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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

4
Oct
2018
El Rosario, escuela de María
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El mes de octubre se celebra la fiesta de la Virgen del Rosario. Distintas asociaciones, que se acogen al amparo de esta advocación, celebran también su “día” durante este mes. Este año, el Papa ha recomendado a los fieles católicos que durante este mes de octubre recen cada día esta oración para “pedir a la Santa Madre de Dios y a San Miguel Arcángel que protejan a la Iglesia del diablo, que siempre pretende separarnos de Dios y entre nosotros”. Efectivamente, el término diablo significa separación. Lo diabólico siempre separa. Su contrario sería “símbolo”, que significa reunir. Lo simbólico (piénsese en el “símbolo” de apóstoles, en el Credo) siempre une. La fe en el símbolo de los apóstoles une al ser humano con Dios y une a los creyentes como hermanos. Lo diabólico separa a los seres humanos de Dios y los separa entre ellos.

Dado el momento que está atravesando la Iglesia, con críticas directas al Papa, cuando no insultos y descalificaciones, estoy convencido de que Francisco, en esta intención de oración está pensando sobre todo en la “separación entre nosotros”. Porque esas críticas al Papa también separan a los propios creyentes. Es lamentable que haya que salir en defensa del Papa y más lamentable aún que se le descalifique sin matices. De ahí, la oportunidad de rezar el rosario durante este mes de octubre, pidiendo precisamente por la unidad entre nosotros, los propios creyentes. El Papa busca también otra intención en este rezo del rosario: “que la Iglesia sea consciente de las culpas, de los errores, de los abusos cometidos en el presente y en el pasado, y comprometida a luchar sin ninguna vacilación para que el mal no prevalezca”. No hace falta insistir en lo oportuno de esta intención.

El Rosario es la escuela de María puesto que, al rezarlo, ella nos conduce a la contemplación de los distintos misterios de la vida de Cristo y, al contemplar esos misterios, acogemos al mismo Cristo. Ya Pablo VI entendía que el Rosario era la oración adecuada “para obtener la paz”. Esta paz hacia fuera, en la que pensaba Pablo VI, Francisco la pide también “hacia dentro”. Porque si los cristianos no vivimos en paz, difícilmente podremos ser ejemplo de paz para los demás. Si no estamos unidos, al menos en lo esencial, difícilmente podremos ser constructores de unidad en esta sociedad dividida y compleja.

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30
Sep
2018
El sínodo sobre los jóvenes ya está ahí
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sinodjovenes

El 3 de octubre está previsto que el Papa inauguré el Sínodo de los Obispos sobre “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Los obispos españoles han enviado a Roma una síntesis de las opiniones e inquietudes recibidas de 5.253 jóvenes, sacadas de distintas encuestas enviadas por movimientos juveniles de diócesis y congregaciones religiosas. Llama la atención un dato que, en parte, puede resultar contradictorio: más del 60 por ciento de los jóvenes españoles afirma sentirse escuchado por la Iglesia mientras que un 54 por ciento asegura no sentirse comprendido, y un alto porcentaje tienen la impresión de que no se acogen sus aportaciones. O sea, se sienten escuchados, pero no comprendidos. Si es así, estamos ante una mala escucha.

El Papa, en su reciente visita a los países bálticos, ha hecho una referencia expresa a estas reclamaciones que los jóvenes han planteado para el Sínodo. Tras citar la palabra de Jesús: “venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”, Francisco preguntó: “¿por qué los jóvenes ya no acuden a la Iglesia a aliviarse?”. Quizás no sabemos escuchar. “Muchos jóvenes no nos piden nada, porque no nos consideran interlocutores para su existencia. Algunos incluso piden que los dejemos en paz, sienten la presencia de la Iglesia como algo molesto y hasta irritante”, dijo también el Papa.

El tema de la escucha y de la comprensión es fundamental, es un presupuesto para que el evangelio sea recibido. La escucha supone confianza. Si no confiamos en los jóvenes es muy difícil que puedan aceptar lo que les decimos y proponemos. Cuando me acerco a un joven, me encuentro con alguien con ideas y costumbres distintas a las mías. Debo empezar por respetarlas. Acercarse no es esperar que vengan a buscarme y recibir educadamente. Es adelantarme e ir donde el otro está. Acercarse significa saber qué cosas son las que espontáneamente atraen a los jóvenes. En ocasiones, antes de proponerles un acto religioso, habrá que preguntar por sus intereses. Y siempre habrá que estar atento a sus necesidades. Si se trata de jóvenes que buscan trabajo desesperadamente, tenemos que empezar por solidarizarnos con ellos en esta búsqueda de trabajo.

Cuando yo era joven, ya notaba que mucha gente nos halagaba y nos decían que éramos el futuro y la esperanza de la Iglesia y de la sociedad. Con esas llamadas al futuro, trataban de apagar nuestra rebeldía presente. Sin duda los jóvenes, como cualquier persona, necesitan esperanza. Pero también necesitan presente. Necesitan razones para esperar, pero también razones para vivir. Para vivir hoy, aquí y ahora. Para sentirse felices hoy. Hay que hablarles del mañana, pero sobre todo responder a sus necesidades actuales. Y ellos, lo sepan o no, como todo ser humano, necesitan a Jesucristo. Por eso, el modo de presentar a Jesucristo deberá tener en cuenta su situación actual, su modo de ser, de pensar, de vivir. Eso requiere escucha, cercanía, confianza.

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28
Sep
2018
Misericordia y denuncia profética
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vacio03

El primer destinatario de la misericordia es la víctima. De ahí que un cristiano no puede dejar de hablar ni de actuar ante las víctimas. Una reflexión teológica sobre la misericordia no puede limitarse a ser una exhortación piadosa. Tampoco puede ser una llamada a la resignación y a la paciencia. En el seguimiento de Cristo estamos llamados a decir, denunciar, hacer e impedir. Una de las mejores síntesis de lo que fue la vida y el actuar de Jesús la ofrece el libro de los Hechos (10,38), cuando dice que Jesús pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos, porque Dios estaba con él. Pasó haciendo el bien: tomó postura a favor del bien. Curó a los oprimidos: se enfrentó con el mal y lo hizo retroceder. Porque Dios estaba con él: Dios siempre nos impulsa a hacer todo el bien posible y a evitar todo el mal.

En este sentido el cristianismo tiene repercusiones políticas, porque cuestiona determinadas posturas que van más allá de lo individual y entran en el terreno de lo social. Ponerse al lado de los que sufren y asumir su causa como algo propio implica, en muchas ocasiones, una toma de posición política. No se trata de politizar el evan­gelio ni la religión. Se trata de darse cuenta de que todo tiene repercusiones políticas. Cuando no se hace política de un tipo, se hace de otro. Las llamadas a la “no politiza­ción” frecuentemente esconden el “no compromiso”, el no molestar a los poderosos.

La misericordia tiene mucho que ver hoy con la defensa de los derechos humanos, el compromiso por la justicia y la paz. En estos campos los cristianos podemos colaborar con tantas personas que, desde posiciones religiosas distintas a la nuestra, e incluso desde posiciones no creyentes, luchan por la paz, la justicia, la integridad de la creación, en definitiva, por la dignidad humana.

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26
Sep
2018
El premio de la misericordia
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campoamapolas

El cristiano debe preguntarse cómo traducir hoy, en su diario vivir, la vida y el mensaje de Jesús. Una de las mejo­res traducciones del amor cristiano es la misericordia. Jesús declaró felices a los mi­sericordiosos, pero además añadió que la misericordia que se otorga, redunda en be­neficio propio, pues repercute sobre el donante: “felices los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7). La misericordia la damos en beneficio ajeno, pero rebota sobre el que la da y le beneficia. Tanto doy, tanto recibo; cuanto más doy, más recibo.

Hay unas bienaventuranzas, comunes a Mateo y Lucas, que se refieren a situaciones de privación: los pobres, los hambrientos, los afligidos, los perseguidos. Y hay otras, propias de Mateo, que se refieren a cualidades activas que regulan las relaciones con el prójimo. Y además se diría que tienen premio. Es el caso de la bienaventuranza sobre los misericordiosos: ellos alcanzarán misericordia. Ahora bien, la recompensa prometida no conlleva un cambio de situación, sino que evoca una relación nueva establecida entre el hombre y Dios: Dios será misericordioso con el que ha sido misericordioso con su prójimo.

La misericordia es amor gratuito que se vuelca sobre la miseria humana. No es un amor débil, sino fuerte. Su alcance es universal, pero se podrían distinguir dos grandes bloques de destinatarios de la misericordia. En primer lugar, los heridos que uno se encuentra al borde del camino. Ahí la misericordia se manifiesta en el cuidado del herido y el alivio de sus dolencias. El samaritano misericordioso (Lc 10,29-37) se­ría, en este caso, el paradigma de la actitud del cristiano con todos los heridos. En segundo lugar, los que me hieren a mi, me atacan o me desean mal. También con ellos el cristiano está llamado a adoptar actitudes misericordiosas.

Con toda persona, el cristiano está llamado a reflejar la actitud de Dios y de Jesús, que ama a los pecadores, a los que no se lo merecen, y da la vida por ellos. Se declara felices a todos aquellos que, a pesar de sus deseos de venganza más o menos solapados, de revanchismo, de hacer valer su razón siempre, de querer domi­nar a los que les rodean, son capaces de perdonar, de acoger con afecto a sus her­manos y a todas las personas.

La misericordia no es pasiva, no es aguante, no es soportar; es dinamismo, es una actitud activa que pone a contribución toda la fuerza de nuestro corazón. La misericordia atrae, para su ejercicio, todo el potencial acumulado por la acogida del Es­píritu Santo, que transforma nuestro corazón y nos hace valientes y decididos para enfrentarnos al mal y superar las situaciones de injusticia. La misericordia recapitula los frutos del Espíritu santo: amor, paz, paciencia, benignidad, bondad, mansedumbre (Gal 5,12).

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22
Sep
2018
Oración cortita pero linda, dijo el Papa
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papasentado

De “cortita, pero linda” calificó el Papa a una breve oración de San Vicente Ferrer, en uno de los “paréntesis” del discurso dirigido al Arzobispo de Valencia y a los sacerdotes que lo acompañaban, este pasado viernes. El discurso, tal como salió de su boca, lo pueden encontrar en este enlace. El Papa estaba animado, tranquilo, relajado, en buen estado físico. El discurso fue cercano, claro y profundo, tres características importantes de todo discurso inteligente, porque lo profundo no está reñido con lo cercano y claro.

La oración de San Vicente a la que el Papa calificó de “cortita, pero linda” dice así: “Señor, perdóname. Tengo tal defecto o pecado. Ayúdame”. Otro de los “paréntesis” del Papa fue cuando recordó una oración que le enseñó su abuela cuando tenía dos o tres años: “Mira que te mira Dios, mira que te está mirando, piensa que te has de morir y que no sabes cuando”. El Papa levantó la vista de los papeles y añadió: “Era un poco tétrica la cosa, pero me ayudó”.

Si leen el texto publicado notarán enseguida que las primeras palabras del Papa no estaban escritas en los papeles que le habían preparado: “primero les pido disculpas por la espera, pero se atrasa la primera, después se atrasa la segunda, la tercera… y la factura la paga la última”. Palabras de disculpa innecesarias por el pequeño retraso, pero bien manifestativas de su cercanía y de su cariño.

Al hablar de la cercanía con la que hay que atender a las personas y de la necesidad de salir al encuentro de los demás, el Papa volvió a citar a san Vicente Ferrer, diciendo: San Vicente tiene una bonita imagen de la Iglesia en salida: «Si el sol estuviese quieto en un lugar, no daría calor al mundo: una parte se quemaría, y la otra estaría fría».

Muy interesantes las preguntas con las que acabó su discurso, que valen para los sacerdotes y para todos los cristianos: “¿Cuáles son nuestras verdaderas riquezas? ¿Dónde tenemos puesto el corazón? ¿Cómo buscamos colmar nuestro vacío interior?”.

Y una advertencia a propósito de la televisión, que vale también para todos: “Terminen el día con el Señor; empiecen el día con el Señor. Y la televisión en la pieza, mejor que no. Ténganla en el lugar de estar. Hagan lo que quieran: un consejo nada más. No es dogma de fe”. El cristiano no despide el día con la televisión, sino con una oración. Por eso, una televisión en el dormitorio, como dice el Papa “mejor que no”, dejando claro (dicho con una nota de humor) que es “un consejo nada más. No es dogma de fe”.

El Arzobispo de Valencia, al presentar al Papa la amplia tarea que se realiza en su diócesis, dejó bien clara la adhesión incondicional a su persona y a su magisterio, en estos momentos difíciles. No hay evangelización sin comunión con el Papa. En la foto que ofrezco puede verse la atención con la que el Papa escuchaba al Sr.Arzobispo.

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17
Sep
2018
Menos poder y más autoridad
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vidrieras

La distinción entre poder y autoridad puede iluminar lo que es un buen líder y lo que es un mal jefe. Y permite comprender el necesario papel de los distintos responsables en la comunidad de Jesús. Toda comunidad necesita una mínima organización. Pero los responsables del buen orden no deben comportarse como los que gobiernan en este mundo, que se aprovechan de su puesto y tratan a los demás como subordinados: “no así entre vosotros” (Lc 22,26). Por el contrario, deben actuar como servidores y ser ejemplo para los demás. En este ser ejemplo está la diferencia entre poder y autoridad. Autoridad procede de autor. Tiene autoridad el que tiene capacidad, crédito, estimación, verdad, aprecio, reputación. Poder tiene que ver con potestad, fuerza, imperio, poderío, dominación. Mientras la autoridad tiene capacidad de arrastre y convencimiento, el poder se impone desde fuera y por la fuerza. Suele ocurrir que quienes pierden autoridad se apoyan en el poder. Dejan de convencer y pasan a imponer. Pierden el aprecio y se mantienen a base de fuerza y opresión.

Que el poder es una tentación permanente, incluso en las comunidades cristianas, se manifiesta por la cantidad de veces que encontramos en el Nuevo Testamen­to advertencias a las autoridades eclesiásticas para que no corrompan su autoridad convirtiéndola en poder. Así se expresa la primera carta de Pedro (5,1-4): “a los presbíteros que están entre vosotros les exhorto yo, presbítero como ellos: apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey”. Si en la Iglesia hay funciones de vigilancia, ésta se ejerce no a la fuerza, sino con amor, respetando la libertad; y se ejerce, sobre todo, siendo modelo para los demás.

Para los seguidores de Jesús la autoridad no funciona como poder, sino como servicio. Jesús tenía mucha autoridad, pero se negó a utilizar el poder, tal como le propone el tentador (Mt 4,3). Sorprendió a sus contemporáneos “porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas” (Mc 1,22). Esta comparación es significativa, pues los escribas estaban “titulados” para enseñar, por haber estudiado en la sinagoga. Pero su competencia, al no brotar de la adhesión personal a la Palabra de Dios, sino de la profesionalización puesta al servicio del ansia de poder, era una autoridad devaluada. La autoridad de Jesús, por el contrario, nace de la experiencia de su filiación divina, y no de titulaciones. Es una autoridad competente, la del que va por delante exponiendo su vida, y no el poder “del que impone a los hombres cargas intolerables, y él no las toca ni con uno de sus dedos” (Lc 11,46; Mt 23,4).

A la luz de lo dicho no tiene sentido hablar de una Iglesia autoritaria, aunque si tiene sentido hablar de autoridad en la Iglesia. San Pablo, cuando recuerda a la Iglesia de Corinto “la autoridad que el Señor le dio”, deja muy claro que se trata de una autoridad “para construir vuestra comunidad, no para destruirla” (2Co 10,8). La autoridad de Pablo, la autoridad eclesiástica, está basada en el modelo de Jesús. En la Iglesia no hay poderes, aunque sí hay funciones. En ella la autoridad se ejerce como un servicio fraterno.

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14
Sep
2018
Virgen de los dolores
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El 14 de septiembre se celebra la fiesta de la exaltación de la cruz. Al día siguiente se celebra la fiesta de la Virgen de los Dolores. Es un ejemplo claro de como prácticamente todas las fiestas dedicadas a Jesús tienen su correspondiente fiesta dedicada a María. ¿Será porque en el mundo católico hay una tendencia a equiparar a Jesús con María? Yo encuentro una razón teológicamente más apropiada: la vida de Jesús debe reflejarse en todo cristiano; por eso se dice que cristiano es “otro Cristo”. María es el mejor icono, el mejor modelo de vida cristiana. Eso significa que en ella se refleja perfectamente la vida de Jesús. María es el mejor ejemplo de vida llena de Cristo.

Por eso, el que las fiestas de Jesús tengan su correspondiente fiesta de María bien podría significar que todo lo de Jesús debe traducirse y reflejarse en la vida de cada uno de sus seguidores, en cada uno de los miembros de la Iglesia. Festejar a Jesús es festejar también la vida de aquellos que han seguido a Jesús, acogiendo su Espíritu. Se comprende así que haya una estrecha relación entre María y la Iglesia. La Iglesia encuentra en María la mejor realización de lo que son sus miembros y María es la mejor imagen de la Iglesia.

El evangelio de la Eucaristía de la fiesta de la Virgen de los Dolores es una buena ratificación de lo que acabo de indicar. Se trata del fragmento del evangelio de Juan en el que Jesús crucificado se dirige a su madre y al discípulo amado. A ella le dice: “mujer, ahí tienes a tu hijo”. Y al discípulo le dice: “ahí tienes a tu madre”. No hay que ver en esta escena una encomienda de Jesús al discípulo para que se lleva a su casa a María. Estamos ante un texto eclesiológico de sumo interés. María, llamada aquí “mujer”, es imagen de la Iglesia. El discípulo es la figura de todos los que, a lo largo del tiempo, creerán en Jesús. De modo que al discípulo, Cristo le confía la Iglesia.

A los creyentes, Jesús crucificado, a punto de morir, nos deja como herencia a la Iglesia. La última palabra de Jesús en la cruz es una palabra de fraternidad. La madre Iglesia es una comunidad de discípulos que son hermanos. La herencia de Jesús es la fraternidad. En esta herencia encontramos al testador. Por eso, Jesús se hace presente allí donde los discípulos se reúnen viviendo fraternalmente. María, la “mujer”, es símbolo de la Iglesia, de la madre que nos une, haciéndonos hermanos. María, al pie de la cruz, bien puede ser calificada de Virgen de los dolores. Pero este dolor es el dolor del engendramiento de la Iglesia, comunidad fraterna, que nace del Crucificado. Al pie de la cruz, la mujer y la madre simbolizan el nuevo pueblo de Dios engendrado desde la cruz por el sacrificio de Jesús.

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11
Sep
2018
Líderes políticos y religiosos
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líderes

Un líder es una persona capaz de influir en los demás. Dicho de otra manera: es aquel que “lleva la voz cantante” dentro de un grupo, aquel cuya opinión es la más valorada. El liderazgo no coincide necesariamente con la jefatura. Una persona puede ser jefe de un grupo y no ser su líder, y puede ser el líder sin ser el jefe. El jefe tiene poder, bien porque la ley se lo ha otorgado o bien porque impone sus decisiones mediante el miedo o la fuerza. El líder tiene capacidad de influencia, que viene determinada por la autoridad moral que ejerce sobre los miembros de un grupo. El líder tiene capacidad de conducir, orientar, e incluso provocar cambios en el poder. A veces, los mejores líderes prefieren no ejercer el poder, para así influir mejor en los demás.

¿Tenemos buenos líderes en política? Se diría que tal como van las cosas en este país nuestro, no los hay. Al menos no hay buenos líderes respetados por todos, con capacidad de tender puentes, buscar consensos, acercar posiciones, evitar conflictos. Lo que tenemos son políticos ambiciosos que convencen a los ya convencidos y desagradan a los no convencidos de sus propuestas (por cierto, propuestas muchas veces irrealizables). Este tipo de liderazgo, suele terminar convirtiéndose en dictadura. Así la política se reduce a una búsqueda del poder, de todo el poder.

¿Tenemos buenos líderes en el campo religioso? Si miramos a la historia podemos encontrar personas respetadas por unos y otros con capacidad de influencia y arrastre. Los nombres de Mahatma Gandhi o de Martin Luther King son buenos ejemplos. Y en el espacio católico las y los fundadores de Ordenes y Congregaciones religiosas (Francisco, Teresa, Domingo, Ignacio) también han sido personas con capacidad de arrastre, que han seducido y enamorado a otros, sin necesidad de descalificar a nadie.

Un buen párroco o un buen Obispo deben tener capacidad de liderazgo o, al menos, saber rodearse de buenos colaboradores. ¿Es el caso hoy de la Iglesia española? No es fácil ser un buen líder. No todos tienen las capacidades requeridas. Pero, al menos, hay que pedir a los dirigentes religiosos honradez en su vida personal, justicia en sus decisiones, misericordia con los débiles, en suma, ser un buen ejemplo de vida evangélica o, al menos, no ser motivo de escándalo. No por hacer muchas cosas se es un buen líder. Quizás se es un buen organizador.

Hoy, en la Iglesia española, hay laicos preparados, inquietos, convencidos de su fe. Pero son pocos. Y eso influye, tanto o más que el tener buenos presbíteros, en la capacidad de influencia de la Iglesia. Necesitamos laicos formados y comprometidos, que sepan “decir” la fe en la cultura actual y en las circunstancias en que hoy nos toca vivir, y que sepan también decir una palabra adecuada e inteligente a sus pastores, siempre que sea necesario. Digo bien laicos formados, comprometidos, con una fe sólida, que no es lo mismo que laicos intransigentes, imbuidos de clericalismo, nostálgicos de un pasado que nunca volverá.

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7
Sep
2018
La fidelidad de Jesús y la nuestra
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Jesús, la más perfecta revelación de Dios, también es fiel, fiel a Dios y fiel a nosotros. En el Nuevo Testamento se habla de la fe de Jesús (Heb 12,2). A algunos, esta expresión, fe “de” Jesús, les parece inaceptable, porque parecería poner en cuestión la perfecta unidad de conocimiento de Jesús con Dios. Y, sin embargo, no hay que olvidar que Jesús vive una auténtica vida humana.

Los problemas que pudiera tener hablar de fe de Jesús quedan superados si entendemos esa fe en clave de fidelidad. Jesús es fiel a Dios, al que llama Padre, tiene en él una confianza incondicional, se pone en sus manos incluso en Getsemaní y en la cruz, convencido de que en esas manos está seguro, a pesar de las apariencias contrarias. Esta confianza de Jesús en el Padre es un reflejo en su vida de lo que el Padre mismo es: rico en misericordia y fidelidad.

Lo que Dios es, se refleja en la vida de Jesús, y debería reflejarse en la vida de todo cristiano. Los cristianos estamos llamados, ni más ni menos, que a imitar a Dios (Ef 5,1: sed imitadores ¡de Dios!). Y en el seguimiento de Cristo, estamos invitados a ser fieles. Fieles no en el sentido de cumplir una ley o unos compromisos, sino como expresión de nuestro amor, un amor universal, sin límites y sin discriminaciones. A ejemplo de Jesús estamos llamados a ser fieles a Dios y fieles a nuestros hermanos los seres humanos.

Fieles los unos a los otros. Entre Dios y el hombre la fidelidad puede ser recíproca, siempre que el hombre responda. En todo caso, Dios siempre mantiene su fidelidad. También entre los humanos la perfección de la fidelidad es la reciprocidad: yo me fío de ti, y tú te fías de mí. Pero del mismo modo que Dios mantiene su fidelidad incluso cuando nosotros somos infieles, también el cristiano debe mantener su fidelidad cuando no recibe en contrapartida fidelidad.

Un texto del Nuevo Testamento puede servir de recapitulación a todo lo dicho en este post y en el anterior: “Si nosotros somos infieles, Dios permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo” (2 Tim 2,13). Si dejase de ser fiel, dejaría de ser Dios. Es imposible, por tanto, que Dios olvide o retire su amor y su fidelidad. Igualmente debería poder decirse de todo cristiano: esta persona es fiel a pesar de todo, con ella siempre puede uno estar seguro, seguro de que nunca buscará hacerme daño, aunque quizás yo no he sido con él lo suficientemente bueno y agradecido.

Todo esto puede parecer muy ideal y poco realista. Sin embargo, el cristiano está llamado a buscar la imposible, a romper fronteras, a ir más allá de lo habitual y lo ordinario, a no acomodarse a los usos de este mundo. Porque a quién tiene que acomodarse es a Dios: “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48).

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4
Sep
2018
Dios, modelo de fidelidad
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Jesuspastor

Cuando oímos hablar de fidelidad enseguida pensamos en las personas que cumplen sus compromisos o que mantienen el amor por largo tiempo. El término tiene muchas aplicaciones: fidelidad a una empresa, fidelidad a la pareja, fidelidad al rey o al superior. Y también fidelidad a Dios. En todos estos casos, el sujeto de la fidelidad es una persona humana. Cierto, también puede hablarse de un perro fiel, pero fundamentalmente la fidelidad es un atributo de las personas.

Y, sin embargo, el primero que es fiel, y el modelo de toda fidelidad, es Dios. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, a Dios se le atribuyen dos características estrechamente entrelazadas: misericordia y fidelidad. Dios es “rico en misericordia y fidelidad” (Ex 34,6; Sal 85,15; Rm 3,3). Rico, o sea, la misericordia y la fidelidad le desbordan por todas partes. Es fiel a su amor, a su misericordia, hasta el punto de que su fidelidad permanece siempre.

Fidelidad tiene que ver con fe. Uno suele ser fiel porque se fía de otro, aunque a veces uno es fiel no porque se fía de otro, sino porque mantiene su compromiso y su amor a pesar las infidelidades del otro. La madre es fiel a su hijo, mantiene su amor, a pesar de que en algunas ocasiones el hijo pueda portarse mal con ella. Ese es el caso de Dios que, a pesar de todas nuestras infidelidades, se mantiene fiel a su amor, y nos ama a pesar de todo. Nos ama porque él es así, el siempre fiel, un amante perdido. Si dejara de ser fiel, dejaría de ser Dios, dejaría de ser lo que es: Amor incondicional y definitivo. Como bien dice la segunda carta de Pablo a Timoteo: “si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”. Nótese la razón de porque permanece fiel: porque no puede negarse a sí mismo.

Entre los humanos no es fácil mantenerse fiel con aquellos que no son fieles. Pero es posible. En Dios no es solo una posibilidad. Es una realidad definitiva y siempre operante, porque él “es” fiel. No tiene fidelidad. “Es” fiel. La fidelidad no es una cualidad más junto a otras. Pertenece a la esencia de su ser. Dios se fía del hombre, confía en el hombre, espera siempre la vuelta del hombre. Con Dios siempre hay nuevas oportunidades.

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