Jul
Una parábola con un protagonista muy provocador
9 comentariosHablar de samaritanos en tiempo de Jesús de forma positiva era una provocación y hasta una ofensa para la mentalidad judía. Los samaritanos eran considerados gente detestable y peligrosa, hasta el punto de que quienes buscaban desacreditar a Jesús, lo más ofensivo que encontraron fue llamarle endemoniado y samaritano (Jn 8,48).
El samaritano de la parábola que cuenta Jesús no solo es un protagonista provocador porque es alguien muy mal considerado por los judíos, sino porque hace cosas sorprendentes, inesperadas e inauditas.
El samaritano actúa en un mundo de bandidos, un mundo en el que hay quién hace mal voluntariamente a los demás. Un mundo en el que hay también heridos, víctimas, gente maltratada injustamente, gente que sufre las consecuencias del mal y no puede librarse de ellas sin ayuda de otros. En este mundo muchos pasan de largo ante los heridos. Quizás no son indiferentes al dolor o a la injusticia y se preguntan seriamente quién puede ser el culpable de tanto horror y tanta catástrofe. Pero los que pasan de largo no están dispuestos a perder su seguridad. El samaritano sí. Pues para auxiliar al herido debe bajar de su cabalgadura. Cosa peligrosa. Aquello pudiera ser una trampa. Cabe pensar que estamos ante un supuesto herido que tiene unos compinches al acecho. O quizás que el herido es real, pero los bandoleros todavía no se han ido. Si uno no baja del caballo tiene más posibilidades de huir en caso de peligro.
El samaritano no denuncia ningún crimen, y eso que es bien consciente del mal; ni siquiera pregunta por los culpables. Mucho menos pregunta si el herido ha sido un imprudente o si no ha seguido las sabias indicaciones de los guardias de seguridad que prescriben evitar caminos peligrosos. Tampoco implica a Dios en la situación, ofreciendo a la persona maltrecha bellos consuelos sobre el amor de Dios a los pobres, sino que se convierte él en Dios para el otro. El samaritano se preocupa inmediatamente del inocente que sufre un mal inmerecido. Actúa como el verdadero responsable contra el mal.
En este drama, que es toda trama maliciosa, hay un actor distinto del culpable, de la víctima o del policía: el que ofrece su ayuda. ¿De qué manera? En primer lugar, sin pedir explicaciones. Luego se manifiesta dispuesto a cambiar sus planes. Parece como si, ante la necesidad del otro, no estuviera ocupado. Así puede mostrarse disponible y tener todo el tiempo para el otro. Finalmente, no sólo auxilia, sino que hace cosas insensatas: carga al herido sobre la cabalgadura; lo lleva a una posada, vuelve al día siguiente, paga el alojamiento y se compromete a pagar los gastos que se originen. Según el criterio convencional "se pasó de bueno". El samaritano va más allá de lo que puede pedir cualquier ley. Manifiesta la sobreabundancia del amor, la generosidad sin límites de la persona evangélica.