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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

31
Oct
2021
Orar por los difuntos
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velaoración

El día siguiente de la fiesta de todos los santos, la Iglesia lo dedica a recordar a los fieles difuntos y a orar por ellos. Esta oración es un gesto de amor y de solidaridad, pero también supone que estos difuntos todavía pueden ser ayudados, se les puede dar un último empujón para llegar a la plenitud de la gloria y del encuentro con Cristo.

Lo que subyace detrás de esta convicción se conoce como doctrina del purgatorio. Benedicto XVI, en su encíclica Spe Salvi, ha ofrecido una interpretación del purgatorio en línea con lo que dice la teología actual: se trata de un encuentro con Cristo, juez y salvador, que nos transforma y nos libera. Un encuentro purificador, que quema con el fuego del amor toda la paja que hemos acumulado a lo largo de la vida. Porque aún estando afincados en Cristo, en ocasiones se han adherido a este buen fundamento realidades no del todo coherentes con el fundamento. Por eso hay un momento de dolor en este encuentro, pero es un dolor bienaventurado, en el que está la salvación. Es el “dolor del amor” que se transforma en alegría, pues entonces experimentamos y acogemos “el predominio de su amor sobre todo el mal en el mundo y en nosotros”.

Ahora bien, si el purgatorio es ya el primer momento del encuentro con el Señor (un encuentro purificador), ¿qué sentido tiene la oración por los difuntos si ya se han encontrado con el Señor? Por una parte, sentimos la necesidad de hacer llegar a los seres queridos que ya se fueron un signo de bondad, de gratitud o también de petición de perdón. Pero la gran cuestión es si este signo tiene alguna repercusión en la situación del difunto.

Respuesta del Papa: “Ningún ser humano es una mónada cerrada en sí misma. Nuestras existencias están en profunda comunión entre sí, entrelazadas unas con otras a través de múltiples interacciones. Nadie vive solo. Ninguno peca solo. Nadie se salva solo. En mi vida entra continuamente la de los otros. Y viceversa, mi vida entra en la vida de los demás, tanto en el bien como en el mal. Así, mi intercesión en modo alguno es algo ajeno para el otro, algo externo, ni siquiera después de la muerte. En el entramado del ser, mi gratitud para con él, mi oración por él, puede significar una pequeña etapa de su purificación”.

Una aclaración para los que hacen cálculos con la oración a base de años, meses y días. Dice Benedicto XVI: “No es necesario convertir el tiempo terrenal en el tiempo de Dios: en la comunión de las almas queda superado el simple tiempo terrenal. Nunca es demasiado tarde para tocar el corazón del otro y nunca es inútil”.

Con lo dicho debería quedar claro que nuestra esperanza también es esperanza para los otros. Dice Benedicto XVI. “Como cristianos, nunca deberíamos preguntarnos solamente: ¿cómo puedo salvarme yo mismo? Deberíamos preguntarnos también: ¿qué puedo hacer para que otros se salven y para que surja también para ellos la estrella de la esperanza? Entonces habré hecho el máximo también por mi salvación personal”.

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27
Oct
2021
La moral: realizar mi ser auténtico
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viveros

El modo de entender a Dios tiene consecuencias en el terreno moral. Convendría romper con la idea de que la religión crea exigencias morales o, cuando menos, las agrava y carga de culpabilidad. La propuesta adecuada sería la contraria: en el terreno moral el papel de la religión consiste en prestar una ayuda positiva. El grave malentendido de la moral es pensar en ella como un cúmulo de mandamientos impuestos caprichosamente desde fuera, cuando en realidad es la exigencia que nace de dentro para realizar mi ser auténtico.

El bien de la criatura y la voluntad de Dios sobre ella son una sola e idéntica cosa, pues Dios quiere únicamente que la criatura se realice a sí misma. Desde esta perspectiva, la religión, lejos de ser una carga, es una ayuda y una esperanza. El pecado y la culpa deberían entenderse a la luz de un Dios que perdona los pecados y presentarse, no como prohibición u ofensa a Dios, sino como el daño que la criatura se inflige a sí misma: ofendemos a Dios cuando obramos contra nuestro bien, decía Tomás de Aquino.

En materia de moral personal nos encontramos, a veces, con problemas muy delicados. Pero, en todo caso, los mejores planteamientos no son los del “todo o nada”. De Jesús se dice que “la caña cascada no la quebrará” (Mt 12,20). ¿Podríamos traducir diciendo que, en determinadas circunstancias que no podemos aprobar, al menos hay que respetar los ritmos de crecimiento, comprender las crisis y las caídas, y dejar tiempo para que uno rehaga su camino?

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23
Oct
2021
Vida en abundancia
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vidabundacia

Si educar es alimentar y ayudar a crecer, será necesario que cada uno se pregunte cuál es el mejor alimento. Además, el alimento no se toma a la fuerza. Por eso, es importante que el evangelio se presente como una propuesta positiva.

La pretensión de Jesús fue dar vida y vida en abundancia (Jn 10,10). Así se convierte en parábola o en referencia de lo que todo ser humano es y busca: un ser llamado a una vida dichosa y feliz. ¡Nada más concreto y al mismo tiempo más universal! Lo específicamente cristiano es de tal naturaleza que no resulta extraño para nadie. En el fondo, es lo que todos buscan y lo que todos, aún sin saberlo, esperar encontrar. Lo que con Jesús aparece es que no hay vida auténtica e imperecedera fuera de la referencia a Dios. Y esta referencia, para nosotros, personas del siglo XXI, es el interrogante fundamental que Jesús nos plantea. El mensaje de Jesús se presenta como una buena noticia para el hombre de parte de Dios. Dios ama a todos y cada uno de los seres humanos y quiere para ellos un futuro lleno de vida. Lo que todos buscamos coincide con lo que Dios quiere y lo que Jesús, en su nombre, anuncia: un mensaje de felicidad y de vida.

De ahí la importancia de preguntarnos: ¿de que Dios hablamos? ¿De un Dios justiciero y castigador, un Dios que envía sequías, inundaciones, terremotos o pandemias para castigar los pecados de la humanidad? Ante un Dios así, el ser humano, o bien se rebela o, a lo sumo, debe limitarse a estar pasivamente en la naturaleza sin intentar cambiarla.

Todas estas imágenes de Dios, nada tienen que ver con el Dios de Jesús. El Dios de Jesús promueve la dignidad de la persona, sustenta la libertad, es amante de la vida, y sólo desea la felicidad del hombre. De ahí que no se comporta de forma extravagante, ni cambia las leyes de la naturaleza a su antojo, ni pone a prueba al ser humano, ni se comporta de forma elitista. Es un Dios ligado a la humanización e indisociable de la humanización. Más que buscar su gloria, lo que busca es nuestro bien. Dicho de forma más precisa: su gloria es nuestro bien. Dios es glorificado cuando el hombre es feliz. El Dios de Jesús nunca piensa en sí mismo ni busca ser servido. Piensa en nosotros y busca nuestro bien. No quiere siervos, sino amigos. No quiere incienso, sino fraternidad.

Toda educación religiosa debe presentar un Dios en positivo. No sólo como el que remedia nuestras carencias sino, sobre todo, como el que lleva a plenitud lo humano. No habría, pues, que presentarlo como el “soluciona problemas”, sino como el que dignifica a la persona, la fundamenta y la hace existir. Cierto, todos somos víctimas de inelegancias y apelamos a Dios cuando truena. Pero esta no es la forma primaria en el que la persona va a Dios. No va por la vía de la indigencia, sino en su hacerse persona, en la plenitud de su ser, en la plenitud de su vida y de su muerte.

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19
Oct
2021
Educar y encuentro con Jesucristo
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libroconpiedra

Retomo las reflexiones sobre la educación que ofrecí en algún post anterior (el 18 y 26 de septiembre) y me centro en su sentido más humano y profundo: educar es sacar lo mejor que uno tiene, madurar, perfeccionar la persona y la personalidad. De pronto el educar nos prepara para el encuentro con Jesucristo, pues sólo en él encontramos la perfección de lo humano. De modo que el que sigue a Cristo se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre. En este sentido el educador cristiano es un misionero que señala el camino, que cada uno debe recorrer por sí mismo, para encontrar a Jesucristo como verdad y vida. Insisto: quien recorre el camino es el alumno. El alumno es el que, al recorrer el camino, se hace maestro. Nadie puede sustituirnos en la tarea de ser cristianos, de acoger el evangelio, de transformar nuestra vida guiados por el Espíritu Santo.

Entender educar como ofrecer información y entender alumno como el que no sabe, tiene su parte de verdad y podría relacionarse con un aspecto necesario, pero insuficiente, de la evangelización. En este primer sentido, evangelizar significaría educar religiosamente enseñar los contenidos de la fe, o sea, aprender el catecismo. Pero aprender el catecismo no es suficiente para ser buen cristiano. Por eso es necesario pasar al segundo nivel de educar como madurar y de alumno como el que se alimenta. En este sentido, uno es cristiano cuando se convierte en una persona madura, a la medida de Cristo en su plenitud y cuando se deja llenar del Espíritu de amor. Se conoce de verdad a Cristo no cuando se saben muchas cosas sobre él, sino cuando uno se relaciona con él y entabla una relación personal de amistad.

Tendríamos así una doble trilogía. Primera: educar = aprender; alumno = el que no sabe; evangelizar = catequizar. Segunda: educar = ayudar a crecer; alumno = el que se nutre para crecer; evangelizar = encuentro con Jesucristo, plenitud de lo humano. Son dos trilogías complementarias, pero la primera sin la segunda vale muy poco.

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15
Oct
2021
Un Sínodo ambicioso
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rosetonsinodo

Este domingo se inaugura la fase diocesana del Sínodo de la Iglesia universal convocado por el Papa. Su título y su lema es: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Una Iglesia sinodal es una iglesia en marcha que camina unida. De ahí la primera concreción que el título ofrece de lo sinodal: comunión. No es posible estar en comunión si no se tiene en cuenta a todos, si no se escucha a todos. De ahí la segunda concreción: una iglesia en la que todos participamos. ¿Y en qué participamos? Ahí viene la tercera concreción: participamos en la misión de la Iglesia, que no es otra que el anuncio del Evangelio a todos los seres humanos.

La propuesta del Papa es muy ambiciosa. Así se expresa, prácticamente al inicio del documento preparatorio: “vivir un proceso eclesial participado e inclusivo, que ofrezca a cada uno -en particular a cuantos por diversas razones se encuentran en situaciones marginales- la oportunidad de expresarse y de ser escuchados para contribuir en la construcción del Pueblo de Dios”. Escuchar, sobre todo, a los que están en los márgenes. Esta es una de las insistencias del documento preparatorio. En los márgenes dentro de la Iglesia y en los márgenes fuera.

Alguno puede pensar que dentro de lo Iglesia nadie está en los márgenes, porque todos estamos dentro. No nos engañemos: dentro de la Iglesia, en nuestras instituciones eclesiales, hay personas que no se sienten escuchadas, que se sienten malqueridas o mal vistas. Quizás ellos están equivocados, pero se sienten así. Si están en el error conviene sacarles del error, y si no están en el error conviene hacer caso al documento papal y escucharlas con atención.

El Papa pide que se escuche a quienes están fuera de la Iglesia católica. En primer lugar, a los cristianos de otras Iglesias y a los miembros de otras religiones. Pero también a las personas y grupos alejados de toda fe y de toda religiosidad, en ocasiones críticos con la Iglesia. No va a ser fácil, porque quizás ellos no tengan interés en participar en el proceso sinodal. Pero hay muchos modos de escuchar, de saber y conocer lo que piensan quienes están alejados de la fe o son críticos con la Iglesia.

El documento preparatorio es muy interesante. Tiene su punto de autocrítica: “la Iglesia debe afrontar la falta de fe y la corrupción dentro de ella”. Y también su punto de ilusión y de esperanza: “imaginar un futuro diverso para la Iglesia”, “hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, aprender unos de otros”.

Cada diócesis deberá encontrar la metodología adecuada, primero para escuchar a los grupos ya constituidos (consejos diocesanos, consejos parroquiales, comunidades, movimientos), pero también para escuchar a los alejados, para invitarles a hablar, para decirles que tenemos interés no en sermonearles, sino en que sean ellos precisamente los que nos sermoneen a nosotros. Supongo que se me entiende.

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10
Oct
2021
Macrobotellones
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botellon

En estos últimos días han aparecido noticias de botellones, en los que se han concentrado miles de personas, en los que ha habido heridos, agresiones sexuales, intervenciones de la policía, detenciones, vandalismo. Durante el tiempo de coronavirus también hubo este tipo de encuentros, que se han multiplicado con el relajamiento de las medidas restrictivas que impedían la presencia masiva de personas.

Este fenómeno, que consiste en hacer fiesta en plena calle, en horario nocturno, consumiendo alcohol y probablemente drogas, es bien conocido fuera de España, aunque, si estoy bien informado, recibe otros nombres: “reventón” en Centroamérica, “joda” en Argentina, “carrete” en Chile. Lo de menos es el nombre. Lo importante son las consecuencias para la salud corporal y psíquica de los propios participantes en la fiesta, y también las consecuencias para los vecinos de los lugares de concentración, que se sienten molestos con el ruido y con el espectáculo.

Los jóvenes necesitan divertirse, de acuerdo. ¿No se les podrían ofrecer algunas alternativas, espacios y modalidades de ocio más sanos y más adecuados? ¿No sería bueno que nuestros políticos evitaran discursos que incitan al odio o a la violencia? ¿No sería bueno que los mayores diéramos más ejemplo de solidaridad, buen comportamiento, respeto mutuo?

El botellón es la manifestación más visible de muchos dramas, desorientaciones, miedos y angustias que están viviendo los jóvenes. El botellón no es principalmente un problema de orden público. No se soluciona con leyes prohibitivas, sino acompañando, preguntando, comprendido. Se soluciona si las familias, si los padres, se implican en la buena formación de sus hijos, interesándose por ellos, por sus relaciones, por sus necesidades, incluidas las necesidades de fiesta y diversión. Se soluciona con educación, con buena formación.

Y, si me lo permiten, con buena catequesis, porque también los jóvenes cristianos están tentados por este tipo de fiestas. ¿En las catequesis, en las parroquias, en los colegios se tratan estos temas? ¿Tomamos medidas preventivas? Los mejores catequistas de los jóvenes son los propios jóvenes. ¿En nuestros grupos cristianos se buscan modos de influir, de ayudar a otros jóvenes que por sentirse solos, no encontrar sentido a la vida, no saber encauzar sus justas rebeldías, no conocen otro medio de relacionarse que participando en este tipo de fiestas insanas?

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8
Oct
2021
¿Qué hacer para ser feliz?
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solfeliz

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Así comienza el evangelio de este próximo domingo. Me gustaría notar varias cosas sobre este comienzo, que normalmente no se notan. Dice el texto que se le acercó “uno”. Con este dato no nos hemos enterado ni de su edad ni de su sexo. Este uno puede ser cualquiera de nosotros, de cualquier edad. Según el contexto, este “uno” probablemente debía tener sus años, porque se trata de un rico. Y entonces, más que ahora, las riquezas no estaban en manos de los jóvenes.

La segunda cosa que me gustaría aclarar se refiere a la pregunta del personaje. La pregunta no es: ¿qué tengo que hacer para ir al cielo? Más bien, lo que el personaje pregunta es qué tengo que hacer para ser feliz, cómo podría participar de algún modo de la vida del Eterno, del eternamente feliz y dichoso. En el fondo, esta es la pregunta que todos nos hacemos, seamos o no creyentes. Lo que todos buscamos es ser felices.

La respuesta de Jesús tiene varios momentos. Comienza por recordar lo más básico y esencial: cumple los mandamientos, o sea, sé una persona honrada, decente, respeta a los demás. El personaje que se acerca a Jesús ha sido durante toda su vida una “buena persona”, una persona rica en valores morales. Pero esto no basta para ser feliz. Uno puede no robar y no mentir y no por eso ser feliz. Los derechos humanos (no robar y no mentir) son imprescindibles para ser feliz, para tener una conciencia tranquila, pero no son suficientes. La felicidad va más allá de este terreno de mínimos. Se puede no robar y no amar ni sentirse amado.

Una vez que ha quedado claro eso de los mandamientos, la respuesta de Jesús da otro paso decisivo. El paso tiene dos partes. Los predicadores, a veces, se quedan solo en la primera parte: vende lo que tienes y dáselo a los pobres. Esto tampoco es suficiente para ser feliz, pero es un paso que hay que dar. No se trata de una llamada a vivir miserablemente. Se trata de una llamada a compartir. Tú tienes, otros no tienen. Lo que tú tienes no es sólo tuyo. Por eso se te invita a compartir. Si eres capaz de compartir vas a demostrarte a ti mismo dónde están tus verdaderos intereses: ¿en el dinero o en el prójimo?

El compartir tampoco es suficiente, pero prepara para el paso decisivo: sígueme a mi. O sea, vente conmigo, entra en la escuela de Jesús, confía en él, dale tu corazón. Con lo del dinero te piden lo que tienes. Con el “sígueme a mí” te piden lo que eres, te piden la vida. Entrega tu vida a Jesús, entrega tu vida a los demás, ama, y serás feliz. Porque el que entrega la vida no la pierde, la gana. El que entrega dinero se queda sin lo entregado. El que entrega la vida nunca se queda sin ella. La vida entregada se multiplica. He aquí el secreto de la verdadera felicidad. Si la vida la entregas a Dios, entonces has encontrado un amor eterno, un amor sin fin, un amor que te llena totalmente.

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4
Oct
2021
El volcán de La Palma y otras tragedias
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Tras el derribo de la Iglesia de Todoque por el volcán que ha conmocionando no solo a la isla de La Palma, sino a todas las personas de buena voluntad, el obispo de Tenerife, Don Bernardo Alvarez, se apresuró a declarar: “Ojalá se hubiese demolido solo la Iglesia y todo el resto del barrio hubiese quedado entero”. Los obispos españoles han manifestado su “solidaridad en el dolor con las numerosas personas que han perdido techo, tierra y trabajo”. También el Papa ha expresado su solidaridad con los afectados por la erupción del volcán. Todas las delegaciones de “Caritas” están trabajando a fondo para ayudar a las personas que han perdido sus casas y sus bienes como consecuencia de la explosión del volcán. En bastantes parroquias han hecho ya o tienen previsto hacer colectas especiales y enviar lo recaudado a La Palma. Son algunos de los muchos gestos de solidaridad y cercanía en estos momentos difíciles para los habitantes de La Palma.

El pasado mes de agosto hubo un terremoto en Haití, que dejó centenares de muertos y a muchas personas a la intemperie. Allí sigue habiendo mucha gente necesitada y la ayuda internacional es escasa. Son muchos los lugares donde las personas necesitan ayuda debido a catástrofes naturales. Desgraciadamente son muchos más los lugares donde la gente sufre, no por causas naturales, sino por el egoísmo, la ambición y la maldad humana.

¿Qué podemos hacer ante tantas tragedias? Lo que no debemos hacer es sentirnos impotentes porque no podemos llegar a todo o porque es poco lo que podemos hacer. Este poco es importante. Porque, como a veces se dice, grano a grano se va haciendo granero. El gesto que tenemos con unos es una muestra de nuestra solidaridad para con todos. La ayuda concreta a una persona, de una u otra manera, tiene una repercusión universal. Hay un proverbio hebreo que dice que quién salva una vida, salva al mundo entero. Teresa de Calcuta decía: “si no puedes alimentar a un centenar de personas, alimenta a una sola”.

No podemos limitarnos a ser simples espectadores. El bien que hacemos, aunque sea poco, es como una honda expansiva que va extendiéndose cada vez más lejos, aunque no seamos conscientes de ello. No podemos estar en todas partes. Pero sí podemos estar en una. En la que estemos, seamos solidarios, acompañemos al triste, compartamos con el necesitado. Uno sólo no puede ocuparse de multitudes, pero puede ocuparse de una persona y después de otra.

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30
Sep
2021
Elogio de San Francisco de Asís
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sanfranciscodeasis

El más famoso poema de Dante Alighieri lleva por título “Divina Comedia”. A lo largo de sus páginas se cuenta que el mismo Dante, guiado por el poeta Virgilio, realiza un recorrido por el infierno, el purgatorio y el paraíso. A lo largo de su caminata se encuentra con distintos personajes. En el cielo se encuentra con Francisco de Asís y escucha de él un maravilloso elogio, que comienza con estas palabras: la Providencia, a fin de que la Iglesia caminase de forma más segura y más fiel hacia Cristo “envió en su socorro dos príncipes, que en una y otra cosa le sirvieron de guía”. Estos dos príncipes son Francisco de Asís y Domingo de Guzmán. Dice Dante: “El uno estuvo lleno de ardor seráfico; el otro, por su sabiduría, fue en la tierra un resplandor de la luz de los querubines. Hablaré de uno de ellos, pues de ambos se habla elogiando a uno solo, cualquiera que sea, porque a un mismo fin se encaminaron sus obras”.

Tras este preámbulo empieza el elogio de Francisco: en Asís “nació al mundo un sol… Siendo jovencillo, en contra de la voluntad de su padre” se dedicó a servir a la señora pobreza, “se unió a ella y la amó más intensamente de día en día”. Y luego viene esta hermosa comparación: la señora pobreza, “privada del primer marido” (o sea, de Jesucristo), más de mil cien años vivió despreciada y oscura, sin que nadie la invitase hasta entonces”. San Francisco nació en 1182, por eso puede decir Dante que la pobreza estuvo más de mil cien años sin cortejo. Se refiere después Dante a los primeros seguidores de san Francisco y los califica de “familia atada por el humilde cordón”. Después recuerda su encuentro con el sultán Malek al Kamel, en cuya presencia “predicó a Cristo, encontrando aquella gente demasiado reacia a la conversión”. Tras este encuentro Francisco se volvió a Italia, y allí “de Cristo recibió el último sello que sus miembros llevaron durante dos años”. Se refiere a las llagas de las manos, los pies y el costado.

Así termina el elogio del santo de Asís: “Cuando a Aquel que le eligió para hacer tanto bien le plugo elevarlo hasta el premio que merecía al hacerse tan humilde, a sus hermanos como a legítimos herederos, recomendó a su dama más querida y les ordenó que la amasen con fe”. Luego viene un asomo de tristeza mirando a los seguidores del santo, que también aparecerá al hablar de los hijos de Domingo, pues algunos son como ovejas que se apartan del “redil” y quedan “escasas de leche”. Podemos entenderlo como una advertencia para que nunca decaiga el primer fervor ni los primeros amores.

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26
Sep
2021
Educar, ¿impartir conocimientos o madurar a la persona?
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claustrofacultad

La palabra castellana “educar” tiene sus raíces en el latín. En latín hay dos verbos con matices diferentes que han dado origen a la misma palabra castellana: “educere” y “educare”. Educere tiene el significado de hacer salir, extraer, dar a luz. Educare significa formar, instruir. El primer término indica que el educador intenta sacar todo el potencial que tiene ya el alumno; el segundo indica que el educador ofrece al alumno una serie de conocimientos. La finalidad del “educere” es lograr la maduración personal; la finalidad del “educare” es conseguir conocimientos, en ocasiones para aprobar un examen.

Los verbos latinos que están en la base del verbo castellano educar se podrían relacionar con las dos etimologías del término alumno. Una de estas etimologías parece que es errónea, pero la traigo a colación por la relación que tiene con el sentido de “educare” como adquirir conocimientos. Según esa etimología el término alumno sería un compuesto de “a” (que significa “sin”) y “lumen” (que significa luz). Por tanto, alumno sería el que está sin luz. A este que está sin luz el maestro le educa, ofreciéndole conocimientos.

Más acertada es otra etimología, según la cual alumno sería un derivado del sustantivo latino “alumnus”, que a su vez viene de “alére”, que significa alimentar, nutrir, cultivar. Esta segunda manera de entender al alumno enlazaría con el verbo “educere”. En esta perspectiva, el maestro no aporta; el maestro ayuda a crecer, a reforzar la vida, a sacar lo mejor de uno mismo. Alumno es alguien que se alimenta para crecer sano y fuerte. Y el crecimiento más importante es el crecimiento como persona. Uno crece como persona cuando sabe lo que quiere y está en condiciones de hacer felices a los demás.

En suma, educar puede entenderse de dos maneras: una, llenar la cabeza de datos; otra, cultivar el alma, madurar a la persona. No son contradictorias, pero a veces se insiste solo en el primer aspecto olvidando el segundo. Importa que las personas salgan de la escuela y de la universidad sabiendo muchas cosas. Pero saber muchas cosas no garantiza el ser buena persona ni el aplicar esos conocimientos para el bien. Sabiendo energía atómica se pueden construir centrales que dan luz y bombas que matan. El conocimiento requiere ir acompañado de ética. Sin ética, el conocimiento termina pervirtiéndose. Por tanto, este nivel de educar como impartir conocimientos, requiere ampliar horizontes y no quedarse en la mera transmisión de datos. Esta ampliación va unida al horizonte de lo humano. ¿Conocer para qué? ¿Para hacerme rico, para engañar a los demás? ¿O para ofrecer a los otros buenos materiales que les ayuden a vivir mejor y a ser felices?

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