Logo dominicosdominicos

Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

9
Dic
2015
Francisco y el espíritu del Vaticano II
4 comentarios

Mira por dónde, el Papa, en su homilía inaugural del jubileo de la misericordia, ha apelado al tan denostado “espíritu” del Concilio Vaticano II, que es “obligatorio no descuidar”. Denostado por algunos, claro. Otros pensamos que el Concilio es un acontecimiento que, como otros grandes hechos de la historia, va más allá de su momento propio y de la literalidad de sus textos, o sea, que debe ser juzgado no solo por sí mismo, sino por los movimientos que lo hicieron posible y por las repercusiones posteriores que ha tenido y desencadenado. Lo llamativo es que los mismos que descalifican el “espíritu” del Concilio son los que, de una u otra forma, descalifican al actual Papa. Eso es algo que ha ocurrido siempre en la historia de la Iglesia. Todos los Papas han tenido sus defensores y sus detractores.

Ahora bien, la defensa o la crítica de una posición depende del lugar en el que uno se sitúa. Al defender o criticar a otro, me estoy calificando a mi mismo. El problema de algunos (digo bien algunos y no todos) que muestran su desacuerdo con los gestos y palabras del Papa actual es que, con Papas anteriores, manifestaban su “incondicional” adhesión al papado. Está claro que esta adhesión no tenía nada de incondicional, pues estaba condicionada a que el Papa supuestamente decía, hacía y hasta pensaba lo mismo que pensaban los que le aplaudían con la supuesta incondicionalidad. Por el contrario, muchos de los que hoy alaban al Papa no apelan a adhesiones incondicionales a la figura abstracta del papado, sino al hecho de que simpatizan con los gestos y posiciones de Francisco.

En este asunto hay una grave confusión. Nunca en la Iglesia se ha dicho que el Papa merece adhesiones incondicionales. Eso lo dicen los fanáticos o los mal informados. Pero los que viven una fe madura según la libertad de los hijos de Dios saben que hay una serie de criterios teológicos para valorar las intervenciones del Magisterio, por ejemplo: la índole del documento, la frecuente proposición de una doctrina o la forma de decirlo.

El creyente adulto sabe discernir y no confunde la palabra del Papa con la Palabra de Dios, ni la palabra de Dios con sus imaginaciones piadosas. La imaginación piadosa, por ejemplo, nos lleva a decir que Dios castiga al pecador. El símbolo de la fe dice que “creemos en el perdón de los pecados”. En su homilía del pasado día 8, Francisco se expresó así: se ofende a Dios y a su gracia cuando se afirma que los pecados son castigados por su juicio, en vez de anteponer que son perdonados por su misericordia. Una de las cosas que tiene este Papa y que le granjean enemigos es que se le entiende.

Ir al artículo

5
Dic
2015
Misericordia de generación en generación
3 comentarios

Un ocho de diciembre de hace 50 años se clausuraba el Concilio Vaticano II. El próximo día 8, fiesta de la Inmaculada, el Papa abrirá la puerta santa de la Basílica vaticana y comenzará así el año dedicado a la misericordia. Es todo un acierto que coincida el inicio de este año jubilar con la fiesta de la Virgen Inmaculada, porque ella proclamó que la misericordia de Dios se extiende de generación en generación. No es extraño que la Iglesia la proclame madre de misericordia y le pida que mire a cada uno de sus hijos con ojos misericordiosos.

La misericordia es una de las claves para entender la vida y la obra de Jesús. Por eso, la misericordia debe ser, como dice el Papa, la clave de bóveda de la Iglesia. Jesús mismo pidió a sus discípulos que fueran misericordiosos como el Padre celestial es misericordioso. Ahí está la perfección del discípulo, llamado a ser perfecto como el Padre celestial es perfecto. La perfección es la misericordia. En el caso de Jesús su misericordia llega hasta el extremo de no devolver mal por mal, y de sacar siempre bien del mal.

Este año jubilar de la misericordia no ha gustado a todos. Algunos dejan entender que misericordia sí, pero en su justa medida. Pero la misericordia no tiene límites. A veces los creyentes reclamamos justicia y nos indignamos ante ciertos hechos que, sin duda, son ofensivos para la religión. En el fondo, somos justicieros. Pero la justicia de Dios es su perdón y su amor. Dios es justo cuando perdona porque perdonando pone a cada uno en su sitio. Perdonando al pecador le está diciendo que su lugar es el de hijo de Dios, no el de enemigo de Dios.

Si el Padre celestial hubiera actuado con justicia nunca hubiera permitido que Jesús fuera crucificado. Pero, precisamente en el momento en que se comete la mayor de la injusticias, en el momento en que se asesina al justo de los justos, el Padre no interviene, no clama venganza, no grita que esta ofensa es imperdonable. Al contrario, en boca de Jesús aparecen los sentimientos del Padre, sentimientos de perdón, porque, en el fondo, los asesinos no saben lo que hacen.

Inmaculada tiene que ver con santidad. Toda santa es María, porque es toda de Dios y porque Dios la llena de gracia y de amor. María, fiel discípula de Jesús, modelo de todo creyente, nos invita hoy a mirar a su Hijo, y a hacer como ella siempre hizo: referir a Dios las maravillas que en ella había hecho. Unas maravillas muy distintas de las que el mundo proclama y busca. El mundo busca poder; María proclama que Dios derriba a los poderosos. El mundo busca grandeza; María proclama que Dios enaltece a los humildes. El mundo busca riqueza. María proclama que hay que llenar de bienes a los hambrientos. El mundo favorece la guerra; María proclama la misericordia y el perdón de Dios.

Ir al artículo

1
Dic
2015
Donde está María hay diálogo
3 comentarios

En este mundo hay mucha necesidad de diálogo y de entendimiento entre personas y pueblos. Hay grupos y personas que no se hablan. Peor aún, esta falta de diálogo es fuente de malentendidos y de odios. María es un buen icono del diálogo. Allí donde aparece María, aparece el diálogo. Con el ángel en la Anunciación, María entabla un diálogo y expone las dificultades que ella encuentra. Es necesario escuchar las dificultades que tiene el otro para que pueda aceptar mis propuestas. En su visita a Isabel, también aparece el diálogo. Esta vez es Isabel la que pregunta a María: ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a mi?. En el viaje a Jerusalén, con el niño adolescente, perdido y luego encontrado en el templo, de nuevo es María la que pregunta, porque no entiende, y quiere clarificarse: ¿cómo nos has tratado así a tu padre y a mi?

En Caná de Galilea, en una boda en la que falta vino, se entabla un diálogo, por momentos muy tenso, entre María y Jesús. Pero no es la tensión que lleva a la ruptura, sino la tensión resultado de la dificultad del diálogo, que se mantiene como tal tensión sin llegar nunca a la ruptura, precisamente porque se trata de encontrar una salida que sea satisfactoria para madre e hijo, una salida buena para los dos partes, en la que cada parte se diría que cede, precisamente para poder encontrar la salida común, que interesa a los dos. Las preguntas de María y las respuestas de Jesús, en la escena de Caná, no conducen a la ruptura, sino a superar las dificultades serias con las que se encuentran las partes para comprender y aceptar al otro. Hay preguntas rompedores, a partir de las cuales ya no hay diálogo, ya no se sigue hablando, se cierran las puertas. Y hay preguntas que buscan precisamente ampliar espacios, dejar espacio al otro, manifestando al otro que yo también necesito mi propio espacio.

Al pie de la cruz, cuando Jesús está ya exhausto, abandonado de Dios y de los hombres, María sigue allí y porque sigue allí hay diálogo. Aunque en este caso es Jesús solo el que habla. María escucha: ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu madre. Hay situaciones en las que el mejor diálogo es escuchar con respeto, sobre todo cuando el que habla es un vencido, un derrotado, quizás injustamente. Ante el vencido, y no digamos ante el injustamente derrotado, lo que conviene hacer es escuchar. Este es el primer paso para remediar las injusticias.

El diálogo no es solo un instrumento práctico o pedagógico. Para los creyentes es una manera de creer que el espíritu no está solo en mi, sino en otros. Compartimos el mismo espíritu, por eso podemos entendernos. Y para los no creyentes es una manera de reconocer que la razón, lo más propio y característico de los humanos, no está solo en mi, sino en los otros; en este sentido el diálogo es una manera de reconocer la humanidad del otro, nuestra común humanidad. Compartimos la misma humanidad, por eso podemos dialogar y entendernos.

Ir al artículo

26
Nov
2015
Después de cada noche viene un amanecer
4 comentarios

Adviento, tiempo de esperanza. Es doble la esperanza de la que habla el adviento: la del retorno glorioso de Jesús al final de los tiempos, y la que suscitó el Mesías nacido de María hace dos mil años. La esperanza del retorno glorioso de Jesús nos asegura que el final de los finales no será una vuelta al caos primigenio, sino la llegada del definitivo cosmos, una tierra nueva en donde todo estará en su lugar, cosa que ahora no siempre sucede. Ahora hay demasiada violencia, demasiada mentira, muchas armas que se venden y mucho dinero que se consigue a base de crear las condiciones más favorables para la guerra y el terror. Llegará un día en que Dios pondrá orden en todas las cosas, cuando Dios sea “todo en todos”, la realidad que todo lo determine. Porque cuando Dios determina la realidad, todo funciona necesariamente bien.

La que se suscitó con la llegada del Mesías fue una esperanza humilde, porque pocos se enteraron. Y los que se enteraron tampoco vieron grandes cambios; el caos seguía imperando en el mundo, aunque en sus vidas se suscitó una nueva ilusión y nuevas ganas de vivir. Vale la pena vivir, aunque la vida sea difícil. Y vale la pena trabajar a favor del bien y oponer resistencia al mal, no solo porque sin este esfuerzo las cosas todavía serían peores, sino sobre todo porque en este esfuerzo se hace presente el Espíritu Santo. Unos lo saben y otros no lo saben, pero lo importante es la presencia.

En estos momentos los países europeos están preocupados por la seguridad. Pagaremos un precio: habrá menos libertad y menos fraternidad; más controles y más desconfianza. Pero lo que en realidad necesitamos son grandes dosis de esperanza. Esperanza, que este año debería ir acompañada de la misericordia, siguiendo las orientaciones que nos ofrece el Obispo de Roma. Si logramos llenarnos de esperanza y contagiarla, el cielo se maravillará, y los ángeles cantarán de nuevo un himno de paz para las personas de buena voluntad. Pues “la fe que Dios prefiere es la esperanza” (Charles Péguy).

A Dios no le sorprende que haya personas de fe, pues en todas las criaturas, en el sol y las estrellas, en los peces del mar y en los pájaros que vuelan, en la calma de los vientos y en la mirada de los niños, es posible atisbar una huella de su presencia. Tampoco le sorprende la caridad, porque a la vista de tanta desgracia siempre hay algún corazón que se altera y se convierte en un samaritano misericordioso.

Pero la esperanza, esto sí que le sorprende: ver como estas pobres criaturas suyas que somos los humanos, a la vista de cómo va todo, creamos que mañana las cosas pueden ir mejor. Esto sí que es sorprendente: que el presente no augure nada bueno y, sin embargo, luchar por un mañana mejor. Hace falta una gracia increíble para convencerse de que después de cada noche viene un amanecer.

Ir al artículo

22
Nov
2015
La fe como búsqueda
6 comentarios

Si hace unos años se realzaban las dimensiones doctrinales de la fe, hoy tanto la teología como el Magisterio insisten en las dimensiones personales de la fe. La fe es, ante todo, un encuentro del creyente con el Dios vivo que se nos da a conocer en Jesucristo. Por la fe nos encontramos con el Dios fiel que establece una relación de amor con el ser humano. Por eso, como muy bien dijo el Papa Francisco, la fe nos saca de nosotros mismos, de nuestra autorreferencialidad: “el conocimiento de la fe no invita a mirar a una verdad puramente interior. La verdad que la fe nos desvela está centrada en el encuentro con Cristo, en la contemplación de su vida, en la percepción de su presencia”.

Esta dimensión de encuentro no debe ocultar que la fe es también una búsqueda. Toda persona religiosa debe recorrer un camino para encontrar al Dios que sorprende siempre. En esta búsqueda podemos encontrarnos los seguidores de las diversas religiones. Pero la dimensión de búsqueda concierne también a la vida de los que, aunque no crean, desean creer y no dejan de buscar. Este segundo sentido de la búsqueda se aproxima a la experiencia de muchos contemporáneos que, en lo referente a Dios se plantean preguntas, referidas sobre todo al silencio de Dios frente al mal y la violencia, a veces cometida en su nombre. Los creyentes deberíamos aprovechar esta experiencia de búsqueda para encontrar puentes de diálogo con esos que preguntan. Pues en la búsqueda hay un aspecto que introduce en la misma fe.

En efecto, la fe, en cuanto tal, tiene una dimensión de búsqueda. Tomás de Aquino explica que en la fe hay una adhesión firme a Dios, pero también hay un aspecto de inquisición y de búsqueda. El santo llega a decir que este aspecto de búsqueda tiene coincidencias con la duda. Lo interesante del análisis tomista es que este aspecto de búsqueda no es un momento inicial en la fe, que podría ser superado, sino un momento permanente, que nunca desaparece. La claridad no es lo propio de la fe, puesto que el creyente se encuentra con un Dios misterioso, el misterio por excelencia, que siempre se nos escapa. Esto explica que, en todo auténtico creyente, puedan surgir fácilmente movimientos de duda y vacilación, contrarios a aquello que firmísimamente acepta, como bien reconoce Tomás de Aquino.

Ser consciente de la búsqueda irremediable que comporta la fe, por una parte facilitaría la comprensión de los no creyentes y el diálogo con ellos. Y, por otra, facilitaría la mejor comprensión del propio creyente que, a veces, tiene la impresión de que cuánto más avanza en el camino de la fe, más preguntas se le suscitan y menos respuestas encuentra. Si el camino de la fe nos acerca al Misterio de Dios, es lógico que cuanto más cerca estamos del Misterio, más misterioso nos resulte. En cierto sentido, el encuentro con la luz es también encuentro con la oscuridad. Así se comprende que los místicos digan que avanzan en las tinieblas de la fe.

Ir al artículo

18
Nov
2015
Discrepar desde la verdad
5 comentarios

En el Concilio Vaticano II hay un texto valiente a propósito de las religiones no cristianas, que pudiera servir, aunque con matices distintos, para la buena relación entre las distintas teologías y modos de vida dentro de la propia Iglesia. Dice el Concilio: “La Iglesia católica nada rechaza de lo que en estas religiones hay de verdadero y santo. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas, que, aunque discrepan en muchos puntos de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres”. Aquí se afirma que hay doctrinas y modos de vivir que discrepan en muchos puntos de las doctrinas y modos de obrar de la Iglesia católica, pero que, a pesar de la discrepancia, cada uno de estos modos puede reflejar destellos de la única Verdad, que es Dios. Si la única Verdad puede expresarse y vivirse de muchos modos, algunos discrepantes, tiene que ser porque esos modos nunca agotan la insondable riqueza de la Verdad. Los modos católicos tampoco agotan esa insondable riqueza, pues si la agotasen no podría haber otros discrepantes que también la reflejasen. A lo sumo, los otros modos serían confluyentes o la reflejarían en grado menor, no desde la discrepancia.

Los problemas empiezan cuando intentamos concretar los grandes principios. Habrá que analizar cada caso. ¿Es discrepante el concepto de Dios en el cristianismo y el Islam?; ¿y los conceptos de Dios como personal e impersonal? ¿En ambos casos hay un reflejo de la única Verdad? La insistencia en la unicidad de Dios no es contradictoria con la afirmación de la trinidad de personas, y si se entiende que Dios no puede ser persona como lo somos nosotros, decir que Dios es “impersonal” puede tener su parte de verdad. Más problemático resulta entrar en el terreno de la moral, aunque la moral siempre sea segunda con relación a la fe. Por poner un ejemplo delicado: ¿podemos considerar el matrimonio polígamo como un reflejo del amor divino y una buena manera de vivir el amor humano? ¿O habría que calificar la poligamia de “no natural” y aplicar el principio de que sólo “lo natural” puede ser reflejo de Dios? He utilizado comillas porque sospecho que el concepto de “natural” es otro de los motivos de discrepancia.

En cualquier caso, eso que se afirma sobre las otras religiones no puede aplicarse sin más dentro de la Iglesia. Los casos son distintos, porque en el primero cada religión conserva su identidad, y en el segundo (diferencias en el modo católico de entender y vivir) está en juego la unidad de la Iglesia. Las discrepancias que conducen a la ruptura no pueden ser reflejo de un mismo modo de entender la verdad. Pero eso no quita que, dentro de la Iglesia, pueda haber distintas teologías, distintos estilos de vida, distintas liturgias que, lejos de conducir a la ruptura, son reflejo de la inagotable riqueza de la verdad cristiana. Cada una de estas teologías o estilos de vida insisten en un aspecto del Evangelio. A veces lo hacen de forma parcial, pero en lo que tienen de bueno deben ser aceptadas. Y, en todo caso, el diálogo entre ellas debe comenzar por buscar los puntos buenos y concordantes para así situar más positivamente las diferencias.

Ir al artículo

14
Nov
2015
Orar en las mezquitas por los franceses asesinados
5 comentarios

“El Islam no trata de imponer; invita a conocer. Ninguna religión puede fundamentarse en el odio o en la violencia, porque Dios es un Dios de paz y de amor”. Son frases literales pronunciadas, hace pocos días, por una mujer musulmana, en un acto público. Soy testigo de ello. Me parece oportuno recordar esta declaración ante los asesinatos cometidos ayer en París por un puñado de terroristas. Algunos testigos dicen que los asesinos dispararon al grito de “Alá es grande”. Si el Islam es una religión de paz y alguien utiliza el nombre de Alá para matar, la única conclusión lógica es que este terrorista profana el sagrado nombre de Alá. Y por tanto, sus propios correligionarios deberían ser los primeros en aclararlo y en condenarlo con todas sus fuerzas.

Los seres humanos hemos sido creados para la comunión. Pero a la vista de tantas muertes que, a lo largo de la historia, hemos provocado los unos y los otros, uno está tentado de pensar que el odio está instalado en lo más profundo del corazón humano. Me niego como cristiano y simplemente como ser humano a aceptar esta conclusión. Los humanos formamos una sola familia y estamos llamados a respetarnos unos a otros. Por eso, cuando ocurren actos tan abominables como los ocurridos en París el pasado viernes, es necesario proclamar muy fuerte que esto no es propio de la condición humana y, menos aún, de ninguna fe religiosa que se precie de tal. De ahí la necesidad de realizar algún gesto visible que nos mueva a creer en la bondad de la religión.

El gobierno de España ha propuesto que el lunes, a las doce, haya un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas. Yo sugiero que donde se reúnan cristianos, el silencio se rompa con una plegaria. Pero estos gestos, siendo importantes, no resultarán significativos ni llamativos. Por eso propongo otro gesto fuerte, sorprendente, llamativo, claro y visible, a saber: que en todas las mezquitas de Europa el próximo viernes (día de plegaria para los musulmanes) los imanes dirijan una oración a Alá por los muertos en Paris, y también para que Alá cambie el corazón de los que asesinan maldiciendo su nombre. Y que a esta oración inviten a todas las personas de buena voluntad que quieran compartir con ellos esta plegaria a Alá, Dios clemente y misericordioso.

La violencia no soluciona nada. Destruye todas las soluciones posibles. Quizás sea lo que pretenden esos terroristas que, por cierto, utilizan unas armas que es posible comprar en París. Por eso no soy nada optimista. Pero necesitamos gestos como este que propongo (que los imanes nos convoquen en sus mezquitas para rezar por los muertos) para creer los unos en los otros, para seguir confiando los unos en los otros, y eso tanto más cuanto que algunos buscan que nos convirtamos en lobos los unos de los otros.

Ir al artículo

11
Nov
2015
El Vaticano II marca hoy la vida eclesial
4 comentarios

El Concilio Vaticano II ha sido el acontecimiento que ha marcado la historia de la Iglesia de los últimos 50 años. Muchos de nosotros hemos vivido nuestro cristianismo en este clima post-conciliar. Es posible que alguno piense que el Concilio ya es historia. Pero yo tengo la impresión de que es un acontecimiento que sigue hoy marcando decisivamente a la Iglesia y que sigue suscitando polémica y división de opiniones. De hecho, los mismos que hoy critican al Papa Francisco son los que entonces criticaron y ahora critican al Concilio, y lanzan consignas de repliegue y de vuelta al pasado. Es curioso que, entonces y ahora, los críticos con los tímidos aires nuevos que, de vez en cuando, aparecen en la Iglesia, siempre apelen al Magisterio del pasado para negar valor al Magisterio vivo y presente. Siempre se sirven de los muertos para descalificar a los vivos. Quizás porque los muertos ya no pueden defenderse.

Por el contrario, los que están contentos con el Papa Francisco son los que valoran positivamente el gran bien que ha supuesto para la Iglesia el Vaticano II. Este Concilio era absolutamente necesario. Sin él, la Iglesia hubiera quedado encerrada en sí misma. El Concilio sigue siendo, todavía hoy, una llamada a la nuevo, a la renovación, a la escucha de lo que Dios quiere decirnos en los acontecimientos del presente

Si crisis hay hoy en la Iglesia y en el mundo, no saldremos de ella volviendo la mirada atrás. Sería la primera vez que las salidas se hicieran para atrás. De la crisis solo puede salirse hacia delante. A mi personalmente no me molesta que se hable de crisis. Porque la crisis nos recuerda que no hemos llegado, que siempre estamos en camino. Y la vida cristiana es un ir siempre hacia delante.

Una crisis no tiene porque ser mala. Los chinos, como se sabe, no utilizan alfabeto para escribir, sino signos. Pues bien, en chino la palabra crisis se compone de dos signos, el del peligro y el de la esperanza. La crisis traduce un momento de peligro, pero puede ser también motivo para la esperanza. Dios quiera que este segundo momento sea el decisivo en la crisis actual que, al decir de algunos, estamos atravesando.

Ir al artículo

8
Nov
2015
Enviados a anunciar el Evangelio
5 comentarios

Se acaba de inaugurar el año jubilar por los 800 años de vida y misión de la Orden de Predicadores. Algunos nos conocen como “dominicos”, por haber sido fundados por Domingo de Guzmán. Lo que Domingo quiso fue una familia, compuesta ya desde sus comienzos por monjas, laicos y frailes, que tuviera como misión fundamental anunciar el Evangelio. Domingo fundó la Orden de Predicadores. ¿Por qué? Primero porque el Evangelio es fuente de alegría, de vida y de sentido para todo ser humano. Por eso, lo mejor que puede hacer alguien que ha descubierto el valor del Evangelio es darlo a conocer. Y lo dan a conocer, por decirlo con una expresión de Tomás de Aquino, los “predicadores de la fe”. Y luego, porque en tiempos de Santo Domingo, por distintos motivos, el Evangelio no era bien anunciado. Y cuando un producto maravilloso se publicita mal, corre el riesgo de no ser acogido o de ser acogido de forma inadecuada.

Los dominicos no pretendemos tener ninguna exclusiva. Pretendemos anunciar el Evangelio de la gracia y de la misericordia. Si otros lo hacen, bien venidos sean. Nosotros lo anunciamos con un estilo propio, hecho de oración y estudio, y desde una comunidad de hermanos. La contemplación, que vale por sí misma, es imprescindible para transmitir lo contemplado.

Este pasado sábado, día 7, la etiqueta #op800 fue “trending topic” en España y en Estados Unidos. Noticia interesante, pero secundaria. Con todo es reflejo de que muchas y muchos tuvieron interés en que este Jubileo fuera conocido. También el sábado por la tarde, en la Iglesia de las Monjas dominicas de Santo Domingo el Real de Madrid, en donde se conserva la pila en la que fue bautizado Domingo de Guzmán, representantes de la familia dominicana en España celebraron unas Vísperas inaugurales del Jubileo, presididas por el Arzobispo de Madrid.

Monseñor Osoro tuvo una intervención no sólo cercana y cariñosa, sino brillante. Habló, de la comprensión, de la compasión, de la capacidad de acogida que debe caracterizar la vida de las y los dominicos, empleando una sugerente imagen; y añadió: “sigan ustedes así”. Su homilía se centró en tres palabras: gratitud, peregrinación y ocupación. Gratitud a Dios por su llamada. Peregrinación porque nos llama a salir de nosotros mismos, a dejar nuestra tierra; ahora bien, un peregrino, a diferencia de un vagabundo, sabe cuál es la meta, sabe a dónde va. Y ocupación: permanentemente ocupados en anunciar el Evangelio, teniendo en cuenta la diversidad de circunstancias, lugares, tiempos y personas.

El domingo, día 8, tuvo lugar, en la Iglesia de san Pedro mártir, la solemne Misa inaugural, que TVE2 retransmitió. Pueden encontrar el video en nuestra página web. La homilía fue muy apropiada. La Iglesia llena. El coro de 200 personas espectacular. Un buen solista y 200 voces distintas, bien dirigidas, acompañadas por un órgano y dos violines, todas de la misma familia, en una hermosa sinfonía, signo de pluralidad en la comunión.

Ir al artículo

5
Nov
2015
Vaticano II 50 años después
3 comentarios

El ocho de diciembre, en la fiesta de la Inmaculada Concepción del año 1965, el Papa Pablo VI clausuraba el Concilio Ecuménico Vaticano II. Están a punto de cumplirse, pues, los cincuenta años de la clausura de un acontecimiento que ha marcado la reciente vida de la Iglesia. Es una buena ocasión para recordarlo, siempre que utilicemos bien este recuerdo.

En efecto, el recuerdo no es ni una vuelta al pasado, ni una nostalgia de un pasado que nunca volverá, ni un simple hacer memoria de algo que está lejos de nosotros y no nos afecta. En la Biblia el “recuerdo” es un hacer presente. En esta línea me parece que debemos recordar al Vaticano II. Recordar hoy al Vaticano II es recuperar sus grandes intuiciones, hacer presente su espíritu en aquellas realidades eclesiales que el Concilio no pudo prever, porque la historia avanza y aparecen nuevos problemas y necesidades, actualizar sus mejores aportaciones y prolongar aquellas cosas que el concilio solo dejo esbozadas o insinuadas.

Se trata, por tanto, no sólo de recordar la letra del Concilio. Sin duda, el Concilio dijo cosas muy interesantes, que han servido para renovar la teología y para vivir mejor nuestra vida cristiana (piénsese, por ejemplo, en lo que ha supuesto la renovación litúrgica, el ecumenismo o el acercamiento del texto bíblico a los creyentes). Pero quedarnos en esto, no es suficiente. Tan importante o más que lo que el concilio dijo es el espíritu con el que lo dijo, el impulso renovador que desencadenó.

Precisamente las dificultades que ya desde el inicio mismo del concilio hubo y sigue habiendo para acogerlo no vienen principalmente de “la letra”, aunque también, sino del “espíritu”. En la Iglesia siempre ha habido creyentes que han tenido dificultades para vivir el presente, para renovarse y mirar la futuro. Esos creyentes, so pretexto de fidelidad al pasado, son en realidad inmovilistas. No quieren que nada se mueva, que nada cambie, no comprenden que la vida está en permanente movimiento, no aceptan que sus hijos o sus nietos no sean igual que ellos. Por eso es adecuado llamarlos conservadores, porque solo quieren conservar. Pero el conservador no tiene futuro.

Ir al artículo

Posteriores Anteriores


Logo dominicos dominicos