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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

27
Feb
2015

Fe y ciencia, más allá de la apariencia

4 comentarios

La fe tiene una pretensión realista, pero no se limita a la apariencia, a aquello que se puede ver y tocar. La fe busca la verdad más allá de la apariencia y descubre en lo real indicios que permiten abrirlo a posibilidades nuevas, que van más allá de lo que aparece. Por este motivo, los creyentes suelen ser objeto de burla por parte de aquellos que piensan que más allá de los datos empíricamente verificables no hay nada. Pero si lo pensamos bien, resulta que también las ciencias avanzan porque buscan más allá de la apariencia. En este sentido el proceder la ciencia no es muy distinto del de la fe.

La percepción sensorial e inmediata, por la que vemos cómo se pone y sale el sol, se mueven los automóviles, o distinguimos distintos colores, es acrítica. Sin duda, este tipo de experiencia es el punto de arranque de todo conocimiento pero, en sí mismo, es superficial e impreciso. Aquí radica también su peligro: en virtud de su certeza inmediata, puede impedir un conocimiento más profundo. “La impresión superficial de una percepción aparentemente inequívoca puede inducir a error cuando se afirma que esta impresión es el conocimiento último y definitivo”, escribió hace ya muchos años un joven teólogo llamado Joseph Ratzinger.

Dicho de otra forma: en el punto de partida de la ciencia se encuentra la idea de que es necesario ir más allá de las impresiones de los sentidos. Si los detractores de Galileo lo hubieran tenido en cuenta, seguramente no le hubieran condenado. Porque la apariencia es que quién se mueve alrededor de la tierra es el sol. Lo que decía Galileo contradecía algo que todo el mundo podía ver con sus propios ojos. Aunque, por otra parte, no es menos cierto que los cardenales que le condenaron no veían nada de tanto mirar al sol. La lección que podemos sacar del “asunto Galileo” es que hay una primacía de la inteligencia sobre la experiencia sensible.

Concluyo con unas palabras del teólogo ya citado: “No se limita al ámbito de la fe, sino que tiene validez general la tesis de que, aunque es cierto que la ‘experiencia empírica’ es el punto de partida necesario de todo conocimiento humano, esta experiencia llevaría a conclusiones falsas si no admitiera ser criticada desde el conocimiento, abriendo así la puerta a nuevas experiencias”. En otras palabras: no es solo la fe la que va más allá de lo sensorial; también la ciencia procede de la misma forma. Criticar la fe en nombre del empirismo es no entender el proceder general del espíritu humano cuando busca la verdad.

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Juanjo
27 de febrero de 2015 a las 20:46

Dijo el mismo Albert Einstein en una conferencia dada en un congreso de teología en N. York en 1940 afirma; “La ciencia solo puede ser creada por aquellos fuertemente imbuidos de la aspiración hacia la verdad…. Este sentimiento surge de la esfera de la religión…… La situación puede expresarse de este modo; La ciencia sin religión está coja, la religión sin ciencia está ciega”

Una amiga
1 de marzo de 2015 a las 17:56

Pienso que existen algunos prejuicios por parte de cientificos o filosofos hacia lo teologico. Seria interesante releer " Fides et Ratio" ya que ofrece una adecuada manera de harmonizar la fe y la razon. Tambien Santo Tomas ofrece un modelo adecuado. Hemos de descartar el fideismo asi como el racionalismo radical.Buscar la verdad en Dios y desde Dios, es posible?
Para nosotros los cristianos, sí.

JM Valderas
2 de marzo de 2015 a las 09:32

Fray Martín afirma usted "En otras palabras: no es solo la fe la que va más allá de lo sensorial; también la ciencia procede de la misma forma. Criticar la fe en nombre del empirismo es no entender el proceder general del espíritu humano cuando busca la verdad." No creo que los filósofos de la ciencia estén conformes ni con la comparación de conocimientos (el teológico o de fe y el científico) del primer punto ni con la conclusión que extrae en el segundo ("Criticar la fe..."). El metacientífico sabe que la técnica y las herramientas constituyen una extensión de los sentidos. Leeuwenhoek descubrió todo un mundo nuevo con el microscopio que inventó; Galileo observó con el telescopio que perfeccionó las manchas de la Luna, es decir, las irregularidades de un mundo que se creía perfecto. La observación astronómica da cuenta de los efectos de la relatividad, teoría antiintuitiva donde las haya. La teología carece de esa apoyatura, se mueve en un plano distinto, allí donde santo Tomás sentenció, a propósito de la Eucaristía, "fides supplet... sensuum defectui". El genuino diálogo entre ciencia y fe requiere un conocimiento profundo de los métodos y alcance de cada una.

Antonio López Sernández
13 de marzo de 2015 a las 17:58

Algunos científicos pretenden descubrir la autosuficiencia de un universo que no necesita a Dios para su explicación. Cuanto más complejo y valioso es el universo en sí, más muestra la grandiosidad de Dios: ha hecho un mundo con valores y fuerzas tales que pueden evolucionar y eclosionar en algo cada vez más grandioso. Considerando al ser más complejo que conocemos, el hombre, observamos que le ha dado la capacidad de llegar a “dominar todo” progresivamente mediante el conocimiento. Y es libre. Pero ¿es autosuficiente?
Y, a pesar de todos los descubrimientos y teorías, el conocimiento del universo por parte de la inteligencia humana es perfectible, cambiante por ser relativo… El descubrimiento de las maravillas del universo será progresivo, con altibajos. Lo incoherente de muchos científicos es su pretensión de ofrecer conclusiones globales sin salirse de sus propias hipótesis. Pretenden filosofar sin tener idea del ámbito filosófico. Por eso Hawking dice con demasiada arrogancia que la filosofía ha muerto. Es que él se mete en un campo, el de las explicaciones y visiones globales propias de la actitud filosófica (y teológica), sin salirse de sus teorías… Ese modo de pensar en realidad dista mucho de la actitud y pretensión filosófica. Eso no es filosofía. Esa está muerta, la suya, porque no es filosofía. Y si esta actitud se aplica a la teología, su distancia e incoherencia aumentan.

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