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Templos y templos
4 comentariosEl 9 de noviembre celebra la Iglesia la fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán. La Basílica de Letrán es la catedral de Roma. En sus naves se han celebrado cinco Concilios Ecuménicos. La catedral es la sede, la cátedra desde la que enseña el Obispo. En nuestro caso se trata del Obispo de Roma, Pastor de la Iglesia universal.
Esta fiesta es una buena ocasión para tomar conciencia de que la Iglesia es una comunión. Comunión de los fieles cristianos, sin duda. Y comunión entre las diferentes Iglesias. Diferentes, porque la Iglesia que está en la India, o la que está en Guatemala, o la que está en Roma, tienen intereses, necesidades y problemas distintos. Por este motivo, si bien todas ellas viven del mismo Evangelio, este Evangelio único tiene repercusiones y aplicaciones distintas en cada comunidad. Estas diferencias no son obstáculo para que vivan en comunión y cada una reconozca en las otras el mismo aire de familia, el mismo Espíritu que la guía a ella. Las diferencias, lejos de ser motivo de distanciamiento, son una riqueza y un estímulo, una ocasión de buscar la mutua emulación en el bien.
Además, esta fiesta es una buena ocasión para subrayar que hay templos y templos. Está el edificio de piedra, donde los fieles se reúnen para orar. Pero hay otros templos mucho más importantes, y sin ellos el de piedra no tendría ningún sentido ni valor. Resulta oportuno recordar la conversación de Jesús con una mujer samaritana. Los samaritanos y los judíos rivalizaban en muchas cosas, y una de ellas era sobre cuál era el templo de piedra en el que supuestamente Dios se hacía presente, el construido sobre el monte Garizim o el de Jerusalén. Pues bien, Jesús aclara a la samaritana y a todos nosotros que el templo de piedra no tiene importancia. Lo que importa es adorar al Padre en espíritu y en verdad.
Espíritu y verdad son dos actitudes fundamentales en nuestra relación con Dios. A Dios hay que amarle con toda el alma, con todo el corazón, con lo mejor que tenemos. Y hay que dirigirse a El con toda verdad, sin ocultarle nada, sin dobleces, sin querer justificarnos. Pero espíritu y verdad remiten también a Jesús. El es la Verdad y él es el que derrama el Espíritu. En él habitan en plenitud la gracia y la verdad. De esta plenitud todos nosotros hemos recibido (Jn 1,16-17). Por eso, Jesús es el verdadero templo. Su “cuerpo” es el templo (Jn 2,21), el lugar en el que habita la divinidad. Más aún, en el seguimiento de Cristo los cristianos se convierten en templos de Dios, puesto que el Espíritu habita en ellos (1 Cor 3,16).