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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

9
Oct
2023
Virgen del Pilar: evangelio y fraternidad
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Virgenpilar

La advocación del Pilar, aplicada a la Virgen María, resulta muy significativa porque orienta directamente al misterio de Cristo. Y eso desde tres puntos de vista. En primer lugar, porque la Virgen del Pilar está estrechamente ligada a la primera evangelización de España. Según cuenta la tradición, allá por el año 40, el apóstol Santiago, junto con unos compañeros, en las orillas de río Ebro, desanimados por las grandes dificultades que estaban atravesando en su tarea evangelizadora, vieron aparecer a la Virgen sobre un pilar de mármol, quién les animó a seguir adelante a pesar de las dificultades. El anuncio del Evangelio, ya desde sus inicios, tuvo que superar muchos obstáculos, pues, como dice san Pablo, a unos les parece una locura y a otros una tontería. No es de extrañar que muchos oyentes se muestren indiferentes ante la predicación o la rechacen. Rechazo o indiferencia que los creyentes debemos respetar, pero que no tienen que ser óbice para seguir dando testimonio de Cristo.

Por otra parte, el pilar o la columna sobre la que se apareció la Virgen es un símbolo de firmeza. En nuestro caso de la firmeza y de la fuerza de la fe. Se comprende así que la oración propia del día del Pilar pida a Dios, por intercesión de la Virgen, “fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor”. Esta oración nos remite a las tres actitudes fundamentales de la vida cristiana. Cada una va acompañada de un calificativo muy apropiado, pues la fe, a pesar de las muchas preguntas que el creyente se plantea, es firme. El creyente, a veces, tiene pocas cosas claras, pero está seguro del camino. Es como un ciego que tiene un excelente guía: no ve, pero anda seguro. La esperanza es segura, pues como dice san Pablo, no falla porque se apoya en el amor de Dios, que nunca nos abandona. Finalmente, la oración pide que nuestro amor a Dios sea constante, o sea, que nunca nos apartemos de él.

Finalmente, la Virgen del Pilar es la virgen de la hermandad, recordando que un 12 de octubre un grupo de españoles divisaron por primera vez tierras americanas. Esta hermandad entre los pueblos de España y de América, bajo el manto de la Virgen del Pilar, encuentra un hermoso símbolo en las muchas banderas americanas que se encuentran en la capilla de la Virgen en Zaragoza. En este sentido la Virgen del Pilar vuelve a orientar a Cristo, que une a los pueblos. Según la carta a los efesios (2,14) Cristo es nuestra paz, porque derriba los muros que separan a los pueblos. La Virgen del Pilar invocada en España y en América nos llama, como buena madre, a vivir como hermanos y a acogernos. En la primera mitad del siglo pasado muchos españoles fueron acogidos en América. Hoy muchos americanos quieren ser acogidos en España. Hagamos de nuestras tierras, tierras de acogida y sólo así serán tierras de Dios, bajo la mirada complacida de María.

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5
Oct
2023
Francisco: antropocentrismo situado
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Formentera

Laudate Deum es el título de la exhortación apostólica que el Papa Francisco ha publicado con fecha del 4 de octubre, fiesta de san Francisco de Asís. El documento es una continuación de la Laudato si’, y refleja la preocupación del Pontífice porque, a pesar de tantas y tan serias advertencias, no se ha reaccionado suficientemente a propósito del cambio climático.

Este asunto no puede tomarse a la ligera, porque lo que está en juego no es solo la dignidad de la vida humana, sino la vida humana misma. De seguir así, la vida en la tierra se hará cada vez mas difícil. Y, como siempre, los mas perjudicados serán los pobres, aquellos que disponen de menos medios para paliar las consecuencias del desastre que provocan los potentados. El Papa hace una advertencia muy significativa: “Con la pretensión de simplificar la realidad, no faltan quienes responsabilizan a los pobres porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las mujeres de países menos desarrollados. Como siempre, pareciera que la culpa es de los pobres”.

El Papa advierte nuevamente de los peligros del paradigma tecnocrático, “un paradigma que se retroalimenta monstruosamente”, que solo piensa en el propio beneficio inmediato descuidando las consecuencias, y no importándole los daños que, a corto y largo plazo, puede causar la explotación y maltrato de la naturaleza. Y vuele a repetir que el crecimiento tecnológico, sin un crecimiento en valores y una ética que lo controle, solo puede conducir al desastre. Este paradigma produce una mentalidad en la que “todo lo que existe deja de ser un don que se agradece, se valora y se cuida, y se convierte en un esclavo, en víctima de cualquier capricho de la mente humana y sus capacidades”. Vivir y pensar según ese paradigma es, poco menos, que pretender ocupar el lugar de Dios. El ser humano se convierte entonces en el peor peligro para sí mismo.

El Papa utiliza la expresión “antropocentrismo situado” para indicar que una sana antropología cristiana debe hoy tener en cuenta que la vida humana es incomprensible e insostenible sin las demás criaturas. Todo está relacionado. No estamos solos. Nos condicionamos los unos a los otros, los seres humanos a los otros seres humanos, los humanos a la naturaleza y la naturaleza a los humanos.

Si desde finales del siglo XIX, con la encíclica Rerum novarum de León XIII, los Papas se preocuparon de leer e iluminar desde la fe las distintas situaciones sociales y económicas que atentaban contra la dignidad humana, el magisterio del Papa Francisco pretende también leer e iluminar desde la fe otra situación igualmente grave que hoy atenta contra la dignidad humana, a saber, el paradigma tecnocrático y los atentados contra el equilibrio de la naturaleza.

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1
Oct
2023
La pregunta más fundamental
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libroyrosa

La más radical y fundamental de las preguntas, la que resume todas las de­más, la eterna pregunta siempre presente y nunca respondida del todo, la pregunta primera y última de toda filosofía y de toda religión es la pregunta por la persona humana: ¿Qué es el hombre, este ser capaz de pensamiento reflejo, de libertad, de auto­nomía, este ser capaz de componer música, de interrogarse sobre los problemas me­tafísicos, de amar la belleza por sí misma? Esta pregunta es la variante general de la que, de una u otra manera, sobre todo en los momentos decisivos de su exis­tencia, se plantea todo ser humano: ¿quién soy yo?

En contra de lo que pueda suponerse, no es fácil responder seriamente a la pregunta por la propia identidad. La prueba está en que constantemente reaparece a todos los niveles: antropológicos, psicológicos, filosóficos, religiosos y personales. Puede responderse de muchos modos y desde diferentes perspectivas.

La fe cristiana tiene su propia respuesta a la pregunta sobre qué o quién es la persona humana. Qué o quién: no es exactamente lo mismo. ¿El ser humano es algo o es alguien? El interrogante sobre el qué ya orienta la respuesta, pues pregunta pre­suponiendo que el ser hu­mano es una cosa, sin duda valiosa y útil, pero cosa, al fin y al cabo. El interrogante sobre el quién pre­supone que estamos preguntando por al­guien que tiene una digni­dad y no es manejable a mi antojo. Algunas ciencias quizás pue­dan y deban insistir en la aparente neutralidad del qué. La fe cristiana responde al quién. Empieza to­mando postura.

La persona, ¿quién es? Esta respuesta es importante, para el cristiano la más importante, porque su fe en Dios es determinante de su vida entera. También es importante para el no cristiano, pues en la respuesta cristiana puede encontrar una serie de elementos que le ayuden a profundizar o comprender mejor su propia respuesta a la pregunta por el ser humano. Y para él, para el no creyente, aclararse sobre quién es el ser humano, es también deci­sivo, pues según cuál sea la respuesta, así orientará su vida toda.

La fe cristiana tiene su propia antropología. Y lo primero que dice sobre el ser humano es que es una criatura muy especial, con una gran dignidad, “casi como un dios” (Sal 8), capaz de dialogar con Dios y de establecer relaciones con Él. La paleontología nos descubre que el ser humano ha salido, por un proceso evolutivo, del mundo animal. La fe cristiana no entra en esta cuestión, la respeta. Pero mientras la ciencia responde a la pregunta sobre cómo ha aparecido el ser humano, la teología se pregunta por la razón de su aparición, por el por qué hay evolución. Sea cual sea el modo de su aparición, la teología dice que el ser humano está ahí por voluntad de Dios. Que es un ser salido de Dios, dependiente de Dios. Pero con una dependencia no alienante, pues la libertad pertenece a la esencia de esta creatura. Esto es lo que, entre otras cosas, quiere decir el que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios.

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27
Sep
2023
Día del mayor 2023
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mayores

El próximo domingo, uno de octubre, se celebra el “Día Internacional de las Personas Mayores”, celebración promovida por la Organización de las Naciones Unidas, desde el año 1991. Tiene como objetivo crear políticas y programas que beneficien a las personas mayores. Algunas diócesis se han unido a esta celebración con un objetivo netamente cristiano, a saber, dar gracias a Dios por lo que continuamente nos están dando los mayores y, en especial, por su gozoso testimonio de una vida vivida en la fe, en la esperanza y en el amor de Dios. Aprovechemos, pues, este día para dirigir nuestras oraciones al Padre para que les conceda una larga vida y una feliz ancianidad. Tampoco estaría mal que añadiéramos otra oración pidiendo perdón por las veces que no hemos cuidado y asistido a nuestros hermanos mayores como Dios quiere y ellos se merecen.

Recuerdo que, a veces, solía decir a mis alumnos que el mayor progreso conseguido por la humanidad en los últimos ciento cincuenta años no era la llegada del hombre a la luna, ni internet, sino el haber conseguido triplicar la esperanza de vida. Basta pensar que la esperanza de vida cuando nació Jesús de Nazaret era de poco más de veinte años. Evidentemente se trata de un promedio, pero se trata de un promedio significativo comparado con los promedios actuales. Cuando Jesús comenzó su predicación, en aquella sociedad, era una persona mayor.

En aquel entonces las personas mayores eran respetadas y veneradas, y los niños, en la familia greco-romana, no eran bien considerados; algunos eran vendidos como esclavos o dedicados a mendicidad. Al contrario de lo que sucede hoy: los niños y niñas son considerados los reyes y las princesas de la casa; y muchas veces algunos no saben cómo deshacerse de sus mayores. Por eso, cuando Jesús dice: “dejad que los niños se acerquen a mí”, no está haciendo un canto a la infancia, sino un gesto de solidaridad con las personas más marginadas. Una buena adaptación a nuestra cultura de esta palabra de Jesús, al menos en algunos ambientes de nuestras sociedades, sería: “dejad que los ancianos se acerquen a mí”. Porque Jesús siempre tomaba partido por los más marginados y necesitados.

Con las personas mayores ocurre como con cualquier otro grupo o colectivo: depende de con quién te encuentras. Los hay con mejor salud, los hay con más posibilidades económicas, los hay mejor aceptados y tratados en sus familias. Y también están las situaciones contrarias. A mi eso de los “días de” (los enfermos, los mayores, las mujeres trabajadoras, los inmigrantes, etc.) no me entusiasma mucho. Porque, entre otras cosas, significa que en esta sociedad hay muchas personas que no están bien tratadas, ni bien queridas. Y porque no se trata de recordar un día al año que hay que cuidarlas y tratarlas bien. Todos los días deben ser día del enfermo, día de las personas mayores, en fin, todos los días son buenos para cuidar los unos de los otros y, sobre todo para ser solidarios con los más necesitados.

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23
Sep
2023
Papa en Marsella: de cifras a nombres
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PapaenMarsella

Hace diez años, el Papa Francisco realizó su primer viaje fuera del Vaticano. Fue a una pequeña isla italiana, Lampedusa, más cercana a la costa africana que a Europa. Fue allí porque a ese lugar llegaban muchos inmigrantes, que buscaban una vida mejor en Europa. Diez años después, este pasado viernes, el Papa ha aterrizado en Marsella, una ciudad también marcada por la inmigración.

La suerte de los inmigrantes ha sido una de las grandes preocupaciones del Papa a lo largo de todo su pontificado, no sólo por el trato que reciben en nuestras fronteras y en los países donde logran instalarse, sino sobre todo porque muchas de esas personas mueren en el camino, debido a las penosas condiciones en que deben realizarlo. El mar Mediterráneo, que debería ser un lugar de paz y de unión entre pueblos y personas, se ha convertido en un cementerio. En su primer discurso en Marsella Francisco se ha referido a este mar que “evoca la tragedia de los naufragios que provocan muerte”. Y ha añadido: “no nos acostumbremos a considerar los naufragios como noticias y a los muertos como cifras; no, son nombres y apellidos, son rostros e historias, son vidas rotas y sueños destrozados”.

Efectivamente, los muertos trágicamente no son cifras, son personas, cada una con su nombre. Por eso, esas muertes nos afectan y nos interpelan: ¿cómo tratamos al lejano, al desconocido, al diferente? Es tan persona, tan humano como yo. Tiene un cuerpo como el mío, un corazón con sentimientos parecidos a los míos, necesidades similares a las mías. Es “otro yo”. Por eso debo tratarlo como me gustaría que me trataran a mi. En Evangelii Gaudium, en Laudato si’ y en muchos otros discursos, el Papa ha utilizado la expresión “globalización de la indiferencia”. Se trata de una actitud, sostenida por la cultura del bienestar, que nos anestesia, y nos hace incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, de llorar ante el drama de los demás; no nos interesa cuidarlos, como si todo fuera responsabilidad ajena que no nos incumbe (Evangelii Gaudium, 54). La cultura de la indiferencia es la del que cierra los ojos voluntariamente y no ve, porque no quiere ver, el dolor ajeno, ya que este dolor perturba su comodidad. Seguramente hay pocas actitudes más antievangélicas que esta cultura de la indiferencia.

Los problemas planteados por los migrantes y los refugiados son complejos. Requieren políticas globales. Hay que luchar contra las mafias que se aprovechan de la necesidad ajena, pero también hay que pedir a nuestros gobiernos que no hagan de las fronteras una barrera infranqueable, y faciliten la entrada de las personas que solo buscan vivir. Cierto, además del derecho a la emigración, existe el derecho a quedarse en casa. Pero ese derecho se vería facilitado si en los países de origen hubiera condiciones de vida, así como gobiernos justos y democráticos, y si los países ricos ayudasen al desarrollo económico y social de estos países más pobres.

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19
Sep
2023
Celebrante y eficacia del sacramento
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basilicaventanal

Es posible que muchos de mis lectores hayan escuchado que los sacramentos actúan “ex opere operato”. Con esta fórmula latina, empleada por el concilio de Trento, se quiere indicar que el sacramento actúa independientemente de las disposiciones y de la santidad personal del ministro, con tal de que el ministro lo celebre debidamente. Esto es verdad, pero no es toda la verdad. Pues los frutos del sacramento dependen también de las disposiciones del que los recibe. El sacramento transmite la gracia (el amor de Dios), pero además de otorgada, la gracia debe ser acogida. Y la acogida depende del acogedor. San Agustín, para explicar esto, utiliza la imagen del recipiente: si te acercas a una fuente con un recipiente pequeño recogerás una pequeña cantidad de agua; si el recipiente es grande, recogerás mucha agua. Pues bien, el recipiente son los deseos con los que uno se acerca al sacramento.

Pero aún hay que decir algo más. Porque los deseos pueden ser obstaculizados, purificados o estimulados según las actitudes de quién administra el sacramento. El caso de la homilía, que ayuda a vivir más intensamente la eucaristía, es quizás el ejemplo más claro: la homilía no suena igual, ni tiene la misma fuerza, si el que la pronuncia se ha preparado bien, tanto intelectual como espiritualmente, que si uno la improvisa. De la misma manera la preparación para recibir el bautismo influye en las disposiciones del que debe bautizarse; o la buena acogida y las palabras misericordiosas y comprensivas ayudan al penitente a recibir con más alegría y con más fruto el perdón, porque esas palabras y esa acogida influyen y mejoran las disposiciones del que se confiesa.

Las disposiciones personales dependen también de la acción de los demás, de una buena homilía, una buena catequesis, una palabra de comprensión, un buen testimonio. Se comprende así la responsabilidad de los presbíteros y de los responsables de las comunidades cristianas. Ellos influyen para bien y para mal en la fe de los fieles. A este respecto, recuerdo que una persona me contó que se había confesado, pero que el sacerdote le había dado la absolución de forma rápida y breve, sin la fórmula ritual con la que la solía recibir habitualmente. Esa persona me preguntaba si había recibido adecuadamente el sacramento. Más aún, me pedía a mi que le diera de nuevo la absolución. Le tranquilicé y le convencí de que la absolución recibida era válida y no era necesario que se confesara de nuevo. Pero eso no quita que esa absolución válida podía haber sido administrada mucho mejor.

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15
Sep
2023
Consejos evangélicos para todo bautizado
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llamaviva

Hubo un tiempo en que la teología distinguía entre consejos y preceptos, unos y otros orientados a conseguir la santidad. Los preceptos eran: amar a Dios y al prójimo. Los consejos se consideraban unos atajos para conseguir más directa y rápidamente la santidad, pues con ellos se apartaban “los obstáculos para cumplir mejor y más perfectamente el mandamiento del amor” (Tomás de Aquino).

Mientras los preceptos eran el camino propio de la mayoría de los cristianos, los consejos estaban reservados a los consagrados. Ahora bien, consejos en el evangelio hay muchos (ser humildes y pacientes, orar siempre, negarse a sí mismo). No cabe duda que los tres clásicos de pobreza, castidad y obediencia pueden integrarlos a todos. Ellos abren posibilidades para avanzar en el ejercicio del amor y se ofrecen a todos, aunque cada uno los vive según su estado de vida y su vocación.

Todo cristiano está llamado a vivir en la pobreza evangélica y a ser solidario con los pobres. El evangelio nos invita a preguntarnos dónde colocamos la seguridad de nuestra vida: ¿en las riquezas o en Dios, en los bienes materiales o en el amor a Dios y al prójimo? Todo cristiano está invitado a vivir en la obediencia. A obedecer a Dios, a escuchar su Palabra, pues en ella está la buena orientación para la vida. Finalmente, todo cristiano está llamado a vivir en la castidad, a tener un corazón limpio y puro. Pues “de dentro del corazón del hombre” salen muchas malas intenciones (Mt 15,18-19), pero de un corazón limpio y purificado salen los mejores amores a Dios y al prójimo (Mt 22,36-40).

La castidad evangélica no puede traducirse en términos físicos. Eso, además de reductivo, es neurotizante. La castidad es ante todo amor. Por eso, el matrimonio cristiano está llamado a la castidad. Lo voy a decir claramente: no vive en la castidad cuando se abstiene de realizar el acto sexual, sino cuando lo vive como lo que es, un sacramento y una expresión de amor.

Los religiosos viven el voto de castidad en el celibato. Cuando el Vaticano II se refiere a este voto, no habla de perfecta castidad, porque la castidad es tan perfecta en el matrimonio como en el consagrado, sino de “perfecta continencia por el reino de los cielos” (Lumen Gentium, 42). Esta perfecta continencia es un signo para todos: signo de que a Dios hay que amarle con un corazón no dividido (1 Cor 7,32-34); y signo que anticipa ese amor indiviso que sólo será perfecto en el reino de los cielos, pues allí ya no será necesario tomar mujer ni marido (Mt 22,30), porque Dios será todo en todas las cosas, o sea, la realidad que todo lo determine.

Los votos, en la vida consagrada, tienen una dimensión sacramental. Hay que situarlos a nivel de signo orientativo de aquello a lo que todos están llamados. Signo no porque se vivan mejor (eso depende cada uno), sino porque se viven de forma peculiar, llamativa. Como llaman la atención (o deberían llamarla) son un recordatorio necesario para la Iglesia y plantean una pregunta al mundo, la pregunta de por qué viven de ese modo.

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11
Sep
2023
Los santos de la puerta de al lado
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riobajopuente

En la Iglesia se entiende por “vida consagrada” un estado o estilo de vida caracterizado por la profesión (una profesión, un compromiso de por vida) de los llamados consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Habría mucho que decir sobre estos tres consejos. Voy a limitarme a aclarar que ellos marcan el camino de la santidad no sólo de los consagrados, sino de todos los cristianos.

Antes del Concilio Vaticano II, la mayoría de los santos reconocidos estaba constituido por sacerdotes y religiosas. Hay que agradecer al Concilio haber dejado claro que en la Iglesia todos estamos llamados a la santidad, a la misma santidad, y a la perfección de la caridad. El Papa Francisco ha notado el cambio de mentalidad que provocó el Concilio: “muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos, viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra”.

Francisco lo ha resumido con una de sus acertadas frases: los santos de la puerta de al lado. Dice: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan por llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante”.

Ahora bien, si todos estamos llamados a la misma santidad, hay distintos caminos para llegar a ella y distintos modos de vivir en el seguimiento de Cristo. El Vaticano II caracteriza a la santidad como “perfección de la caridad”, a la que están llamados “todos los fieles, de cualquier estado o condición” (Lumen Gentium, 40). En la Iglesia hay “múltiples géneros de vida y ocupaciones” (Lumen Gentium, 41), muchas vocaciones, porque el Señor llama a seguirle de distintas maneras. Todas son igualmente buenas, porque todas están llamadas a la santidad. La vida consagrada, el sacerdocio, el matrimonio son dones de Dios. Todos igual de buenos, todos necesarios, aunque cada uno comporte distintas responsabilidades.

En este contexto de camino hacia la santidad hay que situar los llamados “consejos evangélicos” de pobreza, castidad y obediencia. Porque son evangélicos son propios de todo cristiano. Aunque cada uno los vive según la vocación recibida. No se viven igual en el matrimonio que en la vida presbiteral o en la vida consagrada. E incluso en la vida consagrada se viven de distinta manera según cuál sea la modalidad de consagración: monjas, religiosos, orden de las vírgenes, eremitas, institutos seculares. Esto merece alguna aclaración, que haremos en el próximo post.

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7
Sep
2023
Aclarando conceptos: secularidad y virginidad
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bellojardin

Lo típico del consagrado es la virginidad. Cierto, en la Iglesia hay una forma de vida consagrada caracterizada por la secularidad. Esa forma es la de los miembros de los llamados institutos seculares, que quieren vivir, a la vez, la consagración, mediante la profesión de los consejos evangélicos, y la secularidad. Son consagrados que no llevan hábito; la mayoría no viven en común, tampoco trabajan en obras propias (aunque hay alguna excepción). Se insertan en la vida civil y son como fermentos evangélicos en la masa del mundo.

En la práctica pueden vivir como un perfecto seglar. Pero no de cualquier manera. Su objetivo es siempre el evangelio, el testimonio de Cristo, no el ganar dinero. Por eso, no pueden ejercer cualquier profesión, ni de cualquier manera. Buscan aquellos lugares donde hay más posibilidades de vivir y practicar gratuitamente el amor evangélico. En su vocación de compatibilizar secularidad y consagración, lo determinante es la consagración. A este respecto conviene dejar claro que el trabajo no santifica; lo que santifica es el amor. Por eso, los miembros de los institutos seculares han de vivir sobria y pobremente, y ayudar generosamente con lo que les sobra a los necesitados o entregarlo a la Iglesia.

Una palabra sobre las vírgenes consagradas. El orden de las vírgenes, que no viven en comunidad ni bajo la autoridad de ninguna abadesa o superiora, sino solo bajo la tutela del obispo, es una forma de vida consagrada muy antigua (aparece ya en los inicios de la Iglesia) y muy moderna (porque ha cobrado nuevos impulsos después del Vaticano II). Esta consagración no se justifica por ninguna misión concreta ni por ninguna finalidad apostólica. Su razón de ser, su carisma es el amor y la entrega total a Cristo como signo de que él es el único esposo de la Iglesia. Es una vocación estrictamente personal y totalmente eclesial, porque no está ligada a ninguna institución, ni a ningún fundador, ni a ninguna misión concreta. Cada una decide su propia vida. Unas dan preferencia a la oración y a la contemplación, viviendo una vida casi eremítica; otras están más integradas en la vida parroquial o en servicios diocesanos.

También aquí conviene precisar que son laicas, pero no seglares. Ya hicimos notar que un jesuita o un dominico no ordenado es laico. Laico quiere decir miembro del pueblo de Dios, sin autoridad sacramental. Seglar o secular es el que vive según la lógica de la vida mundana. Lo típico del seglar es el matrimonio. No es el caso de las vírgenes consagradas. No son religiosas ni monjas, pero no son seglares. Su consagración es diferente a la de los miembros de un instituto secular. Son una manifestación más de la riqueza de la vida consagrada y de sus diferentes modalidades.

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3
Sep
2023
Aclarando conceptos: laico y secular
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pilabautismal

De las preguntas formuladas en el post anterior, la más delicada y la que se presta a más confusiones es: ¿es lo mismo un seglar que un laico? Hay dos maneras de comprender y definir al laico. Por una parte, los laicos son los fieles cristianos que no han recibido el sacramento del orden ni pertenecen al estado religioso. Pero es posible (y quizás mejor) entender por laicos aquellos fieles que no han recibido el sacramento del orden. En este sentido se puede y se debe afirmar que hay religiosos laicos y religiosos presbíteros.

Ahora bien, los religiosos laicos no son seglares. Secularidad y consagración en la vida religiosa son dos realidades diferentes y excluyentes. El religioso o la religiosa laica ha renunciado al ejercicio de la secularidad, no se casa, ni desarrolla su vida según las normas de la secularidad. Lo típico del seglar es el matrimonio, la vida familiar y el trabajo remunerado como medio de vida. Cierto, hay seglares que no se casan, pero no han profesado públicamente los consejos evangélicos. Por tanto, están en disposición de casarse, cosa que no puede afirmarse de un religioso.

Aquí también es posible hacer un matiz, porque hay realidades que no acaban de definirse por medio de un solo concepto o palabra. Pues lo típico del seglar es ocuparse más directa y específicamente de los asuntos mundanos. No de cualquier manera, sino con espíritu evangélico. Por eso el seglar cristiano vive en el mundo y es “secular”, pero no del todo. Porque el cristiano vive ya en comunión con Dios y por eso su mirada, su esperanza, sus sentimientos no son del todo mundanos. Son, sobre todo, evangélicos y celestiales. La secularidad cristiana es relativa.

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