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De la tolerancia a la libertad religiosa
3 comentariosBuscando una co-existencia y una vecindad que evite enfrentamientos entre culturas y religiones hay quienes apelan a la tolerancia. Pero, a la larga, la tolerancia es insuficiente. Debemos dar un paso más hacia la libertad religiosa. La tolerancia es el paso mínimo que debería unirnos a todos, pero el paso bueno es la libertad religiosa. La tolerancia parte del supuesto de que las ideas, acciones o personas que son objeto de la misma, son cargadas, a partir de nuestras convicciones de un cierto grado de disvalor, ya que se supone que tales ideas, actos o personas lesionan, en mayor o menor medida, nuestras posiciones y creencias. La tolerancia nos lleva a soportar y aceptar al otro como un mal menor. La libertad religiosa nos invita a convivir con otro, que tiene buenas razones para profesar su religión, como yo tengo las mías. Nos reconocemos mutuamente nuestras razones y nuestros derechos.
Bien lo dijo Juan Pablo II: “La tolerancia religiosa existe en numerosos países, pero no implica mucho, pues queda limitada en su campo de acción. Es preciso pasar de la tolerancia a la libertad religiosa. Este paso no es una puerta abierta al relativismo, como algunos sostienen. Y tampoco una medida que abre una fisura en el creer, sino una reconsideración de la relación antropológica con la religión y con Dios”. La libertad religiosa es un modo de considerar la relación del ser humano con Dios; hace patente que nuestra relación con Dios es la adecuada. En efecto, no hay relación con Dios sin libertad. La fe disminuye o desaparece en la misma medida en que disminuye o desaparece la libertad. La libertad es condición previa de la fe, de la fe cristiana al menos; en realidad de toda fe auténtica, siempre que la fe se refiera a una relación de amor con Dios. Si no es así, si no hay amor, tampoco hay fe, porque sin amor no hay confianza.
Cierto, no todos los representantes de las religiones valoran a las demás de forma positiva. Es comprensible entonces que algunos cristianos se quejen de que no hay reciprocidad en el trato, porque mientras la Sede de Roma valora de forma positiva al judaísmo y al islamismo, no siempre las autoridades islámicas valoran positivamente al cristianismo. ¿Pero es esto motivo para que los cristianos dejemos de actuar y pensar como creemos que debemos hacerlo? Si yo estoy a favor de la libertad religiosa para cristianos y no cristianos, no voy a dejar de estarlo porque algunos no cristianos no estén a favor. Al contrario, debo mantener mi posición para que este mantenimiento sea un permanente interrogante y una invitación al cambio para aquellos que no la comparten. Aunque otros no estén a favor de mi libertad religiosa, yo estoy a favor de la suya, precisamente porque quiero lograr libertad religiosa para todos. En esta línea, la Iglesia, en su solemne plegaria del viernes santo pide por “la libertad religiosa de todos los seres humanos”.