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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

18
Ene
2010

La finitud, primera explicación del mal

10 comentarios

No es fácil explicar la coexistencia de un Dios bueno y todopoderoso con el mal. Ya Epicuro, en el siglo IV antes de Cristo, planteaba así el problema: Si Dios es bueno pero no puede evitar el mal, entonces no es todopoderoso; si es todopoderoso pero no quiere evitar el mal, entonces no es bueno; y si ni puede ni quiere evitarlo, entonces no es ni bueno ni poderoso.

Ante el mal y el sufrimiento hay que hacerse algunas preguntas antes de apelar a Dios: ¿qué puedo hacer ante lo ocurrido?, ¿cuál es la causa de lo ocurrido?, ¿qué puedo hacer para que desaparezca esta causa o, al menos, paliar sus consecuencias? Solo cuando se han respondido estas preguntas resulta decente preguntarse qué tiene ver Dios con todo lo ocurrido.

Para encontrar una respuesta al problema del mal, hay que considerar, en primer lugar, la finitud humana. El hombre (y su mundo) es contingente, falible, limitado. Lo contingente alguna vez acaba, lo limitado no lo puede todo, lo falible alguna vez falla. La finitud implica necesariamente imperfección, si por imperfección entendemos que las cosas, bajo algún aspecto, podrían ser mejores. Dios solo podría evitar la imperfección aniquilando precisamente la imperfección. Pero entonces aparecería la nada (la nada no “aparece”, pero de algún modo hay que entenderse). Una criatura “perfecta” es una contradicción ¿Cómo puede ser perfecto lo que por definición es limitado? ¿Acaso Dios puede hacer un círculo cuadrado? La condición inevitable de la finitud es el fallo, el desajuste, el sufrimiento.

Si Dios se decide a crear tiene que aparecer un mundo y unos seres limitados. Un universo “perfecto” no diferiría de Dios y no sería una creación con independencia propia. El posible dilema para Dios no sería crear un mundo limitado o perfecto, un ser finito o un ser infinito (en definitiva crear otro Dios), sino no crear o crear un ser (un mundo) finito. ¿La vida vale la pena a pesar de todas sus limitaciones y sufrimientos? Pregunta que pueden hacerse los padres: ¿vale la pena traer hijos al mundo sabiendo que tendrán que esforzarse, sufrir, enfermar y al final morir? (Continuará).

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Catalina
18 de enero de 2010 a las 18:44

No se, no entiendo por mucho que ud lo explique.
Estudie Teologia para poder decir una palabra al hombre que sufre, pero ha sido lo contrario, ahora solo estoy ahi y callo.
Me impresiona mucho saber el tipo de horrible muerte en soledad de esas personas en el terremoto,sepultadas bajo escombros, sin ninguna esperanza, horas y horas y de tantas personas que viven y mueren en soledad.
la soledad es lo que mas me impresiona, el peor dolor del ser humano.
Espero que Dios nos acompañe.

maría
18 de enero de 2010 a las 20:23

Partiendo de mi poco entender,opino que el mal es una cosa y el sufrimiento otra. El mal existe porque existe la libertad para hacer el mal o para hacer el bien. El sufrimiento es la gran misterio de esta vida. En muchas ocasiones el sufrimiento tiene la raiz en el mal, en el egoismo. Pero en otras es incomprensible, impensable..... A mi se me escapa la muerte violenta de un niño en una catastrofe natural, como es un terremoto. Nos llega desde el centro de la tierra y no tenemos nada que ver los que estamos degradándola continuamente. De veras, hay sufrimientos que la teología no me aclara. Me escondería en el absurdo, pero he optado por el misterio.

Cruz Blanca
19 de enero de 2010 a las 08:28

Junto a los escombros de la catedral de Haití,la presencia de una Cruz de piedra blanca,incólume, esperanza en pie. Dios está allí, junto al mal, sufriendo con los haitianos, siendo Dios-com-pasión en manos que cuidan, curan, entierran, consuelan, reparten comida, sacan vida de entre las piedras. También en voces que lloran. Voces que oran.

En pie, blanca Cruz, necesaria actitud de fortaleza para reconducir la historia de este pueblo de esclavos, expolio histórico de Occidente. Nuestra historia. Porque estamos aquí para apreender a amar como Él nos amo. Y nos amó primero.

Jesucristo fué por delante en esto del sufrir y renacer. Esperar contra toda esperanza.Dejémonos ser instrumentos del Dios compasivo. Esperemos y trabajemos por la esperanza de todos. De Haití, y todos los pueblos, blancos crucifijos de la historia.

su chico
19 de enero de 2010 a las 11:15

¡Bendito pecado que mereció tal Redentor!

Si recordamos que ya no en la época de nuestro Salvador sino que apenas hoy en día
confundimos pecado (su castigo) con una enfermedad o defecto, por lo general
incompresible y por tanto incurable, para el que no tiene Esperanza no puede
haber destino más irónico y cruel: días de muerte en lo que dure su vida.
Dicen que la religión es el opio del pueblo... pero no añaden "hambriento".
¿Con qué van a calmar no sólo en Haití, sino en el mundo entero, sus voces?
Callarán sus voces, sí, pero con armas, violencia, injusticia, falta de PAZ.
Siguiendo al autor de la entrada, es nuestra finitud quien nos trae el defecto
o enfermedad o pecado.
Algunos se regocizan en ella; e, incluso, acaso por azar curados, prefieren volver
al mundo sin valorar la Salud, sin darLE gracias. Creen que no hay enfermedad si no duele. Pero es una realidad que, tarde o temprano, el pecado siempre duele
Los que, aunque sea por desesperación o precisamente en ella, nos aferramos a la
Esperanza nos consuela y anima leer comentarios como los de Cruz Blanca

Pd. Me inquieta la idea que Bernardo pueda sentirse 'mal' por mi alusión pública a él. Quizás lo debí hacer de algún otro modo. Pensé que si no fuese pertinente no lo publicarían.
Pero una cosa es que mi objeción tenga (o no) razón y otra poder poner a un amigo
en posible 'evidencia', que jamás pretendí.
Pero me duelen muy mucho los ataques de mis compañeros "ateos" con "mi Dios sanguinario" para no suplicar que tengamos mucho cuidado

josecarlos
19 de enero de 2010 a las 12:17

Las cosas finitas son bellas; tienen un principio y un final, pero entre ambos puntos puede producirse el hallazgo del sentido. Cuando le damos sentido a lo contingente, a lo falible y a lo limitado es posible que se mitigue el sufrimiento.

Los estoicos perseguían una mente sana en un cuerpo sano como el mejor de los antídotos, pero ciertamente el mal y el sufrimiento tienen naturalezas distintas y no siempre uno es consecuencia del otro. Es como si en ese delicado equilibrio que necesita todo lo creado, tuviésemos la fuente inagotable del bien frente el mal.

Siempre que hayamos discernido que Dios he intervenido en todo este proceso, cuando menos el mal y el bien habrán empatado en nuestras vidas y por lo tanto merecerá la pena haberlas vivido. Saberse en tránsito hacia lo infinito, lo infalible y lo ilimitado no es la felicidad pero se le parece, sobre todo para l@s perfecionistas. Ahora bien, yo personalmente siempre he pensado que sufrimos más por nuestros deseos de perfección que por nuestras debilidades; si la finitud es la primera explicación del mal, intuyo que la segunda va ha ser el sufrimiento; por lo tanto, siempre que nos sea posible gocemos.

Bernardo
19 de enero de 2010 a las 12:55

Lamento haber dado esa "mala" impresión. Me he sentido concernido por la alusión y he querido aclarar la postura. De hecho es muy positivo que se hagan alusiones para poder aclarar o, en mi caso, también ratificar.

José Mª Esteve,op
19 de enero de 2010 a las 17:24

Demasiadas veces he oido que el mundo es un valle de lágrimas. Deberíamos decir, este mundo,estos pueblos,estas casas,estas comunidades..los hacemos un valle de lágrimas.El problema del sufrimiento,del mal, es un problema capital. Porque de él depende que se nos desmorone la imagen de Dios Amor que tenemos y se convierta en un Dios sádico.El sufrimiento de los inocentes es,sin duda,una de las principales causas de crisis de FE.La pregunta ¿donde estaba Dios?,se hace más insistente cuando nos encontramos ante una catátrofe como la de Haití.
Que imagen tenemos de Dios?la de un director de teatro,en lo que ocurre es "voluntad de Dios"... es evidente que ese Dios sería nefasto,culpable de todos los males de la tierra...Somos criaturas ligadas a una naturaleza que tiene sus debilidades,somos limitados..Lo que está claro es que la voluntad de Dios no es que suframos.Cuando nosotros sufrimos,Él lo está haciendo con nosotros. Un terremoto es una catástrofe natural provocada por el deslizamiento de las placas continentales.Los pecados del mundo no se solucionan ni con catástrofes ni con penitencias para sufrir (lecturas del oficio de la Orden de Sta. Margarita de Hungría de ayer. Los pecados del mundo se solucionan cambiándo de vida,buscando soluciones y compromisos de los poderosos.Considerar este mundo como un valle de lágrimas, es afirmar que hemos venido a este mundo a sufrir,pensar que el sufrimiento es lo que redime los pecados es puro masoquismo.Y lo que es peor,es olvidarnos de que Dios es Amor y el único que perdona.

Vicente
6 de febrero de 2020 a las 09:59

la respuesta de Dios al mal es Cristo en la cruz.

J. García
6 de febrero de 2020 a las 11:42

Nuestro viaje por este mundo es ciertamente complicado. Nacemos en el seno de una familia determinada, llena de posibilidades y limitaciones: de país, genéticas, económicas, culturales..¿Qué culpa tiene Dios en todo esto? ¿Serán los padres los culpables, los vecinos, los compañeros de clase, de trabajo..? Para el poeta, la delincuencia es uno mismo, el haber nacido.. Antes de culpar a Dios, debemos probar su existencia y su relación con nosotros y eso lleva tiempo, la mejor parte de nuestro viaje..¿No hay camino?..Aceptar nuestras limitaciones, nuestra finitud, con un corazón agradecido es un buen caminar, sin culpar a nadie de nuestra existencia limitada.

Fredes Royo Martinez.
18 de febrero de 2020 a las 18:22

Naturalmente que vale la pena. He tenido mucho sufrimiento por enfermedad y era una niña. El Señor se hace presente siempre en la oscuridad de de tu vida. Perdí el miedo a la enfermedad, a la muerte. No os imagináis lo feliz que soy desde hace muchos. La Palabra tiene muchísima fuerza

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