Ene
El más robusto (vive) hasta ochenta
3 comentariosHace unos días tuve que predicar en un funeral por una persona cercana, fallecida con 95 años. Y tomé como punto de partida de mi reflexión este número de años. Por un doble motivo. Primero, porque entre las muchas cosas que los más allegados podrían recordar, seguramente ninguno nombraría el acontecimiento más importante de su larga vida. No estoy pensando en el día de su matrimonio, ni en el día en que nacieron sus hijos o sus nietos. Pienso en algo ocurrido hace precisamente 95 años: fue bautizado. El bautismo nos hace hijos de Dios. De un Dios Padre que nos ama como no puede hacerlo ningún padre de la tierra. Por amor nos dio la vida y por amor nos adoptó como hijos. Y porque nos ama, en el momento de nuestra partida de este mundo, nos recibe en sus brazos amorosos. Pues una vez que Dios nos acoge como hijos, su amor es incansable e inagotable y supera con creces todas nuestras posibles rebeldías.
Hice una segunda consideración a propósito de la edad. Es sabido que, para el libro de los Salmos, 70 años son una edad a la que llegan pocos; los más robustos, dice el salmista, alcanzan los 80. Hoy 95 años es una edad que supera ampliamente la esperanza de vida. Pues bien, tanto el interesado, como sus seres más queridos hubieran deseado más: un año más, al menos un día más, pero lo mismo desear al día siguiente: otro día más. Porque, en este mundo, la vida siempre se nos queda corta. Nunca estamos saciados de años. Ni de años ni amores. Aspiramos a vivir siempre y a ser amados incondicionalmente. Nuestro corazón tiene una capacidad infinita. Esto de no estar nunca satisfecho con lo que el mundo nos da, es manifestación de un vacío y signo de un deseo de felicidad que sólo Dios puede colmar. Sólo Él puede llenar las más profundas aspiraciones de nuestro corazón.
Acabé la homilía con un plegaria. Pero no “por” el difunto, sino “a” aquel que ya vive en Dios. Rogué al que había dejado ya este mundo y se había encontrado con Dios que intercediera por los que todavía estábamos en camino.