejemplo. Pero si Jesús no fue realmente tentado, si la tentación no tuvo en él ninguna influencia, si no era «pecable» (otra cosa es que fuera pecador), entonces, mas que ante un buen ejemplo, estamos ante una buena comedia. Lo ejemplar en este relato es que Jesús fue realmente tentado, pero fue capaz de vencer la tentación. La tentación no es algo que necesariamente conduzca al pecado, pues es posible, desde nuestra condición humana, vencer la tentación siempre que nos apoyemos en Dios.

La tentación es lo propio de los seres humanos. Todos, en muchos momentos de la vida, nos preguntamos qué camino debemos tomar. Algunos caminos son muy seductores. Pero alguno de esos caminos no nos conviene, porque nos hace daño, aunque de entrada parezca atractivo e interesante. Eso es la tentación: sentirse atraído por lo malo que toma apariencia de bien. Como Jesús fue verdadero hombre, nada queda fuera de su humanidad. Su solidaridad con nosotros implica que también tuvo que exponerse a los peligros y amenazas de ser humano. El no pasa de puntillas por nuestra historia, por nuestra condición, sino que entra hasta el fondo y camina por los barros que tantas veces nos enfangan a todos. Así Jesús puede comprender a los que son tentados.

Detrás de las tres tentaciones que tuvo Jesús subyace una misma pregunta: ¿qué es lo verdaderamente importante para la vida humana? ¿El afán de riquezas o el compartir?, ¿el poder o ayudar a los débiles y necesitados?, ¿el prestigio y la ostentación o la solidaridad? La tentación busca que nos apartemos de Dios, seduciéndonos con algo que parece más urgente e importante, más atractivo. La tentación no invita directamente a hacer el mal. Eso sería muy descarado, muy burdo; prácticamente nadie caería entonces en la tentación. La tentación finge mostrar algo mejor que la fe y la confianza en Dios, algo más concreto: el pan o el dinero, la fama o el prestigio, y el poder, esa delicia entre todas las delicias.

“Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierte en pan”. El tentador es hábil. Ni siquiera pone en duda que Jesús es Hijo de Dios. Lo que hace es señalar un camino, aparentemente muy eficaz, para ser Hijo de Dios: reparte pan para todos y te aclamarán como su gran benefactor. “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo (desde el alero del templo), porque está escrito que los ángeles cuidarán de ti”. El tentador indica que el camino del prestigio y de la ostentación piadosa es un mejor camino para demostrar su filiación divina que la mansedumbre y la pobreza. También hoy hay quién necesita una religión-espectáculo: apariciones milagrosas, sangre que sale de determinadas imágenes, una espectacular semana santa.

En la otra tentación que relata el evangelista Lucas, se promete a Jesús el poder y la gloria de todos los reinos de la tierra porque el tentador afirma que son suyos y él se los da a quién quiere. Cuidadito, cuidadito: el poder es del diablo y lo reparte entre sus amigos. Por suerte el poder que seducía a Jesús era el poder del amor. Y el amor, de entrada, parece débil, aunque al final resulta ser lo único valioso.

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3
Mar
2025
Miércoles de ceniza: Misa estacional en Santa Sabina
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lucernariobasilica

La Iglesia abre la cuaresma con el acto de la bendición e imposición de la ceniza que es, a la vez, un recordatorio de nuestra condición frágil y mortal, y una llamada a la conversión. El miércoles de ceniza empiezan cuarenta días de renovación a modo de “retiro espiritual”, para disponernos a celebrar el gran misterio de la Redención. En los primeros siglos de la Iglesia la cuaresma era, para los catecúmenos, el tiempo de preparación al bautismo, que se administraba en la noche del sábado santo.

Según una antigua tradición, durante la cuaresma, en Roma, se celebraban misas estacionales. Statio en latín significa guardia. Se trataba, pues, de reuniones, en las que se montaba una guardia espiritual, que solía estar presidida por el Papa, que entraba en la Iglesia procesionalmente. Todavía hoy se sigue conservando la tradición de la primera Misa estacional de cuaresma, o sea, la del miércoles de ceniza. Este año, dado su delicado estado de salud, el Papa no podrá presidir esta Misa, que se celebrará en la Basílica de Santa Sabina. Esta basílica y su complejo, siendo todavía residencia papal, Honorio III la regaló a Santo Domingo, en los albores de su Orden. Las 24 columnas corintias del templo proceden de los templos de Juno y de Diana. No hay que buscar ahí ningún sincretismo, ninguna mezcla religiosa. En todo caso, puestos a hacer una lectura moderna, podríamos ver una llamada universal al encuentro con Cristo.

En Santa Sabina todavía puede venerarse la celda de Santo Domingo. Por allí han pasado santo Tomás de Aquino, san Raimundo de Peñafort y san Alberto Magno, y allí pasaba días de recogimiento el papa San Pío V. En este lugar, con tanta historia, comienza la primera estación de la cuaresma. Seguramente, casi todos, por no decir todos los lectores de este pobre artículo, no podrán participar en las ceremonias del miércoles de ceniza en Santa Sabina, mártir del siglo II. Pero sí podrán participar en la Misa que se celebre en sus respectivas parroquias o en otros lugares de culto. He querido recordar esta misa estacional romana, como un signo de comunión de toda la Iglesia, en torno a la figura del Papa, que es símbolo de unidad.

Los cuarenta días de Cuaresma ya están aquí. Estos días recuerdan los 40 días de ayuno de Moisés y Elías antes de acercarse a la Divinidad. O los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel antes de entrar en la tierra prometida. Cristo mismo se retiró cuarenta días en el desierto antes de inaugurar su vida pública. Para los cristianos de hoy la cuaresma es una llamada a la conversión, a preparar nuestra vida para encontrarnos con un Cristo vivo que busca nuestro amor. Y si se repite todos los años, es porque siempre necesitamos renovarnos espiritualmente. El amor siempre se repite, precisamente porque nunca se acaba. El buen amante, todos los días dice al amado: “te amo”.

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27
Feb
2025
Ser digno y vivir indignamente
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aguasnegras

De la intrínseca dignidad de cada persona emanan unos derechos inalienables que cada cual ha de exigir que le sean respetados. Pero, a su vez, cada persona debe respetar los derechos de los demás. La dignidad, además de ser una cualidad intrínseca a toda persona, es también una llamada, una exigencia para que todas las actitudes fundamentales del ser humano estén marcadas por esta cualidad que le define: puesto que soy digno no debo comportarme indignamente, sino en coherencia con lo que soy. Se comprende así que la primera acepción que el diccionario da a la palabra dignidad sea la de seriedad y decoro en la manera de comportarse. En nuestro caso, la seriedad y el decoro son constitutivos de la persona humana.

Si queremos simplemente ser humanos es necesario que nos respetemos a nosotros mismos y nos respetemos unos a otros, por encima de cualquier diferencia. El ser humano debe esforzarse por vivir a la altura de su dignidad. Se comprende entonces en qué sentido el pecado puede herir y ensombrecer la dignidad humana. Porque, aunque la libertad sea un signo eminente de la imagen de Dios y pertenece intrínsecamente a la dignidad humana, puede usarse también en contra de esa misma dignidad. Por eso la libertad humana necesita a su vez ser liberada: «para la libertad nos ha liberado Cristo» (Gal 5, 1). Una libertad, no para servir a la carne, sino para servirnos unos a otros por el amor (Gal 5,13).

Incluso los seres más perversos conservan su dignidad. La dignidad es algo propio y constitutivo de cada persona y nadie puede perderla. Pero la persona puede comportarse indignamente. Cuando eso ocurre vive en contradicción consigo misma, en contradicción con lo que ella es. Por eso, necesita ser sanada y reorientada. Los humanos somos frágiles. Corremos el peligro de caer y de deshumanizarnos. Pero nuestra grandeza está en que somos capaces de levantarnos, de corregirnos, de volver al buen camino. La razón nos está llamando continuamente a ser razonables, la humanidad nos llama a ser humanos, la bondad que habita en el fondo de nuestro corazón nos llama continuamente a ser buenos y respetuosos con los demás. El Evangelio de Cristo refuerza todas esas tendencias humanas al bien y a la bondad y nos llama a comportarnos simplemente como lo que somos: seres hechos para la convivencia, el encuentro, la buena relación. Seres hechos para el amor.

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23
Feb
2025
"Grand piano", metáfora de una sociedad economicista
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pianodecola

Los pianos de cola tienen una tapa superior que se puede abrir, de manera que los sonidos producidos por las cuerdas salen al exterior sin barreras de ningún tipo. Podríamos decir que los pianos de cola tienen una especie de apéndice, unido a su cuerpo principal, como lo tienen también los vestidos de novia. Digo esto porque la manera inglesa de denominar al piano de cola podría ser una buena metáfora de uno de los paradigmas condicionantes de la moderna sociedad. En efecto, mientras en la mayoría de los idiomas (francés: piano à queue, italiano: picaforte a coda, portugués: piano de cauda, catalán: piano de cua, alemán: konzertflügel) este piano se califica como de cola, en inglés se llama “grand piano”.

A este respecto, Byung Chul Han ha notado que “los ingleses no perciben la bella forma arqueada del piano de cola sino solo su tamaño”. Para comentar a continuación: “en su esencia, este idioma es una lengua económica. Por eso en nuestro mundo, atravesado de arriba abajo por la economización, todos hablamos exclusivamente inglés. Ahora entenderán porque amo tanto el idioma alemán. No es una lengua económica, sino plenamente poética”. Evidentemente, las lenguas no son ni económicas ni poéticas, pero es posible atribuir determinados estereotipos a algunas lenguas: la filosofía al griego, la teología al latín y la economía al inglés. En nuestro mundo el inglés se ha convertido en la lengua franca porque es aquella en la que se hacen los grandes negocios y en la que se entienden todos los que manejan el dinero.

Aunque nuestro Papa Francisco también sabe utilizar buenas imágenes, cuando se refiere a las tendencias del mundo actual que obstaculizan seriamente el desarrollo de la fraternidad universal no se anda con rodeos. Según el Papa, todas estas tendencias contrarias a la fra­ternidad pueden resumirse en una palabra estrechamente relacionada con una ideología: individualismo, resultado de una mentalidad económica liberal, que conduce a pensar sólo en los propios intereses y utilizar a los demás en mi propio provecho. El individualismo “no nos hace mas libres, ni más iguales, ni más hermanos”, y es “el virus más difícil de vencer”.

La economía, que rige la política del mundo moderno, está fundamentada en esta ideología individualista: todo se orienta al propio provecho, solo importan las ganancias. Todo tiene un precio, el precio es el baremo de lo que vale y de lo que no vale. También las personas tienen un precio. Por eso hay personas “descartadas, inútiles”, porque no valen nada, ya no sirven, no son productivas, son un estorbo para la economía. Y eso hasta el punto de que como resulta menos gravoso económicamente matar a algunos enfermos que cuidarlos y mantenerlos en vida, hay legislaciones que favorecen la muerte de esos enfermos costosos y nada rentables. La salud tiene un precio muy alto. Y el suicidio uno muy bajo. He leído que el coste de las drogas necesarias para practicar una eutanasia o suicidio asistido a un paciente es el orden de los 35-40 dólares, mientras que el coste promedio de los cuidados paliativos hasta el final de la vida se sitúa entre los 35.000-40.000 dólares.

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