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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

8
Jul
2016
El dinero se limpia con claridad
3 comentarios

El dinero es sucio. Recuerdo que un empleado de banca me decía: el dinero huele mal. Añadía, para que quedase claro lo que quería decir: huele físicamente mal. Y cuanto más se acumula, como en las cajas fuertes de los bancos, más y peor debe oler. En este caso, lo físico es reflejo de algo mucho más serio: ante el dinero parece que todos perdemos la cabeza; el dinero, en demasiadas ocasiones, corrompe a los que lo ambicionan. Y cuando alguien acumula dinero, resulta sospechoso de haberlo obtenido por medios poco confesables. No es extraño que Jesús advirtiera que uno de los grandes peligros de sus seguidores era el amor al dinero: no podéis servir a Dios y al dinero. El dinero es incompatible con el reino de Dios. Pues el dinero nos hace egoístas y el reino de Dios nos hace desprendidos.

El dinero solo se limpia con claridad. Las cuentas claras. Cuanto más claras, menos peligro de pelearnos o de crearnos enemigos. Es curioso que este asunto del dinero sea uno de los que llevamos con mayor sigilo: nadie hace público el dinero que tiene; más aún, normalmente, no se suele hacer público el sueldo que se cobra. La claridad es garantía de que el dinero lo hemos obtenido con medios lícitos y lo utilizamos para buenos fines. Eso vale para todos, pero sobre todo para los políticos y para los que están a cargo de instituciones. También vale para los eclesiásticos. En la Iglesia, la claridad en asuntos económicos es la mejor garantía de honradez y buenas prácticas.

Estoy en Lima dando unas clases a un grupo de 70 alumnos sobre “gracia y misericordia para comprender al Dios cristiano”. En esta gran ciudad hay muchas capillas protestantes. La mayoría de los pastores de estas capillas van un poco a su aire; quiero decir que no están integrados en las grandes Iglesias luteranas, bien organizadas, con sus sínodos y sus Obispos o responsables. Los pastores de alguna de estas capillas no rinden cuentas a nadie de los abundantes ingresos que reciben de los fieles, a los que piden dinero bajo distintos pretextos. Me cuentan personas cercanas a alguno de estos fieles que cuando alguien les indica que a lo mejor tanto dinero entregado a la Iglesia solo redunda en beneficio del pastor, responden diciendo: “a nosotros nos toca dar, no pedir cuentas ni juzgar. El pastor ya rendirá cuentas a Dios”. Eso es exactamente lo que les ha enseñado el pastor: “Yo rindo cuentas a Dios”. Puro lavado de cerebro.

Cuando uno solo responde ante Dios, o ante la historia futura, tiene muchas papeletas para ser un corrupto. Hacerse con dinero en nombre de Dios, me parece un grave sacrilegio. Ya Jesús criticaba a los responsables del templo que se hacían con el dinero de las viudas so pretexto de largos rezos (Mc 12,40). Las cuentas se rinden ante los hombres. Por eso digo que el único medio que veo para limpiar un poco el sucio dinero es la claridad. En políticos, sindicalistas, pastores, catequistas, curas, frailes, monjas y lo que quieran añadir.

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4
Jul
2016
Desacuerdo no es desencuentro
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Es práctica habitual para invitar a leer un artículo entresacar una frase llamativa que se pone como titular. A veces el titular refleja bastante bien la temática de la que trata el artículo, pero otras veces quedarse solo con el titular no es hacer justicia al pensamiento matizado expuesto en el artículo. Quedarse con una frase sacada de contexto no es garantía de conocer a un autor ni de resumir adecuadamente su pensamiento. Pongo un ejemplo personal: en un post de este blog, titulado “encuentros y desencuentros”, indicaba que Jesús nos invita al encuentro, a la buena relación con los demás. Por tanto, un cristiano debe evitar, en la medida de lo posible, todo aquello que le aleja de los demás. En el campo teológico y doctrinal, esto se traduce en la necesidad de evitar malentendidos y, en positivo, de ofrecer explicaciones que favorezcan la comunión, sin que esto implique desvirtuar la propia posición.

Pues bien, en Twitter se colgó una frase de este artículo que resultaba provocadora. Decía así: “si las doctrinas son motivo de desencuentro, entonces no vienen del Espíritu de Dios”. Una persona, (desconozco si había leído el artículo), comentó: “¿A qué os referís con la doctrina? ¿A las encíclicas de los Papas, por ejemplo? Pues vamos buenos”. Una primera explicación: desacuerdo no es desencuentro. Se puede estar en desacuerdo con una explicación teológica y eso no tiene porqué conducir a ningún desencuentro, al menos un desencuentro personal, que son los verdaderos desencuentros. Podemos estar muy unidos, y convivir pacíficamente, no solo con personas que tienen distintos gustos, sino incluso con personas que no comparten cuestiones esenciales, como es el caso de la convivencia entre creyentes y no creyentes o creyentes de distintas religiones.

Por otra parte, reconozco que la palabra “doctrina” es susceptible de ser mal interpretada. Seguramente la persona que reaccionó al twit lo tomó por la parte que más “quemaba”. Pero la palabra doctrina no tiene que identificarse con la confesión de fe. Es más bien una explicación de algún artículo de fe. Ahora bien, pueden darse distintas explicaciones sobre la misma fe. Y esas explicaciones no tienen porqué conducir a ninguna separación fraterna. A este respecto es bueno distinguir entre mensaje (de fe) y doctrina (que explica el mensaje). Juan XIII hizo otra distinción que puede enlazar con esta que yo hago: una cosa es el depósito de la fe y otra el modo de expresarla.

Las explicaciones doctrinales son tanto más buenas cuanto menos polémica o separación crean. De modo que, cuando alguien no está de acuerdo con ellas puede, al menos, reconocer, primero, que tienen elementos buenos; y después, que en aquello que no se considera adecuada, la exposición está hecha de tal manera que merece ser discutida, no desde la oposición o el desencuentro, sino con simpatía y fraternidad.

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29
Jun
2016
Belleza de la vida consagrada
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Respondo a una pregunta muy directa que me han planteado: ¿hay belleza en la vida consagrada? Aunque hay tantos gustos como personas, la belleza tiene algunos criterios objetivos: bello es lo armónico, lo proporcionado, lo sugerente, lo que despierta nuevos horizontes. La belleza es algo propio del objeto que se reconoce como bello, pero también depende de la apreciación que de ese objeto haga el sujeto. Por eso se dice que hay personas que están más capacitadas o que son más sensibles ante determinadas obras de arte. Se necesita una cierta sensibilidad y preparación para apreciar un poema, una pieza musical, una pintura.

Eso que vale para la “obra de arte”, vale para las personas. Hay personas que tienen una serie de valores, pero no todos los aprecian de la misma forma. ¿Qué decir de los distintos tipos de vida consagrada? Todos tienen sus cosas buenas. Hay belleza en una vida ordenada, en el canto y en la oración coral, en la liturgia tal como se celebra en los monasterios; hay belleza en la educación, la atención a niños desvalidos, el cuidado de los enfermos, la acogida de ancianos, el acompañamiento de personas desamparadas, que hacen tantas congregaciones religiosas; hay belleza en el reparto de alimentos, como ocurre en las puertas de algunos conventos; hay belleza en una buena catequesis, en una predicación fundamentada, en una clase o conferencia bien dada, en una publicación preparada.

Cierto, a veces algunas de estas actividades resultan desagradables o incluso humanamente repulsivas. A nadie le agrada ver una cara desfigurada o accidentada, o ver un cuerpo maltratado o gangrenado, o a personas hambrientas, desnudas y sucias. Sin embargo, es posible descubrir mucha humanidad en estos cuerpos. Además, hay belleza en quien los atiende, pues hay cosas que solo se hacen por amor. Y el amor siempre es bello.

Cuando se habla de un colectivo humano amplio, las generalizaciones indican “tendencias”. La vida consagrada es significativa para la Iglesia y la sociedad, permite la realización de sus miembros, sostiene importantes obras evangélicas con repercusiones sociales, se encuentra siempre en los lugares “de frontera”, donde hay que poner en riesgo la vida para ayudar a los demás y hacer que el Reino de Dios crezca; la vida consagrada es, a veces, incomprendida incluso entre los propios cristianos. Tiene una dimensión profética, requiere madurez humana, decisión, capacidad de compromiso, esfuerzo.

También es verdad que en ella se puede encontrar gente pecadora. Como en todos los grupos humanos. Incluso personas egoístas, más aún, algún delincuente, que avergüenza a los demás y se aprovecha de la buena fe de los demás. A veces, las instituciones religiosas han realizado una falsa labor de defensa u ocultación de la malas piezas que en ellas se encuentran, pretendiendo así defender al grupo. Son los contrastes de la belleza. Toda luz tiene sombras. Pero las sombras hacen que resalte la luz.

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25
Jun
2016
La justicia de Dios es su perdón
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La paz es efecto de la justicia, decía San Agustín. Y en el salmo 84 se afirma que la justicia y la paz se besan. Sin unos mínimos de justicia lo que aparece es el resentimiento y el odio. Por eso, los caminos de la paz pasan por un trabajo serio a favor de la justicia y de la dignidad de todos los ciudadanos. Ahora bien, no hay nada más alejado de la justicia que la venganza. Por eso la justicia debe traducirse en misericordia y perdón. Una justicia que no tiende hacia el amor resulta inhumana. La justicia sola no es suficiente para el logro de una auténtica humanidad ”si no se le permite a esa forma más profunda que es el amor plasmar la vida humana en sus diversas dimensiones” (Juan Pablo II).

El perdón es uno de los mejores caminos hacia la paz. El Papa Francisco ha recordado que la justicia de Dios es su perdón. Ya antes, Juan Pablo II, tras reconocer que “no hay paz sin justicia”, añadió: “no hay justicia sin perdón”. El perdón es propio de los magnánimos y de los fuertes. Si a corto plazo puede parecer una pérdida, a la larga, asegura un provecho real. El perdón puede parecer una debilidad; en realidad tanto para concederlo como para aceptarlo, hace falta una gran fuerza espiritual y una valentía moral a toda prueba. Lejos de ser un menoscabo para la persona, el perdón lleva hacia una humanidad más plena y más rica, capaz de reflejar en sí misma un rayo del esplendor del Creador. Así se comprende que el primer beneficiario del perdón es el que perdona: “el perdón no es un favor al malvado, sino una necesidad de la víctima para superar el dolor” (Santiago Roncaglioglio).

Sin perdón, la venganza engendra más violencia y encadena un círculo vicioso sin fin. Por el contrario, perdonar es empezar de nuevo, rehacer la historia, escribir de nuevo la trayectoria de las cosas y de las personas. Perdonar es intentar lo imposible, deshacer lo que ha sido, abrir nuevas metas allí dónde parece que todo está terminado. En este sentido el poder de perdonar es el potencial más eficaz.

Una cosa más a propósito del perdón, inspirada por una distinción interesante que hace Tomás de Aquino. El santo doctor dice que la paz implica concordia, pero que la concordia no es suficiente para que haya una paz duradera y auténtica. La concordia consiste en la unión de distintos intereses o deseos de diferentes personas. Pero para que haya paz se requiere también y previamente la armonía interior, la paz del corazón. Eso me lleva a afirmar que el perdón solo pueden otorgarlo los pacíficos o los pacificados.

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21
Jun
2016
Cifras de la Plaza y Catedral de Valencia
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Los hechos son los hechos. Gustarán o no gustarán, pero el gusto o disgusto no cambia los datos. Por eso, cualquier interpretación u opinión mínimamente seria no puede basarse en datos falsos o distorsionados. He conocido noticias de primera mano, y luego he leído informaciones o comentarios que las falsificaban totalmente, con la mala intención de hacer daño. Otras veces, como el caso que ahora voy a contar, se ofrecen datos inexactos probablemente porque no se han contrastado con la fuente adecuada.

Me refiero a la llamada que hizo el Arzobispo de Valencia para que el pasado jueves, día 15, las personas que lo deseasen acudieran a rezar el rosario en la plaza de la Virgen y luego asistieran a la celebración de la Eucaristía en la Catedral. La primera impresión que yo tuve al ver la plaza totalmente abarrotada fue que allí podía haber unas diez mil personas. Pero como no soy experto en este tipo de cálculos, me guarde el pensamiento para mi. Al día siguiente, me dijeron que el periódico “La razón” había publicado que fueron algo más de dos mil personas las que acudieron al acto. También me han dicho que la policía municipal ofreció la cifra de 600 personas. Si es verdad, me parece grotesco e impropio de la policía, a no ser que algún político les dictase la cifra.

Luego he sabido que los responsables de la Eucaristía prepararon 3.500 formas para consagrar. Como estas formas se terminaron, tuvieron que ir a buscar dos copones al sagrario, en uno de los cuales había unas 500 formas; en el otro, algo menos. Total, más de cuatro mil comuniones. Además hubo bastante gente que se quedó sin comulgar, porque las formas se agotaron. O sea, que probablemente en la Catedral había unas cinco mil personas. De cinco mil a dos mil (como informaba el periódico citado) van tres mil. Una considerable diferencia. En la plaza tuvo que haber más gente, porque la Catedral es incapaz de contener toda la gente que había en la plaza, y eso tanto más cuanto que la Catedral estaba ya llena de gente cuando empezó el rezo del rosario en la plaza.

Y puestos a dar noticias ciertas que otros no dan, contaré algo sobre las pancartas de signo político que se pusieron estratégicamente en primera fila de la plaza. Como los organizadores tenían muy claro que se trataba de un acto religioso, antes de empezar el rosario, rogaron a los portadores que se alejaran con sus pancartas. Cuento esto, porque algunos periódicos han destacado estas pancartas. La noticia completa y cierta es que a los organizadores no les gustaron y por eso pidieron a sus portadores que se alejaran.

A mi hay cifras que no me interesan mucho. Pero las que ofrezco son un buen ejemplo de la necesidad de ser críticos con lo que se publica. La información es necesaria y los periodistas hacen una meritoria labor. La pena es que, a veces, los modos de dar la noticia tienen sesgos ideológicos.

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19
Jun
2016
Encuentros y desencuentros
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La vida cristiana está hecha de encuentros. En primer lugar, encuentro con el Señor Jesús. Con este encuentro, y no con decisiones éticas o consideraciones doctrinales, se comienza a ser cristiano. En segundo lugar, encuentro con los hermanos. Cuando uno se ha encontrado con Jesucristo, necesariamente se sigue el encuentro con los hermanos, entre otras cosas porque el modo como Cristo resucitado se hace hoy presente en el mundo es por medio de los hermanos: cada vez que dos o tres se reúnen en su nombre, allí él se hace presente. Estos encuentros son mucho más que meras coincidencias en un lugar. Encuentro significa relación profunda, compartir la vida, con todo lo que conlleva, compartir los bienes espirituales y también los materiales.

Además, la vida cristiana comporta un encuentro con todas las personas, más allá de su pertenencia explícita a la comunidad de fe cristiana. Un cristiano está siempre abierto a acoger a todo ser humano, sobre todo a los más pobres y necesitados, no solo para dar ante aquellos que no son creyentes un explícito testimonio de Jesucristo, sino también para servirles gratuitamente, sin ninguna pretensión, sin ningún afán proselitista.

Desgraciadamente nuestro mundo está lleno de desencuentros. Desencuentros entre los políticos que, en ocasiones, tienen repercusiones negativas en los terrenos de la justicia, de la paz y del buen orden en la ciudad. En España, y en otros países, tenemos una triste tradición de desencuentros, que suelen afectar, para mal, a los ciudadanos. También hay desencuentros entre las familias: el número de divorcios y separaciones matrimoniales, o la cantidad de hijos que no se hablan con sus padres, es una buena prueba de ello. Incluso muchas familias que, aparentemente, permanecen juntas, no acaban de encontrarse, cada uno va por su camino.

El Evangelio de Jesús es una llamada al encuentro de cada ser humano con Dios y con los hermanos. Llamada exigente, que no admite excusas. Incluso si el hermano es culpable de la separación, el cristiano está invitado a buscar puentes de encuentro: si cuando vas a presentar tu ofrenda ante el altar, dice Jesús, te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda y vete primero a reconciliarte con tu hermano. Lo interesante de esta palabra es que no se pregunta quién es el culpable de que el hermano tenga algo contra ti. Quizás el culpable es tu hermano, porque es un neurótico, un maniático o un egoísta. Pues bien, incluso en este caso, se te llama a dejar las ofrendas e ir a reconciliarte con tu hermano.

Las ofrendas, el incienso, los rezos, las procesiones, las doctrinas valen en la medida en que no olvidamos lo único importante, a saber, el amor mutuo. Si las procesiones y las ofrendas son una dormidera, si las doctrinas son motivo de desencuentro, entonces no vienen del espíritu de Dios, sino del espíritu del diablo. El diablo muchas veces se sirve de la piedad, para lograr su objetivo, que no es otro, que el desencuentro.

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15
Jun
2016
No basta llenar la boca que tiene hambre
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La caridad, o el amor cristiano, sin dejar de lado las ayudas eficaces y urgentes que requieren tantos hermanos nuestros, debe también comprenderles y acompañarles en su sufrimiento. Para que la caridad alcance su plenitud con una persona necesitada no basta con llenar la boca que tiene hambre; también hay que escuchar la boca que habla.

Tenía razón Miguel de Unamuno cuando escribió: “El hombre quiere que se sientan y se compartan sus penas y sus dolores. Hay algo más que una artimaña para obtener limosna en eso de los mendigos que a la vera del camino muestran al viandante su llaga o su gangrenoso muñón. La limosna más bien que socorro para sobrellevar los trabajos de la vida, es compasión. No agradece el pordiosero la limosna al que se la da volviéndole la cara por no verle y para quitárselo de al lado, sino que agradece mejor el que se compadezca no socorriéndole a no que socorriéndole no se le compadezca, aunque por otra parte prefiera esto. Ved, si no, con qué complacencia cuenta sus cuitas al que se conmueve oyéndolas. Quiere ser compadecido, amado”.

Evidentemente, el hambriento busca comida; el desnudo busca vestido; el enfermo busca remedios. Y hay que dárselos. Aunque también hay que preguntarse por qué hay gente sin comida, sin vestido, sin techo y sin trabajo. Y hay que luchar por cambiar esas políticas y esa economía que producen sufrimiento y desgracia. Dicho esto, también es cierto que en todas esas personas necesitadas hay mucha necesidad de ser escuchadas, de ser comprendidas, de ser queridas. Hay mucha soledad. Por eso, el pobre acepta gustoso nuestra conversación. Se muestra agradecido cuando nos interesamos por sus necesidades, pero más agradecido aún cuando nos interesamos por su persona.

Una persona amiga, jubilada, con tiempo libre, me contaba lo mucho que estaba aprendiendo del mendigo que pide a la puerta de su parroquia. Un día, me decía esa persona, me puse a hablar con él y nos hicimos amigos. He aprendido muchas cosas, por ejemplo, cómo puede uno lavarse sin tener agua corriente, o cómo puede uno dormir sin tener cama. Y sobre todo, he aprendido a apreciar la sabiduría del pobre, la necesidad de afecto que todos tenemos. Cuando el pobre me ha contado su historia personal y familiar, cuando he comprendido sus motivos y he sabido de sus desgarros y abandonos, entonces he encontrado nada menos que a todo un hombre, y quién ha salido enriquecido de este encuentro he sido yo.

Esta consideración sobre el pobre que espera pan, pero sobre todo espera que alguien le escuche, es aplicable a todos y cada uno de nosotros. En el fondo, lo que todos buscamos es afecto y comprensión. Si hay amor, las estrecheces de la vida se sobrellevan mejor. Me parece acertado este refrán francés: “toda petición es una petición de amor” (toute demande est une demande d’amour).

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12
Jun
2016
Modelo para los jóvenes (según el Papa)
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En la última semana de julio se celebrarán en Cracovia las XXI Jornadas mundiales de la juventud. Es de esperar que sean muchos los jóvenes que se reúnan con Francisco para reafirmar su fe cristiana. Estas Jornadas están encuadradas, como no podía ser de otra manera, dentro del “año santo de la misericordia”. Sin duda, el Papa hará una llamada apremiante para que, en estos tiempos tan convulsos, los jóvenes cristianos sean instrumentos de misericordia hacia todos los prójimos.

 

En un mensaje enviado a los jóvenes con motivo de estas jornadas, el Papa propone al beato Pier Giorgio Frassati como modelo de misericordia para nuestros días. Francisco recuerda que Pier Giorgio decía: «Jesús me visita cada mañana en la Comunión, y yo la restituyo del mísero modo que puedo, visitando a los pobres». Pier Giorgio era un joven que había entendido lo que quiere decir tener un corazón misericordioso, sensible a los más necesitados. A ellos les daba mucho más que cosas materiales; se daba a sí mismo, empleaba tiempo, palabras, capacidad de escucha. Servía siempre a los pobres con gran discreción, sin ostentación. Vivía realmente el Evangelio que dice: «Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto» (Mt 6,3-4). Un día antes de su muerte, estando gravemente enfermo, daba disposiciones de cómo ayudar a sus amigos necesitados. En su funeral, los familiares y amigos se quedaron atónitos por la presencia de tantos pobres, para ellos desconocidos, que habían sido visitados y ayudados por el joven Pier Giorgio.

 

¿Quién era Pier Giorgio Frassati? Un joven laico dominico italiano. Nació en 1901 y falleció en 1925, pues había contraído poliomelitis visitando precisamente a los pobres, en casas sucias y malolientes. Tras un año de “iniciación”, en mayo de 1923 emitió sus votos como laico dominico; tomó el nombre de fray Jerónimo, en recuerdo del dominico Jerónimo Savonarola, figura que le había cautivado desde el inició de su vocación dominicana. Con sus amigos más queridos fundó un grupo de oración. Aunque su familia era acomodada, él nunca tenía dinero porque siempre encontraba algún pobre al que ayudar. El beato Pier Giorgio es un modelo concreto de ser dominico y de vivir la misericordia. En esta figura queda claro que la misericordia no es un mero sentimentalismo, ni un “buenismo”, desgraciado término que algunos utilizan para desprestigiar el discurso sobre la misericordia.

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7
Jun
2016
Otro nombre de la Iglesia: Cristo identificado con los pobres
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He tenido la ocasión de conocer la memoria de Caritas Diocesana de Valencia del año 2015. Detrás de los números y las cifras hay muchas cosas buenas, mucho trabajo desinteresado, mucha misericordia evangélica. Se atiende a mujeres en contexto de prostitución, a niños necesitados, a ancianos solitarios, a familias pobres o desestructuradas, a gente que necesita ayuda. A nadie le preguntan por su religión, por su nacionalidad, por su raza. Más o menos la mitad de las personas atendidas son de nacionalidad española y la otra mitad no son españoles. Entre esta otra mitad hay muchos inmigrantes, que precisan ayuda de todo tipo: económica, humana, jurídica, médica; y también necesitan vivienda. Caritas de Valencia dispone de pisos y locales en donde se albergan personas sin hogar o inmigrantes, sobre todo subsaharianos.

La memoria la ha presentado el director de la institución en una reunión presidida por el Arzobispo de Valencia. Hecha la presentación, el Prelado, tras dar las gracias a todos los voluntarios y colaboradores de Caritas, ha animado a la institución a ampliar sus tareas. Entre otras cosas les ha pedido que ya este verano abran comedores para dar de comer a niños pobres que tendrán problemas por el cierre de los comedores escolares. A continuación el Cardenal se ha referido a la silenciosa, pero eficaz tarea de Caritas. Y ha dicho: es cada vez más necesario mostrar el rostro de una Iglesia misericordiosa. La Iglesia tiene un nombre: Jesucristo identificado con los pobres.

Tras la reunión, llegué a mi casa y leí que la “Red española de ayuda al refugiado” ha presentado una denuncia penal contra el Cardenal Cañizares, entre otros motivos, por buscar la criminalización de las personas solicitantes de asilo y refugio. Hay cosas que no encajan. Lo que yo veo y oigo es su gran preocupación precisamente por los más necesitados, y entre esos colectivos, están las personas solicitantes de asilo y refugio. Por otra parte, estoy convencido de que este tipo de denuncias no tienen posibilidad alguna de prosperar, porque están basadas en frases o palabras sacadas de contexto e interpretadas sesgadamente. En vez de trazar caminos que separan, ¿no resultaría de más ayuda para los refugiados buscar una sana colaboración con instituciones como Caritas y agradecer el aliento que le prestan sus últimos responsables?

Caritas es una institución confesional. También las instituciones laicas o estatales son “confesionales”, tienen sus presupuestos ideológicos. Todos somos confesionales y el que no lo reconoce vive engañado. Pero cuando se trata de hacer el bien, ¿qué importa de dónde venga? Lo que importa es el bien. Si los creyentes consideran que el bien es siempre movido por el Espíritu del Amor, ¿dónde está el problema?

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5
Jun
2016
Sembradores todos, segadores algunos
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Los predicadores y catequistas lamentan, en ocasiones, la falta de resultados, la poca eficacia de su tarea. Esta queja denota que han olvidado esta palabra de Jesús: “uno es el sembrador, otro el segador”. Lo que nosotros, como cristianos, estamos llamados a hacer es sembrar. Segar es una gracia que solo se concede a algunos. Sin duda, la predicación es una tarea apasionante, pero no es fácil. En ocasiones no aparecen los resultados esperados. ¿Significa esto que no es eficaz? De ningún modo. Significa que los resultados aparecen cuando menos se espera, en la hora de Dios, en el momento en que Dios los haga eficaces.

Cuando preguntamos por la eficacia de la evangelización no podemos pensar en resultados inmediatos o deslumbrantes. Los resultados pueden venir a corto o largo plazo. Pero lo lógico es que sean a largo plazo, porque la auténtica conversión requiere tiempo, implica desprenderse de muchas ideas y actitudes, es un cambio radical de vida. La fe cristiana necesita tiempo para madurar. Jesús nos pone en guardia contra nuestras impaciencias, a veces calificadas de “santas”. No quiere que se arranque la cizaña antes de hora, como pretenden sus discípulos. Hay que dar tiempo al crecimiento. Solo en la hora final será posible la siega y la separación (cf. Mt 13,24-30). Por eso, los frutos de su trabajo puede recogerlos el predicador o puede no ver la cosecha. Uno es el sembrador y otro el segador (Jn 4,37).

Como muy bien dice el Papa Francisco no debemos obsesionarnos por los resultados inmediatos. Tenemos que estar prestos a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. Pero hay más: tenemos que saber que Dios puede actuar en medio de aparentes fracasos. La fecundidad es muchas veces invisible, “no puede ser contabilizada. Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo... A veces nos parece que nuestra tarea no ha logrado ningún resultado, pero la misión no es un negocio ni un proyecto empresarial, no es tampoco una organización humanitaria, no es un espectáculo para contar cuánta gente asistió gracias a nuestra propaganda; es algo mucho más profundo que escapa a toda medida. Quizás el Señor toma nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde nosotros nunca iremos”.

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