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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

16
Dic
2009

La comunión en la Iglesia va en doble dirección

3 comentarios

Es inherente a toda comunión y a todo encuentro personal que el uno vaya hacia el otro y el otro hacia el uno. Si es solo uno el que camina hacia el otro, nunca habrá posibilidad de encuentro. Digo esto a propósito del manifiesto del clero guipuzcuano del que se ha hecho eco toda la prensa, manifestando su disconformidad con la intencionalidad y el procedimiento seguido en la designación de Monseñor Munilla como nuevo obispo de la diócesis. El manifiesto lo suscriben 131 presbíteros y religiosos, entre ellos 85 de los 110 párrocos que ejercen en Guipúzcoa y 11 de los 14 arciprestes. Si llamativo es el manifiesto, casi más llamativo es el número de clérigos que lo firman.

 Doy fe de que en la Iglesia se efectúan consultas privadas cada vez que hay que nombrar un Obispo. En el caso de la diócesis de Guipúzcoa, es posible que algunos de los firmantes del manifiesto hayan sido consultados. Si es así, es evidente que no se les ha hecho caso. Y, si no se hace caso al presbiterio de una diócesis en un asunto tan serio, más aún, si se actúa en contra del sentir mayoritario del presbiterio, sin duda, ha tenido que ser por muy buenas razones. Ahí es donde el procedimiento enlaza con la intencionalidad.

La Iglesia es, ante todo, una comunión. Pero la comunión va en doble dirección. De la comunión del Obispo con sus presbíteros dice el Vaticano II: “Los presbíteros reconozcan verdaderamente al Obispo como a padre suyo y obedézcanle reverentemente. El Obispo, por su parte, considere a los sacerdotes, sus cooperadores, como hijos y amigos, a la manera en que Cristo a sus discípulos no les llama ya siervos, sino amigos”. Hay por tanto un camino recíproco que conviene recorrer. Si se logra esta reciprocidad habrá comunión. Porque la comunión no es algo hecho, sino un objetivo que hay que conseguir cada día. Si se busca de verdad este objetivo lo más lógico, lo más normal, es que haya cambios, no exentos de tensiones, porque ni la obediencia es adulación, ni la amistad se consigue sin dar pasos efectivos. Cambios por las dos partes, pues los hijos también marcan al padre. No sería la primera vez.

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Catalina
17 de diciembre de 2009 a las 09:22

Los presbiteros han de mirar tambien el sentir del pueblo, y no solo su sentir o sus intereses o sus miedos. Hay que ser valientes, la Iglesia es universal y no valen los partidismos, independientismos ni el orgullo. Rezar, sacrificarse es fundamental en la vida de todo cristiiano, Humildad y oracion. Estar pendientes del pueblo que sufre, y trabajar ante todo por el

Paul T.
18 de diciembre de 2009 a las 17:55

Que el Espíritu nos Asista, es el gran desafío de toda la Iglesia, dejar que éste Espíritu se haga presente, nos cuesta a todos, pastores, mitrados, purpurados y todo cristiano de base; pero, que sean las consultas "objetivas" también es raro. Pero parece ser que quien tenga "peso o poder" en todo ámbito social, es lo que alfinal "pesa" y la balanza se inclina. Ven Espíritu Divino... y penetra nuestros corazones¡

Desiderio
18 de diciembre de 2009 a las 19:05

Efectivamente coincido en que uno de los rasgos principales de la Iglesia es la comunión. Yo matizaría distinguiendo dos tipos de ella. Por un lado la que se comenta en el post, la comunión de todos los miembros de la Iglesia, independientemente del cargo que ocupen. Incluso aún diría que precisamente aquellos que ocupen puestos jerárquicos más elevados de alguna manera deben esforzarse en mayor medida para que esa comunión de los cristianos —e incluso de los que no lo son— sea efectiva. Y por el otro lado, me refiero a una comunión en la dimensión vertical: pienso que cada uno de los cristianos debemos apuntar hacia arriba, hacia Jesucristo, que es el que verdaderamente debe fundamentar la comunión de los cristianos. Entiendo que nuestra comunión no debe ser tanto una finalidad en sí misma como una consecuencia de nuestra adhesión a Jesús. Si no es así, si no se mira hacia arriba continuamente, podemos caer en liarnos con nuestros deseos, nuestros intereses, nuestras mezquindades, y olvidarnos de lo realmente importante. Y entiendo que ello implica, a nivel humano, escuchar a nuestros hermanos, y a la vez aceptar con confianza y humildad aquello que no nos cuadra.

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