Logo dominicosdominicos

Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

31
Ago
2018
Iglesia, lugar donde prosperan los malos
9 comentarios

iglesiasobremar

¿Y si la Iglesia fuera ese extraño y paradójico lugar dónde, gracias a los buenos, prosperan los malos? Insisto: gracias a los buenos. Porque la inmensa mayoría, la gran masa que sostiene el edificio, es buena. Si no, sería imposible que eso durase. Como es buena, no arma lío, no se pelea. A veces, además de buena, parece un poco cobarde, por eso prefiere no enfrentarse con los aprovechados y trepadores. En todas partes crece el trigo y la cizaña. En la Iglesia hay mucho más trigo que cizaña. Pero el trigo no hace ruido. De las obras buenas de tantas comunidades religiosas, de tantas instituciones, se habla poco. Eso sí, el día que en una de esas instituciones se comete un abuso, parece que toda la institución queda marcada. En realidad, la institución se convierte en víctima de una mala persona, que un día la institución acogió, dentro de ella hizo camino, se aprovechó de sus estructuras, medró y pasó lo que pasó.

No me extraña que el Papa Francisco haya visto la clave de muchos males eclesiásticos en el clericalismo. ¿Qué es el clericalismo? El ansia de poder, las ganas de trepar. Con más precisión: una mala manera de entender el poder en la Iglesia, abusando de la posición que uno ocupa. Una posición que debería ser de servicio, pero que se convierte en todo lo contrario. El poder es la peor de las tentaciones. Los que no pueden destacar en otra cosa, buscan cargos para sentirse superiores. Los que no tienen otra cosa que lucir, lucen símbolos religiosos, que siempre suelen impresionar a la gente sencilla. Debajo de esos símbolos, de esos vestidos, de esas palabras melosas llenas de piedad, que suelen apelar a la oración y al sacrificio como solución infalible de todos los males y de todas las necesidades, muchas veces no hay nada. O peor: hay apariencia engañosa.

Ir al artículo

28
Ago
2018
Agustín, santo y sabio
4 comentarios

sanagustin

San Agustín es importante en la historia de la Iglesia y de la teología por sus reflexiones teológicas, bíblicas y catequéticas. Pero es tanto o más importante por su trayectoria vital. Agustín es un modelo de fe, un hombre de gran actualidad, precisamente por ser un buscador inquieto. Amante de la verdad (que todos buscan), crítico consigo mismo y con los demás, buscador apasionado de la felicidad (que todos desean), corazón inquieto (que no logra saciarse con ningún bien finito), hombre de gran finura psicológica.

En el itinerario de Agustín encontramos diferentes etapas (racionalismo, maniqueísmo, escepticismo), todas marcadas por la búsqueda de la verdad y de la felicidad. Si, en un principio, el Antiguo Testamento le decepcionó fue precisamente porque sus relatos le parecían incompatibles con la verdad. Fue san Ambrosio quién le hizo ver las Escrituras de modo diferente, al insistir en el sentido espiritual y moral del Antiguo Testamento. Así presentada, la Biblia ya no parecía un cuento o una quimera. Allí había destellos de verdad. Sólo un ejemplo: de pronto comprendió que las palabras “hiciste al hombre a tu imagen”, de ningún modo indicaban que Dios estuviera dotado de cuerpo humano.

San Agustín escribió una Regla, o sea, unas normas para organizar la vida de la comunidad en el monasterio de Tagaste, que él fundó. Esta Regla ha sido posteriormente asumida por otras Órdenes religiosas, nacidas en la Edad Media, como los dominicos, los mercedarios y, por supuesto, los agustinos. De ahí que, a veces, entre los dominicos, se hable de “nuestro Padre San Agustín”.

Humberto de Romans, uno de los sucesores de Santo Domingo, en el gobierno de la Orden, comentando la Regla de san Agustín, calificó a su autor de santo y sabio. Al respecto dijo algo interesante, a saber: de cara a la salvación, la santidad es más importante que la sabiduría; pero una santidad sin sabiduría puede hacer afirmaciones poco convenientes. La Regla de Agustín destila ambas cosas: santidad y sabiduría. Una de las cosas que Humberto valora en la Regla es que, más que centrarse en observancias, se centra en lo fundamental, a saber: el amor a Dios y al prójimo. Las normas y los preceptos, sin un espíritu que los anime y les dé sentido, terminan convirtiéndose en una pesada carga. Quizás este sea el problema de muchas religiosas y religiosos, y de los clérigos en general: no la falta de cánones, sino la falta de espíritu.

Ir al artículo

26
Ago
2018
El Papa en Irlanda en circunstancias difíciles
4 comentarios

PapaIrlanda

Como no podía ser de otra manera, el Papa, en su visita a Irlanda, ha afrontado el difícil problema de los abusos con menores cometidos por responsables eclesiásticos. Ha condenado los hechos, ha prometido que se tomaran medidas para que no vuelvan a repetirse. El papel del Papa, y de la Iglesia en general, no es nada fácil en las actuales circunstancias. Francisco ha ido a Irlanda a clausurar un encuentro de familias cristianas. Ha dicho cosas hermosas sobre el amor humano y sobre el sacramento del matrimonio. El matrimonio es una vocación, ha dicho. Una vocación, o sea, una llamada de Dios, un don del Espíritu Santo. Pero su predicación sobre el matrimonio quizás haya sido dificultada u oscurecida por el recuerdo de hechos delictivos cometidos por algunos clérigos.

Hay una parábola de Jesús que puede ayudar a comprender la dificultad de anunciar hoy el Evangelio: salió un sembrador a sembrar, pero la semilla cayó en suelos en los que no le resultaba posible arraigar o crecer. ¿Qué hará el sembrador? ¿Seguir echando semilla? Tarea inútil. Para que la semilla dé fruto tendrá antes que preparar la tierra. Ese es un problema de siempre: el Evangelio no se acoge automáticamente, requiere disposiciones para ser acogido. El predicador, en muchas ocasiones, antes de ponerse a predicar, deberá trabajar para que se den disposiciones que permitan la acogida.

Los escándalos del clero han provocado que, parte de la tierra de acogida de la Palabra, no esté en buenas condiciones. Peor aún, hoy, los escándalos han estropeado, empeorado y envenenado tierras buenas. Por eso, el anuncio del Evangelio se hace más difícil, puesto que requiere un trabajo de preparación mayor que si la tierra no hubiera sido estropeada. Para colmo, los estropeadores han sido aquellos que debían prepararla. Cuando se corrompen los que deben ayudar, todo se complica más. Cuando se corrompen los servidores públicos (jueces, policía), la degradación alcanza límites insoportables.

Yo no creo que los tiempos actuales sean peores que los pasados. De hecho, estos escándalos de los que hoy hablamos ocurrieron, en su mayor parte, hace ya un cierto tiempo. Pero hoy, hay más información y menos miedo para denunciar. Hoy, el disimulo o la ocultación termina por empeorar las cosas cuando los hechos salen a la luz.

Nunca ha sido fácil anunciar el Evangelio. Hoy es más difícil si cabe, debido precisamente a que la “tierra” que debe acogerlo está peor preparada. La paradoja es que esta peor preparación tiene su causa en aquellos mismos que estaban encargados de prepararla.

Ir al artículo

23
Ago
2018
Lo mío, ¿es mío o nuestro?
1 comentarios

emigrantes

En algunos países centro y sudamericanos empieza a haber problemas de violencia y de rechazo con los venezolanos y nicaragüenses que huyen de sus propios países, porque en ellos ya no es posible no sólo vivir con un mínimo de dignidad, sino incluso vivir sin más. Lo mismo ocurre en nuestros países europeos ante la llegada de inmigrantes desde África. Se diría que estas personas vienen no sólo a buscar un espacio en nuestro territorio, sino a quitarnos lo nuestro. Efectivamente, no es lo mismo recibir a cinco personas que a cinco mil. Cuando el número de personas que buscan acomodarse en nuestros entornos es pequeño, es relativamente fácil hacerles sitio. Cuando son muchas las personas que llegan, no sólo necesitan mucho sitio, sino que parece que hasta quieren quitarnos el nuestro e imponernos sus costumbres.

Para un cristiano los principios son claros: la tierra es de todos. La casa, la tierra que ocupo, no es mía, es “nuestra”. Y como es nuestra, tengo que compartirla. La cuestión está en el compartir. ¿Cómo compartir de modo que mi renuncia no me perjudique ni a mi, ni a “los míos”? Los “míos” entre comillas, porque los que llegan de fuera también son “míos”. Pero es normal que considere más “míos” a los que conozco desde siempre, a aquellos con los que he crecido. De ahí la necesidad de políticas imaginativas, generosas y valientes para dar una respuesta a tanta gente que busca sencillamente vivir, para que la acogida de esas personas no sólo sea un beneficio para ellas, sino también para los acogedores.

Hubo un tiempo en el que la emigración de españoles a América o a Francia, Suiza y Alemania, redundó en beneficio mutuo de esos países y de las personas que allí llegaban. Ya sé que los tiempos han cambiado. Pero el principio sigue siendo bueno: hay que encontrar el modo de que la acogida de inmigrantes sea buena para el acogido y para el acogedor. Por otra parte, hay que presionar a nuestros gobiernos, supuestamente democráticos, para que ayuden al desarrollo de los países más pobres y tomen medidas políticas en contra de esos regímenes que solo buscan perpetuarse a costa del bienestar de sus ciudadanos.

Hubo un tiempo en que Europa consideraba que el mundo era “suyo”. Y por eso, se dedicó a ocupar tierras no europeas. Ahora que los no europeos, no sé si por convicción, pero al menos por necesidad, consideran que el mundo es de todos, y por tanto Europa también es suya, esos europeos que antes consideraron que el mundo era suyo, ahora piensan que el mundo quizás sea de todos, pero Europa es sólo de los europeos.

Ir al artículo

20
Ago
2018
¿El que no crea se condenará?
3 comentarios

arbolenmonte

“El que no crea se condenará”. Son palabras que el evangelista pone en boca de Jesús. Parecen muy claras. Están además en perfecta consonancia con otras afirmaciones del Nuevo Testamento: “sin fe es imposible agradar a Dios”. Pero me parece que no llegamos a captar su sentido más profundo si no nos preguntamos qué significa creer, tanto para el Nuevo Testamento como para la Tradición de la Iglesia.

Muchos entienden y reducen el tener fe a conocer y aceptar una serie de verdades sobre Dios. En realidad, la fe es un encuentro con el Dios que se nos revela en Jesucristo. Un encuentro que supone una acogida que transforma la existencia. Pero para que haya encuentro y acogida no es suficiente un mero “conocer” a la persona y, menos aún, conocer lo que sobre la persona dicen otros. Análogamente, para rechazar a alguien (y eso es la falta de fe) no basta con “no conocer”. El que “no conoce” no puede rechazar y, por tanto, no puede “no creer”. No creer supone haber conocido y acogido.

Esta comprensión más profunda de la fe nos permite decir que el “no creer” es más un asunto de creyentes que de no creyentes, o sea, para “no creer” hace falta haber conocido y haberse enterado. Los que no se han enterado, los que nunca han oído hablar de Jesucristo, los que sólo han oído hablar superficialmente de él, no pueden “rechazarle”, porque en realidad no saben lo que rechazan. Por eso digo que el “no creer” quizás sea más un asunto de los que están dentro que de los que están fuera. Así resultaría que la afirmación “el que no  crea se condenará” es más una advertencia para los de dentro que una condenación para los de fuera; más una llamada de atención para los que un día tuvieron oportunidad de conocer a Jesucristo y no tanto una maldición para los que todavía no le han conocido o no le han conocido suficientemente bien.

Ir al artículo

16
Ago
2018
¿Qué pensaría mamá?
2 comentarios

galaxia

Confrontar a una persona con un ser querido o con intereses que le afectan muy de cerca, pudiera ser (en algunas ocasiones) un modo de salir de situaciones límite, de callejones sin salida. El pasado día 8, la prensa publicaba parte de la transcripción de los interrogatorios de la policía al joven de 19 años que había matado a tiros a 17 personas en un instituto de Parkland (Florida). Nikolas, así se llama el joven, sostenía que el diablo le dictaba lo que debía hacer. De este relato, me ha interesado el momento en el que su hermano menor entra en la celda, y le pregunta: “¿Qué crees que pensaría mamá?”. “Lloraría”, respondió Nikolas. La pregunta colocaba al joven en el ámbito de la propia responsabilidad, lejos de esas excusas incoherentes que transmiten la responsabilidad de nuestros actos a Dios o al diablo.

Hay preguntas que obligan a uno a enfrentarse consigo mismo. Pero hay que saber hacerlas. Me contaron que, a un famoso misionero dominico en tierras mayas, se le presentó una feligresa, buena cristiana, y tras decirle que estaba embarazada involuntariamente y de muy malos modos, añadió que estaba considerando la posibilidad de abortar. Tras un rato de conversación en la que la muchacha seguía dudando, el dominico le pidió que le acompañara. Fueron hasta la Iglesia parroquial, entraron en la capilla del Santísimo, rogó a la chica que se sentara, y le dijo, señalando al sagrario: “dígaselo a él”.

Hace bastantes años, a una pareja de buenos cristianos, les comunicó el médico que ella estaba embarazada de muy pocos días. Se alegraron mucho, porque se trataba de un embarazo deseado. La tristeza apareció cuando el médico añadió, con muy buenos motivos, que las posibilidades de que naciera una persona con serios problemas físicos y mentales, eran muy altas. El médico aconsejaba el aborto. La pareja, hecha un mar de dudas, vino a hablar conmigo. Yo escuchaba con respeto y me limité a decirles: “no hace falta que os diga lo que yo pienso; pensadlo vosotros bien”. Al cabo de quince días volvieron a verme. Habían decidido no abortar. Les pregunté el motivo: “después de la conversación que tuvimos contigo, hemos pensado que quizás nazca un niño desgraciado; pero también hemos pensado que, si abortamos, los desgraciados seremos nosotros”.

Confrontar, ayudar a pensar, no imponer, no forzar. Encontrar la palabra oportuna y, sobre todo, la pregunta oportuna, puede ayudar a las personas a tomar las decisiones correctas, sobre todo cuando hay buenos motivos para tomar lo que, desde fuera, sin ponerse en la piel del otro, uno considera incorrecto.

Ir al artículo

12
Ago
2018
María, cristal cromado
0 comentarios

vidriera

En un reciente post relacioné a Santo Domingo con San Vicente Ferrer, aprovechando que estamos celebrando los 600 años de la muerte del santo valenciano. Estando próxima la fiesta de la Asunción de la Virgen María, voy a recurrir de nuevo a San Vicente, para ofrecer tres imágenes (de entre las muchas que podemos encontrar en sus sermones) que utiliza para calificar a María y explicar la encarnación del Hijo de Dios en su seno virginal.

María es la esclavina del peregrino. Con esta imagen el santo explica la encarnación de Cristo: la esclavina sería María; el peregrino, Cristo. Pues bien, del mismo modo que la esclavina cubre el cuerpo del peregrino, la carne que le dio María cubrió la divinidad del Verbo. Esta esclavina cambió de color a lo largo de la existencia de Cristo: en la cruz se hizo roja, al morir se hizo negra. La metáfora sólo la he encontrado en san Vicente, pero nuestro predicador cita a Santo Tomás de Aquino para dejar claro que la carne de Cristo era humana, al ser la carne de María.

María es como un cristal cromado. Esta imagen le sirve para explicar la virginidad. Así como el rayo del sol atraviesa un cristal sin romperlo, así Cristo, al nacer, preservó la integridad de su madre. La virgen, que es el cristal, da al Verbo, que es el rayo, la naturaleza humana. La imagen del cristal se encuentra en otros autores y ha sido explotada por algunos Papas. Pero nuestro santo ofrece un matiz muy interesante: la Virgen es cristal “cromado”, de modo que cuando el rayo del sol atraviesa ese cristal, lo perfecciona y embellece. Cuando el Verbo tomó carne en las entrañas de santa María, ella quedó sobrenaturalmente embellecida con la gracia de la maternidad.

María, pergamino. Es otra imagen que utiliza el santo: María es un pergamino, la página humana en la que el Padre escribe su Palabra eterna. Evidentemente, se trata de imágenes, pero no hay que olvidar que todo lo que decimos de Dios son pálidos reflejos, en nuestro pobre lenguaje humano, de lo que Dios es. O mejor, de lo que Dios no es. En realidad, nuestras proposiciones más que describir positivamente a Dios, lo que hacen es indicar algunos límites negativos de lo que no es. Pero ese es otro tema. Aquí se trataba de homenajear a María, en la fiesta de su Asunción, utilizando algunas bellas metáforas que le dedica San Vicente Ferrer.

Ir al artículo

9
Ago
2018
Inadmisible, la pena de muerte
2 comentarios

luzfrentemuerte

Mientras el presidente de los Estados Unidos amenaza con ampliar el uso de la pena de muerte, el Papa Francisco acaba de ordenar que se cambie el Catecismo de la Iglesia, para que no quede ningún resquicio que, por parte católica, pueda justificarla. El cambio declara “inadmisible” la pena de muerte. En realidad, el texto enmendado ya la declaraba prácticamente inadmisible, pues sólo la justificaba cuando no hubiera otro modo de defender el bien común, añadiendo que era muy dudoso que hubiera algún caso en el que este supuesto se diera.

Cuando apareció el Catecismo, publiqué un artículo el que indicaba que el texto sobre la pena de muerte, tal como salió, no estaba en línea con las modernas posiciones del Magisterio, desde el Vaticano II hasta Juan Pablo II (que fue el Papa que promulgó el Catecismo). El Papa Francisco ha dado un paso que estaba implícito, por no decir casi explícito, en el Magisterio precedente. La base de la inadmisibilidad de la pena de muerte es la dignidad de la persona humana que, en toda circunstancia, la conserva. Como bien dijo Juan Pablo II, “ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante” (Evangelium vitae, n. 9). La dignidad humana no se pierde nunca, pues no depende de las buenas o malas acciones que uno cometa, sino de la huella de Dios con la que ha sido creado todo ser humano.

Decir que la Biblia “justifica” la pena de muerte es no entenderla. La Palabra de Dios está siempre a favor de la vida, aunque una mala lectura fundamentalista y literalista de la Biblia puede encontrar citas que avalan la pena de muerte, del mismo modo que una mala lectura de la Biblia avala la esclavitud o la sumisión de la mujer. Pero la Biblia, como todos los textos escritos, y más si son antiguos, requiere interpretación. La exégesis, la teología y el Magisterio nos ayudan a comprender bien la línea de fondo de la Escritura, aunque, a veces, se requiera tiempo para una buena comprensión de ciertos textos.

Yo mismo he escrito que, en su defensa de la vida del no nacido, la Iglesia se cargará tanto más de razón, cuanto mejor defienda las vidas de los bien nacidos. Los criminales están entre los bien nacidos, aunque sus acciones puedan parecer propias de gente “mal nacida”. Hoy hay modos de impedir que, una vez arrestados, vuelvan a cometer tales delitos. Eso dejando aparte que Dios siempre confía en la capacidad de arrepentimiento y conversión de todos y cada uno. Porque nos ama incondicionalmente y con él siempre hay nuevas oportunidades.

Este cambio en el Catecismo resulta más coherente con el moderno Magisterio de la Iglesia, con una buena lectura de la Palabra de Dios y con el progreso de la teología. Y también con la mayor conciencia que la Iglesia va cobrando de la dignidad de la persona humana.

Ir al artículo

6
Ago
2018
Vicente, discípulo de Domingo
3 comentarios

vicenteferrer

Este año quiero rendir homenaje a Domingo de Guzmán, cuya fiesta celebramos el 8 de agosto, recordando la gran influencia que ha tenido en la historia de la Iglesia. Posiblemente una de sus principales aportaciones ha sido recordar la importancia de la predicación para la transmisión, el crecimiento y la maduración de la fe. Donde hay buena predicación, la fe tiene grandes posibilidades de arraigar y mantenerse. Donde hay mala predicación surgen fanatismos, fundamentalismos y ateísmos.

Los buenos discípulos son los mejores elogios y las mejores prolongaciones de los buenos maestros. Un buen discípulo de Domingo que, posiblemente ha sido el mejor predicador que ha tenido la Orden por él fundada, es Vicente Ferrer, cuyo jubileo estamos celebrando. Es llamativo el paralelismo que encontramos entre los motivos que movieron a Domingo y Vicente al “oficio” de la predicación.

En efecto, con San Vicente Ferrer se repite, en parte, la misma historia que le ocurrió al fundador de su Orden, Domingo de Guzmán. En una sociedad supuestamente religiosa y cristiana, Domingo, al llegar al sur de Francia, se sintió impulsado a predicar porque constató las muchas carencias de aquellas personas, debido a que quienes debían predicarles, o sea, los Obispos, no lo hacían, y sin embargo los herejes eran los que anunciaban la palabra de Dios, con el consiguiente peligro de apartar a sus oyentes de la pureza de la fe. Vicente Ferrer, en las zonas del actual norte de Italia se encuentra con la gran influencia de la herejía cátara y valdense. En una carta escrita de su puño y letra al Maestro de la Orden, san Vicente Ferrer cuenta su experiencia y sus trabajos.

Después de relatar que visitó repetidamente la diócesis de Turín “predicando la fe y la doctrina católica, y refutando los errores” que por allí abundaban, tiene un párrafo que no tiene desperdicio y que refleja muy bien la situación de entonces, que también en parte podría ser la situación de hoy: “advertí que la causa principal de estas herejías y errores es la ausencia en ellas de predicación, pues como supe con certeza de las mismas gentes, habían pasado más de treinta años sin que nadie les predicara, salvo herejes valdenses, que acostumbraban a visitarlos dos veces al año. Por todo ello consideré cuánta culpa tienen los prelados de la Iglesia y otros que por su oficio o profesión están obligados a predicar y, sin embargo, prefieren quedarse tranquilos en las grandes ciudades, o villas, viviendo en lujosas mansiones, rodeados de todas las comodidades. Mientras, por el contrario, las almas, por cuya salvación murió Cristo, perecen por falta de alimento espiritual”.

Ir al artículo

29
Jul
2018
De la mesa a la misa
4 comentarios

misa

Los primeros cristianos celebraban la Eucaristía en el curso de una cena, alrededor de una mesa. Al hacerlo así manifestaban que el contexto adecuado de la celebración es el amor fraterno y el compartir los bienes, que es lo propio de los hermanos. En esta cena se consagraba el pan y el vino, y los hermanos se ofrecían unos a otros la comida que llevaban, como gesto de fraternidad. Cuando estos “ágapes” degeneraron y, en vez de compartir, cada cual comía de lo suyo, unos buenos manjares y otros una pobre comida, san Pablo se enfada, porque han olvidado lo que en realidad significa la mesa (ver 1 Cor 11,20-22). Estos abusos, la evolución histórica y el crecimiento de la Iglesia hicieron que, en el transcurso del tiempo, la celebración de la eucaristía, prescindiera del contexto de la cena.

Así la mesa se convirtió en misa. Ahora bien, esta evolución de la mesa a la misa pudiera tener su interés. La palabra “misa” tiene dos significados. Por una parte, el término misa era una palabra usada, a partir del siglo IV, para despedir a los fieles al final de la ceremonia. En Roma se decía “ite, missa est” para despedir a las asambleas. Pero el término misa significa también “enviado”. Misa viene de missio, de misión, de misionero, de enviado. Al final de la celebración los fieles son “enviados”. ¿Enviados a qué? A dar testimonio de lo que acaban de vivir.

La palabra misa nos orienta hacia un aspecto importante de la mesa, a saber: que la mesa no es para quedarse en ella, sino para dejarla, para salir afuera y pregonar lo que significa y ocurre alrededor de la mesa. Los cristianos vivimos dentro lo que queremos extender fuera. El amor entre los hermanos es un signo para que el mundo crea. No es un signo que nos encierra en nosotros mismos, sino que nos abre a los demás, sin excepciones. De ahí que el amor cristiano comienza por ser fraterno y se convierte en universal, llegando al extremo del amor al enemigo. La comunión con Jesús resucitado, la eucaristía, nos impulsa a un amor universal. Entre otras cosas porque la eucaristía remite a una vida que se entregó por todos los hombres, buscando la misericordia y el perdón para todos.

Ir al artículo

Posteriores Anteriores


Logo dominicos dominicos