Ene
Tomás de Aquino, buscador de la verdad
4 comentarios“En la doctrina de Santo Tomás la Iglesia reconoce la expresión particularmente elevada, completa y fiel de su Magisterio y del sensus fidei de todo el pueblo de Dios”. Esta afirmación de Pablo VI es probablemente el mejor elogio que puede hacerse de un teólogo. Elogio tanto más significativo cuanto que santo Tomás no fue precisamente un teólogo conservador y sumiso, sino un teólogo libre, abierto al diálogo con las mejores aportaciones culturales y científicas de su tiempo. Esta apertura y esta libertad que le caracterizan tienen el mejor de los fundamentos: la Verdad. Toda la pretensión de Tomás de Aquino es la búsqueda de la verdad. Evidentemente, para Santo Tomás la Verdad por excelencia es Dios, pero él es bien consciente de que nuestro acercamiento a la Verdad es humano, por eso siempre es limitado, insuficiente y costoso.
Precisamente porque es un acercamiento humano, en la búsqueda de la verdad Santo Tomás se deja acompañar por todos aquellos que pueden ayudarle, convencido de que en todas partes hay huellas de la verdad, y convencido también de que la verdad, la diga quién la diga, procede del Espíritu Santo. Para él, nadie hay tan malo que no tenga algo bueno, y nadie tan falso que no posea parte de verdad. Hasta del diablo puede afirmarse.
Estaba convencido de que “hasta los pensadores equivocados eran dignos de nuestra gratitud y estima, pues ellos también han ayudado al descubrimiento de la verdad”. Y escribe, comentando a Aristóteles: “lo mismo que en un tribunal, para que el juez pueda juzgar, debe haber oído las dos partes contendientes, así también el pensador cristiano debe escuchar a todos los pensadores en sus investigaciones opuestas a fin de tener más datos para su juicio”. El investigador debe escuchar todas las posiciones, por muy opuestas que sean. Ha de comenzar por dudar, convencido de que hay algo de razón en cada uno de los opuestos. En el momento de aceptar o rechazar una opinión, dirá, “no hay que dejarse llevar del sentimiento, es decir, del amor o del odio hacia quien la propone, sino por la certeza de la verdad. Hay que amar a uno y a otro, tanto a aquél cuya opinión aceptamos, como a aquél cuya opinión rechazamos, convencidos de que ambos se aplicaron a la búsqueda de la verdad, y en esto son colaboradores nuestros”.
Cierto, la obra de Santo Tomás, como toda obra humana, tiene sus límites. Algunas de sus afirmaciones están condicionadas por el momento histórico, político, cultural y eclesial de la época. Y en este contexto hay que situarlas. Situadas en su contexto, algunas afirmaciones o posiciones de Sto. Tomás son un gran avance con respeto a la teología de su tiempo. Situar los textos en su contexto histórico es un principio hermenéutico fundamental para entender a cualquier autor. También la Escritura debe estudiarse y entenderse desde esa perspectiva histórica.