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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

17
Abr
2024
Un pastor muy extraño
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pastorextraño

En la eucaristía del cuarto domingo de Pascua se leen distintos fragmentos del capítulo 10 del evangelio de Juan, conocido como el evangelio del Buen Pastor. En este ciclo B, que corresponde a este año, se lee la segunda parte este capítulo, en concreto los versículos 11 al 18. En ellos encontramos tres sorprendentes afirmaciones sobre Jesús como Buen Pastor.

En primer lugar, se trata de un pastor muy extraño, porque da la vida por las ovejas. Sin duda los pastores de este mundo cuidan de las ovejas, pero cuidan de ellas con el propósito de aprovecharse y de hacer negocio con ellas. Un pastor que da la vida por las ovejas es un pastor que ama más a las ovejas que a su propia vida. Esto es algo inaudito, prácticamente increíble. Pues así, es como nos ama Jesús, de forma incondicional. Su amor no está condicionado por nuestra respuesta, ni siquiera por nuestro pecado. Ama siempre y en toda circunstancia, ama porque él es así, porque no puede dejar de amar.

En segundo lugar, se dice que ese pastor conoce a sus ovejas y las ovejas le conocen a él. Conocer en sentido bíblico es amar entregándose totalmente al otro, en cuerpo y alma. Si ama de esta forma a las ovejas, se comprende que esté dispuesto a dar la vida por ellas. Pero ahora se añade otra cosa: el ideal del amor no es unidireccional, no basta que el pastor ame de esta forma. La plenitud del amor es bidireccional; por eso, un amor así, tan fuerte, tan íntimo, tan incondicional, pide una respuesta similar: también las ovejas están llamadas a conocer al pastor, a amarle hasta dar la vida por él. El mejor modelo de este amor recíproco es el amor que se da en el seno mismo de Dios, entre el Padre y el Hijo. El amor bidireccional es divino.

Viene luego una tercera sorpresa: este Pastor tiene otras ovejas que todavía no son de su redil. Pero precisamente porque las ama igual que a las de su redil, quiere atraerlas a su redil, quiere que haya un solo rebaño. La gran pregunta es cómo ese pastor bueno va a conseguir atraer a esas ovejas alejadas, que están fuera del redil. Y la respuesta es: por medio de la predicación de la Iglesia, por medio del testimonio de los cristianos. Este Pastor quiere constituir una nueva familia humana, en la que no haya divisiones ni enfrentamientos.

En mundo dividido, plagado de conflictos y de separaciones, la Iglesia está llamada a dar testimonio de que para vivir en comunión no es necesario ser iguales, de que es posible amarnos en la diferencia, de que es posible superar nuestras rivalidades y convertirlas en convivialidades. En esta línea el Vaticano II se refería a la Iglesia como sacramento, o sea, como signo e instrumento de la unidad de todos los seres humanos. Signo, porque en ella se realiza esa unidad. O, al menos, debería realizarse. E instrumento, porque ella trabaja denodadamente para conseguir esa unidad. O, al menos, debería trabajar.

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14
Abr
2024
Dignidad humana en el magisterio de Francisco
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rosablanca

En el último número de la revista “Sal Terrae”, de abril de 2024, han publicado un artículo mío, bajo el título de: “Creación como gracia, en el marco de Laudato si’ y Fratelli tutti”. Voy a copiar (sin ninguna variante) para los lectores de este blog dos párrafos del artículo recién salido, para dejar claro que la reciente Declaración del Dicasterio para la doctrina de la fe sobre “la dignidad humana”, introduce y tiene muy en cuenta el Magisterio de Francisco sobre esta cuestión, tal como lo expuso en su encíclica Fratelli tutti.

En esta encíclica aparece el concepto de “dignidad de la persona” como una buena traducción de lo que es la imagen de Dios en el ser humano. Toda persona tiene dignidad porque vale por sí misma, porque no es intercambiable por nada ni por nadie. La dignidad de la persona “no se fundamenta en las circunstancias, sino en el valor de su ser” (FT, 107). La “inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión” (FT, 39) nos llama a convivir como hermanos. La dignidad de la persona es tan inalienable que, al posicionarse contra la pena de muerte, el Papa Francisco recuerda lo que dijo Juan Pablo II: “ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante” (FT, 269).

La encíclica no se cansa de denunciar los múltiples atentados a la dignidad humana que impiden esta vivencia de la fraternidad: fenómenos migratorios, agresividad dentro y fuera del mundo digital, nuevas formas de esclavitud, trata de personas, comercio con órganos, nacionalismos cerrados y violentos, desprecio a los que son diferentes, personas marginadas, descartadas, olvidadas. En todas estas actitudes hay una oposición a la gracia, fruto de una falsa ilusión: “creer que podemos ser todopoderosos y olvidar que estamos todos en la misma barca” (FT, 30), olvidar que nadie se salva solo (FT, 32).

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10
Abr
2024
Declaración sobre la dignidad humana
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dignidadhumana

Al conmemorar el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Dicasterio para la doctrina de la fe, con la aprobación del Papa Francisco, ha publicado una muy oportuna declaración sobre la dignidad humana. Después de recordar que cada persona tiene una dignidad infinita, que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, más allá de toda circunstancias y de cualquier situación o estado en que se encuentre y que, por tanto, nadie le puede quitar, la declaración hace notar que la expresión “dignidad humana” (fundamento de los derechos humanos) puede prestarse a una serie de malentendidos e incluso invocarse para justificar “nuevos derechos” que, en realidad son contrarios a la dignidad humana. Dos ejemplos claros que atentan contra el primero y principal derecho humano, que es el derecho a la vida: se habla de derecho al aborto o se utiliza la palabra dignidad para justificar la eutanasia (“leyes de muerte digna”).

Aunque el principio de la dignidad humana es plenamente reconocible por la sola razón, tiene su más serio fundamento en el hecho de que toda persona ha sido creada a imagen de Dios y, por tanto, tiene un valor sagrado que trasciende toda distinción sexual, social, política, cultural y religiosa. Nuestra dignidad no es conferida, no es pretendida ni merecida. Todo ser humano es amado y querido por Dios por sí mismo y, por tanto, es inviolable en su dignidad.

Me limito a indicar algunas graves violaciones de la dignidad humana en nuestro mundo contemporáneo, que el documento menciona expresamente: el drama de la pobreza (ligado a la desigual distribución de la riqueza), la guerra (ninguna guerra vale la pérdida de una sola vida), la pena de muerte, la explotación de los emigrantes, la trata de personas, los abusos sexuales (fenómeno que afecta también a la Iglesia y representa un serio obstáculo para su misión), la violencia contra las mujeres, el aborto provocado, la maternidad subrogada (el legítimo deseo de tener un hijo no es un “derecho al hijo”), la eutanasia y el suicidio asistido, el descarte de personas con discapacidad, la teoría de género (la vida humana es un don de Dios, que debe ser acogido con gratitud), el cambio de sexo (lo creado nos precede y debe ser reconocido como don; cosa distinta es que una persona afectada por anomalías genitales pueda recibir asistencia médica para resolver esas anomalías), la violencia digital (lo digital es bueno, pero no lo es la explotación, la manipulación y la violencia). También es contrario a la dignidad humana que en algunos lugares se encarcele, torture e incluso prive del bien de la vida, a no pocas personas, únicamente por su orientación sexual.

Esta declaración incorpora las modernas posiciones del Magisterio de la Iglesia. Bien podemos decir que es un documento necesario, que merece ser leído con atención. Si queremos simplemente ser humanos es necesario que nos respetemos a nosotros mismos y nos respetemos unos a otros, por encima de cualquier diferencia. El ser humano debe esforzarse por vivir a la altura de su dignidad. Se comprende entonces en qué sentido el pecado puede herir y ensombrecer la dignidad humana. Porque, aunque la libertad sea un signo eminente de la imagen de Dios y pertenece intrínsecamente a la dignidad humana, puede usarse también en contra de esa misma dignidad. Por eso la libertad humana necesita a su vez ser liberada: «para la libertad nos ha liberado Cristo» (Gal 5, 1).

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8
Abr
2024
¿Dónde aparece la eucaristía en el Credo?
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eucaristiaencredo

¿Cómo es que el Símbolo de los Apóstoles no menciona a la Eucaristía? ¿Cómo es posible que un misterio tan central en la vida cristiana no aparezca en el Credo? En realidad, sí que se encuentra, pero no de forma tan clara como el bautismo o el perdón de los pecados. La fe en la eucaristía se encuentra incluida en el artículo de la “comunión de los santos”.

La fe en la comunión de los santos puede referirse a tres aspectos importantes de la vida cristiana: en primer lugar, esta afirmación podría ser una prolongación y aclaración de la fe en la Iglesia santa. San Pablo, repetidas veces, se refiere a los cristianos como a “los santos”, porque el cristiano, por el bautismo, participa de la santidad del único Santo que es Dios, o del Santo de Dios, que es Cristo. La Iglesia es el lugar de la comunión de todos los creyentes, o sea, de los santos. Por otra parte, la comunión de los santos podría referirse a la comunión que hay entre los que ya viven plenamente la santidad porque han llegado a la meta, o sea, los que forman parte de la Iglesia del cielo, y los que todavía estamos en camino, y también aquellos que están purificándose. Comunión de los santos sería la comunión entre la Iglesia triunfante, la Iglesia militante y la Iglesia purgante.

Finalmente, comunión de los santos, en su original latino, podría traducirse como “comunión en lo santo”, comunión con las cosas santas, comunión en las realidades sagradas. La principal de esas realidades sagradas es la eucaristía y, al participar en ella, los creyentes nos unimos entre nosotros como no podemos estarlo más. De modo que la comunión en lo santo (en la eucaristía) crea la comunión de los santos, la unidad de la Iglesia. La comunión en “lo santo” (eucaristía) “no es algo individual, sino que crea entre quienes se benefician de ella los vínculos e intercambios más profundos e íntimos posibles” (Henri de Lubac). Por su parte Joseph Ratzinger hace notar otra unión igualmente importante que produce la “comunión de los santos”, a saber, “la comunidad eucarística que une a las Iglesia esparcidas por todo el mundo en una sola Iglesia, en virtud del cuerpo del Señor”.

En resumen: los santos, o sea, los fieles cristianos, están en comunión unos con otros gracias a su común participación en lo santo, o sea, en la eucaristía. Por eso, la eucaristía hace a la Iglesia. El cristiano nunca es individualista, porque es cuerpo de Cristo. Y su comunión con Cristo, a través de los sacramentos (sobre todo el bautismo y la eucaristía) lo une a todos los fieles de la Iglesia. Y esta unión es un signo de la unión de todos los seres humanos entre sí, porque Cristo no ha sido dado solo para los cristianos, sino para todos los seres humanos. De ahí que aquel que une a los cristianos, une a cristianos y no cristianos.  

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4
Abr
2024
Tomás y nosotros invitados a creer sin ver
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Tomásapostol

El segundo domingo de Pascua se lee el evangelio de Jn 20,19-31, texto que nos ayuda a comprender algunos aspectos de la resurrección de Cristo.

Jesús entra en la casa donde están reunidos los discípulos. Primera cosa llamativa: Jesús entra estando las puertas cerradas. Un Lázaro resucitado no puede atravesar puertas, porque Lázaro vuelve a esta vida terrena. Jesús resucitado no vuelve a esta vida terrena, se encuentra en otra dimensión, la dimensión de Dios, donde ya no se muere más. Ya no está sometido a las limitaciones de este mundo terreno. Desde esta nueva dimensión, donde las barreras y los límites no existen, se aparece a los suyos.

¿Cómo y cuándo se aparece? El evangelio nos ayuda a comprender la diferencia entre Jesús resucitado y el Jesús terreno. Se aparece el primer día de la semana y otra vez a los ocho días, estando los discípulos reunidos. El primer día de la semana es el domingo, y a los ocho días es el domingo siguiente. Precisamente el día en que la comunidad cristiana se reúne. Cristo se aparece cuando los suyos están reunidos y viven la fraternidad. ¿Y qué más hacen el primer día de la semana? Celebran la Eucaristía en memoria suya. Cristo se hace presente por medio de signos sacramentales.

Lo primero que hace Cristo resucitado es otorgar la paz, esa paz que el mundo no puede dar, esa paz que nos permite vivir serenos en medio de las dificultades. E inmediatamente después envía el Espíritu Santo, otro gran don de Cristo resucitado a los suyos. Y luego otro don: el perdón de los pecados. He aquí tres grandes signos de la presencia de Cristo: la paz, el perdón y el dejarse mover por el Espíritu de Cristo. Estos dones, la paz, el Espíritu y el perdón, están en función del testimonio: “como el Padre me ha enviado, así os envió yo”. ¿A qué nos envía? A dar testimonio de él, a transmitir la paz y el perdón que hemos recibido, a difundir la esperanza que nace con la resurrección de Cristo.

Todo eso no quita que surjan dudas y problemas. En la segunda parte del evangelio aparece Tomás, el hombre de la duda. Su duda nos ayuda a entender algo muy importante: el Resucitado es el mismo que fue Crucificado. Las llagas del resucitado son el signo de que en el mundo de la resurrección de los muertos nuestra identidad corporal queda asumida y acogida. La resurrección no es la desaparición de nuestra realidad corporal, sino su glorificación.

La duda de Tomás nos enseña además que la fe no es tocar, ver, palpar. La fe es creer en lo invisible. Invisible pero muy real. De ahí la invitación de Jesús a Tomás y a todos nosotros: no seas incrédulo, sino creyente; dichosos los que creen sin haber visto. Es lo que hace Tomás cuando confiesa lo invisible, a saber, la divinidad del crucificado ahora resucitado: “Señor mío y Dios mío”.

El evangelio acaba con unas palabras del redactor: todo eso ha sido escrito para que creáis y para que creyendo tengáis vida. Eso es lo importante, a eso estamos invitados: a creer en Jesús resucitado para tener vida. Vida ahora, vida llena de alegría, de paz y de perdón. Y vida siempre, la vida que nos espera en el momento de la muerte, donde se nos abrirán las puertas de la vida por los siglos de los siglos, vida de perdón, alegría, paz y amor sin fin.

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31
Mar
2024
Pascua: el día en que actuó el Señor
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pascuaflorida2024

Pascua no es un día. ¡Es el día! El día en que actuó el Señor. Hay dos momentos en los que Dios interviene directamente en la historia: el día de la concepción del Verbo en el seno de María y el día de la resurrección de Cristo. En todos los otros acontecimientos, probablemente Dios interviene por medio de causas segundas. Pero en los dos que acabo de mencionar interviene directamente. Los dos están íntimamente relacionados. Dios, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo. Y Dios, resucitando a Jesucristo de entre los muertos, ha abierto para todos los seres humanos las puertas de la esperanza, demostrando que es más fuerte que todas las muertes, que no hay muerte ni mal que pueda con sus propósitos de vida. Por eso, Pascua es el día del Señor, que los creyentes debemos vivir con gozo y alegría desbordante.

¿Y los no creyentes? Los prefacios de las eucaristías pascuales dicen que, “con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero desborda de alegría”. No dice el mundo creyente, dice el mundo entero. No conviene que olvidemos este adagio latino: “lex orandi, lex credendi”, a saber: lo que se reza es lo que se cree, lo que se reza es expresión de la fe de la Iglesia. Con todo, me parece más preciso decir que, más que alegría, la resurrección de Cristo es salvación y esperanza para todo el mundo, aunque haya algunos que no conocen este acontecimiento y otros que no creen en él. También para ellos es acontecimiento de salvación, aunque no vivan la alegría que comporta.

Jesús no ha resucitado en nuestro mundo, porque entonces volvería a morir. Ha resucitado en la eternidad de Dios, donde ya no hay envejecimiento, ni desgaste, ni cambio, ni desajustes. Como muy bien dijo Benedicto XVI, “Jesús no ha vuelto a una vida humana normal de este mundo… El ha entrado en una vida distinta, nueva; en la inmensidad de Dios”. Por eso, la resurrección de Jesús, aunque tenga repercusiones históricas, solo pudo ser vista con los ojos que da la fe.

San Pablo ha vinculado inseparablemente la resurrección de los cristianos con la resurrección de Jesús: “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó… ¡Pero no!, Cristo resucitó de entre los muertos el primero de todos” (1 Cor 15,16.20). Nuestra suerte está ligada a la suerte de Cristo. Creer en Jesús resucitado no es solo creer que “algo le pasó a Jesús”. Es también creer que esto que le pasó tiene repercusiones decisivas para cada ser humano. “En la resurrección de Jesús, vuelvo a citar a Benedicto XVI, se ha alcanzado una nueva posibilidad de ser humano, una posibilidad que interesa a todos y que abre un futuro, un tipo nuevo de futuro para la humanidad”.

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28
Mar
2024
Viernes santo: el velo del santuario se rasgó en dos
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viernessanto2024

Los tres evangelios sinópticos (Mt 27,51; Mc 15,38; Lc 23,45) coinciden en algo a primera vista sorprendente, a saber: en el momento mismo de la muerte de Jesús el velo del santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. Este dato, más allá de consideraciones históricas, tiene una profunda significación teológica, pues allí se revela un profundo misterio, el misterio de lo que Dios hace por medio de Jesús. En el templo de Jerusalén había un lugar santísimo, el recinto más reservado del templo, en el que se conservaba el arca de la alianza y en el que solo entraba una vez al año el Sumo sacerdote. Un velo separaba este lugar del resto del templo.

Pues bien, según los evangelistas, la muerte de Jesús produjo en el velo un desgarramiento tal, que dejó al descubierto el lugar más santo de Israel, permitiendo así el acceso a él. Este lugar, que estaba cerrado al pueblo judío y mucho más a los paganos, quedó abierto. Lo que era un muro de separación y hasta de enemistad ha sido abatido, tal como parece indicar san Pablo en su carta a los efesios (2,14-16): Cristo es “nuestra paz: el que de los dos pueblos (los dos pueblos de entonces y todos los pueblos de la tierra de hoy) hizo uno, derribando el muro divisorio, la enemistad…, para reconciliar con Dios a todos los pueblos por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad”.

El velo perdió su poder de separación. Aquel que había sido rechazado del templo como si fuera un blasfemo, rompió el velo y dejo abierto el templo para todos y en todo momento. Este velo nunca más podrá ser cosido, por ningún sacerdote, por ningún pastor, por ningún inquisidor, por nadie que se abrogue poderes divinos. En Jesucristo no hay división, siempre hay paz. Para Jesucristo todo lugar es sagrado, en todo lugar Dios se hace presente y en todo lugar es posible encontrarlo. Los templos ya no pueden ser motivo de separación. Sólo pueden ser lugares donde se medite el sentido de lo sagrado, lugares de acogida, con las puertas abiertas (como diría Francisco), pues allí caben todos, y todos son bien venidos.

En estos tiempos en donde cada vez abundan más aquellos que, en nombre de la religión, crean divisiones y separaciones, no estaría mal que los que en estos días celebramos los misterios centrales de nuestra fe, mirásemos al Crucificado que, desde la cruz, rompe toda violencia y perdona sin límites, incluso a los que le asesinan, “porque no saben lo que hacen”.

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25
Mar
2024
Jueves santo: no solo Eucaristía
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juevessanto2024

El jueves santo no es solo el día de la institución de la Eucaristía. En ese día memorable ocurren muchas cosas, todas importantes para comprender a Jesús y estimular nuestro seguimiento. En ese día, en el transcurso de una cena de despedida, Jesús lavó los pies a sus discípulos y nos dejó su mandamiento, el suyo: que nos amemos los unos a los otros. El amor mutuo es el signo distintivo de los discípulos de Jesús. En el transcurso de esta cena aparece, una vez más, la incomprensión de Pedro: “no me lavarás los pies jamás”. Lo que Jesús estaba haciendo no se ajustaba a la imagen que Pedro se hacia del Maestro.

En la noche de este jueves, Jesús va al monte de los Olivos. La noche es símbolo del mal, de la falta de luz. En el monte de los Olivos, Jesús, sumido en agonía, oraba al Padre que le librara del mal y, al mismo tiempo, aceptaba la voluntad del Padre, aún sin comprenderla. Cuando en esta noche, un grupo conducido por Judas fue a prenderle, de nuevo aparece Pedro, que saca una espada para defender a Jesús. Quería demostrar su valentía y su amor al Maestro, pero olvidaba que la causa de Jesús no se defiende con violencia. Y, sin embargo, poco después, cuando Jesús fue conducido a la casa del Sumo Sacerdote para que le interrogase, Pedro, que observaba desde lejos lo que ocurría, se mostró como un cobarde al negar, ante una criada, que conociera a Jesús.

La espada es símbolo del poder; la cobardía, señal de debilidad. Hoy muchos cristianos lamentan que la Iglesia no se manifieste con poder. También a los cristianos nos cuesta comprender las debilidades y limitaciones de la Iglesia y de sus ministros. El jueves santo es un buen día para comprender que el camino de la Iglesia no es el del poder, sino el de la humildad y el servicio. Y también es un buen día para comprender que en la Iglesia hay pecado y cobardía, como ocurre con Pedro, y traiciones, como ocurre con Judas. No hay que escandalizarse por ello. Pues nuestra fe no se fundamenta en la santidad de los ministros de la Iglesia, sino en la persona de Jesucristo.

Sobre todo, el jueves santo es un buen día para revitalizar el mandamiento del amor mutuo. Cuando en la iglesia nos calificamos de conciliares o tradicionalistas (como si el Concilio Vaticano II no fuera tradicional), cuando descalificamos al otro porque no piensa como yo, cuando nos afirmamos a base de insultar al que rompe nuestros esquemas (a veces incluso al mismo Papa), cuando somos incapaces de preguntarnos por la parte de verdad que puede haber en aquel del que discrepamos, cuando no miramos al otro con un mínimo de simpatía y solo vemos cosas malas en él, es porque la propia ideología puede más que el amor con el que debemos amarnos.

Amar no es pretender que el otro sea como yo, no es buscar que piense como yo, no es exigir que haga lo que yo quiero. Amar es respetar al otro en su diferencia, comprender sus debilidades, aceptar que, siendo distinto, es también mi hermano. En la Iglesia cabemos todos y todos estamos llamados a conversión.

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22
Mar
2024
Jesús responde al odio con amor
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semanasanta2024

En el momento de morir Jesús responde al odio con amor, ama a sus enemigos, hasta el punto de que no solo les perdona, sino que les justifica, ofrece una buena razón al Padre para que les perdone, manifestando la fuerza y el poder de un amor capaz de justificar a sus enemigos: “perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Se diría que Jesús se convierte en el abogado defensor de los que lo asesinan.

Para captar toda la fuerza de esta oración, es interesante comparar el caso de Jesús con el de los mártires. La grandeza del martirio está en el hecho de ser matado perdonando al asesino, como cuenta el libro de los Hechos (7,60) que hizo Esteban. Pero en la muerte de Jesús ocurre algo más: no sólo perdona a sus enemigos que le matan, sino que ofrece una razón al Padre para que les perdone. De este modo justifica, hace justos a sus enemigos: “perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Si hubieran sabido lo que hacían, piensa Jesús, no lo hubieran hecho (cf. 1 Cor 2,28; Hech 3,17). Por eso son dignos de compasión y de perdón.

Pero hay más, Jesús no sólo justifica y ofrece un buen motivo para esta justificación, sino que entiende que ellos no pudieran entender. ¿Por qué no entendían, por qué no sabían lo que hacían? Elredo de Rieval, un abad cisterciense del siglo XII, tiene un texto impresionante en el que responde a estos porqués: en la Cruz se oculta la majestad. De ahí que el abad de Rieval encuentra no sólo un buen motivo que hace excusables a los que crucifican a Jesús, sino la razón profunda que explica su confusión: “Crucifican, pero desconocen a quién crucifican, porque si lo hubieran conocido nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria… Creen que soy un prevaricador de la ley, creen que usurpo la divinidad, que soy un seductor del pueblo. Les oculté mi rostro y no cono­cieron mi majestad”.

En línea parecida se expresa San Gregorio Magno: Jesús “fue el único entre todos los hombres que pudo presentar a Dios súplicas inocentes, porque hasta en medio de los dolores de la pasión rogó por sus perseguidores… ¿Qué es lo que puede decirse o pensarse de más puro en una oración que alcanzar la misericordia para aquellos mismos de los que se está recibiendo el dolor?”. Gregorio llega a decir que esta sangre es “la demanda de justicia de nuestro Redentor”, una justicia que se manifiesta en forma de perdón, y citando un texto de la carta a los Hebreos que dice que la sangre de Jesús habla mejor que la de Abel, escribe: “De la sangre de Abel se había dicho: La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra. Pero la sangre de Jesús es más elocuente que la de Abel, porque la sangre de Abel pedía la muerte de su hermano fratricida, mientras que la sangre del Señor imploró la vida para sus perseguidores”.

¡No hay adjetivos que puedan describir un amor como el de Jesús! Es imposible amar más. Solo en un amor como este puede estar la salvación del mundo. Se trata de un amor incondicional, un amor a pesar de todos los pesares. En la muerte de Jesús está la fuerza que vence al mundo y el pecado del mundo (cf. 1 Jn 2,2). De ahí que bien puede decirse que Jesús derrama su sangre en la cruz para el perdón de todos los pecados: “en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres” (2 Cor 5,19).

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21
Mar
2024
Rama de olivo entre llamas
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fallas2024

Este pasado día 19 por la noche, fiesta de san José, se quemaron las fallas de Valencia, esos monumentos, verdaderas obras de arte, que todos los años alegran a los valencianos y a sus visitantes. Entre las fallas hay competencia y se reparten distintos tipos de premios. La competencia puede ser competitividad que enemista, pero puede ser también un estímulo mutuo, hecho en un clima de fraternidad, que nos impulsa a hacer bien las cosas y a alegrarse con el éxito del vecino. Tengo la impresión de que esa última es la competencia que se fomenta entre las distintas comisiones falleras.

La mayoría de las fallas, por no decir todas, están plagadas de mensajes, muchos de ellos críticos con la situación social y política, e incluso con referencias personales bastante irónicas a personajes y políticos de actualidad. Hay una falla que está fuera de concurso, patrocinada por el Ayuntamiento de la ciudad. Suele ser muy visitada y suscita muchos comentarios. Este año, al menos a primera vista, su mensaje resultaba poco visible. Y, sin embargo, era un mensaje importante: “dos coloms, una branca”, o sea, dos palomas y una rama, una rama de olivo sin duda. Los autores del monumento querían contraponer la paz y la guerra, una paz que sigue siendo la asignatura pendiente en muchos lugares de nuestro mundo. Por eso parece que la falla está sin terminar.

El próximo domingo, los cristianos iniciamos la semana santa con la celebración del domingo de ramos, recordando la entrada de Jesús en Jerusalén, montado sobre un pollino y recibido con ramas de olivo. Porque entraba el rey de la paz. Un rey tan pacífico que cuando iban a prenderle y uno de sus amigos quiso defenderle con una espada, no aceptó ser defendido así, para evitar que esa espada pudiera dañar a los que iban a prenderle y evitar también que la respuesta de sus enemigos dañase a su amigo Pedro, portador de la espada. La rama de olivo en boca de la paloma recuerda un episodio bíblico que es también una evocación de la paz. Cuando Noé construyó un arca para salvarse de las fuerzas hostiles de la naturaleza, y quiso asegurarse de que la naturaleza estaba de nuevo en paz, envió una paloma a buscar tierra firme y supo que podía desembarcar cuando el ave regreso con una hoja de olivo en el pico.

Una amable lectora me envía la foto con la que ilustro este post, junto con estos versos de su propia autoría: “Ramo de olivo entre llamas / memoria de una Paz / que ilumina / más allá de las cenizas”. Ojalá que los cristianos, recordando precisamente que este próximo domingo celebraremos al rey de la paz con ramos de olivo, seamos conscientes de que la paz hay que construirla cada día. Por eso, ante aquellos que quieren que el ramo de olivo y las palomas de la paz ardan entre llamas, nosotros debemos hacer de este ramo una memoria que, más allá de las cenizas que otros dejan en este mundo, sea una luz que ilumina y abre caminos de paz. Aunque muchos no lo quieran entender, porque sus intereses son políticos, a eso nos invita el Papa cuando habla de negociar y de levantar banderas blancas para terminar con la guerra.

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