Logo dominicosdominicos

Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

19
Nov
2008
Sinfonía de religiones
2 comentarios

Me parece que no se ha prestado suficiente atención al número 14 del Mensaje final del último Sínodo, que se refiere a la relación de la Palabra de Dios con los libros sagrados de las otras religiones y a la presencia de Dios en ellas. El mensaje habla del pueblo judío, con el que “estamos profundamente unidos”. Sus escrituras “iluminan el misterio de Dios” y “nos permiten comprender plenamente la figura de Cristo”. El Señor también extiende “su bendición sobre todos los pueblos de la tierra, deseoso de que todos los hombres se salven”. Por eso “estamos invitados a entrar en diálogo con otras religiones” que tienen sus “libros sagrados”, comenzando por el Islam, “que en su tradición acoge innumerables figuras, símbolos y temas bíblicos”. Pero además “el cristiano encuentra sintonías comunes con las grandes tradiciones religiosas de Oriente”; sus Escrituras enseñan el respeto a la vida, a la contemplación, al silencio, a valores familiares, sociales y espirituales.

El documento se expresa con prudencia. Pero es significativo que toque este tema. Las otras religiones, con sus libros sagrados, no son sólo expresión del deseo humano de encontrarse con la divinidad. Son lugares en los que actúa el Espíritu Santo, como bien reconoció el Magisterio de Juan Pablo II. Al ir al encuentro de las otras religiones no estamos haciendo un acto de cortesía. Vamos al encuentro de la Verdad que los cristianos buscamos conjuntamente con tantas personas a las que Dios ama y en las que Dios se hace presente.

Hay una común sintonía entre las distintas tradiciones religiosas. ¿No podría ser esta sintonía una invitación a reconocer una hermosa sinfonía en el pluralismo religioso de la humanidad? En una sinfonía no todos los instrumentos son iguales, unos parece que suenan mejor a ciertos oídos, pero todos son importantes, todos deben coordinarse, tener en cuenta a los otros, respetar el papel y la función del otro, para no desentonar. Este respeto mutuo es el que permite la vida del otro y crea una agradable melodía.

Ir al artículo

17
Nov
2008
La renovación no llegará de la Jerarquía
2 comentarios

La presencia del P. Adolfo Nicolás en España sigue produciendo titulares de prensa. El País de ayer titula: “la renovación del catolicismo no llegará de la Jerarquía”. Si leen la entrevista se darán cuenta de que el P. Nicolás no ha dicho exactamente eso, sino: “la renovación del catolicismo no llegará necesariamente de la jerarquía”. Es una cuestión de matiz, pero los matices son importantes. Según el Superior de los jesuitas la Iglesia se ha renovado siempre gracias a grupos carismáticos. Eso es tanto como decir que la Iglesia se renueva gracias a la acción del Espíritu Santo, el Espíritu que actúa donde menos se le espera, también fuera de la Iglesia, y que actúa de forma sorprendente, a veces utilizando la mano zurda. También advierte el P. Nicolás que “toda visión carismática, profética, es susceptible de ser manipulada”. Cierto, de ahí la necesidad de un buen discernimiento de espíritus. Discernimiento que requiere paciencia, dar tiempo para ver con más claridad los frutos del Espíritu. Las prisas son malas consejeras. A veces condenamos las nuevas realidades que van surgiendo sin dejar que se exprese más claramente la obra del Espíritu.
 
De las declaraciones del P. Nicolás me interesa subrayar obra cosa. Según él “hemos perdido la capacidad de escuchar preguntas nuevas. Seguimos oyendo las palabras, pero hemos perdido la capacidad de oír la música”. Me siento en comunión con el jesuita. Demasiadas veces hemos condenado a los jóvenes y, en general, a la sensibilidad moderna, sin preguntarnos qué hay debajo de sus reacciones desconcertantes. Si sabemos oír la música más allá de las palabras podremos ofrecer respuesta a tantas palabras que no nos gustan, pero que denotan un verdadero problema que necesita ser iluminado por el Evangelio. Eso sí, no olvidemos que el comprender un problema no significa que nuestra respuesta vaya a ser aceptada. Pero sin comprenderlo es seguro que no podrá serlo porque será una respuesta sin sentido.

Ir al artículo

15
Nov
2008
Más dogmáticos que la Congregación de la Fe
5 comentarios

Leo unas declaraciones del P. Adolfo Nicolás, máximo responsable de la Compañía de Jesús (en La Vanguardia, jueves, 13 de noviembre). Entresaco estas palabras: “Quizás los españoles antiguos somos mucho menos tolerantes de lo que podríamos ser y tenemos unas convicciones más dogmáticas que la Congregación de la Fe en Roma. Nos resulta difícil convivir con personas que piensan distinto”. Aquí la palabra dogmático no se relaciona con declaración autorizada de la verdad, sino con intolerancia.

Ser dogmático es tener una mentalidad cerrada, poco abierta a lo nuevo, desconfiada ante lo desconocido, que siempre considera el pasado mejor que el presente, un pasado idealizado, descontextualizado, y por tanto falseado. Es búsqueda de seguridad, gusto por la autoridad cuando esta autoridad coincide con lo que él piensa y cuando pone orden en los otros, porque cuando le obliga a cambiar a él entonces es la autoridad la que se equivoca. Para el dogmático el criterio de la verdad es él. Dogmático es gusto por las formas, por fórmulas supuestamente intocables, es evitar ir más allá de la fórmula hacia lo que la fórmula significa. Porque si vamos hacia lo que la fórmula significa entonces este más allá nos hace caer en la cuenta de lo relativo de la fórmula. Dogmático es el incapaz de escuchar, de dialogar, de comprender a los otros, el que declara falso lo que no comprende, el incapaz de ponerse en el lugar del otro, por pura pereza intelectual, el reacio a la sorpresa, el que ve enemigos por todas partes, el amante de uniformes y uniformismos artificiales, amante también de condenas rápidas para el que se sale del uniforme.

El dogmático prolifera en ambientes donde hay ignorancia, pobreza de pensamiento y desconocimiento incluso de la doctrina más oficial de la Iglesia. El dogmático selecciona una parte de esta doctrina y además la lee mal. En vez de acudir a los textos mismos, acude a comentarios intencionados o a resúmenes sesgados. A los dogmáticos yo les recomendaría que leyeran directamente los textos del Magisterio o el Catecismo de la Iglesia Católica. Si lo hacen, por favor, déjense sorprender por los matices que se encuentran en estos textos.

Ir al artículo

12
Nov
2008
En la raiz de toda bienaventuranza
1 comentarios

Hay tantas ganas de ser feliz; de salir de la opresión, la pobreza, el hambre; tantas ganas de que se acaben las guerras, que las personas solemos ilusionarnos ante lo que nos parecen intentos mediadamente serios de solución de los males que nos acosan. Eso ha quedado patente ante la euforia mundial que ha despertado la elección del nuevo Presidente de los Estados Unidos. Y, sin embargo, es dudoso que Obama termine con el hambre, las guerras o la pobreza. Porque no tiene ninguna varita mágica. Y a él, como a todos los políticos, le interesa ante todo el poder. Otra cosa es que haya modos distintos de ejercer el poder y que los ciudadanos debemos elegir a los políticos que consideramos más aptos.

Digo esto porque, si bien podemos esperar y desear políticas mejores, los cristianos hemos de tener claro que la felicidad no vendrá de esas políticas. La raíz de la felicidad está en el amor. Las bienaventuranzas de Jesús son modos de vivir en el amor: Felices los pobres movidos por el Espíritu Santo, que es el Amor de Dios derramado en nuestros corazones; felices los que tienen hambre, porque Dios les ama y por eso se ocupa de ellos, y quiere que sean saciados con bienes temporales y espirituales; felices los mansos, los que no son iracundos, los que saben tratar con dulzura a sus semejantes, los abiertos al perdón, los que no se dejan llevar por el afán de venganza que procura la cólera; felices los que construyen la paz.

En quien primero se realizan estas bienaventuranzas es en Jesús. Su vida y su palabra son la prueba de que pueden llevarse a cabo. No son una utopía irrealizable, sino algo perfectamente alcanzable en este mundo si se ponen las condiciones necesarias para ello. Por eso, las bienaventuranzas se convierten en una permanente tarea. Tarea precedida de un don que la hace posible. El don de la vida de Jesús y el don del Espíritu Santo, que nos hace capaces de amar. Nos facilita hacer el bien. Así, para el cristiano, hacer el bien no es una tarea pesada, sino la espontaneidad de una vida nueva.

Ir al artículo

10
Nov
2008
Cristazos en nombre de la Cruz
5 comentarios

Vergüenza ajena. Vergüenza de ser cristiano. Eso es lo que produce el lamentable incidente acaecido en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. La policía israelí ha tenido que sofocar una pelea entre clérigos y peregrinos cristianos en ese venerable lugar donde se produjo la crucifixión, enterramiento y resurrección de Jesús.

El incidente se ha producido el mismo día en que la Iglesia católica celebraba la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán. Las lecturas de la Eucaristía relativizan las piedras muertas, para resaltar la importancia de las piedras vivas, las comunidades cristianas, afincadas en el sólido fundamento de Cristo (segunda lectura), que son agua viva que fecunda y purifica las aguas salobres representadas por el mar (primera lectura). El evangelio recuerda el mal uso que puede hacerse del templo, convertido en negocio, contra el que Jesús se rebela, al tiempo que recuerda que su cuerpo es el verdadero templo. El incidente ocurrido en Jerusalén es una mala actualización del evangelio del pasado domingo. También Jesús se hubiera sentido indignado ante esta lucha a base de cristazos en nombre de una Cruz que reconcilia a los pueblos dispersos y divididos. La Cruz une, pero nuestras pasiones, pasiones religiosas incluidas, que son las peores, dividen. Pelearse en nombre de Cristo es expulsar a Cristo de este sepulcro, que a causa de la pelea dejó por unas horas de ser santo, para ser una auténtica cueva de paganos. Paganos con vestiduras, ornamentos, hábitos, que no disimulan el fondo del corazón. Cuando uno no tiene otra cosa que lucir, luce el hábito. Y cuando uno no tiene a Cristo en su corazón, se pelea en su nombre.

La Iglesia del Santo Sepulcro es un lugar de división. Lo ocurrido ayer es su manifestación extrema. Esas piedras muertas se las disputan las diferentes confesiones desde hace varios siglos. La realidad eclesial allí afincada es el signo opuesto de todo lo que allí se venera.

Ir al artículo

7
Nov
2008
Desde el punto al que hayamos llegado
2 comentarios

Resulta consoladora esta exhortación de San Pablo: “desde el punto a donde hayamos llegado, sigamos en la misma dirección” (Flp 3,16). La dirección conduce a la meta, que es Cristo Jesús. Son palabras consoladoras porque el apóstol no felicita a los que están adelantados ni riñe a los atrasados. El apóstol parece como si comprendiera que cada uno lleva su ritmo, su velocidad, cada uno corre en circunstancias distintas. Unos se cansan más, otros se paran con más frecuencia, alguno hasta retrocede. A todos anima a que, estén donde estén, sigan adelante. Lo importante no es el lugar en el que estás, lo adelantado o lo atrasado que vas; tampoco importa mucho que hayas retrocedido o caído. Lo importante es volver a mirar a la meta, levantarse y seguir adelante desde el punto en el que estés.

Juzgar desde fuera o aplicar la ley es fácil. Ponerse en la piel del otro es más fraterno; entonces comprendes que la vida es más complicada que la ley. Hay mucha gente de buena voluntad, que ama al Señor Jesús, pero que no está del todo en regla con las reglas, hechas con buena intención y explicadas o aplicadas en ocasiones de forma rígida e impersonal. En la vida matrimonial, en la vida religiosa, en la soltería… No hace falta explicitar. Si la vida te ha conducido por donde no pensabas; si las leyes parecen condenarte; si te sientes extraño e incomprendido, a ti se dirigen estas palabras de san Pablo: desde el punto a donde hayas llegado, el que sea, este punto en el que parece que no has conseguido nada, lánzate a lo que está por delante corriendo hacia la meta, al premio al que Dios te llama en Cristo Jesús (ver Flp 3,12-16).

Las palabras de Pablo parecen en consonancia con las de Jesús. Pablo dice: salgas de donde salgas, lo importante es seguir adelante; Jesús, en una de sus parábolas, la de los viñadores que llegan a la viña a distintas horas pero reciben todos el mismo salario, parece que, entre otras cosas, dice: llegues cuando llegues, pronto o tarde, lo importante es llegar.

Ir al artículo

4
Nov
2008
La imagen perversa de la religión
1 comentarios

Después de ver la película Camino vuelve a mi mente una antigua preocupación: ¿cómo es posible que algunos vean en la religión una imagen tan perversa y distorsionada? Evidentemente no comparto el mensaje que transmite el cuento favorito de la protagonista, a saber, “Mister Meddle (¡el entrometido!) tiene un problema: no existe”. Pero lo comprendo. Porque Dios no es una evidencia y para verle hacen falta los ojos de la fe. Lo que me preocupa es que, “inspirándose en hechos reales” (¡bastante distorsionados sin duda!) se pueda ofrecer una imagen tan inhumana de la fe en Dios. Porque o Dios es humanizador, fuente de vida y felicidad, o no vale la pena. Un Dios que busca la anulación del ser humano es mejor que no exista. Cosa distinta es que el sufrimiento sea una realidad profundamente humana. El creyente lo vive desde su fe. Es posible, incluso, que ante el sufrimiento el creyente no se resigne y se plantee muchas preguntas. También Jesús, en el momento más dramático de su existencia, experimentó la ausencia de Dios. El no creyente también debe plantearse cómo vivir dignamente en el sufrimiento. Al respecto resulta oportuno lo que decía Paul Tillich: “no hay personas ateas y personas creyentes, sino personas superficiales y personas profundas”.

Ya sé que las ideas que algunos se forman sobre el cristianismo no dependen únicamente de la vida que reflejamos los cristianos. También dependen de los ojos que miran. Pero a los creyentes nos interesa saber qué ven los que nos miran, no para reprocharles lo mal que miran, sino para situarnos en posición de que vean lo que deben ver. Digo bien lo que deben, no lo que quisieran ver. Y lo que deben ver es un Dios que quiere un presente y un futuro lleno de vida para todos y cada uno. Precisamente lo que aparece con Jesús es “la bondad de Dios y su amor a los hombres” (Tit 3,4). Por cierto, y para volver a la película, en ella se encuentra un correlato humano de lo que los creyentes llamamos Dios: la alegría desbordante del baile final de los dos adolescentes. Ese Dios que para el director de la película tiene un problema, aparece donde menos se le espera. Aún sin saberlo.

Ir al artículo

1
Nov
2008
Las tristes despedidas
1 comentarios

Las despedidas son tristes. Incluso cuando sabes que aquel del que te despides va a un buen lugar en el que se encontrará con el amado de su alma; se encontrará con Aquel y aquello que, quizás sin saberlo expresar, ha estado buscando afanosamente toda su vida. También para los creyentes, los que saben a donde van los que se despiden, el momento de la despedida final de una persona querida es triste. Pero en los creyentes en Cristo la tristeza y las lágrimas van unidas a la esperanza.

La esperanza no disminuye la tristeza; hace que ésta se viva de otra manera. Porque la esperanza no es la vana espera de un futuro del que nada se sabe y por no saber ni siquiera se sabe si existe. La esperanza cristiana es cierta, segura. En eso la esperanza se diferencia de la espera. La espera no considera las posibilidades de obtener lo que se espera. Así por ejemplo, uno espera que le toque la lotería, pero las posibilidades de que esto ocurra son prácticamente nulas. La esperanza, por el contrario, se apoya sobre un poder que la hace posible. Uno tiene esperanza en ganar unas oposiciones porque ha dedicado muchas horas a estudiar bien el temario. Más segura es la esperanza cristiana, que se apoya en el amor y el poder de Dios.

Un amor que es posible experimentar ya. De ahí esta expresión de San Pablo: la esperanza no falla porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. Es la experiencia de vivir hoy en comunión con Cristo, de experimentar la fuerza de su Espíritu obrando en nuestra vida, lo que da todo su sentido a la esperanza cristiana.

Y un poder capaz de resucitar muertos, que en la resurrección de Cristo ha encontrado su mejor realización. Este poder es similar al poder de suscitar vida: si Dios es capaz de sacar vida de donde antes no la había, ¿cómo no va a ser capaz de devolver la vida? El mismo poder capaz de suscitar la vida es el que la mantiene y el que puede seguir manteniéndola por toda una eternidad.

Ir al artículo

30
Oct
2008
Mirar al mundo con simpatía
1 comentarios

Ha concluido el Sínodo. En la conferencia de prensa que presentaba su mensaje final se afirmó que “la principal novedad es la de mirar al mundo con simpatía, para ofrecerle lo mejor que tenemos: la Palabra de Dios”. Mirar al mundo con simpatía, he ahí una buen camino para tener alguna posibilidad de ser escuchado. Desde el rechazo y la beligerancia no tenemos ninguna posibilidad de que nos escuchen. Nos darán la espalda, nos dirán que nos metamos en nuestros asuntos, que no interesamos, que nadie nos ha llamado. Quizás desde la simpatía sean pocos los que nos escuchen. Desde el rechazo no lo hará nadie.

Mirar al mundo con simpatía: esa mirada positiva está en sintonía con la pretensión del ya antiguo Concilio Vaticano II y las orientaciones de Juan XXIII. La Iglesia, decía este Papa, prefiere usar la medicina de la misericordia y no quiere prestar oídos a los profetas de calamidades que, en nuestro tiempo, sólo ven peligros por doquier. El último Capítulo General de los dominicos también se sitúa en comunión con este modo de pensar. En efecto, cuando trata de la vida apostólica comienza por titular: “amar al mundo”, como si este fuera el punto de partida para revelar al mundo la presencia de Cristo. Sólo desde la simpatía y la comprensión es posible ofrecer algo al otro.

Si queremos ser escuchados es necesario que nos acerquemos al mundo, que le escuchemos, que nos esforcemos en comprenderle. En este sentido Kierkegaard enunció la siguiente tesis: “Para llevar a un hombre a una determinada posición, ante todo, es preciso fatigarse para encontrarle donde está y empezar ahí. Si podéis hacer eso, si podéis encontrar exactamente el lugar donde está el otro y empezar ahí, tal vez podáis tener la suerte de conducirle al lugar donde os halláis vosotros”.

Ir al artículo

27
Oct
2008
Comicios en las manos de Dios
1 comentarios

Se aproxima la fecha electoral en Estados Unidos y el Partido Republicano tiene pocas posibilidades de ganar. En este contexto llama la atención la siguiente noticia que copio literalmente del periódico ABC: “Sarah Palin ha puesto las elecciones del 4 de noviembre no ya en ninguna mano blanca ni inocente, sino en las manos de Dios”. ¿Qué significa eso de poner las elecciones en manos de Dios? ¿Que la candidata a la vicepresidencia es una creyente convencida que ve la mano de Dios en los acontecimientos de su vida? Evidentemente se trata con esa proclama de movilizar el sentimiento religioso de muchos votantes para que voten a la candidatura de su partido. Casi es un modo de profanar el nombre de Dios. Es muy fácil ver la mano de Dios cuado la vida nos sonríe, en este caso cuando uno gana las elecciones. Pero si la Gobernadora Sarah Palin pierde las elecciones, como parece muy probable, ¿qué pensará entonces sobre la mano de Dios? ¿Que Dios se ha equivocado? ¿Que los electores no han seguido las inspiraciones divinas?

Las comicios norteamericanos están, sin duda, en las manos de Dios. Pero de forma bien distinta a lo que piensa la candidata a la vicepresidencia. Están en manos de un Dios que respeta la libertad humana y nunca la manipula. Las elecciones están en manos de los electores. Y si se quiere apelar a Dios que sea para preguntarse cual es su voluntad y la política más acorde con el Evangelio. Pero eso en un político es muy difícil. ¿Tienen los políticos voluntad de verdad? Es dudoso. ¿Y voluntad de servicio? ¿Cómo se puede servir si no es desde la verdad? Lo que tienen los políticos es voluntad de poder. Y en eso del poder, el Dios cristiano parece muy receloso: Sabéis, decía Jesús a sus discípulos, que los príncipes de las naciones oprimen a los ciudadanos y encima se hacen llamar bienhechores. Pero entre vosotros ¡nada de eso! Entre vosotros lo que debe priorizarse no es el poder, sino el servicio. Una política al servicio de los ciudadanos, eso es lo que necesitamos en USA y en todo el mundo. Y no unos ciudadanos al servicio del poder.

Ir al artículo

Posteriores Anteriores


Logo dominicos dominicos