Logo dominicosdominicos

Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

25
Jul
2018
En un mundo perfecto
3 comentarios

mundoperfecto

“En un mundo perfecto, en los bares sólo sonarían mis canciones favoritas”. Esa era una de las frases que, el pasado martes 24 de julio, debían adivinar los concursantes del programa “La ruleta de la fortuna”, concurso que emite uno de los canales de televisión de esta España de nuestros amores.

Como broma o diversión veraniega, no está mal. Pero la idea que transmite es superficial a más no poder. Se diría que nos conformamos con muy poca cosa. Y, sin embargo, la ambición humana no tiene límites. No tiene límites ni para el bien, ni para el mal. En ambos casos, el creyente ve en esta falta de límites un reflejo (en positivo y en negativo) de la imagen de Dios que es constitutiva de la persona. Para lo primero, para conformarse con poca cosa, no hace falta pensar. Para darse cuenta de lo segundo, de que la ambición humana no tiene límites, o sea, de que siendo finitos tenemos deseos infinitos, hace falta pensar un poco. Algunos programas de televisión están hechos, precisamente, para no pensar.

¡Extraña paradoja! Para unos, un mundo perfecto sería un mundo repleto de bares con buena música y buena bebida. Y, sin embargo, para otros, en un mundo perfecto, habría pan para todos; no habría pateras que se lanzasen al mar mediterráneo; el amor sería lo determinante de toda relación, sea personal, sea comunitaria; en un mundo perfecto la muerte (todo tipo de muerte: paro, enfermedad, sufrimiento, soledad, guerras, enemistades, envidias…) habrá sido vencida. Ya sé que, en este mundo, tenemos que contar no sólo con las limitaciones, sino también con el egoísmo humano. Pero, aún así, hay mucho margen de mejora. Y la mejora depende de nosotros.

Ir al artículo

22
Jul
2018
¿Obispos golpistas?
0 comentarios

danielortega

Que un gobierno acuse públicamente a los Obispos de su país de golpistas parece muy extraño a estas alturas del siglo XXI. Eso es lo que ha hecho del gobierno de Nicaragua, presidido, al menos hasta ahora, por Daniel Ortega, ese líder sandinista que, en otros tiempos, gozó del apoyo de muchos cristianos y de muchos clérigos. Más aún, dos sacerdotes famosos formaron parte de sus primeros gobiernos. Los tiempos han cambiado y ahora, no solo cristianos y clérigos, sino estudiantes, campesinos y empresarios, están clamando para que cese la represión en Nicaragua, que ha producido ya cientos de muertos, miles de heridos, miles de personas escondidas y muchas otras encarceladas y torturadas. Cuando un gobierno se mantiene de esta forma, es seguro que es un pésimo gobierno.

Los Obispos nicaragüenses han intentado mediar para encontrar una salida pacífica a la crisis. Pero claro, cuando de lo que se trata es de mantener el poder a toda costa, los márgenes de negociación son muy pobres. Daniel Ortega se niega a adelantar elecciones; más aún, lo que intenta es perpetuarse en el poder, bien directamente, bien colocando a su esposa en la jefatura del estado. Así se comprende que todo el que no contribuya a ese objetivo sea calificado de revolucionario y mal patriota. Los Obispos de Nicaragua están en esta lista de malos patriotas. Son atacados y golpeados por fuerzas paramilitares. Se mata dentro de las Iglesias. No se respeta nada.

Yo no tengo datos para analizar las causas que han llevado a Nicaragua a su actual situación. Pero tengo conocidos, que viven allí o cerca de allí, que me certifican que el principal causante de la triste, lamentable y penosa situación del país es el matrimonio formado por Daniel Ortega y Rosario Murillo. Ortega ha tenido la desfachatez de decir: "Hoy podemos repetir, como hace 38 años, ¡aquí Nicaragua libre!". ¿Libre? ¡Por favor! Donde hay muertos, no hay libertad, ni justicia, ni nada bueno.

En muchos lugares del mundo se han solicitado oraciones por la paz en este país centroamericano. Es una de las maneras que tiene el cristiano de tomar postura a favor del bien y en contra del mal. Como todo grano, aunque no haga granero, ayuda al compañero, ofrezco un dato que seguramente no tendrá ningún titular de prensa, pero que manifiesta la amplitud de la solidaridad cristiana a favor de la paz y la reconciliación en Nicaragua: el lunes, día 23 de julio, en una céntrica Iglesia de Palma de Mallorca, a las 19 horas, el Obispo de la diócesis, Sebastián Taltavull, ha convocado a los creyentes a orar por este país hermano. Por cierto, la parroquia es también un santuario dedicado a la Virgen de la Salud. Que ella conceda la salud a todos los nicaragüenses de buena voluntad.

Ir al artículo

20
Jul
2018
Pedid lo que queráis y lo conseguiréis
1 comentarios

pedid

Resulta sorprendente esta palabra de Jesús: “pedid lo que queráis y lo conseguiréis” (Jn 15,7). ¿Seguro? ¿Lo que queramos? Esta palabra, situada en su contexto, nos ayuda a entender mejor la dimensión teologal de la oración de petición. Y nos ayuda a entender que toda oración, antes de ser petición, es expresión de amor. ¿Cuál la condición para conseguir lo que pedimos? “Si permanecéis en mi y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis”. El verbo permanecer indica una mutua inmanencia, una relación mutua, profunda, estable, permanente, un estar el uno en el otro por el amor. Permanecer indica amor verdadero. El amor implica unión de voluntades. Yo quiero hacer la voluntad del amado y el amado quiere hacer mi voluntad. Yo busco el bien del amado y el amado busca mi bien.

Todo lo que yo pido al amado no lo pido para mi, no lo pido pensando en mi, no busco mi bienestar, mi egoísmo o mi placer. Pido buscando el bien del amado, el bienestar y placer del amado. Pedir al amado es pedir que se haga su voluntad. Por eso, Jesús, el amado y el amante por excelencia, nos enseñó a dirigirnos al Padre, el que merece todo nuestro amor porque nos ama con un amor inigualable, diciendo: “hágase tu voluntad”.

El que pide, “permaneciendo” en el amado, estando unido a él, sólo pide que se haga la voluntad del amado. Se comprende así, que siempre consigue lo que pide. Pero, en nuestro caso, la voluntad del amado es la salvación del amante. Toda oración auténtica es un paso hacia la salvación. Y antes de ser una petición, es un coloquio de amor, un encuentro con el amado, al que yo le expreso mis preocupaciones, sabiendo que puestas en sus manos y cumpliéndose a su manera, es como mejor repercuten en mi propio bien.

Vista así, la oración de petición tiene una dimensión teologal, que es la que le da todo su valor. Vemos ahí, desde esta perspectiva, una dimensión nueva de la oración de petición, una dimensión teologal, que se convierte en encuentro entre amigos y coloquio entre amigos.

Ir al artículo

16
Jul
2018
Cuando la excelencia es lo normal
2 comentarios

fuente

Mi buen amigo y poeta Antonio Praena, me provoca para que remate una frase incompleta que le he dedicado a propósito de una entrevista que le han hecho después de haber ganado varios premios de poesía. Esta es la frase, que puede terminarse de muchos modos: “cuando la excelencia es lo normal…”. ¿Qué ocurre cuando la excelencia es lo normal? O sea, lo habitual. Porque, en este mundo nuestro, y algunas instituciones religiosas no son una excepción, lo habitual es la mediocridad. O la ambición. O el aferrarse al poder. ¿Qué está ocurriendo sino en Nicaragua o en Venezuela, o en la Iglesia chilena, en la que las dimisiones habidas han sido “dimisiones forzadas”?

Para hacer de la excelencia lo normal se necesita esfuerzo, fortaleza, constancia, mirada lúcida. No hace falta ser “listos”, hace falta ser “buenos”, honrados, comprensivos. Cuando consigamos que la bondad sea lo normal, habremos anticipado el reino de los cielos. Cuando consigamos que el respeto sea lo normal, habremos logrado la fraternidad evangélica. En materia religiosa necesitamos mucha normalidad, la normalidad de los que viven su fe en lo cotidiano, sin aspavientos, sin amenazas. Cuando la excelencia es lo normal, estamos en el buen camino. Se abren puertas a la esperanza. Se ilumina la vida propia y la ajena. Cuando la excelencia es lo normal encontramos a Dios en la normalidad.

En demasiados lugares de este mundo lo normal es la antipatía, o la envidia, que son odios suavizados. Y, sin embargo, el odio corroe fundamentalmente al que odia. El día que lo normal sea el amor, ese día estaremos en el cielo. Hacer de esta tierra un cielo es lo propio de las personas normales.

Ir al artículo

12
Jul
2018
Rosario para ganar el mundial de futbol
5 comentarios

campodefutbol

Croacia jugará el domingo contra Francia la final de la copa del mundo de fútbol. El entrenador de Croacia, fervoroso católico, durante los partidos de este campeonato, toca el rosario que lleva en el bolsillo cada vez que percibe que su equipo lo pasa mal sobre el terreno de juego. ¿Ayudará este toque de rosario a ganar el partido final contra Francia?

Tanto en Croacia como en Francia es seguro que hay buenos católicos aficionados al fútbol. ¿Qué eficacia tiene la oración en el caso de que unos y otros se pongan a pedir a Dios que gane su equipo? Sólo puede ganar uno. ¿Tomará Dios partido por alguno de los dos contendientes? ¿Y cómo saber qué partido toma Dios?

Este tipo de planteamientos y de preguntas no tienen sentido, ni humana ni religiosamente. Rezar o tocar el rosario, con el fin de que un equipo gane un partido de futbol, es convertir el rosario en un talismán, o sea, un objeto que no tiene ningún efecto real, pero al que se le atribuye el poder mágico de dar salud o fuerza a quién lo lleva. Un amuleto puede tranquilizar a quién lo toca, calmarle los nervios, en virtud de una impresión psicológica subjetiva. El rosario se convierte así es una especie de efecto placebo, que carece de todo poder orante real, pero produce en el sujeto una sensación placentera o tranquilizante.

La oración es otra cosa. No consiste en pedir a Dios que se cumplan nuestros caprichos, ni siquiera que se cumplan nuestros deseos, aunque es lógico que, ante una verdadera necesidad, el orante pida que se cumplan sus deseos. Pero siempre lo hace subordinando sus deseos a la voluntad de Dios, convencido de que la voluntad de Dios es lo mejor que le puede ocurrir a su vida, porque Dios siempre quiere nuestro bien.

Puestos a rezar por mi equipo favorito, lo que hay que pedir es que ningún jugador se comporte de forma violenta o antideportiva, que los aficionados se respeten y disfruten del buen juego, que sepan aceptar con dignidad el resultado. Lo que Dios quiere no es que gane uno u otro equipo, sino que todos nos comportemos como hermanos y sepamos reírnos de las cosas secundarias, para concentrar nuestras fuerzas en las principales. Y la principal es que todos estemos bien, que nos queramos bien, que busquemos el bien ajeno y el propio.

Ir al artículo

11
Jul
2018
Si nuestro corazón nos condena
2 comentarios

corazón

La palabra que otro me dirige puede tener propiedades curativas para el espíritu. Cierto, la palabra puede irritar, pero también tranquilizar. Puede hacer pensar y puede consolar. “De una misma boca proceden la bendición y la maldición” (Stg 3,10). El lenguaje puede cambiar la realidad.

Hay palabras que nunca se olvidan, quizás por el estado de ánimo en el que fueron escuchadas. Hace unos días, una persona tuvo la confianza de contarme como hace 45 años alguien le dijo una palabra que le ayudó y que nunca ha olvidado: “si nuestro corazón nos condena, Dios es más grande que nuestro corazón”. Enseguida me di cuenta de que se trata de un texto de la primera carta de Juan. Escuchar esta experiencia me hizo pensar. Cuando todos nos condenan, siempre hay alguien que nunca condena: el Hijo, enviado por Dios, no para condenar, sino para salvar (cf. Jn 3,17). Incluso cuando somos nosotros mismos los que nos condenamos, poner nuestra mirada en Jesús y recordar el texto de la primera carta de Juan puede resultar consolador y devolvernos la esperanza: “en caso de que nos condene nuestra conciencia, Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo”.

Conoce todo, nos conoce mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos. Por eso nos comprende mejor de lo que nos comprendemos nosotros mismos. Y porque nos conoce a fondo, no nos condena, busca por todos los medios el modo de salvarnos. Ya lo dice el Vaticano II en una frase memorable: Dios, “por los medios que sólo él conoce”, puede conducir a los seres humanos a la salvación. Nosotros conocemos muy poquita cosa de las demás personas. Por eso condenamos fácilmente. Al hacerlo no imitamos a Dios. Cuando condenamos nos creemos muy justos, justos con la pobre justicia de los hombres, muy alejada, en demasiadas ocasiones, de la justicia salvífica de Dios.

Ir al artículo

7
Jul
2018
Dios nos alcanza en la soledad originaria
3 comentarios

blancomalva

“La virginidad de las consagradas expresa la confianza absoluta en el Señor Jesús, que alcanza a la persona en el corazón de su humanidad, en su soledad originaria, justamente allí donde está impresa indeleblemente la imagen de Dios y la semejanza a Él, y donde, a pesar de las caídas y de las heridas del pecado, es posible renovar la vida según el Espíritu”. En estas palabras, sacadas de un reciente documento de la Santa Sede sobre las vírgenes consagradas, podemos distinguir dos partes. Primero se afirma que la virginidad de las consagradas es expresión (aclaro y matizo: una posible expresión, puede haber otras) de la confianza absoluta en el Señor Jesús. Luego se añade que el Señor Jesús (se entiende: Cristo resucitado) alcanza a toda persona en su soledad originaria. Me parece una imagen muy sugerente.

Soledad originaria: allí donde nadie se parece a nadie, allí donde estamos de verdad con nosotros mismos, allí donde nadie puede alcanzarnos ni comprendernos, allí está la imagen de Dios, allí está el Espíritu Santo, capaz de regenerar permanentemente nuestra vida, a pesar de todos los pesares y, sobre todo, a pesar de todo lo que opinan los que, por un motivo u otro, y de una u otra manera, nos desprecian. Allí, en la soledad originaria, en el fondo del ser, allí está Dios. El Dios de la inmensa riqueza, de la desbordante bondad, de la sobreabundancia de gracia, que precisamente por eso, por sobreabundante, nos hace únicos e irrepetibles. Su imagen se personaliza en cada uno, su imagen encuentra en cada uno matices únicos, que hacen de cada uno de nosotros seres insustituibles.

En este mundo, se diría que todos somos sustituibles. Somos fácilmente reemplazables. Lo que yo hago, lo puede hacer otro. Si yo me voy, otro ocupa mi lugar. A los ojos de los que así piensan, la vida humana vale poco. En realidad, no vale nada. La de “los otros”, claro. La única vida que consideran válida es la suya. Ese es su error, su grave error. Ante Dios somos únicos, no hay otro como yo, nadie puede ocupar mi lugar. Por eso, Dios me ama con un amor personal, me quiere personalmente como soy. Porque no hay otro tan maravilloso ni estupendo como yo. Para Dios todas las vidas son valiosas, porque cada vida es insustituible.

Ir al artículo

4
Jul
2018
Gritando fuertemente se taparon los oídos
2 comentarios

martirioesteban

A causa del testimonio que daba de Jesucristo, el diácono Esteban fue asesinado a pedradas, según el libro de los Hechos de los Apóstoles. El relator cuenta que la gente estaba rabiosa. Y ofrece este interesante detalle: “gritando fuertemente se taparon los oídos y se precipitaron todos a una sobre él”. A la gente que no quería escuchar a Esteban no les bastaba con gritar a pleno pulmón, además se taparon los oídos. O sea, impedimento sobre impedimento. Suprema imposibilidad de escucha.

Me pregunto si no será esta la situación de muchas personas de nuestro mundo ante el anuncio del evangelio. Por una parte, el mundo está lleno de ruido y de furor, son muchas las distracciones que dificultan el ver y el oír, hay tantas ofertas, tantas seducciones, tantos reclamos, que muchos no tienen ni tiempo, ni ganas, ni humor para escuchar ninguna noticia que vaya más allá del placer o del interés inmediato. Estamos en una sociedad poblada de aullidos. Pero además de este ambiente negativo, que dificulta enormemente la escucha, se diría que algunos además se tapan los oídos, o sea, que al ambiente negativo hay que juntar la falta de interés de los posibles oyentes. No les interesamos, no nos quieren oír. El mundo no quiere que nos oigan y ellos no nos quieren oír.

Este es el “lugar” en el que los creyentes debemos dar testimonio de Jesucristo. Para empezar, no debemos quejarnos de lo mal que está todo, y culpar a los oyentes porque no pueden y, en ocasiones, no quieren escucharnos. Lo que debemos hacer es situarnos en este ambiente para encontrar en él algún resquicio en el que decir una palabra que despierte interés. Una palabra que puede ser verbal, pero también puede ser gestual. O sea, nuestra vida es una palabra fuerte que puede ser oída; nuestra vida puede plantear preguntas, y así preparar para la escucha de la respuesta. En este “lugar” estamos llamados a dar testimonio de Jesucristo, conscientes de las dificultades, pero sin acobardarnos por ellas.

No es fácil decir como se contrarrestan los gritos y los oídos tapados. Cada uno deberá buscar soluciones imaginativas, según el ambiente en el que le toca vivir. Pero sin duda, una buena contra-influencia a las malas influencias del mundo, es una exposición significativa de la doctrina y una coherencia de vida con el evangelio. Nunca ha sido fácil ser testigo del evangelio. Pero nunca ha sido más necesario, porque, a pesar del ruido, del furor y del poco interés de la gente, el evangelio es lo que más necesitan y lo que, en el fondo todos buscan, aún sin saberlo.

Ir al artículo

30
Jun
2018
Formulación negativa del primer mandamiento
2 comentarios

amanece

El primer mandamiento de la ley de Dios, como nos recuerdan los catecismos católicos y luteranos, es: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. La fórmula proviene de san Agustín, aunque tiene un buen fundamento bíblico: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6,5). Aunque no sea cosa muy conocida, lo cierto es que la primera formulación de este primer mandamiento fue negativa: “No tendrás otros dioses fuera de mi” (Ex 20,3; Dt 5,7).

El interés de esta formulación negativa está en lo concreto que resulta. En positivo es difícil decir en qué consiste exactamente amar a Dios, de la misma forma que es imposible decir exactamente quién es Dios. Dios es el innombrable, del que no es posible hacerse imagen alguna. Como decía Tomás de Aquino conocemos a Dios como a un desconocido. De Dios sabemos más lo que no es que lo que es. En continuación con esta idea, ¿cabe decir que amar a Dios es, en primer lugar, saber lo que no hay que amar?

Amar a Dios significa sentirse insatisfecho con lo que uno es y tiene. Cuando uno está satisfecho con lo que tiene, ya no desea otra cosa. En lo que le satisface pone todo su amor. Si con lo que hay en este mundo ya nos sentimos colmados, si en este mundo encontramos una respuesta suficiente para todas nuestras preguntas y anhelos, no necesitamos para nada a Dios.

En negativo, amar a Dios es algo muy concreto: “no tendrás otros dioses fuera de mi”. O sea, para amar a Dios hay que comenzar por desprenderse de los ídolos (dinero, poder, nación, bandera, prestigio). Pues hay amores que son incompatibles: “no podéis servir a Dios y al dinero”.  Y, aunque, no amar al uno no implica automáticamente amar al otro, sí que amar al uno exige no amar al otro.

Si los dioses y señores de la tierra no me satisfacen (Salmo 16) ni me salvan de la angustia y, por eso, no pongo en ellos mi corazón, entonces mi corazón puede abrirse a otras perspectivas que le satisfagan y está preparado para poder amar a Dios, el único que puede llenar el corazón humano.

Ir al artículo

26
Jun
2018
En Cristo, ni hombre ni mujer
4 comentarios

vacío

Los prejuicios que, desgraciadamente, han influido en consideraciones sobre superioridades de unas personas sobre otras también se han dado en el campo religioso. San Pablo parece justificar el orden patriarcal con su teoría sobre “la cabeza”, cuyo resumen es este: “la cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la mujer es el hombre” (1 Cor 11,3), de donde concluye: “las mujeres han de estar sumisas a sus maridos como al Señor” (Ef 5,21-24). Estos textos merecen un análisis más detallado, que ahora no puedo hacer. Solo digo una cosa: situados en su contexto literario e histórico, seguramente son menos lesivos para la mujer de lo que a primera vista parece. Pero lo cierto es que esta doctrina, interpretada sin matices, será usada históricamente para justificar la inferioridad femenina.

Sin embargo, encontramos en el mismo san Pablo, una “bomba de relojería”, que sólo con el tiempo producirá sus efectos, cuando dice: en Cristo “ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3,26-28). Y en la carta a los Colosenses (3,9-12) añade: “ni circuncisión e incircuncisión, ni bárbaro ni escita”. O sea, en Cristo quedan superadas las diferencias nacionales (ni judío ni griego), sociales (ni esclavo ni libre), sexuales (ni hombre ni mujer), religiosas (ni circunciso e incircunciso), y raciales (ni bárbaro ni escita). Porque para Cristo todos somos iguales, hijas e hijos de Dios, gozando de la misma dignidad. Si diferencias hay, no es porque seamos distintos, sino porque realizamos de forma distinta la misma humanidad. Pero esta distinta realización es signo de la riqueza y belleza del Creador que se refleja en cada una de sus criaturas y en todas en su conjunto.

La fidelidad hoy al Espíritu pasa por el respeto a los derechos de la persona humana en todos sus aspectos y por el respeto a todas las diferencias. Estas diferencias nunca deben entenderse desde paradigmas que conducen a la exclusión, a la discriminación o a la sumisión, sino desde la consideración de la igualdad fundamental de todos los seres humanos, tal como ocurre con las personas de la Trinidad, que siendo tres, son iguales y co-eternas. Del mismo modo, la humanidad es plural, pero esa pluralidad deriva de la fundamental igualdad que, para los cristianos, tiene su razón en haber sido creados a imagen de Dios, y para los no cristianos debe tener su razón en la consideración de la común dignidad, que nos hace ver al otro como “otro yo” y, por tanto, debe ser tratado como me gustaría que me tratasen a mí.

Ir al artículo

Posteriores Anteriores


Logo dominicos dominicos