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Sep2011Culturilla bíblica en televisión
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Sep
Como hice en otra ocasión, propongo a los profesores de religión unos ejercicios para enseñar divirtiendo. E incluso para hacer notar a los alumnos que una buena cultura bíblica, en caso de presentarse a un concurso de televisión, permite no hacer el ridículo y, lo que es más interesante, ganar dinero.
Los ejercicios propuestos están sacados de dos casos reales ocurridos este verano en sendos concursos televisivos. A partir de estos casos los profesores tienen un modelo para multiplicar los ejemplos. El 19 de agosto, en Antena 3, en el programa “Atrapa un millón”, a la pregunta: “¿cuál es un libro de la Biblia?”, se ofrecieron estas cuatro posibles respuestas: 1) te lo juro por Snoopy; 2) Divinitas; 3) Sabes; 4) Oseas. La pareja de concursantes descartó la primera respuesta (demos gracias a Dios) y consideró que de las tres restantes la mejor era “divinitas” (¡qué menos que un libro de la Biblia lleve ese nombre!); la siguiente respuesta preferida como nombre de libro bíblico era “sabes”. Apostaron y perdieron 500.000 euros a “divinitas”. Lo de Oseas debía sonarles raro.
El 1 de septiembre, en Tele 5, en el concurso “Pasapalabra”, a la pregunta: “Empieza por J. En la Biblia, nombre del padre de la Virgen María”, el concursante respondió decidido: “Julián”. Tan decidido que se sorprendió al escuchar la supuestamente buena respuesta dada por el presentador del programa: “Joaquín”. ¿Pero es exactamente así? Espero que los profesores de religión no caigan en el error de los guionistas. Pues en la Biblia no aparece el padre de la Virgen y, por tanto, tampoco su nombre. El nombre de Joaquín se encuentra en un evangelio apócrifo, el protoevangelio de Santiago que, por cierto, también transmite una serie de datos encantadores y hasta engañosos sobre la Virgen María y el niño Jesús. Lo que permite nuevos ejercicios para el profesor de religión: ¿cuáles son, según la Biblia, los nombres de los reyes magos o de la madre de la Virgen María? Respuesta: esos nombres no están en la Biblia.
El nivel cultural del pueblo español, en materia religiosa, es penoso. En creyentes y no creyentes. Tal como están las cosas es difícil defender que se impartan clases de historia de las religiones y/o de cultura religiosa como alternativa a las clases confesionales de religión. Pero impartidas por buenos profesores resultarían interesantes para aprender también, y entre otras cosas, poesía, arte, literatura, derecho, historia o cultural general.