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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

19
May
2019

Se piensa poco. ¡Y la fe requiere pensar!

8 comentarios
candil

En la fe intervienen todas las dimensiones de la persona: se cree (y se ama) con toda nuestra personalidad. Pero fundamentalmente hay dos dimensiones que entran en juego cuando se trata de la fe divina: la voluntad y la inteligencia. Tomás de Aquino, hablando de la fe en Dios, dice que la fe es un hábito del entendimiento; hábito significa una actitud permanente. O sea, el que cree en Dios tiene la mente permanentemente ocupada, está siempre pensando, siempre buscando, siempre inquieto. O también: la fe es un acto de la inteligencia movido por la voluntad. La voluntad mueve, empuja a la inteligencia a adherirse a lo que se le propone.

¿Por qué la fe necesita este empuje de la voluntad? Para darme cuenta de que dos y dos son cuatro no se necesita ninguna voluntad, es algo evidente que la inteligencia capta inmediatamente. Pero en la fe, la inteligencia no ve las cosas claras, porque lo que se le propone para creer es un Misterio, el misterio por excelencia, el misterio de Dios. Y cuanto más se acerca uno al Misterio, cuando más “sabe” del misterio, más claro tiene que es un misterio, o sea, que no está claro y, por tanto, se diría que, en vez de avanzar en claridad, aumenta la oscuridad, porque acercarse al misterio es ser cada vez más consciente de lo poco claro que es.

La inteligencia busca claridad y, al acercarse al misterio, cada luz que encuentra va acompañada de un montón de oscuridades. Por eso, la inteligencia está continuamente haciendo preguntas. Continuamente, sin cansarse de buscar, porque lo que busca la interesa enormemente. La voluntad, que se mueve por la búsqueda del bien, seducida por la promesa de la vida eterna, de la felicidad plena (que es Dios mismo), empuja a la inteligencia a seguir buscando, precisamente porque está sumamente interesada en el objeto de la fe, en aquel en el que cree, en el Dios inefable, soberanamente amable y sumamente amado.

Si la fe es un acto de la inteligencia, uno se sorprende de ver en algunos círculos creyentes tanto desprecio a la inteligencia, tanto miedo a las preguntas, tantas apelaciones a la aceptación ciega, tantas llamadas a lo siempre dicho, tanto conformismo con fórmulas cerradas, por no decir muertas. El buen creyente nunca está conforme con lo que tiene, busca más, quiere más. Y cuanto más encuentra, más desea. Un creyente que se hace preguntas no es alguien que tiene dudas de fe, sino alguien que progresa en su fe.

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Juanjo
19 de mayo de 2019 a las 18:15

¡Qué gran verdad! Y qué fácil resulta de comprender, tan simple cuestión. Me resulta todavía tan extraño las veladas invitaciones a la fe del carbonero!

Martin Gelabert
20 de mayo de 2019 a las 13:02

Por problemas técnicos durante unos días no se han podido publicar comentarios. Lo lamento de verdad. Se ha subsanado el problema y he introducido los comentarios atrasados. De nuevo mis disculpas

Maite
21 de mayo de 2019 a las 10:35

Gracias por esta explicación. A veces me he sentido mal, pensando que mi fe era débil por la cantidad de preguntas que me hacía. Y cuando buscaba respuestas a veces me decían la solución estaba en la oración. Ahora comprendo que la solución está en alguien que sepa ofrecer buenas respuestas

Mercedes
21 de mayo de 2019 a las 11:08

Muchas gracias por la explicación ! Llevo más de treinta años preguntándome por el misterio De Dios , y nunca he dudado de mi fe , sin embargo cuando más profundizo , más preguntas me hago , sobre todo las referidas a la vida eterna ; será porque soy mayor y lo veo próximo ... Le parecerá absurdo y pueril , pero no hago nada más que preguntarme sobre si habrá cabida para todos ( los que se salven ) en la casa del Padre , y también sobre la cuestión del estado intermedio .

Vicente
21 de mayo de 2019 a las 14:04

la fe requiere pensar para que no sea la fe del carbonero.

Vicente
21 de mayo de 2019 a las 14:05

para Mercedes: en la casa de mi Padre hay muchas estancias y me voy a prepararos sitio. En el cielo cabemos todos.

Antonio
25 de mayo de 2019 a las 23:57

Que maravillosa reflexión!!!!
El pensar y la fe no son incompatibles, pero, la razón al ser limitada, no sacia y la persona busca de forma insaciable. La razón empírica, no puede contra el misterio.
Fantástica meditación.
Aunque Cristo también dijo:
-Si tuvierais fe como un grano de mostaza........
Tan diminuta es nuestra fe pues....???

juan garcia
22 de julio de 2022 a las 09:59

Que lindo, fray Martin! No el que mas piensa es el mayor creyente, los ateos tambien pensan, pero el que no piensa ya dejo de creer. Pues como tu dices para ser creyente hay que ser humano pensante: amante: creo en ti, Senor, aumenta mi fe. Gracias, fray Martin.

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